
Sevilla, 12/II/2021
Los amantes de la historia de la música estamos de enhorabuena porque se ha publicado recientemente, en la revista Science Advances (Febrero, 2021), un artículo sobre el descubrimiento del instrumento de viento más antiguo del mundo hasta nuestros días, la caronia, una concha de caracol que tiene una antigüedad de alrededor de 17.000 años, en una cueva de Marsoulas (Francia, región de Mediodía-Pirineos, departamento de Alto Garona, en el distrito de Saint-Gaudens y cantón de Salies-du-Salat).
El resumen científico del mismo atestigua que estamos ante un hallazgo excepcional que corrobora la atención que el ser humano ha prestado desde siempre a la música: “Antropólogos y etnomusicólogos afirman que no hay sociedad sin canto, y más específicamente, no hay ritual o celebración sin acompañamiento del sonido. La producción de sonidos en contextos sociales es muy antigua. Aquí, informamos sobre el estudio de una concha marina de la cueva decorada de Marsoulas y demostramos que los homínidos magdalenienses de este sitio transformaron esta concha en un instrumento de viento. Es uno de los ejemplos muy raros, si no el único para el paleolítico, de un instrumento musical confeccionado a partir de una gran concha, y la primera caracola de este uso hasta ahora descubierta. Ya sabemos que las personas de la prehistoria transformaron muchas conchas en ornamentos portátiles y que, por lo tanto, les atribuyeron un simbolismo corporal sustancial. Este cuerno de concha marina, con su sonoridad única, profunda y fuerte con una reverberación duradera, arroja luz sobre una dimensión musical hasta ahora desconocida en el contexto de las sociedades del Paleolítico Superior”. Verdaderamente fascinante para el conocimiento del ser humano y su inteligencia musical, que también existe, como ya demostró en el siglo pasado Howard Gardner a través de las llamadas “inteligencias múltiples”.
Me ha gustado conocer que este descubrimiento está muy cerca de la costa cantábrica. Tal y como lo manifiestan los científicos que informan detalladamente sobre el hallazgo: “[…] Aunque raro, [este molusco] sigue presente en el Golfo de Vizcaya y en las costas vasca y asturiana de España. Este animal habita en fondos rocosos, a veces intercalados con espacios arenosos de hasta 80 m. de profundidad. Charonia también existe en el mar Mediterráneo, pero estos especímenes son más pequeños y delgados (18, 19cm.). Su tamaño (31 cm de largo y 18 cm de ancho) y su robustez, especialmente el espesor de la concha, alcanzando los 0,8 cm en algunas zonas, argumentan a favor de una adaptación a las condiciones de agua templada/fría (20 grados). Arqueológicamente, el vínculo entre los habitantes de Marsoulas y la costa atlántica está respaldado por algunos artefactos encontrados en la entrada y el interior de la cueva; en la industria ósea, hay un fragmento de punta de lanza hecho de un hueso de cetáceo, y, entre las conchas, el origen atlántico de dos especímenes de Capulus ungaricus, perforados por la abrasión y encontrados en la misma capa que los lampas de Charonia, es cierto”.
También llama la atención la intervención humana para que la caracola emitiera sonidos, es decir, su sonido característico y combinado con un mensaje, que desconocemos, no tuvo que ser inocente: “Nuestro análisis detallado de la Charonia reveló numerosas pistas de intervención humana. Para caracterizarlos y describirlos en su superficie, digitalizamos el caparazón a través de fotogrametría y realizamos (con DStretch Image) una observación de las imágenes de superficie para resaltar los pigmentos menos visibles. Además, las tomografías computarizadas (TC) proporcionaron una visualización muy detallada de las partes internas del caparazón o concha, como la columella y los verticilos de aguja. Estas observaciones sugieren que se hicieron transformaciones considerables en la caracola para permitir que se pudiera soplar en ella”.
A continuación recojo el detalle de la morfología de la caronia descubierta en la cueva de Marsoulas, según la publicación citada:
(A) Sección sagital del modelo tridimensional (3D) de la concha que permite visualizar el agujero perforado a la altura de la sexta cavidad (después de abrir el ápice; véase la Fig. 2), probablemente para introducir un tubo para facilitar el montaje de una boquilla. (B) Detalle de la perforación circular realizada desde el ápice. Las rayas en el borde se deben a una herramienta de frotación. (C) Vista superior del modelo 3D que muestra la perforación. (D) Sección transversal tridimensional (3D) a nivel de la séptima cavidad. (E) La caracola de las Marsoulas en su contexto magdaleniano (restitución hipotética). (F) Caracola del Sudeste Asiático, cuya boca está cubierta con una capa negra, destinada a proteger los labios del soplador. (G y H) Concha de Siria y detalle de su boca astillada, cerca de la de Marsoulas. (I y J) Caracola de Nueva Zelanda y su boquilla hecha de un tubo óseo decorado. [Capturas de modelos 3D (A D): C. Fritz; dibujo (E): G. Tosello; fotos (F a J): Musée du Quai Branly-Jacques Chirac/E. Kasarhérou.
He escuchado el sonido real de la Caronia y pude transportarnos 17.000 años atrás aunque desconozcamos el lenguaje musical que llevaba dentro y en boca de nuestros antepasados: “De acuerdo con los científicos, esta concha también muestra la capacidad de los antiguos grupos humanos para transformar un objeto complejo en un instrumento de viento. “Aún debemos meditar sobre la función del sonido en el Paleolítico, pero podemos decir que la relación entre la música y el simbolismo humano es muy fuerte. En Marsoulas es difícil no establecer el paralelismo entre el sonido y el arte rupestre. Las caracolas han servido como instrumentos musicales, dispositivos de llamada o señalización, y objetos sagrados o mágicos según las culturas”, escriben los autores. Y concluyen: “Hasta donde sabemos, el caparazón de Marsoulas es único en el contexto prehistórico, no solo en Francia sino a la escala de la Europa Paleolítica y quizás del mundo” (1). Excepcional hallazgo.
A modo de libreto para una partitura imaginaria de palabras, he escrito estas líneas. Si Mozart hubiera conocido la Caronia, aunque ya estaba allí, en Marsoulas, en su lugar de origen, la habría rescatado y habría compuesto una “Sonata para Caronia”, en Do mayor, de belleza incalculable, porque él amaba los instrumentos de viento, habiéndonos dejado muestra de ello en composiciones inolvidables.
NOTA: las imágenes se han tomado de la revista Science Advances y corresponden al artículo citado.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
Debe estar conectado para enviar un comentario.