Sevilla, 16/X/2020
Se ha publicado en la editorial Tusquets un libro muy esperado en su traducción al español, Música, sólo música, que recoge las conversaciones mantenidas por dos maestros de la literatura y de la música, Haruki Murakami y Seiji Ozawa, a lo largo de dos años, desde 2010. Es una joya bibliográfica, porque resume una vida de amor y respeto mutuo, de ambos maestros, a la música y a la literatura. Como adelanto, adjunto a continuación un fragmento facilitado por la editora, que simboliza muy bien el alcance de estos encuentros y su legado en favor de la cultura para todos. Me han parecido memorables las palabras de Leonard Bernstein en la presentación del Concierto para piano y orquesta n.º 1 de Brahms, a cargo de Glenn Gould y bajo la dirección del propio Bernstein con la Filarmónica de Nueva York, que se puede escuchar en directo en la playlist que adjunto a continuación.
FRAGMENTO
PRIMERA CONVERSACIÓN
En esencia, sobre el Concierto para piano y orquesta n.º 3 en Do menor de Beethoven.
Mantuvimos esta primera conversación en mi casa de Kanagawa, al oeste de Tokio, el 16 de noviembre de 2010. Nos dedicamos a sacar vinilos y cedés de las estanterías, los escuchábamos y después los comentábamos. Para evitar que la conversación saltara de un asunto a otro mi plan era abordar un tema concreto. En esta primera ocasión decidimos, por tanto, centrarnos en el Concierto para piano y orquesta n.º 3 en Do menor de Beethoven. Después decidimos comentar la interpretación de Gould y Bernstein del Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Re menor de Brahms, que ya he mencionado antes. Se daba la circunstancia de que Ozawa tenía programado un concierto de la obra de Beethoven con la pianista Mitsuko Uchida al mes siguiente en Nueva York.
Finalmente, a causa de una dolencia crónica de espalda agravada por el largo viaje hasta Nueva York y una neumonía como consecuencia de la ola de frío que azotaba la ciudad ese invierno, Ozawa se vio obligado a ceder la batuta a un sustituto y la misma tarde del concierto tuvimos la oportunidad de hablar durante tres horas seguidas de esa obra. Hicimos algún que otro descanso para evitar que se fatigara en exceso, a fin de que él tomase sus medicamentos y pudiera comer algo, como le había prescrito el médico.
Comienzo por el Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Re menor de Brahms
MURAKAMI: Recuerdo que hace tiempo me habló de una interpretación del Concierto para piano y orquesta n.º 1 de Brahms a cargo de Glenn Gould y con Leonard Bernstein al frente de la Filarmónica de Nueva York. Antes de comenzar, Bernstein se dirigió al público y anunció que se disponían a interpretar el concierto de acuerdo con el criterio del señor Gould, con el cual él no estaba de acuerdo.
OZAWA: Sí, yo estaba allí como asistente de dirección de Lenny (Leonard). De pronto, antes de empezar, Lenny salió al escenario y se dirigió al público. Por aquel entonces yo no entendía bien el inglés, así que le pregunté a la gente de mi alrededor qué decía y pude hacerme una idea general.
MURAKAMI: Ese episodio está incluido en el disco que tengo aquí.
Palabras de Bernstein
No se apuren. El señor Gould está aquí (el público ríe con cierto disimulo). Enseguida vendrá. Como ya sabrán ustedes, no tengo costumbre de hablar antes de los conciertos, a excepción de los pases de los jueves por la noche, pero ha ocurrido algo peculiar que merece, creo, una o dos palabras por mi parte. Están a punto de escuchar una interpretación, digámoslo así, poco ortodoxa del Concierto para piano y orquesta n.º 1 en Re menor de Brahms, muy distinta de cualquier otra que yo haya podido escuchar, o incluso soñar, hasta ahora por sus notables y amplios tempi, así como por sus desviaciones respecto a las dinámicas indicaciones del propio Brahms. No puedo decir que esté totalmente de acuerdo con el señor Gould, y eso pone en evidencia una importante cuestión: ¿qué pinto yo aquí dirigiéndolo? (Murmullos de la audiencia.) Lo dirijo porque el señor Gould es un artista tan serio e importante que no me queda más remedio que tomar en consideración cualquier cosa que se le ocurra de buena fe, y en este caso su concepción es lo suficientemente interesante como para convencerme de que ustedes deberían escucharlo. Pero la pregunta anterior sigue en pie. ¿Quién manda en un concierto, el solista o el director? (El público ríe cada vez