Leyenda en Cantabria / 1. Coabab o Limpias, una puerta al mar

Limpias

Sevilla, 30/VIII/2022

Comencé a leer Cantabria y a conocer sus leyendas en Limpias, un lugar muy pequeño pero precioso de cuyo nombre quiero acordarme especialmente en este viaje hacia alguna parte. Cuentan que Coabab o Limpias, tanto monta, monta tanto, con vestigios de una tribu celtíbera que le dio el nombre primitivo, conserva datos de que “en el año 1201, el Rey Don Alfonso VIII y en virtud del fuero concedido a Laredo, la población de Coabab, entre otras, pasó a formar parte del vasallaje de Laredo”. Es el propio municipio actual el que ofrece dos versiones del nombre de esta localidad, hasta llegar al actual: “Cantabria fue en la antigüedad para Castilla, la puerta al mar. Las mercancías que se debían de transportar por barco, trigo que bajaba por el puerto de los Tornos, nueces y castañas de los montes de Cantabria, se depositaban en el ribero de Coabab, para su limpieza, lugar donde atracaban los barcos. Con el tiempo y la constante limpieza, quizá la comodidad del habla, dejó en un último lugar el nombre de Coabab y dio paso al nombre de Limpias […] Al parecer, antaño la población de Coabab fue famosa por sus aguas termales, aguas sulfhídricas templadas, de excelentes propiedades, que se empleaban con gran acierto en combatir enfermedades cutáneas. El preciado líquido, procedía de tres fuentes de aguas potables de excelente calidad y un manantial de aguas minerales. Una de estas fuentes o manantiales que aún discurren, es la “Fuentenilla”, que se encuentra en la carretera que lleva a la villa de Seña. Las “límpidas aguas”, aguas cristalinas de dichos manantiales, tal vez pudo dar paso al apócope de Limpias. Los caminos y pasos desde Castilla hasta las montañas de Cantabria y el discurrir de los ríos hasta su desembocadura al mar, proporcionaron en las orillas de los ríos asentamientos humanos, que hicieron de determinados lugares, verdaderos enclaves de desarrollo. Uno de estos enclaves es Limpias”. Al menos, se sabe que “en el año 718 partió de Limpias don Suero de la Piedra, para unirse a Don Pelayo en la lucha contra los moros”.

La verdad es que paseando por lo que en su día fue el puerto del Rivero, en la orilla derecha de la ría del Asón, reviví su actividad portuaria durante muchos siglos, imaginando sus ferrerías gracias a los yacimientos próximos de zinc, de galena y de hierro. Hay que cerrar los ojos y contemplar en la actual plaza del Ayuntamiento el depósito de estos minerales listos para embarcar hacia puertos lejanos, convirtiéndose en uno de los principales puertos de Castilla. Leyendo su historia, he conocido nombres de barcos que fondeaban en esta zona preciosa del Asón, que me proporcionan un conocimiento que me deslumbra, sobre todo porque este cuaderno digital también busca islas, puertos y barcos desconocidos: veleros, pataches, bergantines, cachemires, urcas, incluso pateras antiguas, como las que fotografié bajo el señorío de las gaviotas, entre otras muchas embarcaciones. El tráfico portuario era reconocido más allá del Cantábrico, porque el maíz y el trigo traídos desde Castilla, cítricos y castañas, también vinos, se exportaban a lugares como Flandes o incluso a América, con Cuba como un puerto de preferencia. Su Casa Lonja atestigua esa actividad frenética que otorga una seña de identidad indeleble a Limpias.

Siendo importante lo anteriormente expuesto, Limpias es reconocida hoy en el mundo, sobre todo, por su Cristo, que se puede visitar en la actualidad en la Iglesia de San Pedro, un centro de peregrinaciones en la actualidad, que ha cobrado especial interés por unos hechos que acaecieron en la Semana Santa del año 1919. Sin querer reinterpretar nada, transcribo lo que el Ayuntamiento actual recoge sobre lo ocurrido en ese año: “Se cuenta que en la Semana Santa de 1919, estando el templo completamente lleno de fieles, unas niñas que estaban devotamente rezando, interrumpieron la misa y salieron atemorizadas y llorosas de la Iglesia, decían y afirmaban que el Santo Cristo de la Agonía había movido los ojos y las había mirado dulcemente. Días después, el 12 de Abril, volvió a repetirse el prodigio. Observado por gran número de personas, indicaron que El Cristo las miró y con un gesto de profundo dolor que contrajo su divino rostro, les mostró una tierna y dulcísima mirada de piedad y misericordia. Los Reverendos Padres, intentando aplacar a la multitud que se echaba atropelladamente a los pies del Cristo agonizante, no podían articular palabra al comprobar ellos mismos la veracidad del milagro. La noticia se extendió y dio lugar, y continúa así en la actualidad, a que se venere tan prodigiosa escultura. El culto al Santo Cristo de la Agonía, atrae a lo largo de los años a los creyentes y a los curiosos a Limpias. Algunos dicen que no ven nada, otros afirman que han sido bendecidos con una mirada del Santo Cristo. Sea como fuere todos estos sucesos y manifestaciones tuvieron una repercusión histórica y un impacto a escala internacional atrayendo a visitantes de diversas nacionalidades”.

Manifiesto un respeto total a estas creencias y por esta actitud, me acerqué a contemplarlo de cerca, eso sí, previo pago de un euro que tuve que echar en una hucha ex profeso para que iluminaran su altar. Estábamos solos, sin acompañamiento alguno, sintiendo una vez más las palabras de Rafael Alberti tantas veces recogidas en este cuaderno digital, Entro Señor en tus iglesias, dando forma a un soneto inolvidable:

Entro, Señor, en tus iglesias… Dime,
si tienes voz, ¿por qué siempre vacías?
Te lo pregunto por si no sabías
que ya a muy pocos tu pasión redime.

Respóndeme, Señor, si te deprime
decirme lo que a nadie le dirías:
si entre las sombras de esas naves frías
tu corazón anonadado gime
.

Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles
hoy son esos anónimos tropeles
que en todo ven una lección de arte.

Miran acá, miran allá, asombrados,
ángeles, puertas, cúpulas, dorados…
Y no te encuentran por ninguna parte.

Lo que deseo resaltar en esta visita es haber conocido el origen andaluz de esta escultura. Sea una leyenda o no, se ha escrito que al parecer “esta imagen fue venerada en Cádiz en la Iglesia de los padres Franciscanos y que al ser derrumbada por unas inundaciones, la imagen del Cristo pasó al oratorio de Don Diego de la Piedra, caballero profeso de la Orden de Santiago. Cuentan que un maremoto amenazó la ciudad de Cádiz, el pueblo cristiano sacó en procesión las imágenes más veneradas en la ciudad, las aguas se detuvieron y comenzaron a retroceder solo ante la Santa imagen del Cristo de la Agonía. En vista del prodigio, el pueblo agradecido pidió que la imagen del Santo Cristo fuera puesta en veneración en alguna de las Iglesias de Cádiz. Don Diego fallece para el año 1755 no sin antes otorgar en su testimonio diversas cláusulas en las que recuerda a su villa natal de Limpias: «Mandó ensolar la Parroquia de San Pedro de Limpias, costeando su retablo mayor y su dorado, colocando en él tres imágenes: la de Nuestro Redentor agonizando en la Cruz, la de Su Madre Santísima y la del Evangelista San Juan… Por eso esta parroquia se convierte en el Santuario Del Santísimo Cristo De La Agonía”. Una vez más, la unión de estos territorios, Andalucía y Cantabria, se confirma por hechos sorprendentes. Lo veremos de nuevo más adelante.

Es evidente que hay una institución centenaria en Limpias, el Colegio San Vicente de Paúl, que guarda secretos y leyendas de su historia. Lo pudimos comprobar en la visita a la exposición temporal de piezas arqueológicas, fundamentalmente del Paleolítico y del Neolítico, pertenecientes a la colección del Padre Paúl Lorenzo Sierra (1872-1947), uno de los primeros prehistoriadores en Cantabria a principios del siglo XX, un gran investigador y divulgador que tuvo una estrecha vinculación con Limpias y con toda la comarca del Asón. Ejerció como director del colegio San Vicente de Paúl a comienzos del siglo XX y fue, junto a otros paleontólogos, el que aportó gran parte de las investigaciones en las cuevas de las comarcas del Asón y de toda Cantabria. Es importante señalar que arte de su investigación fue plasmada en la obra Las Cuevas de la región Cantábrica, editada en 1911 y financiada, al igual que las investigaciones, por el rey Alberto I de Mónaco, conocedor de estos trabajos. Gran parte de su colección figura en la actualidad en el Museo de la Prehistoria y Arqueología de Cantabria (MUPAC),

Obviamente, me interesó visitar esta exposición, sobre todo porque me trajo inmediatamente a la memoria los trabajos realizados por el padre jesuita Pierre Teilhard de Chardin, paleontólogo de gran prestigio internacional, a quien he dedicado este blog y del que recogí el lema del mismo: el mundo sólo tiene interés hacia adelante. En mi juventud, me ayudó mucho a interpretar el alfa y el omega de la vida, habiendo dejado constancia de ellos en una serie que publiqué en 2006, que he vuelto a leer estos días. Estuvo presente en aquella visita. Cuando me presenté a la Noosfera en 2006, unos meses después de abrir por primera vez este cuaderno digital, afirmé que Teilhard de Chardin, fue un autor al que leí a escondidas por imperativos del guion, llamado Régimen. Hoy, al intentar leer de la mejor forma a Cantabria, vuelve a ser esta aventura literaria una aproximación a estas palabras que se escriben en actitud de evaluación formativa, emitiendo juicios bien informados de mi acción diaria y contemporánea. Creo que es la única forma de trascender la burocracia digital de un ejercicio de reflexión, para trocarse en un acto responsable de acción transformadora, de investigación-acción, con conciencia social informada.

