Fotograma del cortometraje Silencio
Hoy ha sido un paseo especial. De forma inesperada he saludado personalmente en su escenario-kiosko de la ONCE a María Ángeles Narváez Anguita, conocida también por el nombre artístico de “La niña de los cupones”. Hemos cruzado unas palabras llenas de emociones y sentimientos, como si fuera un reencuentro después de un paréntesis vital. En la persona de secreto de la artista vive una luchadora por la dignidad a todos los niveles, como trabajadora de la suerte y del arte de bailar, con las incomprensiones que rodean a veces nuestras vidas. Sobre todo, por la mediocridad de personas e instituciones que nos embargan la cuenta de la felicidad y de la vida, sin que se nos haya pedido permiso para ello.
Me ha hablado de sus proyectos, de centrarse en su vida artística y dedicarse a ella por completo. Deberíamos acompañarla a todos los niveles en esta aventura vital tan apasionante, cuando nos ha dado muestras de una calidad humana y profesional fuera de lo común. Basta recordar algunas palabras suyas en el cortometraje “Silencio”, tan premiado, para explicar cómo una persona sorda es capaz de bailar con un sentimiento especial: “Yo siento el compás a través de los poros de la piel y a través de la vista me fijo mucho para guiarme con la música. Como hago con el cante, que me aprendo de memoria las letras. Una vez que me aprendo la letra, me aprendo el sonido que entra de la letra. Ya la canto y cuando canto la letra ya me ha llegado al alma, ya la sensibilidad está a flor de piel y ahora es cuando viene el arte. Pero el arte lo pones tú, el arte no se enseña”. Y baila las canciones aprendidas de esta forma tan magistral, con ese arte inconfundible que tanto emociona. Con su arte.
Cuando me he despedido, era consciente de que volvía de mi corazón a mis asuntos, recordando al caminar por las aceras de Sevilla que cualquier persona de bien puede construir el mundo que algunas personas consideran el primero, el suyo, el de secreto, que afortunadamente está todavía fuera de los circuitos institucionales y financieros que niegan el crédito existencial para vivir dignamente. Porque ese mundo tan digno es el de María Ángeles Narváez Anguita, una mujer que hoy estaba vendiendo cupones en una calle de Sevilla, escuchando atentamente los pasos de personas que caminan hacia otro mundo posible en una acera de todos. Conoce mejor que nadie el arte de callar y… bailar porque, sobre todo, sabe escuchar y mirar apasionadamente.
Sevilla, 14/V/2015
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