Unos días de verano en Mallorca / 5. En casa de Pilar y Joan Miró

Fuimos a su casa, sede actual de la Fundación que lleva sus nombres, con la ilusión de conocer el rincón en el que vivieron muchos años y donde se crearon obras muy representativas de casi la tercera parte de su fecundo trabajo en Mallorca, cuna de la madre y abuelos de Joan Miró. Unirlos en esta visita no era una actitud inocente sino que siempre quiero reconocer el trabajo arduo, silencioso y cargado de respeto de las personas que han vivido de forma plena con artistas de reconocido prestigio y que la historia las relega casi siempre a un lugar en el olvido. Siempre tengo en mi memoria el rol que desempeñaron en las vidas de Juan Ramón Jiménez o de Rafael Alberti, tanto Zenobia Camprubí como María Teresa León, a las que debemos siempre un gran homenaje. En este caso, la de Pilar Juncosa, compañera inseparable de Miró desde que contrajeron matrimonio en 1929 y hasta que fijaron su residencia en Son Abrines sede actual de la Fundación junto a terrenos y edificios contiguos que se incorporaron a la sede inicial.

Ambos decidieron legar a la ciudad de Palma, a través del Ayuntamiento, los talleres del artista, uno de cuyos edificios fue diseñado como estudio por su amigo Josep Lluis Sert, que visité con emoción y respeto por todos los recuerdos que en él figuran. Dos años antes de morir Joan Miró, el matrimonio Miró-Juncosa consolidó el proyecto de Fundación con la constitución de sus Estatutos y después de su fallecimiento y por iniciativa de su esposa Pilar se solicitó al arquitecto Rafael Moneo que diseñara un nuevo edificio como sede de la Fundación, inaugurándose como tal en 1992.

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Estudio Sert (detalle interior) – Fundación Pilar y Joan Miró / JA Cobeña

El edificio de la sede es un homenaje a la estrella, símbolo permanente en la obra de Miró, que Moneo quiso respetar en su concepción arquitectónica, a modo de ciudadela, en palabras del autor. Me llamó la atención el respeto de conjunción con la obra de Miró, por parte del arquitecto, al resaltar en sus jardines las plantas autóctonas a las que Miró había dedicado muchas reflexiones pictóricas.

Comenzamos la visita por el espacio estrellado, según Moneo, que recoge una parte de la obra de Miró. Sentí que la representación artística de su dilatada vida, en este espacio de la Fundación, era escasa. Esperaba que en su sede histórica hubiera una colección más completa, pero creo que habrá criterios mercantiles u otros en la intrahistoria de la familia Miró y su legado, que los humanos ni siquiera sospechamos. Representación muy pobre, en definitiva.

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Edificio Sert – Fundación Pilar y Joan Miró / JA Cobeña

Nada que ver con el edificio destinado a talleres diseñado y construido por su amigo Josep Lluis Sert, un arquitecto de fama mundial que por su ideología permaneció desterrado en Harvard donde llegó a ser Decano de la Escuela Graduada de Diseño. Desde la caja de madera que contenía la maqueta inicial del proyecto, así como los planos originales de los primeros alzados del edificio, junto a fotografías de la residencia de Sert en Cambridge (Boston) en las que figuraba un sempiterno salón con pinturas originales de Miró, dejaban entrever una amistad consolidada con el paso de los años y donde este espacio tan singular le permitiría recordar durante sus jornadas de trabajo la presencia permanente de su gran amigo. El edificio es impecable en su concepción global: diseño de respeto al contexto mediterráneo, conjunción de colores en los que predomina siempre el blanco, homenaje permanente a la luz como compañera inseparable del artista a través de sus amplios ventanales y cubiertas a modo de aves mensajeras en posición de vuelo. Una delicia.

Salimos al exterior donde la bahía de Palma aparece en todos sus rincones. Nos sentamos en un banco en el que probablemente Miró contempló más de una vez los paisajes que allí aparecían como por ensalmo. Accedimos a Son Boter, una casa mallorquina que Miró adquirió en 1959 gracias al dinero obtenido en el premio Guggenheim International, que le permitió ampliar sus talleres, sobre todo y en una primera etapa para su obra escultórica, aunque más adelante también fue refugio para la obra pictórica más tardía y de mayor formato. Es una visita que sobrecoge, sobre todo por los grafiti originales que aún se conservan y de los que recordábamos algunas obras finales que están hoy muy cerca de los ciudadanos en Palma, por ejemplo.

Vivimos emociones contradictorias, tales como la reducida obra artística y global de Miró en la Fundación y algo que nos ha acompañado durante estos días de viaje a Mallorca: la soledad cultural. Estuvimos solos durante la mayor parte de la visita, algo que nos acompañó todo el viaje a estas experiencias culturales que estoy narrando en esta serie. Creo que merece una reflexión porque un pueblo que no ama su cultura está condenado a no crecer en valores y desarrollo de la inteligencia creadora que al final libera de una forma de ser en el mundo, dirigida por el poderoso caballero don dinero y por la mercancía resultante.

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Escultura en los jardines de la Fundación Pilar y Joan Miró / JA Cobeña

Fuimos a pasear por los jardines de la Fundación, en los que encontré una escultura que me llamó mucho la atención: dos lápices que se encuentran y donde se sitúa un leñador en su parte final. Todo un símbolo de la trayectoria de su creación artística. También, las sempiternas leyendas sobre las plantas autóctonas, con mensajes perturbadores: «Tiempo atrás, las Vitrubium opulus se podían encontrar aquí mismo. Si esta flor silvestre se da cuenta de que ha crecido en una tierra demasiado solitaria, inmediatamente abrirá sus pétalos al viento quien soplando a través de ellos emite un silbido que invita a los pájaros que pasan a hacerle compañía». Toda una premonición de lo que estábamos viviendo. Antes de finalizar la visita, pregunté por la casa original del matrimonio Miró-Juncosa y nos informaron que ya no existía porque la heredó un nieto que la tiró entera y construyó sobre el solar resultante la casa que linda actualmente con los terrenos de la Fundación. Nada que ver, salvo el muro de separación. Todo un símbolo para quien lo quiera interpretar.

VITRUBIUM OPULUS

Vitrubium opulus

Salimos de la Fundación, con un cierto desencanto. Bajando por la calle Saridakis (pintor egipcio y antiguo propietario del palacio del mar y del viento, marivent, situado al final de este recorrido), con cuesta muy pronunciada, nos encontramos con el palacio… de Marivent, donde estaba aquél día el Rey en su residencia de verano, cuyos jardines se abrirán al público por primera vez a partir del próximo invierno. Bastante solo, también, a tenor de las noticias políticas de esos días. Como el único policía que frente a la puerta principal del palacio, lo custodiaba en una isleta humilde, tal y como corresponde a estos tiempos revueltos y de soledad para almas inquietas.

Sevilla, 18/VIII/2016

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