En el camino de vuelta aquél día de la visita al Cristo de la Agonía, volvimos a recorrer el pueblo, siendo conscientes de que era verdad que era una puerta al mar de la vida, con los ríos que van a dar con ella a través de la historia. Eso nos bastaba.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Hijos de la Luna

Luna quieres ser madre
y no encuentras querer
que te haga mujer;
dime, luna de plata,
qué pretendes hacer
con un niño de piel.

Mecano, Hijo de la Luna

Sevilla, 29/VIII/2022, a las 14:33, hora peninsular en la que estaba previsto el despegue de la primera misión del proyecto Artemis de la NASA que, finalmente, ha sido abortado y programado de nuevo su lanzamiento hasta el 2 de septiembre.

Hoy estaba previsto el despegue a las 14:33, hora peninsular española, de la primera misión del Programa Artemis, bautizado así por la hermana gemela del dios Apolo en la mitología griega. Por un problema de última hora, ha sido abortado el lanzamiento y programado de nuevo para el 2 de septiembre. El objetivo final, según la NASA, es llevar “a la primera mujer y a la primera persona no blanca” a la Luna dentro de tres años. Curiosamente, el próximo 1 de septiembre, se cumplen 120 años del estreno de una película mítica de la historia del cine, Viaje a la Luna, dirigida por Georges Méliès, que no tuvo mucho éxito en el citado estreno por “su duración”, ¡algo más de quince minutos!, aunque después de una presentación concienzuda de la citada proyección alcanzó un éxito sin precedentes entre los feriantes, como reconoció siempre Méliès. Supuso el éxito del cine que contaba cosas que interesaban en aquellos años dorados de Julio Verne, historias que gustaban a los espectadores. Alcanzó un éxito rotundo, tanto en Europa como en Estados Unidos. Unos años antes, ya había rodado un corto, La Luna a un metro (1898), que no era más que la adaptación de un espectáculo que apreciaba sobremanera el teatro mágico de Robert Houdin, llevado a término en su obra Las caras de la Luna o las desventuras de Nostradamus (1891), al que profesaba admiración en su componente mágica.

La misión no tiene por ahora un componente humano, ni mágico, como el que nos deslumbró en 1902 y 1969, sino que solo es un viaje de prueba que durará 42 días y la nave espacial Orion hará un viaje de ida y vuelta a la Luna con tres maniquíes a bordo, como ensayo general de las futuras misiones Artemis II, que repetirá un viaje similar con cuatro astronautas en 2024, y Artemis III, que se posará sobre el satélite en 2025 como fecha estimada en el citado programa Artemis. Entre los objetos que lleva a bordo Orion está la reproducción de un fotograma de la película de Méliès, Viaje a la Luna, citada anteriormente, que ha sido donada por la Agencia Espacial Europea (ESA).

Esta historia actual del programa Artemis no creo que repita el éxito de lo contado por Méliès y por la llegada del primer hombre a la Luna de 1969. Me ha interesado conocer a fondo el guion de esta película mítica porque nos permite vislumbrar qué es lo que verdaderamente se quería contar con aquel invento científico de tan larga duración y qué es lo que se quería decir en una película muda donde la imagen valía mucho más que mil palabras. El argumento se centra en contar la historia de seis valientes astronautas que viajan en una cápsula espacial de la Tierra a la Luna, trama que tenía su inspiración obvia en las obras de “De la Tierra a la Luna”, de Julio Verne (1865) y “El primer hombre en la Luna” de H. G. Wells (1901).

Su implicación en el rodaje fue tan alta que él mismo figuraba como actor, en el papel del Profesor Barbarrevuelta, que junto a otros astronautas, Victor André, Henri Delannoy, Farjaux Kelm, Brunnett, Bluette Bernon, se enfrentan a una truculenta historia presentada por una voz en “off”: “Hoy tenemos el privilegio de acudir a una reunión extraordinaria de los miembros del Instituto de Astronomía Incoherente”. ¿Ocuparía hoy la NASA este lugar como metáfora en un mundo acuciado por sus deudas y pobreza severa, ante los gastos que suponen estos proyectos científicos? A través de dieciocho planos secuenciales se desarrolla el argumento en el que el escepticismo es total a excepción del ilusionado Profesor Barbarrevuelta o Georges Méliès, como queramos llamarlo. Después viene la construcción de la nave y el cañón que la dispara, el lanzamiento grotesco y la llegada a la Luna que consiste en atravesar su ojo derecho, que ha hecho icónico el cartel de presentación de la película. Después se suceden múltiples aventuras con la población selenita hasta que finalmente regresan a Tierra con un selenita cautivo y los aventureros son recibidos con todos los honores y medallas con forma de Luna. Finalmente, se levanta una estatua a Barbarrevuelta, en la que aparece pisoteando la cabeza de la Luna, figurando en su pedestal un rótulo que no tiene desperdicio: El trabajo todo lo supera.

Una vez más, cualquier parecido de Viaje a la Luna con la realidad actual es pura coincidencia. ¿O no?, porque las metáforas están servidas. Al buen entendedor de este lanzamiento de hoy pocas palabras basta, porque cuando en 2025 llegue hasta la luna la primera mujer y de tez no blanca, puede que la Luna siga queriendo ser madre, una mujer también, sin saber que hacer con un niño de piel, como cantaba Mecano en aquellos años hermosos de la Transición española. Preocupada, también, por el sufrimiento en el planeta Tierra, sobre todo de sus niños y niñas de piel. De lo que estoy seguro es de que en las noches / que haya luna llena / será porque el niño / esté de buenas; / y si el niño llora / menguará la luna / para hacerle una cuna. Será lo más humano que habré escuchado nunca, aunque no figure esta canción entre los objetos que contemple llevar Orion de la NASA, tan cuidadosa ella.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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Pasolini y su aviso sobre el neofascismo que nos rodea

Sevilla, 28/VIII/2022

Creo, ahora más que nunca, que hay que armarse ideológicamente ante el fascismo que nos rodea en el ocaso de la democracia, cuestión a la que he dedicado muchas páginas en este cuaderno digital. Con motivo de la celebración del centenario del nacimiento del poeta, escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini, al que profeso admiración desde hace ya muchos años, se están publicando nuevas ediciones de su obra y ensayos de gran valor para no olvidar su contribución en la lucha por un mundo mejor, a través de una ideología de izquierda que nunca ocultó. Pasolini sigue muy presente en mi pensamiento crítico y acudo frecuentemente a él. Además, una obra de Miguel Dalmau Soler, Pasolini. El último profeta, ganadora del XXXIV Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias 2022, en un año en el que se ha cumplido ya el centenario del nacimiento del director italiano, como decía anteriormente, se ha convertido en una edición especialmente interesante para conocerlo en profundidad, algo que es de agradecer en estos tiempos tan especiales y revueltos por el ocaso de la democracia.

Entre las obras publicadas en torno a este centenario, he elegido hoy una que resume muy bien su concepción del antifascismo, El fascismo de los antifascistas, porque trata de forma sorprendente y de plena actualidad, cómo se amplia cada vez más el círculo del fascismo, haciendo una llamada de atención sobre algo que está ocurriendo en la actualidad en nuestro país, porque también podemos encontrar fascismo en diferentes círculos de la sociedad, incluso en las capas liberales, algunas de falsa izquierda, ultraderecha y capitalistas “apolíticos” que tanto atosigan al mundo. Hay que tener en cuenta que en esta obra se recogen artículos y entrevistas que van de 1962 a 1975, año en el que Pasolini murió asesinado en la playa de Ostia, muy cerca de Roma. De ahí su sorprendente actualidad. La sinopsis oficial del libro deja claro estos planeamientos anteriores: “La reflexión sobre el fascismo y su evolución histórica recorre toda la obra de Pasolini: este volumen recoge algunos de sus textos más significativos escritos sobre el tema entre septiembre de 1962 y febrero de 1975. En ellos Pasolini advierte contra una nueva forma de fascismo, más sutil e insidiosa, entendida “como normalidad, como codificación del trasfondo brutalmente egoísta de una sociedad”. Es el sistema de consumo, que desde los años sesenta se encarga de la homologación cultural de todos los países: un poder sin rostro, sin camisa negra y sin fez, pero capaz de moldear vidas y conciencias. Más de cuarenta años después, estas intervenciones mantienen intacta su fuerza crítica, lo que nos permite captar algunos de los rasgos más profundos del mundo actual”.

Recomiendo, sobre todo, la lectura del artículo que da nombre a esta recopilación, El fascismo de los antifascistas, porque las personas que siguen de cerca a Pasolini lo recordarán publicado en Escritos corsarios, como rúbrica del artículo que apareció el 16 de julio de 1974 en Il Corriere della Sera bajo el título de “Abramos un debate sobre el caso Pannella”, un líder del Partido Radical que mantuvo una huelga de hambre, entre otras muchas, para defender determinadas exigencias políticas y ante la que la reacción del espectro político fue de un conformismo y frialdad marmórea que todavía hoy sobrecoge al leerlo. Fascismo puro, incluso de la presunta izquierda y de la trasnochada democracia cristiana, amparada por el Vaticano, obviamente, por hablar de extremos, de acuerdo con su planteamiento: “[…] hace tiempo que los católicos se olvidaron de que son cristianos”, dice exactamente Pasolini. Hay que señalar que Marco Pannella fue un activista político de renombre en los años setenta y cuando se publicó el artículo era presidente del Partido Radical, iniciando una de sus huelgas de hambre por convicción ideológica, que pedía en concreto cuatro cosas que vistas hoy eran de una “normalidad democrática” digna de encomio, aunque todo el mundo le diera la espalda aquél año. La primera, que la televisión pública italiana diera un cuarto hora a la Liga Italiana del Divorcio (LID) para exponer su proyecto y otro tiempo idéntico a un líder, un teólogo benedictino, para que los católicos votasen libremente a favor del divorcio: en segundo lugar, que el presidente de la República recibiera a representantes de su partido y de la Liga citada anteriormente; la tercera, que el parlamento italiano tomase en consideración la proposición de ley socialista sobre el derecho al aborto y, por último, que los propietarios el periódico Il Messaggero, aseguraran una información laica y el derecho a la información de las minorías laicas. Ante estas “peticiones” la respuesta global fue el silencio cómplice tanto de la derecha como de la izquierda. De ahí la lección de Pasolini pidiendo intervenir, sobre todo a la izquierda, porque el fascismo también existe en el antifascismo, constituyendo un neofascismo que da miedo. Estamos avisados en nuestro país, por ejemplo.

