
[…] con sus predicadores
sus gases que envenenan
su escuela de chicago
sus dueños de la tierra
con sus trapos de lujo
y su pobre osamenta
sus defensas gastadas
sus gastos de defensa
con su gesta invasora
el norte es el que ordena […]
Mario Benedetti, El Sur también existe
Sevilla, 16/II/2021
En este tiempo tan difícil y complejo, con tantos interrogantes abiertos porque cuando creíamos tener todas las respuestas de la vida, el coronavirus nos cambió casi todas las preguntas, he recordado con altura de miras un poema de mi juventud, Enuma Elish (Cuando en lo alto), en escritura acádica, que simbolizaba la relación que la humanidad ha tenido siempre con la naturaleza, con el cielo y la tierra. El orden y el caos están representados de forma magistral en este poema escrito en el siglo séptimo antes de Cristo, en unas tablillas halladas en las ruinas de la biblioteca de Asurbanipal (669 a. C. – 627 a. C.), en Nínive, que yo intentaba descifrar en mis años jóvenes aprendiendo los caracteres sumeroacádicos como la antesala del hebreo puro. En aquél tiempo no se escribía o dibujaba nada que no se hubiera experimentado antes y los mayores de cada comunidad supervisaban los mensajes que mantenían siempre frescos en su memoria y que algunos amanuenses trasladaban a tablillas de barro. Era una especie de auditoría del principio de confianza en la palabra.
Recuerdo como si fuera ayer cuando aprendí a descifrar el famoso trigrámmaton (núcleo de tres letras básicas en toda palabra hebrea), que según mi profesor era la quintaesencia de la palabra, porque cuando se sabía descomponer la grafía de ese trazo imposible (para algunos) en hebreo, mejor que en el arameo de los masoretas porque incorporaba vocales que hacían más fácil su intelección, ya sabías casi todo de lo que cualquier palabra quería representar. Y es verdad, porque una de las primeras palabras que aprendí a identificar fue “casa”, en hebreo “בת” (que se lee “bet”, de derecha a izquierda), donde si la observan detenidamente, la oquedad de ambas letras me dejó claro que antes fueron las experiencias sumero-acádicas del hueco, posiblemente en las riberas del Tigris y del Éufrates (Mesopotamia), de la acogida (sin puertas), que después se expresó mediante la maravillosa palabra “casa”. También aprendí el alefato o abecedario hebreo, por ser la letra “a” (alef), la que da comienzo al mismo. Verdaderamente fascinante para respetar la historia sana de las experiencias y palabras de los que nos anteceden (personas sanas, no tóxicas o tosigosas, nunca mejor dicho).
Las dos palabras, Enuma Elish, que después se hilvanaron en el tiempo con Berechit bará en hebreo, En el principio, como comienzo del relato del Génesis, traducen la preocupación humana constante por comprender la vida a través de la tierra, los cielos, el aire y el mar, sumiéndonos a lo largo de los siglos en una gran contradicción porque no se han cuidado bien y hoy nos encontramos con el cambio climático como la expresión más rotunda del maltrato que estamos dando a los cielos, la tierra, el aire y las aguas de los mares y océanos contaminados. Es lo que nos ha intentado explicar de forma muy gráfica y durante muchos años, el gran fotógrafo brasileño, Sebastião Salgado, que salió a buscar lo que había en lo alto del Enuma Elish y del Génesis, en 2005 para “emular el ojo de Dios pero ser fiel a Darwin, para dar testimonio de los orígenes de la vida intactos, para certificar que corre el agua, que la luz es ese manantial mágico que penetra como un pincel y muta las infinitas sugerencias en blanco y negro que Salgado nos muestra del mundo. Para experimentar pegado a la tierra y los caminos aquello que relatan los textos sagrados pero también seguir la estela de la evolución de las especies; para comprobar que los pingüinos se manifiestan; para comparar la huella con escamas de la iguana y el monumental caparazón de las tortugas en Galápagos; para explicar que los indígenas llevan en la piel tatuado el mapa de su comunión con la de los ríos y los bosques; y que los elefantes y los icebergs emulan fortalezas de hielo y piel; y que la geología diseña monumentos y que todavía quedan santuarios naturales a los que aferrarnos”.
Esta reflexión viene a colación ahora por el último libro de Bill Gates, que se publica hoy por la editorial Penguin Random House en veinte países bajo el título «Cómo evitar un desastre climático», en el que el autor establece un plan amplio, práctico y accesible sobre cómo el mundo puede llegar a cero emisiones de gases de efecto invernadero a tiempo para evitar una catástrofe climática. La editorial presenta el libro con las siguientes palabras: “Bill Gates ha pasado una década investigando las causas y efectos del cambio climático. Con la ayuda de expertos en los campos de la física, la química, la biología, la ingeniería, las ciencias políticas y las finanzas, se ha centrado en lo que se debe hacer para detener el deslizamiento del planeta hacia cierto desastre ambiental. En este libro, no solo explica por qué debemos trabajar hacia emisiones netas cero de gases de efecto invernadero, sino que también detalla lo que debemos hacer para lograr este objetivo profundamente importante”. También “Nos da una descripción clara de los desafíos que enfrentamos. Basándose en su comprensión de la innovación y lo que se necesita para introducir nuevas ideas en el mercado, describe las áreas en las que la tecnología ya está ayudando a reducir las emisiones, dónde y cómo se puede hacer que la tecnología actual funcione de manera más eficaz, dónde se encuentran las tecnologías innovadoras, dónde es necesario desarrollar tecnologías punta y quién está trabajando en estas innovaciones esenciales. Finalmente, presenta un plan práctico y concreto para lograr el objetivo de cero emisiones, sugiriendo no solo las políticas que los gobiernos deberían adoptar, sino lo que nosotros, como individuos, podemos hacer para que nuestro gobierno, nuestros empleadores y nosotros mismos seamos responsables de esta empresa crucial”.
Escuchando a Ludovico Einaudi en su interpretación personal e intransferible de su obra de compromiso social activo, Elegía por el Ártico, , es imprescindible que recordemos hoy el esfuerzo de nuestros antepasados por intentar comprender el lado más brillante de la creación de los cielos, la tierra, el mar, el aire y el agua, como suelo firme de nuestra existencia. Depende de nosotros respetarlos y hacerlos viable para que esta generación y las que sigan después puedan disfrutar de un mundo más accesible y amable para todos. Estamos avisados, porque ellos nos transmitieron el lenguaje del respeto a la Naturaleza, porque “en lo alto” está la vida, cada uno con su ideología no inocente y que nos siguen aportando a diario vestigios para no olvidar que un día tuvimos que salir de un paraíso en el que muchos nacimos por tradición y creencia, para volver diariamente a él, a veces perdidos y solos.
NOTA: La imagen es de elaboración propia, que recoge dos portadas de libros, el primero sobre el poema Enuma elish, de Lluís Feliu Mateu, publicado en la editorial Trotta y el segundo, el referenciado en las líneas anteriores y escrito por Bill Gates. La imagen central se desarrolla en el post No vamos todos en el mismo barco y corresponde al documental In the same boat (En el mismo barco), que resume en su título una idea muy brillante del ecologismo actual de vanguardia, del sociólogo Zygmunt Bauman: “ya estamos todos en el mismo barco, pero lo que nos falta son los remos y los motores que puedan llevar este barco en la dirección correcta”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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