Las pequeñas cosas… de Cataluña (bis)

Uno se cree
Que las mató
El tiempo y la ausencia.
Pero su tren
Vendió boleto
De ida y vuelta.

Repasando páginas de este cuaderno digital, entristecido por la muerte de Daniel Viglietti, he recordado especialmente el artículo original que escribí con este título dos días antes de las elecciones en Cataluña, que se celebraron el 27 de septiembre de 2015. Dos años después, en la octava de la Declaración Unilateral de Independencia, lo he leído una y otra vez manteniendo el fondo y la forma de aquellas palabras, cambiando lo que hoy se debe cambiar, que solo estriba en los acontecimientos de aquella fecha que se tildaba de plebiscitaria y que hoy deben referirse a la sesión de infeliz memoria que el Parlamento catalán celebró el pasado 27 de octubre. De aquellos polvos han venido estos lodos. Quiero compartirlo en mi rincón de pensar, al que suelo acudir en momentos difíciles, exactamente como lo escribí, sin quitar o poner una sola coma. Hoy, pienso que aquello fue un aviso para navegantes.

Sevilla, 1/XI/2017

Aprendí a amar a Cataluña de un catalán sin ambages, Joan Manuel Serrat, que nos trajo siempre aires de libertad cuando este país te helaba el corazón. Ahora, a escasas horas de unas elecciones que se quieren convertir en plebiscitarias, me gustaría recordar aquellas pequeñas cosas que hoy son muy grandes por la ceguera de unos y la terquedad de otros. Aquellas actitudes catalanas que siempre caracterizaron a este territorio que forma parte de España atendiendo a la Constitución, que es una gran cosa. Siempre decíamos que había que aprender de Cataluña porque a diferencia de Euskadi hablaban democráticamente de sus señas de identidad, de su singularidad, sin recurrir a medios violentos. Nos parecía hasta bien, porque eran demócratas. Sabíamos también, que eran unos maestros en manejar el dinero y sus circunstancias. Otra pequeña cosa que les caracterizaba y de las que incluso hacíamos chistes sin compasión, aunque los admirábamos por los rincones. Cuando visitábamos esa gran ciudad que es Barcelona, decíamos siempre que aquella ciudad sí que nos hacía sentirnos europeos. Y en tiempos pretéritos, Cataluña nos abrió las puertas a la libertad que encontrábamos en Francia, aunque fuera para morir, como Antonio Machado. Pequeñas cosas que hoy son muy grandes. El tren de su forma de ser y sentir, catalanas por supuesto, nos vendió siempre boletos de ida y vuelta. Porque no las mató el tiempo y la ausencia… de cordura política.

Son aquellas pequeñas cosas,
Que nos dejó un tiempo de rosas
En un rincón,
En un papel
O en un cajón.

Aquellas pequeñas/grandes cosas, depende del color del cristal con que se miren, nos han dejado en muchísimas ocasiones tiempos de rosas, de éxitos, de reconocimiento mundial de sus grandes personajes, de su forma de diseñar ciudades mejores, industrias que eran y son locomotora del país, de un mar Mediterráneo al que todo el mundo canta, porque en el que baña a Cataluña muchos han jugado en sus playas y quizá sigue escondido aún su primer amor tras sus cañas. Pero muchos políticos fueron dejándolas en el olvido, en rincones, papeles y cajones de despachos públicos sin hacer concesión alguna al diálogo constructivo para ofrecer respuestas a sus peculiaridades, a sus pequeñas cosas políticas de su gran singularidad. A lo sumo, cambios apresurados constitucionales pero siempre en torno al poderoso caballero don dinero, cuando la auténtica cuestión no era sólo esa precisamente.

Como un ladrón
Te acechan detrás de la puerta.
Te tienen tan
A su merced
Como hojas muertas
Que el viento arrastra allá o aquí,

Y la peor seña de identidad de Cataluña, la intransigencia a cualquier precio, sin miramiento alguno, estaba detrás de la puerta, porque ya no eran pequeñas cosas, ya se convirtieron en grandes. Ahí es donde radica el auténtico problema. La rabieta del que no es escuchado se convierte en grito de independencia de algo y alguien que no te está atando sino que forma parte de una estructura de Estado que con otra decisión de Estado y sólo así, se entiende. No se hicieron los deberes democráticos y así hemos llegado hasta aquí. Ahora, gran parte de Cataluña y de España está a merced de quien estaba detrás de la puerta. Por cierto, los miles y miles de personas que no les gusta su forma de formar parte de España tienen la legitimidad de la discrepancia, pero siempre que respeten las reglas del juego democrático. Las elecciones del 27 de septiembre son unas elecciones democráticas para elegir un Gobierno en la Comunidad de Cataluña, pero no un plebiscito para alcanzar la escisión del país al que pertenecen.

Que te sonríen tristes y
Nos hacen que
Lloremos cuando
Nadie nos ve.

Tengo la impresión que horas antes de este día tan importante para España y Cataluña, por este orden, las pequeñas cosas políticas que ahora son ya demasiado grandes, nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve. Muchos catalanes, a los que me uno hoy sintiéndome catalán de razón y corazón, recordamos estas palabras de otro catalán excelente, Serrat, del que tanto hemos aprendido a cantar cosas importantes de la vida cuando casi nadie nos ve.

Sevilla, 25/IX/2015

Cuando nos faltan las pequeñas cosas…

Acabo de leer una triste noticia: ayer falleció en Uruguay Daniel Viglietti, un referente de mi universo musical, que conocí en 1969 a través de Víctor Jara, por la letra de una canción, A desalambrar, que resuena muchas veces en mi cerebro de secreto:

Yo pregunto a los presentes
si no se han puesto a pensar
que esta tierra es de nosotros
y no del que tenga más.

Yo pregunto si en la tierra
nunca habrá pensado usted
que si las manos son nuestras
es nuestro lo que nos den.

¡A desalambrar, a desalambrar!
que la tierra es nuestra,
tuya y de aquel,
de Pedro, María, de Juan y José.

Si molesto con mi canto
a alguien que ande por ahí
le aseguro que es un gringo
o un dueño del Uruguay.

[Si molesto con mi canto
a alguien que no quiera oír
le aseguro que es un gringo
o un dueño de este país.]

Después he ido a mi rincón de pensar para reencontrarme con Juan Manuel Serrat y sus palabras sobre el hombre nuevo, el canto nuevo, el mundo nuevo, la sociedad nueva, la política nueva, gracias a lo que dibujó con palabras Daniel Viglietti y que Serrat cantó junto a él con su compromiso habitual. Son pequeñas cosas que me enseñó también Serrat, en momentos transcendentales para desalambrar este país, que era conveniente valorarlas en su justo sentido: Uno se cree / Que las mató / El tiempo y la ausencia. / Pero su tren / Vendió boleto / De ida y vuelta. Palabras cantadas también por Viglietti, que tanto agradezco hoy recordando su ausencia en momentos especiales de este país, aunque ahora no sean pequeñas cosas, / Que nos dejó un tiempo de rosas / En un rincón, / En un papel / O en un cajón.

Y en este rincón de pensar y meditar me quedo llorando cuando nadie me ve…

Sevilla, 1/XI/2017

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