La Nota al texto del libro no deja dudas sobre la concepción de fascismo y neofascismo por parte del autor de las entrevistas y artículos: “Pasolini utiliza el término “fascismo” para referirse al fascismo tradicional y “arqueológico” del ventenio mussoliniano, así como al fascismo “nominal y artificial” de ciertos sectores juveniles de los años setenta, hasta la identificación del nuevo fascismo con la “prepotencia del poder” propia de la civilización de consumo, capaz de modificar el país de manera aún más profunda que el régimen del Duce. A esto hay que sumarle un fascismo “como normalidad, como codificación […] del fondo brutalmente egoísta de una sociedad” que se presenta como antifascismo pero que, en el fondo, se muestra cómplice con la “manipulación artificial de las ideas con las que el neocapitalismo está modelando su nuevo poder”. A más de cuarenta años de distancia, estas reflexiones mantienen intacta toda su fuerza crítica y su capacidad descriptiva, y permiten vislumbrar, aunque sea todavía in nuce, muchas de las características más profundas de la Italia actual”.

El libro se lee con avidez en la búsqueda de respuestas actuales a lo que está pasando y estamos viendo ante nuestros ojos. Es una pequeña joya que cumple su misión en estos tiempos revueltos, porque nos avisa sobre la realidad flagrante del neofascismo de nuevo cuño, pero muy cerca de nosotros en determinado espectro político del país. Lo dicho: estamos avisados, estoy avisado, escribiendo hoy estas palabras y recordando muchas suyas, porque es lo que nos queda, tal y como lo aprendí también de Blas de Otero: Si he perdido la vida, el tiempo, todo / lo que tiré, como un anillo, al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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Leyenda en Cantabria

El hombre pez, en Liérganes – Escudo oficial de Cantabria – Fuente en Limpias, presidida por el Lábaro Cántabro

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.

José Hierro, en Alegría

Sevilla, 27/VIII/2022

Inicio hoy una serie dedicada a mi última singladura cerca del mar Cantábrico, en busca de islas desconocidas de una Comunidad Autónoma de cuyo nombre quiero acordarme hoy: Cantabria. La he titulado “Leyenda en Cantabria”, respetando el significado de la palabra “leyenda” que se mantuvo durante siglos en España, la “acción de leer”, porque he querido leer con objetividad plena la historia de una Comunidad que aprecio por diversas razones que explico más adelante. También, obviamente, porque existen leyendas en ella, según la acepción de esta palabra que se introdujo por primera vez en el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española, en su duodécima edición, en 1884: “relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”, siendo la historia apasionante del Lábarus Cántabrus, la del Cristo de Limpias, las de sus innumerables cuevas con sus historias dentro, la Virgen de la Bien Aparecida, en Ampuero, o la del hombre pez de Liérganes, muestras objetivas de esta acepción, entre otras, de indudable interés en la Comunidad, algunas de ellas muy vinculadas con Andalucía.

Además, existen motivos en mi vida más que suficientes para acometer esta tarea de reflejar en palabras los sentimientos y emociones que he vivido a lo largo de mi estancia allí. La primera razón estriba en mi apellido, porque Cobeña es una localidad cántabra que conozco, cerca de Potes, que demuestra que la toponimia tiene mucho que decir sobre mis orígenes. En esa tarea estoy, en una investigación en marcha sobre la genealogía de un apellido que tiene algo diferencial, la “ñ”, tan común en esta Comunidad, algo que facilita el trabajo científico por la formas en que esa letra llegó a consolidarse en el abecedario castellano, agradeciéndole una vez más a Gabriel García Márquez su ardiente defensa ante una polémica decisión de la Comunidad Económica Europea en la década de 1990, que afortunadamente nunca llegó a mal término: “Es escandaloso, por decir lo menos, que la Comunidad Económica Europea se haya atrevido a proponer a España la eliminación de la letra eñe de nuestro alfabeto, y peor aún, sólo por consideraciones de comodidad comercial. Los autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas romances sigue expresándose todavía con dos letras. Por consiguiente, lo lógico no es que España tenga que renunciar a nada menos que a una de las letras de su propio nombre, sino que otras lenguas del paraíso europeo se modernicen con la adopción de la eñe”. Cantabria presume a diario de incorporar en su toponimia numerosas localidades que tiene la letra “ñ” dentro. Entre sus localidades, Cobeña, cerca de Potes, muy cerca de Lebeña, sin olvidar a Oreña.

Otra razón importante para justificar esta singladura literaria es descubrir a fondo el motivo de por qué está tan unida Cantabria con Andalucía y, concretamente, con mi ciudad natal, Sevilla. El escudo oficial, aprobado por la Ley 9, de 22 de diciembre de 1984, del Escudo de la Comunidad Autónoma de Cantabria, según normas heráldicas, muy controvertidas en la actualidad por la defensa de la identidad de la Comunidad a través del lábaro cántabro, recoge en su primer cuartel “la común tradición del emblema de la conquista de Sevilla, símbolo de ocho siglos de la actividad mejor definidora de la Cantabria marítima”. Asimismo, en la norma reguladora se expone que “El escudo de Cantabria es de forma cuadrilonga, con la punta redondeada de estilo español y el campo cortado. En campo de azur, torre de oro almenada y mazonada, aclarada de azur, diestrada de una nave natural que con la proa ha roto una cadena que va desde la torre al flanco derecho del escudo. En punta, ondas de mar de plata y azur”. En definitiva, la torre almenada representa la Torre del Oro, con una nave que rompe una cadena, reproduciendo el emblema de la conquista de Sevilla por marinos cántabros al servicio del rey Fernando III de Castilla en 1248. Simboliza la gesta militar llevada a cabo el 3 de agosto de ese año por la armada de la Hermandad de las Cuatro Villas al mando del almirante Ramón de Bonifaz, cuyas naves lograron romper la gruesa cadena que cerraba el paso por el río Guadalquivir y que dejó expedita la incursión al resto de la flota cristiana en busca ya del puente de barcas que unía Sevilla y Triana, que también se fracturó ese mismo día”.​ Tengo que decir que me interesaba conocer a fondo esa historia, porque mi apellido estaba en juego, sabiendo hoy como sé, después de mi investigación, que ese rey de Castilla fue el que conquistó también Córdoba en 1235, hecho en el que hubo un protagonista destacado, Álvaro Colodro, natural de Cobeña (en Madrid, en la actualidad), la localidad homónima a la de Cantabria, en proceso también de estudio y que me ha llevado a confirmar la hipótesis de que descendientes de Álvaro Colodro de Cobeña se asentaron por regalías en la provincia de Córdoba, a partir del siglo XIII y concretamente en Cabra, a comienzos del siglo XVI, donde he documentado la existencia de mis antepasados, estando en proceso de obtención de datos anteriores de mi apellido allí en los siglos XIV y XV, emparentados con la familia Colodro y Colodrero.

La tercera razón estaba vinculada con Castro Urdiales porque quería estar cerca de Ataúlfo Argenta, director de orquesta natural de aquella tierra y al que admiro desde mi infancia, recordando todavía como si fuera ayer el día que conocí su fallecimiento cerca de Madrid, ciudad en la que yo vivía en aquellos años de mi infancia. Le he seguido de cerca durante muchos años y todavía resuena en mi alma de secreto la Romanza de Salvador Bacarisse, el segundo movimiento de su preciosa obra Concertino en La menor, que tuvo el valor de dirigir el día de su estreno en París, en 1953, en plena dictadura. Se lo agradecí personalmente al pie de su estatua.

En este contexto, inicié mi incursión de leyenda en una pequeña localidad, Limpias, en la zona oriental de la Comunidad Cántabra. Probablemente, con el sentir de un soneto de José Hierro, Alegría, porque amaba a Santander aunque no fue su cuna, pero si su dolor eterno por ideología.

Llegué por el dolor a la alegría.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.

Era la alegría la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
(Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía.)

Así la siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.

Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.

La imagen de cabecera simboliza algo que me ha interesado descubrir leyendo a Cantabria: el hombre pez, en Liérganes y el escudo oficial de Cantabria, dos realidades que unen Andalucía con Cantabria, cada una en su tiempo y en su momento, Cádiz y Sevilla, respectivamente. También, un manantial de Limpias, presidido por el Lábaro Cántabro, que se reivindica desde hace tiempo como la identidad real de esta Comunidad. Tres realidades que tienen una “leyenda” dentro. Sobre todo, una “acción de leer”, digna y en su sentido primigenio, de una tierra preciosa.

NOTA: las imágenes han sido tomadas por el autor.

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Avisos del hambre: si me ves, llora

Si mes ves, entonces lloraInscripción en la piedra del hambre de Tetschen-Děčín, República Checa

Sevilla, 26/VIII/2022

Una de las formas en las que naturaleza expresa sus quejas y avisos en silencio es a través de las llamadas “piedras del hambre”, como las que han aparecido en las orillas y algún fondo del Rin y del Elba, en Alemania y República Checa, respectivamente, en las que figuran en algunos casos los nombres de las personas y años en los que las depositaron en un determinado momento por la sequía que azotaba diferentes zonas de esos países. Como signo de respeto a una tradición multisecular ante estos fenómenos atmosféricos, Greenpeace, hace tan solo cuatro años, colocó una piedra del hambre en el lecho del río Elba, concretamente en agosto de 2018, en el extremo sur del Domfelsen, una formación rocosa cerca de la catedral de Magdeburgo, con la siguiente traducción del inglés: “Si me ves, es que la crisis climática ha llegado”.

