El tránsito de la vida, según Cristóbal Toral

EMIGRANTE MUERTO
Emigrante muerto, 1975

Ha sido un encuentro fortuito y mágico con Cristóbal Toral (Torre Alháquime (Cádiz), 1940) en el Museo de la Ciudad de Antequera. El miércoles pasado contemplé la colección que se muestra en la planta tercera, con cuadros que sobrecogen por su realismo trágico, siendo las maletas su hilo conductor: “La vida es tránsito. El hombre nace en un punto y desaparece en otro: el tránsito que hay en medio es lo que importa. Hay una mudanza constante en lo que hago, figuras que no se sabe si van, si vienen, si esperan» (1).

Las múltiples maletas de Cristóbal Toral, figuran en sus cuadros y esculturas recordándonos también la realidad de la soledad sonora que sienten muchas personas, básicamente mujeres y emigrantes, en sus diferentes viajes de vida. Me han impresionado los óleos que se cuelgan en el Museo, con metáforas muy desalentadoras. Me he detenido en las obras dedicadas a la mujer, siempre sola: “Trato mucho también el tema de la mujer. Mujeres en interiores de hoteles de no mucho tronío, frágiles, expuestas, con una sensualidad que las humaniza, solitarias… Interpreto esa soledad que existe, la sensación de tránsito. Me gustan las habitaciones de los hoteles, espacios de tránsito donde aparecen las maletas, las camas, las sábanas». En la sinopsis de la obra de Cristóbal Toral, que figura en el museo, se dice textualmente y referido al periodo abierto sobre la mujer como hilo conductor de su obra en 1977, que aparece “siempre solitaria, despojada de toda algarabía, sola en su infinito silencio, cómo proclamando una identidad de origen y destino frente al cosmos. Distanciada, plena de pureza y sobriedad, rodeada de objetos banales, se funde y trasciende la soledad infinita del hombre”. También, he sentido dolor interior al contemplar una obra, Emigrante muerto, que data de 1975, una fecha que nos suena lejana, pero en la que ya se presagiaba lo que iba a venir después. Estábamos avisados por Toral.

LA NOCHE
La noche, 2000

En este mundo de tránsito, he buscado con gran interés en mi biblioteca una obra que me marcó mucho la vida cuando la leí, La maleta de mi padre, de Orhan Pamuk, premio Nobel de Literatura en 2006, porque comprendí la metáfora de su discurso en el acto de recepción oficial del galardón, como homenaje a lo que su padre le entregó un día en una pequeña maleta que contenía su tránsito por la vida: “Recuerdo que, después de que mi padre se fuera, estuve unos días dando vueltas alrededor de la maleta sin tocarla. Conocía desde niño aquella maleta pequeña de cuero negro, sus cierres y sus esquinas redondeadas. Mi padre la usaba cuando salía a algún viaje breve o cuando quería llevar algún peso a su oficina. Me acordaba de que cuando era pequeño, después de que regresar de algún viaje, me gustaba abrir la maleta y revolver sus cosas y aspirar olores a colonia y a país extranjero que salían de su interior. Aquella maleta era un objeto conocido y atractivo que me traía muchos recuerdos del pasado y de mi infancia, pero ahora no podía ni tocarla. ¿Por qué? Por el misterioso peso de la carga que ocultaba en su interior, por supuesto”.

INTERIOR EN PENUMBRA
Interior en penumbra, 1979-1980

Estuve solo en la contemplación de las obras de Toral. Les dejo con imágenes que fotografié para no olvidarlas, aunque en la memoria de hipocampo mantengo vivo el mensaje de su obra, que justifica hoy la realidad de las maletas imaginarias y reales que me han acompañado a lo largo de mi vida. Porque todo es tránsito y porque siempre hay en ellas un misterioso peso de la carga que se suele ocultar en su interior.

Sevilla, 18/XI/2017

(1) http://www.elcultural.com/revista/letras/Cristobal-Toral/6606

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