Sevilla, 3/III/2022
Reconozco que cuando llegamos a una determinada edad, la moviola de la vida está casi siempre en pleno funcionamiento. Creo que es lo que siente José Sacristán, con el merecido Goya de Honor 2022, cuando interpreta ahora a diario al protagonista de una obra emblemática de Miguel Delibes, Señora de rojo sobre fondo gris, porque a sus ochenta y cuatro años se enfrenta a un monólogo abierto y sincero de alguien que ha sufrido una pérdida irreparable, hablemos claro, y sólo le queda el recuerdo de su contexto más vital y esperanzador en un mundo gris por naturaleza.
La sinopsis no da para mucho más, sin leer y ver la obra de Delibes: “Un pintor, con muchos años en el oficio, lleva tiempo sumido en una crisis creativa. Desde que falleció de forma imprevista su mujer, que era todo para él, prácticamente no ha podido volver a pintar. Estamos en el verano y otoño de 1975. La hija mayor de ambos está en la cárcel por sus actividades políticas, y es en esas fechas cuando surgen los primeros síntomas de la enfermedad de su madre que la hija vivirá desde dentro de la prisión. Es otro recuerdo permanente en la vida de su padre, que también ahora revive. Esta obra teatral es el relato de una historia de amor en camino desenfrenado hacia la muerte, que nos sitúa en aquella España con rasgos inequívocos, que nos habla de la felicidad y de su pérdida, y que llega a la intimidad de cada ser humano, y a su emoción, por el camino recto y simple de la verdad”.
En los tiempos que corren es importante identificar a personas que nos enseñan cómo afrontar la fragilidad de vivir: “Para el recién nombrado Goya de Honor 2022, llorar es algo cotidiano, algo que está muy a la orden del día en su vida: “Lloro mucho todos los días haciendo Señora de rojo sobre fondo gris. Sobre todo, recordando las conversaciones que yo tenía con Miguel Delibes”. Esa es la obra teatral en la que Pepe está inmerso actualmente y que está a punto de cumplir 3 años sobre los escenarios. Han ido a verla todos los familiares del novelista: “La tribu entera, hijos, sobrinos, vecinos… de todo. Es muy emocionante. El primer día del estreno, uno de los hijos me dijo: ‘Yo me opuse y hoy vengo a darte las gracias’. Para mí, ese es el sentido y la intención con la que yo me aproximo siempre a hacer esta función”.
Quizás es que nos enseñaron en nuestra infancia celtibérica a manejar el pudor hacia lo más intimo de nuestra propia intimidad (intimior intimo meo, según San Agustín), sin dejar que los sentimientos afloren, aunque siempre me acuerdo de Rafael Alberti en aquella reflexión que tantas veces me ha ayudado a desnudar mi persona de secreto: Sentimiento, pensamiento. / Que se escuche el corazón más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón más que el viento. / El verso sin él no es nada. / Sólo verso. O sólo intimidad o pudor mal entendido, sólo eso, porque sin el sentimiento y la emoción no son nada. Es lo que cuenta Miguel Delibes en diciembre de 2008, en una nota a la edición de Señora de rojo sobre un fondo gris dentro de sus Obras Completas: “Lancé este libro discretamente diecisiete años después de morir Ángeles, mi mujer, en la creencia ingenua de que era un homenaje íntimo únicamente conocido por mí. Por eso me sorprendió la primera reseña del libro hablando del buen recuerdo que yo guardaba de ella. Más que de ingenuo había pecado de tonto, pero lo curioso es que aquella alusión, antes que desagradarme, me llevó a la conclusión de que mi recuerdo no tenía nada censurable, por lo que a partir de ese momento, Señora de rojo circuló como un homenaje póstumo a mi mujer y, en esta idea, Pilar Miró me telefoneó pidiéndome autorización para filmarlo. Vacilé, pero creo que en esta coyuntura cometí mi segunda equivocación, ya que después de pensarlo mucho, le respondí que no, que era una cosa muy personal y me dolía comerciar con ella. En todo caso le prometí a Pilar -que se había mostrado interesada, y dada su maestría para tratar estos temas- que sería la encargada de llevarla al cine si algún día cambiaba yo de opinión. Pilar murió impensadamente al poco tiempo y yo me conformé con agradecerle su deferencia, que, en verdad, me conmovió. No obstante, cuando en 2007 Emili Rosales, director de Destino, me pidió, para portada del libro, una fotografía de la auténtica “señora de rojo”, le envié sin reparos el retrato que le había hecho a mi mujer el pintor García Benito [1] y que colgaba de mi despacho. Y entonces sentí la sensación de que mi actitud precautoria inicial, incluso mi injustificada negativa a la gentil oferta de Pilar Miró, quedaban en cierta medida reparada”.
José Sacristán abrocha con esta obra su dilatada carrera como actor, en un monólogo inolvidable y de la mano de Delibes. Ambos son un buen ejemplo para aprehender la vida desde ángulos insospechados de esperanza, aunque siempre con la memoria dentro. Las palabras de Ana, en la adaptación teatral, dirigidas a su esposo, Nicolás, el protagonista de la obra, suenan en mi interior con más fuerza que nunca: ¡No te aturdas, no te aturdas, déjate vivir! A pesar de todo, no lo olvido en tiempos de tanta turbación y mudanzas del alma.
[1]) Sobre la portada del libro: “Señora de rojo es el retrato de Ángeles de Castro [esposa de Miguel Delibes] que pintó Eduardo García Benito en 1962. El cuadro, de 130 x 90 cm, retrata precisamente a una señora de rojo sobre un fondo gris, o azul, y de ahí proviene el nombre del libro. Ángeles lleva en él un largo vestido rojo; dos guantes blancos hasta el codo, uno puesto y otro sujeto en su mano izquierda; su mano derecha sujeta un bolso de mano negro y lleva un collar de perlas a juego con los pendientes. Este cuadro ha sido restaurado en febrero del 2020 por las hermanas Luca de Tena, Cristina y María Francisca, en Madrid. Estaba en buenas condiciones salvo por algunas gotas de Coca-Cola o café, que el escritor consumía habitualmente, y por las marcas de la silla del propio Delibes. Esto se debe a que el cuadro estaba situado detrás de su escritorio en su casa de Valladolid. El cuadro, ahora con los colores más vivos que nunca, se encuentra en la Sala de Exposiciones de La Pasión, en Valladolid”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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