Sabemos que no hay nada nuevo bajo el sol y estas denuncias de lo que puede pasar con las sequías, por ejemplo, ya se daban hace bastantes siglos en Europa central: “En Těchlovice, una localidad del distrito de Děčín al norte de la República Checa, en 1892, apareció en el lecho del río una piedra que fue leída por los barqueros que a su vez lo reportaron a los ciudadanos. La piedra tenía la siguiente inscripción a modo de oráculo: “Quien una vez me vio, lloró”. Otras piedras del hambre, tienen frases similares: “Han llorado, lloramos y llorarás”“Quienquiera que me vea ahora, llorará”, “Cuando me veas, llora” o “Si me ves llora”. Quizás sea la Inscripción en la piedra del hambre de Tetschen-Děčín, la que simboliza históricamente el mensaje propio y aleccionador de estas piedras: Cuando me veas, entonces [llora]. Otro dato importante es que la inscripción más legible en este lugar data de 1616. El problema no es nuevo, aunque las causas han cambiado profundamente.

La sequía que estamos atravesando en el país, donde los pantanos y embalses nos dejan contemplar los pueblos y sus edificios más representativos que fueron anegados por las aguas, descubren estas piedras aunque no contengan los mensajes indicados. Son una metáfora de la vida, porque no significan nada bueno. Los datos en la primera semana de agosto confirman las peores previsiones: España está instalada oficialmente en la sequía: “La reserva de agua de España ha caído esta semana al 39,2%, el nivel más bajo en estas fechas desde 1995, año en que se impusieron severas restricciones al consumo humano y se desplomó la agricultura. La situación es más grave en Galicia, Castilla y León, Extremadura, Andalucía, Cataluña y Navarra por la escasez de recursos hídricos, pero también han entrado en un escenario de emergencia zonas de las cuencas del Duero y del Ebro, al tiempo que los cortes de agua se extienden. Y no hay perspectiva de mejora: va a seguir haciendo calor como corresponde en verano, no se avizora que vaya a llover con la intensidad suficiente en el trimestre que viene y los embalses bajan a gran velocidad porque hay mucho turismo y los regadíos agrícolas están disparados, precisamente para intentar que no se pierdan las cosechas. Ante este panorama, los expertos hacen dos advertencias. La del Ministerio de Transición Ecológica es que se van a ver muy afectados los regadíos y los “sistemas menores” de abastecimiento humano, aunque “no es previsible que existan grandes problemas para mantener el suministro” en las grandes ciudades. Y la de Greenpeace es que la situación va a empeorar, porque de algunos embalses ya no se puede sacar el agua que almacenan. Están muertos”.

Personalmente, la inscripción en la República Checa me lleva a una reflexión más profunda: si vemos la desnudez y sequia éticas de la sociedad, a veces no nos queda otra que llorar de rabia cuando vemos no piedras sino personas en las colas del hambre. Sé que nada hay nuevo bajo el sol, pero el cambio climático se está produciendo por la intervención humana descontrolada y suicida en la Naturaleza, es decir, si estamos viendo cómo la naturaleza sufre con la sequía y los incendios devastadores de este verano, entonces deberíamos llorar porque son avisos del hambre que está ya aquí para millones de personas. Por ejemplo, con las colas de personas que lo atestiguan, que necesitan alimentos y que están muy cerca de nosotros.

El creacionismo nos formó en una cosmovisión desalentadora, pero ya he escrito muchas veces en este blog que no hay nada peor que el conformismo ante lo que ocurre. Lo decía ayer a propósito de una fórmula de cuna inglesa: “espera lo mejor y prepárate para lo peor”. Creo que ha llegado el momento de elegir la mejor información posible sobre lo que está pasando, también sobre el cambio climático, sobre las sequías, porque nada es inocente. Un ejemplo claro es constatar, por ejemplo, los datos oficiales que facilita semanalmente el Boletín Hidrológico Peninsular, que nos permite disponer de la información de una manera más visual, sencilla y comprensible, sobre datos de reserva hídrica, energía, caudales medios semanales y pluviometría acumulada semanal, con datos facilitados en este último caso por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET).

Reitero que voy a respetar en mi vida el aserto inglés citado como introducción a un manual de supervivencia en tiempos difíciles. La aplicación del principio de realidad social en nuestras vidas, el más terco de los principios que las sustentan, hará el resto, sabiendo que el principio de realidad es uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior. Probablemente, en este tiempo tan complejo, lo que necesito es completar la citada fórmula con la expresión que utilizaba en su vida y obra la filósofa alemana Hannah Arendt: “Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga”, sin conformismo alguno, sólo aplicando el principio de realidad que, al final, es el que me permite seguir luchando por alcanzar el necesario principio del placer que tanto necesitamos para seguir viviendo dignamente. Lo que no podemos negar es que estamos avisados por las piedras del hambre. piedras que advierten también de que cualquier tiempo pasado no fue mejor.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Espera lo mejor, prepárate para lo peor

Hannah Arendt: Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga.

Sevilla, 25/VIII/2022

Vuelvo de mi corazón viajero a mis asuntos más terrenales con una locución inglesa que he escuchado y leído estos días de forma reiterada: espera lo mejor, prepárate para lo peor. Si tiene ahora un especial sentido en mi vida es porque lo he escuchado directamente de Josep Borrell, alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea, a quien admiro desde hace muchos años por su forma de entender el deber político de cada ciudadano en su vida ordinaria y porque creo que algo sabe de lo que está pasando en el mundo. Tolo lo que se avecina, según los agoreros mayores del Reino, no es bueno. Es más, nos dicen que lo que está por venir es un conjunto de males sin mezcla de bien alguno, con fecha impresa: el mes de septiembre próximo. En este contexto, Borrell ha abordado en una entrevista reciente los males que acosan la realidad europea y mundial en estos momentos y cree que hay una fórmula para enfrentarse a ellos: esperar lo mejor, pero preparándose al mismo tiempo para lo peor.

En la citada entrevista, Borrell analizaba tres grandes incertidumbres globales: “Ucrania, el estrecho de Formosa [entre Taiwán y China] y el avispero de Oriente Próximo”, donde la guerra ocupa un espacio importante por su impacto real y agresivo con Europa: “Pregunta.La vuelta del verano va a ser delicada, con una inflación del 10% y una enorme incertidumbre. Si Rusia cierra la llave del gas, ¿resistirá la unidad europea? Respuesta.Nadie sabe qué va a hacer [Vladímir] Putin, pero lo racional es prepararse para lo peor. Si quiere usar la energía como arma, no esperará a que rellenemos nuestros stocks en invierno”. Así de contundente a lo largo de la entrevista, con análisis premonitorios que no olvido: “Putin piensa que las democracias son sistemas vulnerables porque tienen opiniones públicas que pueden expresarse. Eso no ocurre en Rusia. Si, además, hay cambios políticos en algún país que inclinen de su lado a futuros gobiernos, mejor para él. Hay que explicar a nuestros ciudadanos que la de Ucrania no es una guerra de los demás. Nos va mucho en ello: la ciudadanía tiene que estar dispuesta a pagar un precio para mantener el apoyo a Ucrania y la unidad de la UE. Estamos en guerra: esas cosas no son gratis, aunque sí hay que tratar de repartir los esfuerzos de forma equitativa. Pero repito: esta guerra nos afecta directamente, aunque nuestros soldados no mueran allí”.

Reitero que la entrevista es muy interesante para estar informados, lo que nos permite emitir juicios correctos y ajustados al principio de realidad. Ante la pregunta de cómo ve lo que ocurrirá en España en el próximo otoño, Borrell responde: “España tiene ventajas: no somos tan dependientes del gas ruso. El mercado laboral está funcionando. Y tenemos el colchón amortiguador de 70.000 millones de fondos europeos. Estas ventajas hacen que este no sea el momento de poner peros: no podíamos pedir la solidaridad europea hace meses, cuando estábamos más afectados por el virus, y ahora ponernos de perfil cuando otros se ven más afectados por la dependencia del gas. Y no lo estamos haciendo. Estamos siendo solidarios de la forma más eficiente posible”. Es indudable que no comparte el diagnóstico apocalíptico actual de partes interesadas en perpetuar los conflictos y luchar para que cuanto todo sea peor, mejor: “No tengo dotes de adivino. No sé lo que va a pasar. Pero tengo una fórmula: espera lo mejor y prepárate para lo peor”.

Creo que ha llegado el momento de elegir la mejor información posible sobre lo que está pasando, porque nada es inocente. En principio, voy a respetar en mi vida el aserto inglés escogido por Borrell como introducción a un manual de supervivencia en tiempos difíciles. La aplicación del principio de realidad social en nuestras vidas, el más terco de los principios que las sustentan, hará el resto, sabiendo que el principio de realidad es uno de los dos principios que, según Freud, rigen el funcionamiento mental. Forma un par con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior (1). Todo ello, sin llegar al absurdo de Groucho Marx: “¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la posteridad por mí?”. Quizás, lo que necesito en este presente tan complejo es completar la fórmula de Borrell con la expresión que utilizaba en su vida y obra la filósofa alemana Hannah Arendt: “Hay un precepto bajo el cual he vivido: prepárate para lo peor, espera lo mejor y acepta lo que venga”, sin conformismo alguno, sólo aplicando el principio de realidad que, al final, es el que me permite seguir luchando por alcanzar el necesario principio del placer que tanto necesitamos para seguir viviendo dignamente.

(1) Laplanche, J. y Pontalis, J.B. Diccionario de Psicoanálisis, 1996. Barcelona: Paidós, págs. 296-299.

