La ventana discreta / 5. Un niño de Murillo

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Bartolomé Esteban Murillo, Niño riendo asomado a la ventana (1675)

Sevilla, 3/IV/2020

Nadie duda de la maestría de Bartolomé Esteban Murillo en su trayectoria pictórica. Su obra es reconocida a nivel mundial, porque cuadros maravillosos suyos están distribuidos en museos muy importantes y de reconocida categoría artística. Todavía recuerdo la emoción que sentí al contemplar el cuadro del Arcángel San Miguel, en el Museo de Arte e Historia de Viena, pintado en 1665 para el retablo del Convento de los Capuchinos en esta ciudad y que desapareció de España durante la guerra napoleónica, pasando a manos privadas hasta que el museo vienés lo adquirió en 1987. Volví a verlo en todo su esplendor en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, con motivo de la celebración en 2017 del 400 aniversario del nacimiento del pintor. Volvió a su casa temporalmente, de donde nunca debió salir y menos por un expolio y como botín de guerra.

En este contexto, localicé hace ya muchos años un cuadro precioso, Niño riendo asomado a la ventana, que figura en el fondo de la National Gallery, que traigo hoy a esta serie como homenaje a los niños y niñas de esta Comunidad Autónoma, también a los de este país, del mundo, que están viviendo con sus familias la tragedia del coronavirus y que cada día se asoman a las ventanas de sus casas, riendo y cantando, como una oportunidad de contemplar la vida de sus ciudades y pueblos de otra forma, dándonos una lección a diario, con su comportamiento y ocurrencias, de cómo interpretar la vida en momentos difíciles y con una sonrisa llena de bondad y optimismo. Esta obra representa a un niño sevillano que sonríe asomado a una ventana de libertad y que simboliza la quintaesencia de la infancia feliz a la que deberíamos recordar siempre y no abandonarla nunca.

Me he acordado de los niños y niñas de Sevilla al conocer hoy las cifras de paro, más de 900.000 personas en tan solo quince días, como consecuencia de la pandemia que estamos sufriendo. Son cifras que conmueven a cualquier persona sabiendo que agregan a esta situación de confinamiento la de la falta de recursos económicos, con especial incidencia en las familias más pobres y vulnerables, con casas de muy pocos metros cuadrados y con problemas de subsistencia en el mayor número de casos. Es una realidad alarmante que me conmueve, situación que recojo con frecuencia en este blog y sobre la que escribí hace tan solo dos meses por su especial incidencia en Andalucía: “Según la OCDE un niño o niña que nazca hoy en una familia pobre en España va a necesitar cuatro generaciones, el equivalente a 120 años, para alcanzar el nivel de renta medio de la sociedad en la que vive. Esta es, ciertamente, una situación profundamente injusta para los más de dos millones de niños y niñas en España que viven en hogares pobres, así como para sus padres y madres, que movilizan todos sus recursos para evitar esta herencia y dar a sus hijos las mejores oportunidades, y se enfrentan a las grandes dificultades que tiene criar a un niño en un país que no invierte lo suficiente en familia y en infancia” (1).

Casi 360.000 niños andaluces están afectados por esta situación crónica analizada en el estudio, a la que ahora hay que agregar la situación de paro anunciada por el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) y a los que hay que sumar 268.419 hogares con serios problemas de pobreza y riesgo social, formados por familias pequeñas, pobres y rurales (58.831), familias precarias urbanas (136.853) y familias con abuelas [sic], padres y nietos rurales (72.735), según el informe Familias en riesgo, de la ONG Save the Children, que ha publicado en Enero de 2020 sobre análisis de la situación de pobreza en los hogares con hijos e hijas en España. Este estudio afirma de forma tajante en sus conclusiones finales que “los niños y niñas sufren en mayor medida la pobreza y la exclusión porque viven en hogares más vulnerables”.

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He pensado que Murillo, cuatrocientos dos años después de su nacimiento, volvería a pintar hoy con carácter preferente a los niños y niñas de Sevilla con pobreza visible e invisible, que todavía existen, a los que siempre quiso dedicar una parte muy importante de su obra, como homenaje a los que menos tienen, a los invisibles para los que tienen todo, para que comprendamos que hay que fijar prioridades en estos momentos especiales. Para que no olvidemos su mensaje pictórico ni siquiera un momento. Para que todos los niños y todas las niñas que viven en Andalucía en particular y en el mundo afectado por la pandemia que nos asola, en general, puedan asomarse a las ventanas de dignidad personal que deberíamos entregarles, a la mayor brevedad posible, como obligación ética de un mundo responsable, solidario y comprometido con los que menos tienen.

(1) OECD (2018), A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility (Spain), OECD Publishing, Paris, http://www.oecd.org/spain/social-mobililty-2018-ESP-EN.pdf

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilad

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