Melchor Rodríguez, el ‘Schindler de Triana’, nos enseñó a olvidar el olvido

Sevilla, 18/V/2023

Puede parecer insólito pero el Ayuntamiento de Madrid, con un alcalde al frente que ha agraviado por ejemplo la memoria democrática de Miguel Hernández o de la escritora Almudena Grandes, entre otros desmanes, ha concedido a título póstumo la Medalla de San Isidro 2023, en su categoría de Medalla de Honor, al sindicalista y anarquista confeso, Melchor Rodríguez García (Sevilla, 1893- Madrid 1972), sevillano de Triana, que por su último destino como alcalde republicano de Madrid merece ahora esta distinción en reconocimiento a “la labor humanitaria que llevó a cabo”, honor que comparte de forma sorprendente también con la periodista Ana Rosa Quintana y la cantante Olvido Gara, Alaska, en un todo revuelto de difícil digestión democrática. En el caso de Melchor Rodríguez se otorga a alguien que por su ideología de respeto a las personas de pensamiento contrario, le hizo merecedor de los apelativos “Schindler de Triana” o “Ángel rojo”, siendo un hecho irrefutable que salvó la vida a los enemigos declarados en la represión por parte de los republicanos durante la guerra civil, tal y como se narra con detalle, por ejemplo, en una biografía novelada escrita por Alfonso Domingo, El ángel rojo. El anarquista que salvó a sus enemigos, que trata sobre la vida y obra de este sindicalista anarquista, que defendía algo tan importante como que “la Revolución no es matar hombres indefensos” o que “por las ideas se puede morir, pero no se puede matar”.

Según la sinopsis oficial de la obra citada, en esta novela biográfica se “cuenta la historia de Melchor Rodríguez García, delegado especial de prisiones de la II República española. Sevillano de nacimiento, Melchor Rodríguez fue un anarquista que prefería «morir por las ideas, nunca matar por ellas», y que demostró gran humanidad en la guerra civil española, salvando la vida de numerosos enemigos. Mientras en el lado franquista se exacerbaba la represión, Melchor lograba imponer el orden en la retaguardia republicana, parando las sacas de las cárceles, los paseos y los fusilamientos. Nombrado después concejal del Ayuntamiento de Madrid, le cupo la triste tarea de hacer entrega del consistorio a las tropas vencedoras a finales de marzo de 1939. Condenado por el nuevo régimen, cumplió cinco años de una condena de veinte. Hasta el final de sus días siguió siendo libertario. En total, Melchor estuvo 34 veces en la cárcel con la monarquía, la república y el franquismo. Su entierro, en febrero de 1972, consiguió unir a dos Españas irreconciliables: anarquistas y miembros del régimen que él había salvado en la guerra”.

Junto al reconocimiento personal por su trayectoria, mucho más allá de la medalla actual, me quedo con las palabras que pronunció su bisnieto, Rubén Buren, en el acto de entrega de estas distinciones, en las que destacó la necesidad de la autocrítica «por parte de los nietos de los vencedores y vencidos de la «Guerra Incivil», porque «Este país sigue dividido en el revanchismo, no hay autocrítica de los nietos de los vencedores y vencidos, una autocrítica que es necesaria parta construirnos porque estamos condenados a vivir en este país; mi bisabuelo respetó todas las ideas y salvó la vida a centenares de personas, sin preguntar. Los salvó», «[…] salvó la vida a muchos de sus enemigos» y «facilitó la salida de España o resguardó en su casa en la Guerra Incivil», […] «En otros países, Melchor tendría estatuas y plazas. La memoria de este país sigue instalada en el odio al que no piensa como nosotros, pero no hay nada más rico que la diversidad de pensamiento, raza y cultura, sin odio. Entender al otro es entender las aristas de uno mismo, y honrar a Melchor es honrar la mejor parte que tenemos como seres humanos», concluyó.

En su ciudad natal, la iniciativa popular y sindical cercana a su ideología anarquista, le dedicó en 2009 una placa conmemorativa en la calle de Triana donde nació, San Jorge, en el actual número 23, así como una calle “[…] en la Verea de San Cayetano, junto a Valdezorras (barrio directamente relacionado con los ”trabajos forzados“ de los presos políticos del franquismo que construyeron el Canal de los Presos). Un buen lugar para él, que siempre estuvo vinculado a las cárceles: la mayoría de las ocasiones como preso, durante la monarquía de Alfonso XIII, la República y la Dictadura, pero también como responsable político de esas mismas cárceles en el Gobierno republicano de 1936-1937 en el Madrid sitiado por los golpistas”, tal como lo leí recientemente en un artículo dedicado a este alcalde efímero pero ejemplar, en el que Cecilio Gordillo, miembro de la CGT lo explicaba con este detalle, alguien al que le habían importado mucho todoslosnombres, creando una plataforma homónima en torno a las víctimas de la represión franquista.

Creo firmemente que recordando hoy a Melchor Rodríguez, más allá de la medalla de honor en una ciudad que demuestra institucionalmente, a veces, todo lo contrario de lo que ahora premia, es muy importante olvidar el olvido, porque no hay acción mejor que la de recuperar de la mejor forma posible la memoria de un país, de las personas dignas de su pasado, tal y como lo aprendí de Eduardo Galeano en su escuela del mundo al revés: “Olvidar el olvido: don Ramón Gómez de la Serna contó de alguien que tenía tan mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo. Recordar el pasado, para liberarnos de sus maldiciones: no para atar los pies del tiempo presente, sino para que el presente camine libre de trampas. Hasta hace algunos siglos, se decía recordar para decir despertar, y todavía la palabra se usa en este sentido en algunos campos de América latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros; nunca está quieta, y con nosotros cambia. No nació para ancla. Tiene, más bien, vocación de catapulta. Quiere ser puerto de partida, no de llegada. Ella no reniega de la nostalgia: pero prefiere la esperanza, su peligro, su intemperie. Creyeron los griegos que la memoria es hermana del tiempo y de la mar, y no se equivocaron”. Excelente reflexión para abrochar este pequeño homenaje a un paisano entre otros muchos dignos como él, a los que Luis Cernuda pidió desde su exilio que algunos de ellos, como por ejemplo Melchor Rodríguez, sevillano como él, merecerían siempre nuestra atención por su trabajo en vida, con amor hecho, porque “la Revolución no es matar hombres indefensos” y porque “por las ideas se puede morir, pero no se puede matar” sin sentido alguno. Extraordinaria lección.

Itzhak Perlman, interpretando el tema principal de la banda sonora de La lista de Schindler, junto a John Williams, compositor de la misma, dirigiendo la Orquesta de Connecticut.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!  

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