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Agosto nos puede despertar la curiosidad sana, insaciable

Sevilla, 7/VIII/2022

Quien siga de cerca las páginas de este cuaderno digital, habrá podido observar que soy un apasionado de la curiosidad en su vertiente sana, que decía el diccionario de Covarrubias en el siglo XVII, es decir, que soy capaz de admirarme de casi todo y de casi todas las personas, en su versión aristotélica, escudriñando lo más íntimo de la propia intimidad de las personas y de las cosas. Es como si se prolongara la vida en una eterna pregunta de niño marxiano de cuatro años, que siempre pregunta en bucle el porqué de todo lo que se mueve porque, dicho sea de paso, alguien o algo tuvo la responsabilidad hace millones de años de poner en marcha el universo. De ahí las eternas preguntas de los creacionistas y evolucionistas: averiguar quién fue o cómo era el “primer motor inmóvil” que puso en marcha todo, como curioseaba Aristóteles de forma insaciable en sus obras.

La curiosidad es una habilidad que a veces confundimos con el cotilleo, incluso científico, que de todo hay en la viña del Señor. A modo de declaración de principios, no dedico ahora muchas líneas a tratar de las personas cotillas o cotilleras, como personas amigas de chismes y cuentos, definición que se ha mantenido hasta la última edición del Diccionario de la RAE. Los sucesivos diccionarios de la Real Academia son implacables desde el siglo XVIII con los chismes y con las personas chismosas, como identificador de este rasgo tan peculiar: persona que es cuentista, enredadora y que se ocupa en meter cizaña entre amigos y parientes y persona que es pesquisidora de cuanto pasa, y aún de lo que no pasa, inventora, parlera y chismosa (RAE A 1729, 325,1). Este rasgo de personalidad es muy frecuente en nuestras vidas, relacionado sobre todo con las personas tóxicas o tosigosas y mediocres por definición. En la edición de 1992 del Diccionario (RAE), se consagró el lema “cotilla” como segunda acepción de la palabra “cotillero”, introducida en 1937, como persona amiga de chismes y cuentos. Les puedo asegurar, desde ya mismo y como aviso para navegantes en este blog, que no confundo la persona curiosa con la cotilla, porque no tienen nada que ver una con otra. Verán por qué, a favor exclusivamente de las personas que mantienen en su vida una curiosidad insaciable.

Siempre he sentido curiosidad por todo, en un mundo plagado de cotilleo y cotillas, aunque bautizado últimamente como el universo del entretenimiento donde todo cabe y en el que la cultura digna brilla por su ausencia. Siempre he sentido la necesidad de comprender qué es admirarse ante lo que ocurre en nuestras vidas, por muy intranscendente que sea, algo que solo se consigue a través de la admiración, actitud que simbolizó para Aristóteles el comienzo de la filosofía, entendida como la capacidad que tiene el ser humano de admirarse de todas las cosas, de las personas, de sentir curiosidad diaria de por qué ocurren las cosas, de cómo pasa la vida, tan callando. Mi profesor de filosofía lo expresaba en un griego impecable, con un sonido especial, gutural y sublime, que convertía en un momento solemne de la clase esta aproximación a la sabiduría en estado puro: jó ánzropos estín zaumáxein panta (sic: anímese a leerlo conmigo tal cual y pronunciarlo como él). Es uno de los asertos que me acompañan todavía en muchos momentos de mi vida, en los que la curiosidad sigue siendo un motivo para la búsqueda diaria del sentido de ser y estar en el mundo, de admirarme todos los días de él.

Cuando solo tenía diez años iba al campo de La Campana con mis amigos, en Madrid, justo donde ha crecido el famoso Pirulí y el barrio de La Elipa. La razón era maravillosa: lanzar un cohete “habitado o tripulado” utilizando una funda de aluminio de puro habano, en la que introducíamos una mosca viva en la zona redondeada final, dentro de una cápsula de plástico. En la parte de la tapa enroscable abríamos un agujero central para colocar una mecha en contacto con pólvora mezclada artesanalmente en nuestras casas con los componentes que comprábamos en la droguería de nuestro barrio “Salamanca”, sede del discreto encanto de la burguesía: carbón vegetal, azufre y clorato potásico. Montábamos un trípode de lanzamiento con piezas metálicas del Mecano de casa y encendíamos la mecha en un momento mágico para probar a qué altura éramos capaces de hacer volar aquel artefacto y, cuando caía a tierra, comprobar si la mosca seguía viva. Fueron muchos intentos fallidos, alguno con escaso éxito, otros un auténtico fracaso, pero lo que constato hoy al recordar esta breve historia es que teníamos una curiosidad insaciable, porque si la perra “Laika” (ladradora en ruso) lo había hecho viajando en el Sputnik 2, por qué nuestra mosca querida no podía alcanzar una altura considerable. En cualquier caso, queda acreditado que nos interesaba más aquello que la perra Marilín, de Herta Frankel, famosa en aquellos tiempos. O la mula Francis.

Ante un escenario como el actual, tan atractivo para descubrir islas desconocidas y curiosas del conocimiento, acudo con frecuencia a mi manual de cabecera, Una historia natural de la curiosidad, donde Alberto Manguel explica en sus 541 páginas aspectos mágicos de esta realidad humana que tantas respuestas da a la vida, incluso en momentos de pandemia. Ser curiosos eleva el espíritu y eso me basta. Así lo sugería Cicerón, según aparece en una copia realizada en el siglo IX de un texto suyo en el que, al final de una frase, aparecía un signo de pregunta que se representaba por una escalera ascendente hacia la parte superior derecha de la línea de texto, «en una serpenteante línea diagonal que nace en la parte inferior izquierda” (1). Cuando se publicó este libro excelente, leí un artículo extraordinario que sintetizaba muy bien su obra. Así lo recogí en un post del que entresaco una pregunta y respuesta de Manguel que me sobrecoge siempre que la leo porque comprendo perfectamente la depreciación de la curiosidad en estos tiempos modernos: “¿Para qué la sociedad y el poder arrinconan la curiosidad? Si haces una caja cuadrada, debes crear elementos con ángulos rectos para que entren en ella. Si crean una sociedad de consumo deben crear consumidores, si no, no funciona. El sistema tiene que impedir que te hagas preguntas esenciales porque si te las haces no hay más consumo. Por eso la sociedad no alienta la reflexión. Es un sistema depredador que busca el beneficio en una estructura productiva”.

Curiosidad de curiosidades todo es curiosidad y no placer inútil, como me enseñó hace poco el profesor Nuccio Ordine en su preciosa obra La utilidad de lo inútil. El placer de la curiosidad sabia no es transmisible automáticamente a los demás, sino que es imprescindible adquirir el conocimiento liberador, trabajarlo internamente a través del esfuerzo de cada persona a la hora de plantearse gozar de los que algunos llaman placeres inútiles para alejarlos del poderoso caballero don dinero. Así lo reconocía hace ya muchos siglos Sócrates en su diálogo Banquete: “Estaría bien, Agatón, que la sabiduría fuera una cosa de tal naturaleza que, al ponernos en contacto unos con otros, fluyera del más lleno al más vacío de nosotros. Como fluye el agua en las copas, a través de un hilo de lana, de las más llena a la más vacía”, porque siempre está presente en almas curiosas la dialéctica del valor y precio de lo que se descubre, de lo que se admira y de lo que se goza a cambio de nada.

También recurro en este mes de agosto y para despertar mi curiosidad de nuevo, a un libro que guardo entre mis preferentes, Una curiosidad insaciable. Los años de formación de un científico en África y Oxford, escrito por Richard Dawkins. Tengo que confesar que este autor ha marcado también mi vida por publicaciones extraordinarias desde la perspectiva evolucionista, habiendo sido un auténtico azote de los creacionistas. Crecí en esta última escuela, sin posibilidad de redención temporal alguna por el contexto del régimen en que me tocó vivir, pero tengo que reconocer que Dawkins ha aportado datos científicos que hacen pensar que otro origen del mundo es posible. Su primer libro, El gen egoísta, que empezó a escribir en 1973, fue un revulsivo mundial en defensa de las tesis alojadas en la teoría crítica de Darwin.

Javier Sampedro, un gran divulgador científico al que respeto y sigo de cerca desde hace ya muchos años y así lo demuestra este blog, manifestó en 2014 que el autor era un “zoólogo anacrónico en la era de la biología molecular, látigo de herejes en materia evolutiva, divulgador afamado y ateo militante que no ha hecho aportaciones primarias a la ciencia, sino solo a su popularización. ¿Qué ha llevado entonces a Dawkins a contar su vida? Seguramente la mejor de las razones: que es un gran escritor, y lo sabe. Esto es justo lo que le ha convertido en uno de los divulgadores científicos más leídos del mundo, y también lo que convierte ahora su vida en una obra literaria” (2). No hay lugar a dudas: tenemos que leerlo, sobre todo los que seguimos luchando día a día por reforzar las tesis evolucionistas en clave de Teilhard de Chardin, como tantas veces he escrito en este blog, con preguntas sin respuesta que es lo que las hace todavía más atractivas y con un hilo conductor: el mundo sólo tiene interés hacia adelante, el hilo conductor, declarado, de este blog.

Pero lo que me llamó poderosamente la atención sobre este autor fue una respuesta suya en una entrevista publicada en el diario El País (Babelia), que no nos deja indiferentes, a la pregunta que le hizo Ricardo de Querol, Redactor Jefe del periódico, en los siguientes términos: “Usted no es un agnóstico, sino un ateo militante. ¿Por qué es necesario movilizarse contra la religión? Dawkins, después de haber explicado su proceso de “conversión darwiniana”, dijo lo siguiente: “Eso depende de su definición. Agnóstico significa “no sé”. Una definición que yo apoyo dice que es quien no tiene creencias positivas en un dios. El ateo siente una creencia positiva de que no hay Dios. Yo no tengo esa creencia. Lo que tengo es una ausencia de cualquier razón para creer en Dios, como tampoco en las hadas. Como científico, me conmueve la belleza del mundo y del universo. Como educador, veo perverso que a los niños se les eduque en falsedades cuando la verdad es tan hermosa”.

