
Sevilla, 31/VIII/2020
Soy consciente del momento crucial que están viviendo miles de familias ante el comienzo del curso escolar, por muy bien que se pueda organizar la apertura de los centros educativos con todas las medidas antiCOVID que podamos imaginar. Deseo con estas palabras sumarme de forma solidaria y constructiva al retorno escolar masivo en nuestro país a espacios docentes seguros. Recuerdo que me emocionó en 2015 una campaña de una Fundación en la que se homenajeaba a los maestros y maestras de este país, a través de un eslogan que podemos recuperar hoy con todo su sentido: “Hay cosas que te enseñan de pequeño y te das cuenta de mayor. Gracias, maestras y maestros, por ayudarnos a construir”. La campaña pretendía “resaltar la importancia de la labor docente no solo en la transmisión de conocimientos, sino también en la construcción de personas. Porque ser solidario, tolerante o respetuoso también puede aprenderse. Y puede aprenderse no solo en el ámbito familiar, sino también en el escolar. Parte de la idea creativa de que las maestras y los maestros, al mandar a sus alumnos al rincón de pensar, por ejemplo, les están enseñando a reflexionar, a recapacitar, a perdonar, a construir”.
Ha llegado la hora crucial de las maestras y maestros de este país ante una situación desconcertante y con muchos interrogantes por despejar, pero confío plenamente en ellos, casi de forma ciega. Lo aprendí de mi maestra, Dª Antonia, a la que tanto agradezco su dedicación en mis primeros años de Colegio. Era una persona extraordinaria, a la que siempre recuerdo por enseñarnos a ser personas respetuosas con aquellas situaciones mágicas docentes que nos explicaba cada día con una paciencia infinita; a compartir la vida pequeña con las compañeras y compañeros de la clase tan pequeños como yo, atenta a cualquier momento de necesidad sentida que atisbara en nuestras caras de todos y en las de secreto. Siempre llevaba caramelos de colores en sus bolsillos para premiar cualquier situación de reconocimiento al trabajo bien hecho o a la conducta correcta en la convivencia de la clase. O simplemente porque era muy cariñosa con nosotros y su natural era siempre amable sin necesitar casi nada a cambio.
Recuerdo que un día me manché el pantalón de tinta que me volcó un compañero de clase, “sin querer” decía ella, quitándole importancia, porque los tinteros de porcelana se sostenían de forma imposible en la banca que compartíamos. Para que no me regañaran en casa, porque conocía bien la educación espartana que recibí en el discreto encanto de la burguesía del barrio de Salamanca en Madrid, me llevó a su casa que estaba frente al Colegio, me quitó la mancha y procuró secarla para que cuando volviera a casa a mediodía no se notara, evitando una bronca monumental por parte de mi tía, que no entendía nada del sufrimiento de mi pequeña vida como niño del Sur en tierras de Castilla. El autor de la “fechoría” aprendió aquél día que había que tener cuidado con las cosas de manchar, cómo una maestra podía actuar como una madre y, sobre todo, que no le había castigado con el rincón de mirar a la pared, como acostumbraban otros maestros del lugar. Le enseñó a construir.
Dª Antonia nos enseñaba a pensar, a reflexionar, a recapacitar, a perdonar, a construir, para que cuando fuéramos el domingo por la mañana a ver el guiñol del Parque del Retiro, aprendiéramos que nuestro héroe, Chacolí, tenía que estar atento a una mujer, la bruja, para que no le pegara por la espalda con una palmeta muy parecida a la que tenían algunos profesores de nuestro Colegio. Aunque yo pensaba que ella no la tenía en clase porque no la necesitaba. Nos había enseñado a mirar siempre de frente, a no temer a una maestra de la vida, que no tenía que avisar nunca en momentos de peligro como el de la bruja porque siempre estaba allí Dª Antonia para cogerte de la mano y llevarte a pasear por la clase, sentándose contigo en su rincón preferido: el de querer, desinteresadamente, con su calidad humana que nunca he olvidado.
Hoy, viviríamos esta situación real con las mascarillas puestas. A través de los ojos descubiertos de Dª Antonia comprenderíamos muy bien qué significan y por qué hay que llevarlas puestas a pesar de la corta edad, por qué hay que lavarse las manos con frecuencia y por qué no podemos disfrutar juntos y sin distancias establecidas durante la estancia en el colegio. La educación es la piedra angular de un país y más allá de las disputas políticas de cómo llevar a cabo la ciclópea tarea de educar uniendo voluntades de siglas políticas, por cierto nada inocentes, más en estos momentos tan delicados, está la quintaesencia de educar para la vida, uniendo siempre, conocimiento, aptitudes y actitudes para ser personas dignas en el mundo actual a pesar del coronavirus. Cuando se desequilibra este trío de ases educativos, se producen resultados no pretendidos, que al fin y al cabo son los objetivos docentes no alcanzados. Sobre todo suspenden los profesores y suspende el país, no solo los alumnos. Ha llegado el momento crucial para educar.
Así viví la tarea de educar y ser educado cuando era niño y hacía las cosas de niño. Así lo he contado hoy porque me lo enseñaron de pequeño y lo he recordado siempre de mayor. Ahora, a pocas fechas de comenzar el curso escolar, reconozco que la actitud de Dª Antonia, como la de millones de maestras y maestros del mundo, de nuestro país, pueden hacer la vida de sus niñas y niños en clase mucho más amable y “normal” a pesar del coronavirus y para tranquilidad de todas las personas que admiramos y apreciamos la labor docente.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de http://entornosaludable.com/20/07/2020/medidas-de-higiene-en-los-colegios-contra-la-covid-19/
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.