más abiertamente.) La respuesta, obviamente, es que unas veces manda uno, y otras el otro, dependiendo de quien se trate. Casi siempre, ambos se las arreglan para trabajar juntos, ya sea mediante la persuasión, el encanto o incluso las amenazas. (Risas.) Eso permite ofrecer una interpretación coherente. En toda mi vida profesional sólo en una ocasión me he visto obligado a someterme por completo a la concepción radicalmente nueva, e incompatible con la mía, de una obra, fue la última vez que interpreté junto con el señor Gould. (El público estalla ahora en carcajadas.) Hoy, sin embargo, las discrepancias entre nuestros puntos de vista son tan enormes que creo necesario permitirme este pequeño descargo de responsabilidad. Por lo tanto, y volviendo a la pregunta de antes, ¿por qué lo dirijo? ¿Por qué no aprovecho para organizar un pequeño escándalo y busco un solista que lo sustituya, o dejo a mi asistente que se haga cargo de dirigirle? Pues porque estoy fascinado, encantado, de tener la oportunidad de ofrecerles una nueva visión de una obra tantas veces interpretada. Más aún, porque el señor Gould interpreta en muchos momentos con una frescura y una convicción sorprendentes. También porque todos nosotros podemos aprender algo de este extraordinario artista y sesudo intérprete. Y en último lugar porque en la música existe lo que Dimitri Mitrópoulos llamaba «el elemento deportivo», una curiosidad, un ansia de aventura, de experimentación, y les aseguro que toda esta semana de ensayos ha sido una verdadera aventura trabajar con el señor Gould para preparar este concierto. El resultado de ello es lo que les presentamos hoy aquí. (Aplausos sostenidos.)
OZAWA: Sí, sí. Fue algo así, aunque ya entonces no me pareció oportuno que lo dijera antes del concierto. De hecho, aún lo pienso.
MURAKAMI: Al menos Bernstein se lo tomó con sentido del humor y el público se rio a pesar de cierta confusión inicial.
OZAWA: Sin duda. A Lenny se le daba muy bien hablar.
MURAKAMI: No hay nada que objetar a su discurso. No revela nada malo entre ellos dos, tan sólo advierte de antemano que el tempo de la obra es de Gould, no suyo.
Empieza la música.
MURAKAMI: Mmm… Es verdad, el tempo resulta extrañamente lento. Creo entender lo que quería decir Lenny con su advertencia.
OZAWA: Esta parte es claramente un amplio compás de dos por dos, y en cada una de las secciones hay que contar un, dos, tres / cuatro, cinco, seis. Pero Lenny dirige como si fueran las seis seguidas porque los compases de dos por dos son demasiado amplios para mantener un intervalo consistente entre los golpes. No le quedaba más remedio que hacerlo así. Lo normal es uno… y dos…, y él lo dirige como uno… dos… Seguramente hay muchas formas de ejecutarlo, pero es así como se ejecuta casi siempre. Aquí, por el contrario, con un tempo tan lento no podía mantener un intervalo consistente entre los golpes, por lo que debería ser un, dos, tres / cuatro, cinco, seis. Por eso no fluye bien y se para todo el tiempo.
MURAKAMI: ¿Y el piano? OZAWA: Estoy seguro de que pasa lo mismo.
Empieza el piano (4:29).
MURAKAMI: Es verdad, el piano va muy lento.
OZAWA: Sí, pero tiene un sonido excepcional, sobre todo si no lo has oído nunca. Das por hecho que así es como funciona la pieza, como si fuera una hermosa melodía del campo.
MURAKAMI: No debe de ser fácil interpretarlo alargándolo de esa manera.
OZAWA: No. Escuche cuando llega a esta parte. Uno no puede dejar de maravillarse.
MURAKAMI: Por aquí (el volumen aumenta y entran los timbales) (5:18) la orquesta suena como si fuera por su lado.
OZAWA: Cierto. Esta no es la grabación del Manhattan Center, ¿verdad? ¿Es la del Carnegie Hall?
MURAKAMI: Sí, es la grabación en directo del concierto en el Carnegie Hall.
OZAWA: Claro. Por eso el sonido es tan apagado. Al día siguiente se hizo otra grabación ya programada en el Manhattan Center.
MURAKAMI: ¿De la misma obra?
OZAWA: La misma, pero nunca llegó a comercializarse.
MURAKAMI: No, estoy bastante seguro de que no se puede encontrar.
OZAWA: También estuve en esa grabación. Era ayudante del director. Cuando Lenny decía que podía haber dejado la dirección en manos de su asistente, se refería a mí. (Risas.)
MURAKAMI: De no haber llegado a un acuerdo entre ellos, usted habría ocupado el puesto de Bernstein… En cualquier caso es un concierto en el que se nota mucha tensión.
OZAWA: Sin duda. No está muy pulido.