Lo expuesto anteriormente me ha hecho reflexionar sobre varios pasajes de mi vida, en el discreto encanto que dibujó Buñuel en mi infancia, comprendiendo ahora muy bien que educar de forma monolítica en Dios o las hadas, es limitar las grandes preguntas de nuestro origen, a las que a algunas ya ha dado respuesta la ciencia. Creo que así se comprende mejor por qué en 2009 se contrató publicidad en los autobuses de Londres con el lema: “Probablemente no hay Dios. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Probablemente, buscando justificaciones posibles para ser felices, que es tan legítimo.

Los locos bajitos, a los que cantaba maravillosamente Joan Manel Serrat, también éramos curiosos incorregibles, como se pudo comprobar en aquel Cabo Cañaveral improvisado en el campo La Campana de mi niñez rediviva en Madrid. Esa es la razón de por qué hoy sigo pensando que otro mundo es posible, porque el que aprendimos a vivir con justificaciones creacionistas se agota por horas. Y eso que nos encantaba Peter Pan, aquel defensor acérrimo del mundo de nunca jamás. O Jesús de Nazaret, siempre presente en la educación creacionista, cuando se dormía en el cabezal del barco por lo cansado que estaba…, no por sus milagros, tal y como nos lo comentaba en directo el joven periodista Marcos, sino porque era una persona corriente, singular. O Rafael Alberti, que me ha recordado siempre a lo largo de mi vida que cuando se abre el debate de pensamiento y sentimiento, hay que escuchar siempre el corazón, sencillamente porque es más fuerte que el viento. Es verdad: si la curiosidad no tiene sentimiento…, solo es eso, curiosidad.

(1) Manguel, Alberto, Una historia natural de la curiosidad, 2015. Madrid: Alianza Editorial, p. 17.

(2) Sampedro, Javier (2014, 18 de septiembre). Vida de un buen escritor. El País.com. Babelia.

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Agosto nos regala tiempo para leer

Dedicado a las personas que están cerca de la librería Caótica, de su proyecto cultural global, como homenaje a su trabajo bien hecho, que debe ser respetado por todos para que sigan ofreciendo el amor a los libros y a la lectura, algo que nos enseñó de forma admirable un gran escritor, Stefan Zweig, a quien tanto admiro. Para que el proyecto Caótica no se cierre, porque la niña-buzo que preside esta historia tan bella sabemos que no se rinde y porque tenemos que luchar sin descanso para que Sevilla sea presentada ante el mundo, también, como una ciudad de librerías, no sólo de bares. Zweig dijo que “en Sevilla se puede ser feliz”. Me gustaría recordarlo también hoy porque, completando su frase, en esta ciudad se puede ser feliz si las librerías siguen cumpliendo su función principal: ofrecernos interpretaciones escritas de la realidad y de la ficción, para que cada persona pueda ser más libre en el compromiso de cada día con la vida. Juan Ramón Jiménez lo expresó maravillosamente en un aforismo que no olvido: cada día, una vida o, lo que es lo mismo: cada libro, una vida.

Sevilla, 6/VIII/2022

Cuando asociamos este mes a las vacaciones, casi por definición, es legítimo afirmar que nos regala también tiempo para leer, una oportunidad maravillosa para reencontrarnos con los libros. Lo he escrito ya en páginas de este cuaderno digital y me reafirmo de nuevo en ello: los libros pusieron fin al trágico confinamiento de las vivencias y de la experiencia en el alma individual desde el momento de su aparición en este mundo imperfecto. Acudo de nuevo a un clásico en mi clínica del alma, mi biblioteca, Encuentros con libros (1), de Stefan Zweig, donde vuelvo a sentir sus palabras como un bálsamo en este mundo al revés, porque “desde que existe el libro nadie está ya completamente solo, sin otra perspectiva que la que le ofrece su propio punto de vista, pues tiene al alcance de su mano el presente y el pasado, el pensar y el sentir de toda la humanidad. En nuestro mundo de hoy, cualquier movimiento intelectual viene respaldado por un libro; de hecho, esas convenciones que nos elevan por encima de lo material, a las que llamamos cultura, serían impensables sin su presencia”. Maravillosa reflexión en estos momentos cruciales de incertidumbre global que estamos viviendo a escala mundial.

Cuenta Stefan Zweig que viajaba en un barco italiano, recorriendo el mar Mediterráneo, de Génova a Nápoles, de Nápoles a Túnez y de allí a Argel. En ese espacio conversaba a menudo con un joven italiano que formaba parte de la tripulación, “un mozo que ni siquiera tenía el rango de camarero, pues se ocupaba de barrer los camarotes, de fregar la cubierta y de realizar otras tareas menores, que la gente, por regla general, no valora”. Canta sus dotes de todo tipo, llegando incluso a “tenerle cariño”, en palabras textuales suyas, hasta tratarse “con la camaradería propia de dos amigos”. A partir de ese momento surgió lo inesperado: “Entonces, de la noche a la mañana, un muro invisible se alzó entre él y yo. Habíamos recalado en Nápoles, el barco se había llenado de carbón, de pasajeros, de hortalizas y de correo, su dieta habitual en cada puerto, y luego se había hecho de nuevo a la mar. […] Entonces se presentó de repente, con una sonrisa de oreja a oreja, se plantó delante de mí y me mostró orgulloso una carta arrugada que acababa de recibir, pidiéndome que la leyera. No dejaba de darle vueltas a lo que acababa de ocurrir. Por primera vez me había encontrado cara a cara con un analfabeto, con uno europeo además, una persona que me había parecido inteligente y con la que había hablado como con un amigo. ¿Cómo se reflejaba el mundo en un cerebro como el suyo, que desconocía la escritura? Al principio me costó entender lo que quería de mí. Pensé que Giovanni había recibido una carta en un idioma que no entendía, francés o alemán, seguramente de una muchacha—era obvio que debía de tener mucho éxito entre las chicas—, y que había venido a buscarme para que se la tradujera. Pero no, la carta estaba escrita en italiano. ¿Qué quería entonces? ¿Que me la leyera? Nada de eso. Lo que quería es que se la leyera, tenía que saber qué decía aquella carta. Y, de pronto, comprendí lo que estaba pasando: aquel muchacho inteligente, de una belleza escultural, dotado de gracia y de auténtico talento para el trato humano, formaba parte de ese siete u ocho por ciento de italianos que, según las estadísticas, no saben leer: era analfabeto”.

A partir de aquí, Stefan Zweig reflexiona de forma admirable sobre el poder de la lectura, a través de dos preguntas muy concisas y claras: “¿Cómo se reflejaba el mundo en un cerebro como el suyo [el mozo del barco], que desconocía la escritura? Traté de imaginarme la situación. ¿Cómo sería el no saber leer?” A partir de aquí desgrana múltiples aseveraciones sobre el encanto de la lectura que recomiendo de principio a fin porque nos alegrará conocerlo en estos días del ferragosto español, sobre todo, salvando lo que haya que salvar, imaginándonos qué es la lectura para personas que no siendo analfabetas no han leído un libro en su vida o no lo hacen habitualmente. Y es verdad que se reproducen de nuevo sus sensaciones ante aquella experiencia que también puede ser lo que ocurre ahora en las personas que detestan los libros y la lectura: “Por un momento me puse en el lugar de aquel muchacho. Coge un periódico y no lo entiende. Coge un libro, lo sostiene en sus manos, nota que es algo más ligero que la madera o que el hierro, tiene forma rectangular, toca sus cantos, sus esquinas, observa su color, pero nada de eso tiene que ver con su propósito, así que vuelve a dejarlo, porque no sabe qué hacer con él. Se detiene ante el escaparate de una librería y se queda mirando los hermosos ejemplares, amarillos, verdes, rojos, blancos, todos rectangulares, todos con estampaciones de oro sobre el lomo, pero es como si se encontrara ante un bodegón cuyos frutos no puede disfrutar, ante frascos de perfume bien cerrados cuyo aroma queda confinado dentro del cristal”.

Y reflexiona a partir de este momento sobre qué sería su vida sin los libros, algo que no era posible porque “[…] cualquier objeto, cualquier elemento que me parase a considerar estaba unido a recuerdos y experiencias que tenían que ver de una forma u otra con los libros, cualquier palabra despertaba innumerables asociaciones que me remitían a algo que había leído o aprendido”. Lo que de verdad me impacta de nuevo es su reflexión sobre la presumible desaparición del libro, “el tiempo del libro ha acabado”, ante la llegada de la técnica, como una premonición preocupante: […] el gramófono, el cinematógrafo, la radio son más prácticos y más eficaces a la hora de transmitir la palabra y el pensamiento, y de hecho comienzan a arrinconar el libro, por lo que su misión histórica y cultural no tardará en formar parte del pasado”. Stefan Zweig no temía esta irrupción de las tecnologías en el mundo, porque estaba convencido de que “la luz de una lámpara eléctrica no puede compararse con la que irradia un pequeño volumen de unas pocas páginas, no existe ninguna fuente de energía que pueda compararse con la potencia con que la palabra impresa alimenta el alma. […] A medida que crece nuestra intimidad con los libros, vamos profundizando también en los distintos aspectos de la vida, que se multiplican fabulosamente, pues ya no los vemos sólo con nuestros propios ojos, sino con una mirada en la que confluyen multitud de almas, una mirada amorosa que nos ayuda a penetrar en el mundo con una agudeza soberbia”.

