Existen tierras de sueños

Sevilla, 1/XI/2020

¡Namasté a ti!

Como ciudadano del mundo me siento muy próximo a India. Busqué en determinados momentos de mi vida, literatura de ese país que me ayudara a conocerlo, porque la lectura de Tagore y la obra política de Gandhi me fascinaron en mis años jóvenes. También, escuchando a Franco Battiato durante mi estancia en Roma, por su aproximación cantora a esta cultura. De esta forma descubrí la riqueza de los sentimientos indios a través de una danza, kathakali, con nueve formas de expresar la interpretación de estados afectivos con vocación de permanencia en la vida personal: amor, desprecio, pena, furia, valor, miedo, asco, asombro y distanciamiento. Y creo que solo se puede traducir en aproximaciones a sus significados si hubiéramos tenido la suerte de haber nacido allí, para crecer en la dignidad austera de un fuego con hojas secas de cocotero, agua perfumada y aroma de jazmines, sabiendo que el amor se vive solo en el presente y que la cara sabe reflejar de forma excelente las mudanzas del corazón.

En este contexto, encontré un libro iniciático para buscadores de islas desconocidas (como es mi caso), “Las nueve caras del corazón”, de Anita Nair, que  me brindó en su momento la oportunidad de conocer una cultura milenaria, con una riqueza contextual que no es la que se transmite a veces de un país, India, que enseña a respetar la dialéctica de tradición y progreso, sin menospreciar aquello que ennoblece el día a día de la vida humana, en cualquier rincón del mundo. De esta forma, me siento muy cerca de Anantapur, una región de la India muy pobre, que significa “Ciudad del Infinitoen telugu, la lengua local, que conocí gracias al trabajo que desarrolla allí la Fundación Vicente Ferrer, “un lugar donde lo natural se confunde con lo fantástico y donde sus gentes son protagonistas de increíbles historias de superación”. La conozco desde hace bastantes años y m siento muy cerca de ellos. No he olvidado el momento sobrecogedor del año pasado cuando estreché la mano de Moncho, el hijo de Vicente y Ana Ferrer, con motivo de una visita institucional a esta ciudad, como símbolo de agradecimiento por las ayudas de cooperación que reciben de esta región.

En el aquí y ahora de Sevilla, las imágenes perturbables de las mujeres de Anantapur, se pueden contemplar con admiración y respeto en el espacio Caixaforum, gracias al objetivo no inocente de la excelente fotoperiodista Cristina García Rodero, bajo un título que cautiva: “Tierra de sueños«, que “muestra sin complejos la singularidad y asimetría del mundo rural en la India, con especial atención al rol que ocupan las mujeres. Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) ha sido la primera española en trabajar para la prestigiosa agencia fotoperiodística Magnum. Ha sido premiada con el World Press Photo 1993, el Premio Nacional de Fotografía 1996, el Fotopres «la Caixa» 1997, el PhotoEspaña 2000 y 2017, el Godó de Fotoperiodismo 2000, y las medallas de oro al Mérito de las Bellas Artes 2005 y de Castilla-La Mancha 2016”.

En estos días están celebrando en Anantapur el Diwali, una festividad hindú muy importante en aquél territorio tan lejano, en India. El nombre se debe a la utilización de hileras (avali) de lámparas de arcilla (deepa) que las familias sitúan en el portal de sus hogares durante cinco días: “Estas velas simbolizan la luz que protege de la oscuridad, la victoria del bien sobre el mal y del conocimiento sobre la ignorancia. Este año, el Diwali comenzó el 27 de octubre”. Un mensaje que en tiempos de coronavirus nos ayuda a pensar que existe otro mundo más apegado a su tierra y a sus tradiciones para interpretar la vida de una forma sensata y amable. En esta “tierra de sueños”, recomiendo conocer con detalle el trabajo que desarrolla la Fundación Vicente Ferrer en relación con el empoderamiento de las mujeres a través de las Sanghams, palabra que significa «comunidad» en telugu y que da nombre a las asociaciones de mujeres que impulsa: “Los sanghams constituyen una red de apoyo mutuo donde las mujeres hablan abiertamente de sus problemas y buscan soluciones conjuntamente. Allí las mujeres se unen para acabar con la violencia y los matrimonios precoces y acceden a microcréditos para avanzar hacia la independencia económica”. En este momento existen 7.486 sanghams activos, con una participación de 103.200 mujeres en este programa, habiendo recibido 6.480 microcréditos entre 2018-2019 y con becas para estudios superiores de las que se han beneficiado ya 1.074 jóvenes.

Me acuerdo…, emulando a Joe Brainard, de que en 2015 leí un artículo en una revista de la Fundación Vicente Ferrer, sobre las fábricas de sueños en India, formando parte de su cultura desde hace más de cien años a través de la industria del cine. La pregunta del millón de dólares es obvia: ¿por qué se denominan así y perviven todavía hoy de esta forma?: “Al público indio le apasionan las películas espectaculares y fantásticas: películas que tienen poco en común con el día a día de la mayoría de la población. Lo cuenta Álvaro Enterría en el libro “La india por dentro”: “Una vez un amigo mío me dijo que no le gustaba el cine occidental: para ver un mundo realista ya tenía el mundo normal. El cine indio fabrica sueños”.

El título de la exposición, Tierra de sueños, bajo la mirada atenta y personal de Cristina García Rodero hacia el empoderamiento de la mujer india, nos ofrece la oportunidad de defender un derecho, el de soñar despiertos, creando historias imaginables e incluso reales como la vida misma. Vivo rodeado de personas que sueñan con un mundo diferente, porque no les gusta el actual, porque hay que cambiarlo. A mí me gusta ir más allá, es decir, el mundo hay que transformarlo. Pero surge siempre la pregunta incómoda, ¿cómo?, si las eminencias del lugar, cualquier lugar, dicen que eso es imposible, una utopía, un desiderátum, como si ser singular fuera un principio extraterrestre, un ente de razón que no tiene futuro alguno. No me resigno a aceptarlo y por esta razón sigo yendo con frecuencia de mi corazón y sueños a mis asuntos, como aprendí de Miguel Hernández o del timbo al tambo, como decía García Márquez en sus cuentos peregrinos, buscando como Diógenes personas con las que compartir formas diferentes de ser y estar en el mundo, que sean capaces de ilusionarse con alguien o por algo. De soñar creando, porque los ojos, cuando están cerrados, preguntan. Como el objetivo de Cristina al ofrecernos imágenes de niñas, jóvenes y mujeres adultas de Anantapur que gracias a la Fundación Vicente Ferrer son hoy mucho más libres y capaces de soñar despiertas.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

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