Sé lo que entrego, no lo que se recibe

LAS PALABRAS PERMANECEN

Facebook me recuerda de vez en cuando que hace un tiempo escribí tal día como hoy un artículo en este cuaderno digital. La verdad es que se convierte en un examen temporal para valorar si sigo siendo el mismo. He vuelto a leer este artículo escrito el 2 de diciembre de 2014 y suscribo todas y cada una de sus palabras. Soy consciente de que voy a contramano de esta sociedad de mercado y consumo, pero creo que lo importante es ser y no tanto, tener. Por esta razón vuelvo a publicarlo porque mantiene su vigencia existencial. Es verdad que sé lo que entrego siempre en este blog, pero muchas veces no sé lo que se recibe…

Al fin y al cabo, las palabras vuelan y lo que está escrito…, es lo que permanece.

Sevilla, 2/XII/2017

NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://www.pampalabrasamedida.com/lo-escrito-permanece-pero-el-diseno-se-queda-obsoleto/

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Sabemos lo que damos, no lo que se recibe

MARTIN BUBER

“Sé lo que te he dado; no sé lo que has recibido”
Antonio Porchia

Desde diciembre de 2001 me acompaña esta voz de Porchia, porque me impactó en la creencia personal del arte de regalar. Se acercan días propicios por la Navidad de la mercadotecnia para hacer regalos, por imposición casi siempre de la sociedad de consumo. Alberto Manguel fue el artífice de mi pre-ocupación actual, que todavía persiste, reflexionando sobre la estela del regalo y su epifanía: «Diciembre es una época propicia para regalar y por tanto el momento de descubrir que se necesita habilidad para escoger el obsequio. Es un acto que requiere conocer bien a la persona, interpretar el significado del regalo en su cultura o poseer dotes clarividentes para saber cómo reaccionará el agasajado. Un recorrido paralelo por la historia descubre algunos episodios gratos o claves y otros desafortunados en el momento de brindar un obsequio. Aunque siempre quedan los libros».

Aquél mes fue diferente a los demás, tanto que quise hacer un esfuerzo especial para “justificarlos” (siempre procuro hacerlo), pensando también en la segunda parte del verso: “no sé lo que se recibe”. Es verdad que estamos ante un filo cortante de la existencia, tal y como lo aprendí de Martin Buber, cuando intentaba explicar la relación Yo-Tú. Y es un vacío que siempre existe porque pertenece a la persona de secreto de cada uno que, en determinadas ocasiones, la hacemos de todos. Ahí radica el espacio insondable de generosidad que debe existir cuando se entrega no sólo un regalo, sino por decirlo de una vez por todas, la vida.

Como decía Manguel, la historia nos puede enseñar qué significa un regalo y así lo escribí en 1985: «El rito de la alianza (de las personas con el Dios) simboliza de forma magistral el contenido multisecular del regalo como sello o estela del pacto, del encuentro más grandioso que el hombre ha sabido dejar por escrito, reconociendo la sublimación de una ceremonia extendida entre los primeros pobladores de la tierra. Como prueba tangible de que las palabras que se entrecruzan Dios y los hombres han de permanecer hasta la muerte, se sacrifica un animal y se le divide en dos mitades, obligándose el titular del pacto a pasar por ambas mitades para recordarle que si se incumple cualquiera de las cláusulas pactadas, puede el hombre sufrir las mismas consecuencias que el animal. Junto a esto, existe una ceremonia llamada del «jesed» donde se obliga el hombre agraciado con el pacto a vivirlo permanentemente en cada acto de su vida siendo de esta forma «justo» hasta la muerte, en un estado de vigencia -minuto a minuto- de un compromiso que se simbolizó en un regalo» (1).

La entrega a la persona o personas que amas, a los demás, es algo más importante que el regalo en sí, aunque la vida también puede serlo. Pero la duda existirá siempre porque la libertad es eso, mantener espacios de silencio, de falta de respuestas, por mucho que se hagan manifestaciones de afecto y acogida. Es decir, sabemos siempre lo que damos, pero no lo que se recibe…

Por eso creo que si reflexionáramos sobre esta duda existencial unos minutos antes de comprar algo para otra persona, el próximo regalo ya no será igual en nuestras vidas, a pesar de que las campañas de navidad y reyes se empeñen en convertir esta oportunidad en pura mercancía. Así lo he entendido siempre: «Sería importante, creo que ante todo lo necesario, rescatar el contenido primigenio del regalo, es decir, comprometerse sólo con aquella persona que se relaciona conmigo en encuentros constructivos para la felicidad diaria, pactándose unos compromisos de vida que se puedan simbolizar en el regalo no cosificado, por ejemplo, en esa llamada a tiempo, compañía no programada o silencio de comprensión que no lleva etiqueta, precio ni papel de celofán con lazo incluido. Se perderían muchos negocios montados a propósito, pero ganaríamos todos en sinceridad y cercanía. Además, solamente lograríamos repetir la historia en un pasaje digno de ser aprendido en la mejor lectura actualizada de la relación de los hombres. La estela del regalo no consistiría en nada más que buscar ese momento de intimidad que todos tenemos y necesitamos para decirnos al oído lo que esperamos del otro. Más o menos lo que le ocurrió al platerillo de Alberti cuando deja estupefacto a su cliente que no puede pagar el collar de María y el anillo para el niño Jesús: «Yo dinero no quiero, besar al niño es lo que quiero…».

Porque José, que no lo podía pagar, conocía muy bien a María y no confundió nunca, como todo necio, valor y precio. Le regalaba todos los días sus silencios, sus dudas, su honradez y… su vida, sin saber a veces qué pensaba ella.

Sevilla, 2/XII/2014

(1) Cobeña Fernández, José Antonio (1987). La estela del regalo, en Teatro de barrio. Huelva, pág. 99.

NOTA: La imagen de cabecera ha sido recuperada el 2 de diciembre de 2014 de http://akifrases.com/frase/193931

Una respuesta a «»

  1. El dicho reza: no está hecha la miel para el hocico del cerdo.
    Del mismo modo, lo dicho, lo regalado, lo que compartimos… no todos tienen ojos abiertos a verlo. El interés o el egoísmo nos anulan. Abrir los ojos, en esta época es un don escaso.

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