Bajo el aparente desorden de la ciudad vieja, en los sitios en que la ciudad vieja funciona bien, hay un orden maravilloso que mantiene la seguridad en las calles y la libertad de la ciudad. Es un orden complejo. Su esencia es un uso íntimo de las aceras acompañado de una sucesión de miradas.
Jacobs, Jane (1961), Muerte y vida en las grandes ciudades americanas
Dicen que todo está preparado para la Semana Santa en Sevilla. Soy consciente de lo que significa para esta ciudad una semana como la que se aproxima, donde todo gira en torno a una explosión de sentimientos, afectos, olores, silencios y lo que algunos llaman “sevillanía” en estado puro. Hace ya muchos años que escribí sobre la realidad social de esta Semana, con una visión laica, en su significado más acorde con el vocabulario español: semana laica, es decir, independiente de cualquier organización o confesión religiosa (RAE). Vuelvo a leer detenidamente aquél texto, en su contexto, actualizándolo en lo que considero que es necesario cambiar que, por cierto, es muy poco. O nada.
En aquellos días estaba leyendo un libro extraordinario, “Sistemas emergentes”, de Steven Johnson (Turner-Fondo de Cultura Económica), que sigue teniendo una actualidad científica recomendable para amantes de días y semanas laicas. Los sistemas sociales emergentes ratifican a diario, que incluso en las semanas laicas (cualquiera del año) la sociedad se organiza habitualmente en torno a lo que le interesa, es decir, dan lugar a comportamientos inteligentes. La que llaman algunos “la Sevilla de toda la vida” se organiza durante muchos días de las semanas “laicas” con las miras puestas en la “Semana Santa”, la única, la principal del año, la definitiva, la que propicia cartelería indicativa como la que conocí hace muchos años en un pueblo del Aljarafe, en una pizarra “dedicada”, que decía en su fecha exacta: “faltan 264 días para el Rocío”. Y cada día, con tiza y borrador, se dibujaba de forma humilde la cuenta atrás de la alegría…
Vuelvo a constatar que el mundo solo tiene interés hacia adelante, sobre todo en semanas laicas, en las que estamos muy interesados los que no pertenecemos a la Sevilla de toda la vida. Los sistemas emergentes, de abajo hacia arriba, siguen marcando las pautas de comportamiento colectivo. Cada uno sabe de lo suyo. Las agencias de viaje, atómicas o digitales, organizan también esta semana a lo laico, es decir, sin ferias ni festejos cristianos, judíos y musulmanes, preparando una escapada para compensar la fuerza de lo santo. El azahar de Sevilla actúa como feromona atrayente para distribuir trabajos muy bien estandarizados. Sin tocar a quienes organizan el mayor espectáculo del mundo, los de toda la vida, porque los de abajo conocen su misión. Tienen oficio. La música sacra de las bandas que han estado preparando sus salidas en semanas laicas, para la Semana Santa, actúa de catalizador para conducir a las masas que se trasladan en clave de “bulla” hacia alguna parte.
Me acuerdo en estas fechas de las familias enteras procedentes de los barrios deshechos en Sevilla por el boom inmobiliario, que vuelven en esta Semana Santa a su lugar de origen para recuperar las señas de identidad que les arrancó la especulación y su pretendido por otros “mejor nivel de vida”, aunque hayan perdido el valor del contacto familiar y de la vida compartida en las aceras, porque viven en estado de alerta en los nuevos adosados que ni siquiera tienen parroquia al lado, blindados por la inseguridad ciudadana. Con la excusa de la “Semana Santa”, de su cofradía de toda la vida, de su “Señor o Señora de Sevilla”, vuelven para recuperar, aunque solo sean unas horas, sus tiendas, sus colegios, sus plazas, sus aceras de siempre, donde se hacía eso, la vida. Es decir, sus días laicos, sus semanas laicas, donde solo tiene sentido ese Jesús de la agonía que era la fe de sus mayores, como decía Antonio Machado. Las aceras existen, en definitiva, para crear el “orden complejo” de la ciudad, como afirma Steven Johnson en el libro que comento más adelante.
Jane Jacobs, la autora de uno de los libros que ha supuesto la revolución urbanística más importante en Estados Unidos, Muerte y vida en las grandes ciudades americanas, que falleció en 2006 en Toronto (Canadá) a los 89 años, aportó una de las teorías más alentadoras sobre cómo se vive en las aceras de las ciudades, cuestión que en días laicos y santos pasa sin pena ni gloria en la vida ordinaria de los planificadores de la vida, sea cual sea su condición, pero que su mención científica sigue siendo un contrapunto impresionante ante la especulación actual inmobiliaria y urbana a todos los niveles. Su muerte fue una noticia amarga porque dejaba de estar en el mundo una de sus defensoras acérrimas, en clave positiva, que demostraba como acción posible la de la existencia de un urbanismo humanista, defensora del diseño y la construcción de los barrios en las ciudades que obedezca siempre a leyes sociales de convivencia y relación entre personas obligatoriamente obligadas a vivir en común y ser miembros de una entidad que ha cambiado el nombre identificador obligado por el nuevo lenguaje de género: la ciudadanía.
En la Semana Santa, las aceras de Andalucía funcionan como soporte de interacciones sociales viendo las procesiones. No digamos en Sevilla. Aunque desde la otra acera de la inteligencia digital conectiva siempre me ha encantado saber que Jesús de Nazareth, en su ataque continuo de humanidad, se cansaba y se dormía, porque estaba hecho polvo, en el cabezal del barco (Mc 8,23). O como Machado decía en su precioso poema (La Saeta, 1914):
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!
En silencio y lejos de estas aceras atestadas de gente por doquier. Comprendiendo el valor de cada día laico y lo que cuesta vivir tranquilo con uno mismo, sabiendo que muchos pertenecen ya al Club de las Personas Dignas. El que permite que juntos, desde la base, sigamos construyendo una nueva forma de ser en el mundo, en cada segundo, minuto, hora, día, semana y acera, laicos por supuesto.
Continúo con la lectura del libro de Steven Johnson. Se me han vuelto a ocurrir muchas cosas tras la reflexión a la que me llevaron en su momento sus primeras páginas. Y con motivo de esta cita puntual, deseo transformar este Sábado de Pasión o de Dolores (sic, según el calendario católico) en un día normal, laico, reinterpretando -porque me duele- lo que ocurre a mi alrededor, que es bastante preocupante según cuenta el barómetro último de marzo elaborado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), en referencia al paro y a la corrupción que nos asola en estos días. Es que el subtítulo del libro sigue sin dejar tranquilo a nadie: “O qué tienen en común hormigas, neuronas, ciudades y software”. Casi nada: inteligencia digital compartida en un mundo laico que parece a veces diseñado por el enemigo.
Sevilla, 8/IV/2017
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