Sevilla, 31/VII/2020
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Antonio Machado, Proverbios y Cantares (XXIX)
Finaliza Julio y agregamos días a una sensación que todos estamos experimentando en mayor o menor medida: llevamos un año complicado en la más alta extensión de la palabra y no sabemos cuánto camino nos queda por recorrer todavía en esta incertidumbre inquietante. Quizá nos puede ayudar en estos tiempos tan difíciles recordar a Antonio Machado, una vez más, en algunos de sus proverbios y cantares que, gracias a Serrat, los reconocemos agrupados a su libre albedrío: Todo pasa y todo queda, / pero lo nuestro es pasar, / pasar haciendo caminos, / caminos sobre la mar (XLIV). Estos meses atrás han sido una oportunidad para enfrentarnos a nuestra persona de secreto, la única forma de pensar si este mundo del coronavirus y yo estamos obligatoriamente obligados a entendernos, quizás con la recomendación continua de Machado: Nunca perseguí la gloria, / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción; / yo amo los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles, / como pompas de jabón (I). Creo que no estamos en la posición de amor perdido a los mundos sutiles y esta pandemia nos ha enseñado a cuestionar muchos objetivos de vida, de tener frente a ser.
Me gusta verlos pintarse / de sol y grana, volar / bajo el cielo azul, temblar / súbitamente y quebrarse… / Nunca perseguí la gloria (I). Los llamados mundos sutiles o inútiles para muchos son los que verdaderamente tienen su sentido en estos momentos: ¿Dónde está la utilidad / de nuestras utilidades? / Volvamos a la verdad: / vanidad de vanidades (XXVII). Quizá sea la estrofa siguiente la que marca el camino a seguir de ahora en adelante y que no sea sólo una parte de una canción tarareada: Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar (XXIX). Es verdad, porque deberíamos aprender de esta gran lección de la pandemia que hay caminos, autopistas de peaje caro en la vida, que nunca más deberíamos volver a transitar: Al andar se hace camino / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante no hay camino / sino estelas en la mar (XXIX).
El mejor festival de música de este verano debería llevar esta entradilla en los programas recuperados en los móviles, ya que hemos comenzado a darnos cuenta de que el papel puede ser transmisor también de virus, sobre todo el ideológico: Hace algún tiempo en ese lugar / donde hoy los bosques se visten de espinos / se oyó la voz de un poeta gritar / «Caminante no hay camino, / se hace camino al andar…». Golpe a golpe, verso a verso, golpes en el alma como los que hemos recibido en estos días pasados y que no deberíamos olvidar en su parte amable de descubrimiento y creación interior.
Serrat, en su oficio de cantor que no cantante (decía Facundo Cabral que cantor es el que debe y cantante el que puede), introdujo en su letra unas palabras de reconocimiento a Machado, con una enseñanza muy dura: el compromiso vital e intelectual casi siempre pasa factura cuando lo entregas a los que menos tienen y para construir un mundo mejor para todos: Murió el poeta lejos del hogar. / Le cubre el polvo de un país vecino. / Al alejarse le vieron llorar. / Caminante no hay camino, se hace camino al andar…» . Golpe a golpe, verso a verso.
Si el coronavirus nos impide vivir con tranquilidad en el mundo que queremos, si la vida es compleja para protegernos de sus ataques, si la normalidad no es tal, sabemos qué es lo que tenemos que hacer a través de los últimos versos de la canción, escritos por Serrat: Cuando el jilguero no puede cantar. / Cuando el poeta es un peregrino, / cuando de nada nos sirve rezar. / «Caminante no hay camino, / se hace camino al andar…». Golpe a golpe, verso a verso.
Voy de mis asuntos a mi corazón ahora, a mi clínica del alma, mi biblioteca, para buscar un libro precioso que me aportó en su momento la mejor respuesta de una pregunta obligada al escribir estas líneas: Para qué la poesía, de Juan Cobos Wilkins, al que sabe que aprecio desde que nos conocimos en 1982, en Huelva, con el agradecimiento expreso por todo lo que aprendí de él y sigo conservando en mi memoria de hipocampo. El libro es un homenaje sentido del olvido, la incapacidad de comunicación y la metáfora como salvación, con el que consiguió el XVI Premio de Poesía Ciudad de Torrevieja. En él se hacen muchas referencias a la vida: desvivir, revivir, convivir: conmorir con todo eso, lo de siempre, sobrevivir y vivir: eso invisible que le sucede a otros. Después, preguntas que preparan la respuesta de para qué la poesía, para justificar por qué el cerebro necesita poesía, cada día. Y la mejor respuesta, la vuelvo a encontrar al final de sus versos: para sanar, para vivir…, aunque ahora sea golpe a golpe, verso a verso.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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