Una inteligencia maravillosa


Una mente maravillosa. Discurso final

La comunidad científica está triste porque ha muerto John Forbes Nash, premio Nobel de Economía de 1994, un ejemplo de superación personal y social que nos ha conmovido desde que conocimos su experiencia de vida en un mundo dual llamado esquizofrenia, del que salió tras un esfuerzo encomiable y que pudimos valorar de forma privilegiada a través de una película que ha marcado la existencia de muchas personas.
No he olvidado nunca las palabras que pronunció Nash en el discurso de recepción del premio Nobel, que también se recoge en los planos finales de la película, con una interpretación extraordinaria de Russel Crowe:

“¡Gracias! Siempre he creído en los números. En las ecuaciones y la lógica que llevan a la razón. Pero, después de una vida de búsqueda me digo, ¿Qué es la lógica? ¿Quién decide la razón? He buscado a través de lo físico, lo metafísico, lo delirante,…y vuelta a empezar. Y he hecho el descubrimiento más importante de mi carrera, el más importante de mi vida. Sólo en las misteriosas ecuaciones del amor puede encontrarse alguna lógica. Estoy aquí esta noche gracias a ti. Tú eres mi única razón de ser. Eres todas mis razones. ¡Gracias!”.

Escribí en 2009 una carta sobre El equilibrio de Nash, tras la lectura de un reportaje de la revista dominical Magazine, de 13 de septiembre de ese año, porque hacía tiempo que no constataba de forma tan directa el nuevo elogio de la inteligencia genial que es también algunas veces, para la ciencia y la literatura, de la locura. El apasionante retorno de John Forbes Nash a la cordura no conformista, lo dejaba bien claro: la locura es un sueño del que se puede despertar. Su visión sobre el conocimiento humano no dejaba resquicio a la desesperanza en sus palabras. Todo el reportaje era un canto al interés de que el mundo solo tiene interés cuando se va hacia adelante en la vida, en cualquier plano y, sobre todo, en el del conocimiento. No sobraba una línea del mismo, todas sus palabras se cruzaban con perspectivas saludables, en clave de constante pensamiento racional frente a cualquier irracionalidad de viejo o nuevo cuño. Además, aconsejaba a los jóvenes estudiantes, tras su viaje de ida y vuelta a la estereotipada normalidad, como un canto a la vida racional creativa, que la felicidad no depende de resultados académicos, que necesitamos el riesgo, que hay que asumir los propios fracasos y atreverse a abordar la maravillosa creatividad haciendo cosas que nos diferencian de los demás, pensar por sí mismos. En definitiva, vivir en permanente equilibrio, según su paradigma, sabiendo que la locura de vivir es una estrategia para que todos podamos ganar al despertar de sueños reales.

Sé de lo que hablaba Nash, porque cuando se produce la muerte de alguien a quien quieres o admiras o te mueres por dentro cuando te clasifican como loco o loca, es difícil encontrar respuestas. Creo que solo queda una muy concreta, la de la amistad, la del amor que comentaba Nash, porque cuando te caes o tropiezas en las piedras de la vida cuerda o loca, siempre estará alguien cerca para ayudarte, levantarte y seguir haciendo camino al andar. Es lo que le pasó a un hombre de asamblea, de “comunidad” que se llama hoy, de nombre Eclesiastés, que no tenía respuestas para la muerte o la locura en vida, pero en cierta ocasión le habían contado en su círculo más cercano que la amistad o el amor, tanto monta-monta tanto, es como la cuerda de tres hilos, que difícilmente se puede romper. Y así lo han dejado hablado y escrito el Eclesiastés y John Forbes Nash. Maravillosa inteligencia.

Sevilla, 25/V/2015

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