Elecciones Municipales 2023 / 6. Todos los partidos políticos y quienes los representan, no son iguales

Noray en Puerto Calero (Lanzarote) / JA COBEÑA

Sevilla, 21/V/2023

A veces, falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…
Después, suele faltar barco para recoger a todos los que se tiraron a ese mar…

Existe una frase muy extendida en los coloquios de este país, cuando se afirma con una rotundidad que da miedo, que todos los partidos políticos y quienes los representan, son iguales, sin excepción alguna. No estoy de acuerdo, ni acepto esta expresión a modo de mantra, aunque es comprensible que exista un descrédito generalizado de la política y de los políticos que la llevan a cabo, pero los árboles impiden ver a veces el bosque y no es justo generalizar sin compasión sobre la llamada “clase” política. El hartazgo es evidente, pero es imprescindible separar la paja del heno como nos enseñaron hace ya muchos años, unos en el lenguaje del campo puro y duro, otros en la doctrina oficial de la Iglesia, ahora aplicado a la política en general. Siendo una verdad incuestionable, ¿por qué es necesario acabar con análisis totalitarios y absolutistas de los casos de corrupción, en los que no se salva nada ni nadie, porque se dice que “la política es así, al final todos son iguales”.

Creo que por higiene mental es imprescindible diagnosticar bien la situación y colaborar en la reconstrucción de la democracia día a día, mucho más en un país tan cartesiano y dual para todo lo que se hace visible “políticamente hablando” en el día a día. Ese ha sido mi empeño en lo que he escrito en este cuaderno digital sobre la búsqueda de antónimos de la palabra «ocaso» aplicada a la democracia, teniendo muy presente una canción de Pablo Milanés, Proposiciones, en una estrofa de su letra aplicada en esta “circunstancia” que convive con “mi yo” de cada día:  Propongo compartir lo que es mi empeño / Y el empeño de muchos que se afanan / Propongo, en fin tu entrega apasionada / Cual si fuera a cumplir mi último sueño.

Vivimos unos momentos que exigen mucho rigor en la toma de decisiones que facilita la democracia y no todos los programas políticos son iguales, ni los políticos que los ejecutan tampoco. Ser de derechas, centro o izquierda, de sus extremos, también del arriba o abajo actual, en este país, parece que imprime carácter hasta que la muerte te separe y está mal visto socialmente que haya alternancia en la pertenencia a un determinado partido o a otro. Es verdad que aparentemente parece una gran contradicción estar defendiendo un día los valores de la socialdemocracia más exigente y al otro los del liberalismo más feroz. Normalmente pasa porque las ideologías son un flanco muy débil en nuestro país dado que los partidos no han estado muy finos a la hora de aceptar militantes en sus filas y la formación en la «creencia» en sus idearios brilla muchas veces por su ausencia. Esta es una realidad que hay que aceptar pero lo que no es normal es que haya unos desplazamientos de pertenencia a partidos o de votos, tan agresivos, como a los que estamos asistiendo en la actualidad. El llamado voto de castigo existe, pero deja detrás una gran incógnita: ¿se conocían bien las ideologías y los programas de los partidos a los que se han votado con anterioridad?, ¿se puede cambiar tan fácilmente de chaqueta por los errores de determinados miembros de un partido?, ¿se conocía bien el ideario de un programa, más allá de acciones concretas de algunos representantes eximios del mismo?

Indiscutiblemente, todos los partidos no son iguales, ni tampoco las personas que los representan. Tampoco somos iguales los electores. Basta conocer la trayectoria histórica de los partidos que han existido en los cuarenta y cinco años de democracia en este país, para no dejar duda alguna que no es lo mismo la historia de la derecha o del centro que la de la izquierda, por mucho que se quiera generalizar sin compasión alguna en análisis que no resisten el más mínimo juicio de valor crítico. Todos no han sido iguales, luego todos no son iguales ahora si se respeta la historia y este aserto se debería defender por la militancia más activa de cada partido. Se ha tenido que hacer un camino político al andar que es de bien nacido reconocerlo y pregonarlo para que no haya duda alguna sobre su legitimidad. El tratamiento de la memoria histórica y democrática de este país es una cuestión recurrente que no sólo hay que aplicar al tiempo de la guerra civil y sus daños colaterales, sino también en cada momento actual, porque la memoria histórica integra también el ayer del país y su proyección en la vida de cada persona que lo integra. Y todos los partidos no han tratado igual a Andalucía a lo largo de su reciente historia política, cuestión que no se debería olvidar nunca.