Nos quedan las palabras en los libros. En estos momentos tan delicados para la humanidad por los múltiples problemas que nos acucian a diario, tenemos la obligación ética de hacer una operación rescate de placeres útiles como el de la lectura, proclamándola como medio de descubrimiento de la palabra articulada en frases preciosas, cuando lo que se lee nos permite comprender la capacidad humana de aprehender la realidad de la palabra escrita o hablada. Maravillosa experiencia que se convierte en arte cuando la cuidamos en el día a día, aunque paradójicamente tengamos que aprender el arte de leer cuando vamos siendo mayores, porque la realidad amarga es que no lo sabemos hacer, ni hay un compromiso de Estado para que España lea: “¿Pero qué queremos decir con “saber leer”? Conocer el alfabeto y las reglas gramaticales básicas de nuestro idioma, y con estas habilidades descifrar un texto, una noticia en un periódico, un cartel publicitario, un manual de instrucciones… Pero existe otra etapa de este aprendizaje, y es ésta la que verdaderamente nos convierte en lectores. Ocurre algunas afortunadas veces, cuando un texto lo permite, y entonces la lectura nos lleva a explorar más profunda y extensamente el texto escrito, revelándonos nuestras propias experiencias esenciales y nuestros temores secretos, puestos en palabras para hacerlos realmente nuestros” (2).

(1) Zweig, Stefan. Encuentros con libros. Barcelona: Acantilado, 2020.

(2) Manguel, Alberto (2015, 18 de abril). Consumidores, no lectores. El País, Babelia, p. 7.

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No le toquéis ya más, que así es Cinema Paradiso

Imagen de Cinema Paradiso, en la que figuran Totó (dcha.) y Alfredo (izqda.), el proyeccionista

Melodía principal de Cinema Paradiso

Sevilla, 5/VIII/2022

Ha saltado a los medios de comunicación social de todo el planeta, la noticia de que se está trabajando en la producción y rodaje de una miniserie que ampliará el guion de Cinema Paradiso, a cargo del director de la misma, Giuseppe Tornatore, como guionista también, que constará de seis capítulos y que tiene previsto su estreno en 2023. Inmediatamente, he recordado un breve poema de Juan Ramón Jiménez, que muchas veces se ha escrito mal, cambiando el género de la primera parte del verso (en negrita, correcto): No le toquéis ya más, que así es la rosa (en Piedra y cielo, 1919). Creo que es un error histórico porque el valor de la película persiste en el tiempo, con un reconocimiento continuo tal y como permanece en la mente de todas las personas que amamos el cine. Siguiendo al poeta de Moguer, no hay que tocar la película más, porque ya se hizo antes del estreno, reduciendo el metraje de la misma para contentar al mundo comercial del cine, consiguiendo finalmente que se la reconociera como una auténtica obra de arte, un capolavoro, dicho en un perfecto italiano.

Cinema Paradiso es la rosa que cita Juan Ramón, en su desnudez extrema, para simbolizar el valor de la poesía, tal y como se fijó finalmente en la entrega al mundo para su disfrute. Desconozco las razones de fondo que tiene Tornatore para acometer esta empresa de ampliación de contenidos sobre la película original, habiendo manifestado Marco Belardi, el nuevo productor de la serie, que “Será la misma historia que la película pero de una forma extendida y con varios hilos narrativos diferentes”. Presumo que el mercado cinematográfico está detrás y lo probable es que se esté confundiendo ya el valor y el precio de la película, que probablemente será una oferta más, una mercancía, en las plataformas streaming a nivel mundial, sólo eso.

Treinta y cuatro años después de su estreno, no conocemos todavía los guiones que está preparando Giuseppe Tornatore. Personalmente, creo que hay que seguir el patrón de Juan Ramón Jiménez, pero aplicado a la película: No le toquéis ya más, que así es Cinema Paradiso. En tal sentido, Ricardo Gullón, fiscal, crítico literario, novelista y gran amigo del poeta, decía en un comentario a este poema precioso de Juan Ramón Jiménez que “[…] se desconoce que el propio poeta, comentando sus versos, aclaró que si tal decía, era «después de haber tocado el poema hasta la rosa». Sin duda, quiso expresar con estas palabras su aspiración difícil a la «perfección viva», a la perfección conseguida sin forzar las cosas, arduamente, más sin llegar al punto de frialdad que delata lo yerto, lo agotado y sin vida. En el empeño por conseguir una poesía perfectamente desnuda, Juan Ramón ha ido renunciando tanto al soporte sentimental como al artificio retórico. A propósito de su obras, es sobremanera adecuado el término desnudez: progresivamente fue despojándola de los usuales ropajes, mitificando su concepto, y también identificándose apasionadamente con ella”. Esta reflexión de Gullón se puede aplicar perfectamente a Cinema Paradiso, porque la película, tal y como se conoce actualmente, ha tocado “hasta la rosa”, en su “perfección viva”, en sus mensajes, tantas veces recogidos en este cuaderno digital; sin forzar el guion, tocando la sensibilidad de cada espectador hasta extremos insospechados. Cada vez que veo la película descubro nuevas palabras, nuevos planos que me conmueven y conturban. Es una película desnuda, cuando se la descubre tal y como es la rosa que contiene.

Ante lo expuesto anteriormente, he escogido un artículo, He vuelto a entrar en el Cinema Paradiso, entre los veintidós que he dedicado a Cinema Paradiso y su universo emocionente [sic] a lo largo de la vida de este cuaderno digital, porque dejándolo como está, sin tocarlo, descubro hoy de nuevo que así es su rosa íntima, la del mensaje que entregó al mundo en 1988 su director Giuseppe Tornatore y que supuso tanto para mí, en mi persona de secreto, desde que la vi y sentí por primera vez. Insisto por ello que no lo toquen ya más, que así es Cinema Paradiso.

He vuelto a entrar en el Cinema Paradiso

Sevilla, 6/VIII/2021

En septiembre de 2019 cambié la imagen de cabecera de este cuaderno digital por un fragmento de la escultura de Canova, Las Tres Gracias, porque siempre me ha impactado su belleza sobre mármol de Carrara, con una expresión de encanto y alegría entre las tres cárites mitológicas griegas, de cuyo nombre quiero acordarme especialmente hoy: EufrósineAglaya y Thalia o lo que es lo mismo: Alegría, Belleza y Abundancia, respectivamente, porque las necesitamos tener presentes en nuestras vidas. Dos años después, que no han sido anónimos, cambio de nuevo la imagen que representa temporalmente el blog, recurriendo a una que ya ha estado presidiendo estas palabras en años anteriores, la sonrisa de asombro de Totó junto al proyeccionista, Alfredo, una pareja que nunca he olvidado en la película de mi vida y como homenaje a una que me ha marcado para siempre: Cinema Paradiso. Entro decidido para contemplar en este mes de agosto las proyecciones mejores de mi existencia.

Mi vida ha sido también una película sin fin, de muchos géneros en uno solo: vivir apasionadamente. Me sentí reflejado en Cinema Paradiso de principio a fin, por el amor al cine, porque siendo muy niño hacía mis propias películas con dibujos animados en papel, impregnándolos en aceite que, una vez secos, los unía y pasaba por rodillos laterales de un escenario, también hecho a mano, para imprimirles movimiento a demanda, iluminados por una bombilla incandescente. Más o menos, observando aquel descubrimiento mágico con la cara de Totó, mi querido protagonista de la película de verdad, que he recogido en la imagen que preside estas líneas. También, porque seguí siempre el consejo de su gran amigo Alfredo cuando decía al niño que amaba tanto el cine, que debía salir de sí mismo para buscar islas desconocidas, las que describía extraordinariamente Jose Saramago en su cuento homónimo, “La isla desconocida”. En aquella escena memorable de la estación, Alfredo, ya ciego por el incendio del cine, le dice en un susurro inolvidable a Totó: “La vida es más difícil… Márchate…, el mundo es tuyo, … no quiero oírte más, solo quiero oír hablar de ti… Hagas lo que hagas, ámalo”. Le ayudó a salir de su zona de confort y nunca he olvidado aquellas escenas ni aquellas palabras. Todo un símbolo: hagas lo que hagas, ámalo.

Tampoco he olvidado, nunca, el Cinema Ideal de mi infancia, un cine de verano situado en la calle Jesús del Gran Poder, aquí en Sevilla, del que solo escuchaba las bandas sonoras de las películas desde el balcón de la casa donde nací, que daba a la calle Becas, en el que, entre barrotes, imaginaba historias preciosas con sólo cuatro años. Pasado el tiempo, he comprendido muy bien el consejo de Alfredo, porque siempre he procurado amar todo lo que he hecho. Ahora, pienso también en los momentos difíciles que he vivido en esta larga vida, quizá por la especial sensibilidad que se ha creado por la pandemia creando anticuerpos para el dolor y la aflicción. Como contrapunto, mi amor al cine me devuelve también a mi Cinema Ideal tan particular, un recuerdo de películas inolvidables de Spielberg, entre las que destaco por su lección histórica nacida en su corazón y en su alma judía, La lista de Schindler. Aunque parezca mentira, no me quiero quedar con el dolor de su argumento de fondo, sino con el tema principal de la banda sonora de la misma, compuesta por John Williams, de la que inserto hoy en este post una interpretación memorable, al violín, de su gran amigo de vida y creencias, Itzhak Perlman, uno de los mejores violinistas de la historia de la música que aún comparte vida con nosotros. Escucharlo y sentirlo al mismo tiempo nos permite comprender que, efectivamente, el hombre, si quiere, no es un lobo para el hombre, porque todo lo humano no nos es ajeno (Terencio), es más, nos pertenece.