MURAKAMI: Al tocar tan lento da la sensación de que, en cualquier momento, todos se van a poner a tocar como les parezca.
OZAWA: Exacto. Está a punto de que ocurra.
MURAKAMI: Por cierto, cuando Gould tocó con la Orquesta de Cleveland, George Szell y él no llegaron a ningún entendimiento y al final Szell renunció en favor de su ayudante. Lo leí en alguna parte.
Empieza a sonar la sección de piano del primer movimiento (5:56).
OZAWA: Suena extrañamente lento, pero si Gould toca así, la cosa funciona, ¿no le parece? La impresión no es mala.
MURAKAMI: Debía de tener un sentido del ritmo muy desarrollado. No sé cómo explicarlo, pero me da la sensación de que es capaz de alargar el sonido y ajustarlo todo el tiempo al marco de la orquesta.
OZAWA: Entendió a la perfección el flujo de la música, pero Lenny también. Ambos se dedicaban en cuerpo y alma.
MURAKAMI: Pero ¿no es una pieza que suele interpretarse como un estallido de pasión?
OZAWA: Sí, tiene razón. Aquí no se aprecia demasiada pasión.
El piano toca el hermoso segundo tema del primer movimiento (7:35).
OZAWA: Esta parte, por ejemplo, con este ritmo funciona bien. Me refiero al segundo tema. ¿No le parece?
MURAKAMI: Sí, está bien.
OZAWA: La parte anterior con un sonido más fuerte produce una sensación un tanto áspera, poco sofisticada, pero esta parte seduce.
MURAKAMI: Acaba de decir que Lenny también entendía perfectamente el flujo de la música, que se dedicaba en cuerpo y alma a ella, y a pesar de todo no está usted de acuerdo con el hecho de que un director se dirija al público antes del concierto como hizo él, ¿verdad?
OZAWA: No, no. Nunca me ha parecido una buena idea, pero se trataba de él y más o menos convenció a todo el mundo.
MURAKAMI: Quiere decir que es mejor escuchar la música tal cual, sin prejuicios, ¿verdad? Sin embargo, yo entiendo que Bernstein quería aclarar de quién era la idea de interpretar así.
OZAWA: Supongo.
[…]
Continúa este apasionante diálogo abordando temas tan sugerentes como los coleccionistas de discos y la segunda conversación, sobre Brahms, en el Carnegie Hall, la interpretación de Ozawa con la Saito Kinen Orchestra y la mágica relación de la escritura con la música. También abordan el trabajo de Ozawa como director asistente a las órdenes de Leonard Bernstein, el significado de las partituras, la interpretación sorprendente de La consagración de la primavera, algo parecido a una historia oculta. Más adelante, hablan sobre tres grabaciones de la Sinfonía fantástica dirigidas por Ozawa, la batuta de Eugene Ormandy y una nueva conversación, sobre la música de Gustav Mahler, curiosidades de los encuentros de Bernstein con Mahler y la evolución histórica de este compositor a la que dedican grandes tramos de sus diálogos interminables y profundos.
Finaliza su interludio IV, del blues de Chicago a Shinichi Mori y la quinta conversación, sobre las alegrías de la ópera (la ópera es divertida), con la confesión de Murakami de que no había nadie tan alejado de la ópera como él. La anécdota de Milán en 1980, de la que fue protagonista Ozawa por un abucheo anunciado y del que ya había sido advertido por von Karajan, se recoge también, situación en la que la madre del director creía que cuando le abucheaban le estaban reconociendo su gran talla internacional, cuando era todo lo contrario. Una situación delicada que Pavarotti resolvió con su inmensa delicadeza y ternura: «Seiji, si te abuchean es porque has alcanzado la cumbre».
Los diálogos culminan con la sexta conversación, con un mensaje aleccionador y sugerente: no existe una única forma de enseñar porque uno la inventa a medida que avanza, concluyendo estos intercambios del alma con un emocionante epílogo de Seiji Ozawa.
Es un libro para leer de forma pausada, compartiéndolo con las obras maestras de grandes compositores referenciadas en su diálogo. Es la razón de por qué acompaño la playlist proporcionada por la editora del libro, Tusquets, para deleite de los amantes de la música y de la literatura que, cuando caminan juntas, ennoblecen el alma humana. Gracias a ambos maestros, Murakami y Ozawa, aunque el libro nos haya llegado nueve años después de su publicación en japonés a nivel mundial. Nunca es tarde, porque la música y la literatura son intemporales para el alma…, su gran intérprete.
(1) Murakami, Haruki y Ozawa, Seiji (2020). Música, sólo música. Barcelona: Tusquets Editores.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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