Andalucía ha sido una experiencia especial a lo largo de esta etapa democrática. Se critica duramente que la izquierda haya estado gobernando durante treinta y siete años en esta Comunidad hasta que pasó a la oposición en las elecciones de 2018,  pero fue la decisión de los andaluces, sin más paliativos. Vino la alternancia, que había que acatarla sin más porque ese es el gran secreto de la democracia, el respeto casi reverencial al voto de cada elector. En democracia éstas son las reglas del juego, aunque a determinadas personas nos duela vivir determinados triunfos políticos porque las políticas que se llevan a cabo no respetan el interés general de todos los andaluces, sin dejar a nadie atrás. Siempre recuerdo lo que he vivido en diversas convocatorias electorales, época propicia para las deserciones casi colectivas del electorado de izquierdas, propiciando la división y, por extensión, lo que se llama técnicamente “abstención”, cambiando lo que haya que cambiar, que me llevó a crear un aforismo personal y transferible:

Falta mar para recoger a todos los que se tiran del barco…

Este aforismo aprovecha el texto dentro del contexto que se aconseja en estos planteamientos de aproximación a la cruda realidad y que lo definen en sí mismos: “Era objetivo, porque he asistido a deserciones de todo tipo de la izquierda en diversas convocatorias. Era inteligible, porque muchas personas que se mantenían en el puente de mando personal, político y profesional, sabían que era cierto solo con mirar a su alrededor. Y la dialéctica era obvia: o barco o mar, porque en determinados momentos se controlan por la tensión económica, política o social, correspondiente. Era verdad, desgraciadamente, que cada uno estaba al final en su sitio, porque lo que defiendo desde hace años es que no todos decimos lo mismo, ni vamos en el mismo barco. Ni hacemos la misma singladura. Ni navegamos con la misma empresa armadora, llamémosla hoy, partido. Unos en cruceros, otros, en pateras, sin quilla, pero navegando siempre hacia alguna parte, buscando islas desconocidas, que se encuentran. Y pasadas esas fechas críticas, nació un nuevo aforismo, como corolario del anterior e indisolublemente unido a él:

Falta barco para recoger a todos los que se tiraron a ese mar…

Se aproximan fechas críticas para nuestro país, para los Ayuntamientos de nuestra Comunidad. Votar o no votar no debe ser la cuestión. Hay que votar, sin duda alguna y a quienes representen mejor los objetivos que tenemos como personas y como grupos insertos en una sociedad muy concreta. Todos los partidos no son iguales, ni las personas que los representan tampoco. Leamos los programas, asistamos a las presentaciones de estos, conozcamos a sus líderes, hablemos con la gente más próxima y tomemos nota. La lista de los proyectos políticos también la debemos hacer nuestra, no solo la que figura en unas siglas. Es probable que tomando conciencia de que tenemos que trabajar unidos para defender esa acción política diaria del partido al que voto, empecemos a ver las cosas de diferente forma, porque el empoderamiento, es decir, la capacidad para conocer lo que está sucediendo y participar posteriormente en las decisiones informadas para alcanzar los objetivos trazados, ya no es algo que corresponde solo a los demás sino a nosotros mismos. Es obvio que todos no somos iguales ni vamos en el mismo barco a la hora de votar. Me asombra para bien, ver todos los días a muchas personas que viajamos en la vida en patera, mientras otros nos saludan desde su “crucero de lujo”, real o imaginario, saludándonos desde la popa y diciéndonos incluso adiós. La verdad es que no es lo mismo, porque todos no son ni somos iguales.

Los nadieslos hijos de nadie, los dueños de nada. / Los nadies: los ningunos, los ninguneados, / corriendo la liebre, muriendo la vida, a los que siempre defendió Eduardo Galeano, están siempre en su sitio y pocos partidos los representan, porque todos no son ni somos iguales. Tampoco lo olvidaré a la hora de votar el próximo 28 de mayo, navegando en mi patera ética por la memoria histórica de Andalucía, de mi ciudad, mi polis, donde desarrollo mi vida “política” como ciudadano. Llegado a puerto, la amarraré al noray ético de mi vida, que también existe. Hasta el próximo viaje “político” hacia alguna parte, a pesar de su fragilidad extrema.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!