Se llamaba Claudia y sufrió acoso escolar

Ministerio de Educación y Formación Profesional / Servicio de atención telefónica en casos de maltrato y acoso escolar

Sevilla, 1/V/2023

Siento hablar de Claudia en pasado, una joven de 21 años que vivía en Gijón, porque es socialmente injusto. El sábado pasado supimos que había decidido no seguir viviendo en un mundo tan adverso para ella. No voy a entrar en detalles escabrosos tan propicios para el sensacionalismo barato y cruel, pero creo que es una ob-ligación (así, con guion) ciudadana luchar con todos los recursos posibles para erradicar esta plaga, el acoso (bullying), que hace sufrir a miles de personas en nuestro país, porque estamos obligatoriamente obligados a romper los silencios cómplices que se han convertido en una plaga en torno a los acosos de todo tipo que se dan a diario en familias, escuelas, institutos, universidades, trabajos y en determinados entretenimientos digitales.

Antes de llevar a cabo su acción liberadora a nivel personal, porque sentía que no había alternativas a su sufrimiento personal e intransferible, Claudia dejó una carta manuscrita que transcribo literalmente: «Queridos acosadores. Sabéis quienes sois. Soy yo, Claudia, ‘Ratatui’. Espero que todos y cada uno de vosotros sepáis el daño que vuestras acciones han hecho. Habéis cogido a una niña de alta autoestima y de altas capacidades y la habéis machacado hasta el punto de no salir de la cama en años y de llevarla al suicidio. Sí, vosotros, estudiantes del año 2002 [sic] del Colegio La Asunción de Gijón. Me da igual que seáis hijos de famosos, que tengáis más de 10.000 seguidores en redes sociales o que os victimicéis. DAIS ASCO. Que sepáis que habéis hundido a muchas personas y ahora espero que carguéis con una muerte en vuestra conciencia. Por favor, parad el acoso, dejad a las personas ser quienes son. #STOP BULLYING [aparece enmarcado]. Hasta siempre«.

Sobran comentarios, porque la realidad del acoso sufrido es evidente, como también la realidad de esta situación en el país, que afecta a miles de personas de toda clase y condición, siendo mucho más lacerante en los afectados más vulnerables por múltiples razones, fundamentalmente porque el acoso se ha convertido en un ecosistema social y cultural que de forma silenciosa se va instalando en estamentos educativos, sociales y laborales. Lo que suele comenzar con bromas de mal gusto y etiquetas sociales insultantes, suele acabar con violencia hacia los compañeros y compañeras más indefensos ante una sociedad que no tiene compasión en muchas ocasiones con el que está al lado, sólo, a veces, por el mero hecho de ser diferentes, singulares, por no reírles todas las gracias a los líderes «graciosos» de turno, matones y matonas de la peor clase.

El verdadero problema radica en la educación que reciben esos acosadores por parte de sus propias familias y entornos desestructurados en muchas ocasiones, tan propicios para alimentar estas conductas salvajes hacia los más débiles, en el amplio sentido del término «débil». Luego, saben que cuentan en muchas ocasiones con los silencios cómplices colectivos, porque casi nadie quiere complicarse la vida participando en las denuncias imprescindibles e inmediatas que se tienen que llevar a cabo en el momento que se conocen este tipo de situaciones. A pesar de los protocolos que en la actualidad suelen aprobarse en los colegios ante el acoso escolar, por ejemplo, la realidad es que también se burocratizan hasta la eternidad y los niños y niñas o jóvenes que lo sufren se sienten abandonados, junto a sus familias, iniciándose a veces auténticos caminos de calvario ante la soledad social en la que suelen desarrollarse y acabar estas acciones.

Lo que escribe Claudia me ha conmovido y conturbado, así como su decisión asociada de suicidio. Estas palabras son un reconocimiento a su vida y una llamada de atención personal para que estemos atentos a si en algún momento conocemos alguna situación de bullying, no sólo en el ámbito escolar sino en cualquier ámbito de la vida, porque esta realidad está extendida en la sociedad y es más habitual de lo que parece. Debemos identificar a sus autores inmediatamente, denunciarlos y que el estado de derecho funcione en todos sus estamentos de responsabilidad, sin olvidar que en la familia y en los centros educativos existe una responsabilidad prioritaria de atención, no delegable, que se debe asumir con extrema urgencia. Claudia lo dejó escrito: Por favor, parad el acoso, dejad a las personas ser quienes son.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!