Les confieso que hablar de Cinema Paradiso y La lista de Schindler es, en el fondo de estas palabras, un homenaje a su obra musical en el mundo del cine, a través de dos bandas sonoras memorables compuestas por Ennio Morricone y John Williams, respectivamente. El pasado año recibieron el Premio Princesa de Asturias de las Artes y el acta del jurado decía textualmente que “[…] Dotados de una inconfundible personalidad, entre sus obras se encuentran algunas de las composiciones musicales más icónicas del séptimo arte, que ya forman parte del imaginario colectivo. Williams y Morricone muestran un dominio absoluto tanto de la composición como de la narrativa, aunando emoción, tensión y lirismo al servicio de las imágenes cinematográficas. Sus creaciones llegan incluso a transformarlas y trascenderlas, sosteniéndose por sí mismas como magníficas obras sinfónicas que se encuentran entre el repertorio habitual de las grandes orquestas. Todo ello los convierte en dos de los compositores vivos más venerados en todo el mundo”. Morricone falleció el 7 de julio de 2020 y sus obras mantuvieron y expresaron siempre su dignidad personal y profesional. Ahora, estoy seguro que seguirá poniendo música inolvidable a su cielo particular.

Cuando salgo de mi imaginario Cinema Ideal y entro hoy en el auténtico y renovado Cinema Paradiso, no olvido las palabras de Alfredo a Totó, porque nos pueden ayudar en este mes de agosto para salir de la zona de dolor, que no confort, por la pandemia y sus daños colaterales, cada uno con los suyos, de la forma más digna posible: hagamos lo que hagamos, amémoslo porque el viaje de la reconstrucción personal, de nuestras familias, del país, de nuestras ciudades y barrios es ahora tarea de todos, para amarlo sin excepción alguna y sin dejar a nadie atrás.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Prohibido pintar grafitis (¿o no?)

KE PAZA KILLA

Sevilla, 4/VII/2022

Sabemos que en el Imperio Romano abundaban los grafitis en sus calles, tiendas y servicios públicos, conocidos estos últimos como latrinae y foricae, váteres individuales y colectivos, respectivamente, donde se han encontrado pintadas en Pompeya con el siguiente texto: “Cacator cave malum”, “Cagador, ándate con cuidado”, que advertía del mal oculto que podría encontrarse la persona que no utilizara de forma correcta las letrinas, palabras que nos suenan como algo familiar cuando recordamos el célebre “cave canem”, “cuidado con el perro”, menos escatológico que la citada pintada de Pompeya. El aviso era para navegantes porque al parecer los ciudadanos del Imperio no eran muy cuidadosos con sus necesidades, solos o acompañados. Mucho menos, con los “utensilios de aseo”, cañas con esponjas para limpiarse que se compartían sin miramiento alguno, aspectos que se han estudiado a fondo desde la perspectiva de salud pública por la historiadora Mary Beard, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2016, en sus investigaciones llevadas a cabo en Ostia Antica (Roma), lugar del que guardo un recuerdo imborrable, en una visita al yacimiento arqueológico en 1976, que se conserva en algunos lugares intacto, con la huella indeleble de su pasado.

La historiadora Mary Beard describe los váteres colectivos, descubiertos en Ostia Antica (Roma)

La realidad es que esta afición grafitera ya se conocía en 2020 por el descubrimiento en las ruinas de Pompeya de un termopolio, una casa de comida rápida y caliente, también de bebidas, que ya existía en el año 79 (siglo I), año de la erupción del Vesubio, en excelente estado de conservación. La representación de una pintura de Nereida a caballo, descubierta en 2019, abrió el camino para excavar completamente una casa de comidas, habituales en Pompeya donde se solía comer frecuentemente fuera de casa en casi ochenta locales de este tipo, en la que destacan en su decoración de la época, a título de reclamo publicitario, detalles de naturaleza muerta, descubriéndose también restos de alimentos, huesos de animales y de víctimas humanas de la erupción, quizás los de su propietario. Lo sorprendente es que se han encontrado en el interior de las vasijas perfectamente alineadas en el mostrador, restos de comidas preparadas con los animales que aparecen en las pinturas publicitarias del mismo, tales como ánades reales expuestos boca abajo, listos para ser preparados y comidos, un gallo y un perro con correa, éste a modo de advertencia sobre la vigilancia del lugar (Cave Canem) o algo más que se explica a continuación, un detalle curioso que se encuentra en el marco de la pintura del perro, en el que se puede leer un grafiti de la época con la siguiente inscripción:  “Nicia cineadecacator”: Nicia (probablemente un liberto de Grecia) ¡Cacatore, invertido!, que  “probablemente lo dejó un bromista que quería burlarse del dueño o de alguien que trabajaba en el termopolio”.

Grafiti sobre la pintura de un perro en el termopolio de Pompeya: Nicia, ¡invertido!

Este descubrimiento fascinante nos lleva a pensar que hay muy pocas cosas nuevas bajo el sol que nos puedan sorprender más que vivir dignamente, ser más que tener, porque siempre tenemos tiempo de seguir aprendiendo de la historia. Hoy, de Pompeya. El símbolo del descubrimiento del termopolio nos muestra que algo que nos parecía tan moderno, como los establecimientos de comida rápida, las casas de comidas de toda la vida, los McDonald´s y Burger King de hoy, entre otros lugares de cuyo nombre no quiero acordarme, ya existieron hace nada menos que dos mil años. También, los grafitis, una realidad que también se convierten en determinadas ocasiones como auténticas obras de arte o de expresión artística de sentimientos y emociones. Varias veces he comentado en este cuaderno digital la obra ingente y de compromiso social de Banksy, recordando hoy uno de sus grafitis, pintado en un mural en Nicholas Everitt Park, Lowestoft (Suffolk), en la que aparecen tres niños de pie en un bote y con un gorro de papel, con un mensaje sobre una pared sobre el que he escrito también aquí, en bastantes ocasiones, aunque con un sentido contrario: “Todos estamos en el mismo barco”.

Podemos probar para ver qué nos queda por vivir y experimentar si atendemos lo ocurrido en la casa de comidas calientes de Pompeya, en sus váteres individuales y colectivos, así como por los mensajes de los grafitis distribuidos por las paredes de esta maravillosa ciudad oculta por la lava. Un día, todo desaparece y muchos siglos después descubrimos que hubo tiempo de todo, incluso de cruzarse entre las calles de las Bodas de Plata y la de los Balcones de una Pompeya rediviva, para comprar una comida rápida y caliente antes de que la lava los borrara de la vida casi sin darse cuenta. También, de que ocultara los insultos hacia los diferentes, que es importante resaltar porque, veintiún siglos después, ya sabemos que la intolerancia era una flor que adornaba también a los romanos de pro, los poderosos, los que despreciaban a sus congéneres amparando la burla, la esclavitud y el odio a la singularidad.

Visto lo visto desde la antigüedad, sabemos hoy que en El Puerto de Santa María (Cádiz) se han detectado 17 grafitis, recientemente, cuya autora ha sido descubierta finalmente y en los que únicamente quería expresar el amor hacia una persona que quería recuperar en su vida con frases inolvidables del tipo “Te quiero a jierro”; “te echo de menos, te pienso de más”; “me flipan tus ojos marrones”, firmadas siempre como KE PAZA KILLA, “artistilla de ½ pelo” (en su perfil), en un esfuerzo encomiable por salvaguardar la escritura y fonética andaluzas, cuidando al máximo la tipografía al utilizar la fuente que se utiliza todavía hoy en la señalización de las calles más antiguas de Sevilla, una bella historia de Pickman y Cía, la fábrica de cerámica de la Cartuja, en esta ciudad, que comenzó su actividad en 1830. Al haber sido descubierta, se ha arrepentido de la “acción” grafitera y los ha tapado uno a uno como un acto de contrición. Creo que esta acción es fronteriza entre la expresión artística y la utilización indebida de espacios públicos y privados. Ahí está el debate.

Una cosa más, que diría Steve Jobs. Lo que no he olvidado jamás fue la pintada que describí en un artículo publicado en 1977, Un profeta para una pintada, en el que abordaba una realidad clamorosa, la desaparición de los “nuevos profetas”: “Y su ausencia se nota. El grupo, el equipo, el partido, la confesión religiosa y así sucesivamente, sacrificando a menudo a los profetas, incluso a sus profetas, por un prurito de nombre, de clase, grupo o ideología compacta. Este ha sido el «milagro español» durante muchos años: fuga de cerebros, y por qué no, fuga de profetas, fuga de inteligencia y de voluntad, de corazón. Y el país lo nota. No hace muchos días, vi una pintada en una calle céntrica de Sevilla que me recordó esta ausencia. Decía más o menos así: «A los de vida destrozada, ¿quién los reivindica?». Es verdad. Durante la última oleada electoral este grito hecho partido no se ha escuchado, porque los de «vida destrozada» comprenden un grupo amplísimo de mujeres y hombres que combaten diariamente a vida o muerte por la existencia. Es una neurosis de conflicto crónica y crítica, donde no hay tiempo para organizarse, porque la desconfianza en el propio ser humano es su mejor bandera”.

Aquel artículo finalizaba de una forma que puedo asumir hoy plenamente: “Hubo ya un rabino jasidista, Bunam de Przysucha, que intuyó la dificultad de escribir algo sobre el hombre que fuera convincente y tuviera fronteras. Al calibrar la «locura» de su empresa dijo: «Pensaba escribir un libro cuyo título seria «Adán», que habría de tratar del hombre entero. Pero luego reflexioné y decidí no escribirlo». Quizá sea ésta una razón metafórica inconsciente para no atender al interrogante de la pintada, porque indudablemente el parafraseado cuestiona la esencia humana y puede «amargar la existencia» a más de uno: «pensé un día reivindicar y decidí no hacerlo». Es el momento álgido: o profecía, o silencio culpable. Sin comentarios. Afortunadamente, la ciudad va quedando más limpia. Pero, por favor, esta pintada que no se borre. Puede ser que algún profeta se haga presente y se quede entre nosotros…”.

Las paredes de El Puerto de Santa María, con un significado profundo para una historia de amor de la grafitera desconocida, ya han quedado «más limpias», pero sus mensajes, que eran una obra de arte con alma dentro, han desaparecido para siempre. O no, porque depende de cómo se hayan quedado o se lean todavía en el alma de cada uno. Así, hasta la posteridad, como en Pompeya.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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