Sevilla, 12/III/2021
Unos versos de la escritora y poeta colombiana Piedad Bonnett, Cicatrices (1), abrieron el Acto de Estado de Reconocimiento y Memoria a todas las Víctimas del Terrorismo, celebrado ayer en el Palacio Real de Madrid, en el Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, recordando también a todas las personas que de una forma u otra lo han sufrido durante tantos años en nuestro país y con una fecha de referencia: el 11 de marzo de 2004, día del atentado de Atocha:
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
En unas bellas palabras se recuerda lo que significan las cicatrices del terrorismo, por lo que representan como historia puntual en la vida de quienes lo han sufrido, aunque también pretenden simbolizar un fin de algo que pasó. Sin embargo, hay algo que perdura en el tiempo a modo de costuras de la memoria, que nos sana dañándonos, en una contradicción existencial que nos hace sufrir mucho. Un acto como el de ayer, simboliza la importancia del tiempo para que nunca olvidemos las heridas del terrorismo, de cualquier acto -en definitiva- que prive la vida de los demás en nombre de nada y de nadie.
Quiero quedarme con algunos momentos del acto oficial que, transidos de la música y la danza, dejaron un recuerdo imborrable de cómo la cultura sana cuando la contemplamos como compañera de situaciones difíciles, para curar heridas aunque dejen siempre cicatrices. Mas allá de los discursos, música y representaciones oficiales, quiero reflejar en estas breves palabras el mensaje anterior sobre las costuras de la memoria, a través de la música interpretada por la Orquesta Nacional de España, dirigida por David Afkham, de una obra excelente como Lacrimosa, del Réquiem por Doña Bárbara de Braganza, reina de España, de José de Nebra (1758), con la participación del Coro Nacional de España.
Quizás, el momento más emocionante fue la actuación de Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España, como coreógrafo e intérprete de la danza “Resurgir del ave fénix”, con la música de fondo de “Amorosa”, una melodía vasca preciosa que forma parte de las “Diez melodías vascas”, de Jesús Guridi, interpretada también por la Orquesta Nacional de España. La he visto ya en varios momentos, en mi rincón de ser, estar y pensar, desde que ayer lo contemplé por primera vez y todavía guardo en mi retina el gesto de dolor permanente de Rubén Olmo, en la interpretación maravillosa del ave fénix y sus sombras, blanco sobre negro, que sabe resurgir de las cenizas en las que nos convierte a veces la vida. Inolvidable su proyección al dolor humano por los actos de terrorismo.
Ayer comprendí mejor que nunca las hermosas palabras de Piedad Bennett: Las cicatrices, pues, son las costuras / de la memoria, / un remate imperfecto que nos sana / dañándonos. A ellas me debo ahora, para curarlas como ciudadano que ama la unidad y la paz en nuestro país.
(1) Bonnett, Piedad, Cicatrices, en Explicaciones no pedidas, Madrid: Visor de Poesía, 2011.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.