Darse con un canto en los dientes

Sevilla, 4/IV/2021

Me cuenta un amigo que en un día santo de esta semana, en la consulta de un especialista del sistema sanitario público de su Comunidad y al finalizar la misma, le dijo de forma sorprendente el galeno: “puede usted darse con un canto en los dientes”. La verdad es que la primera reacción de mi amigo fue de desconcierto, seguida de reflexión al salir de aquél espacio público, porque es cierto que tomando conciencia de su matusalénica edad, de acuerdo con la expresión acuñada por Benedetti, no sabía si entenderla con el vaso medio lleno o medio vacío de palabras y hechos vitales propios y asociados, cronológicamente hablando.

Hay que decir que como persona mayor, al igual que mi amigo, estamos acostumbrados a escuchar expresiones del tipo “no aparentas la edad que tienes”, “te encuentro mejor que nunca”, «por ti no pasan los años», “estás como una rosa” o la tan denostada “qué bien te conservas”, pero al escuchar eso de “puede usted darse con un canto en los dientes”, me dejó mi amigo con el alma inquieta porque siempre he vinculado esa locución a tener suerte ante determinados envites difíciles de la vida, porque si no la tenemos la cosa hubiera ido a peor. ¿Suerte u obstinación? Aun así, me puse a investigar qué quieren decir exactamente esas palabras, porque a priori es algo como desagradable y estoy seguro de que ese texto debe tener un contexto, como pasa en los mejores aforismos que recuerdo.

Según el diccionario de la lengua española (DLE-RAE, edición del Tricentenario, actualización de 2020), “darse con un canto en los dientes, en los nudillos [referenciado por primera vez en el diccionario usual de 1970], o en los pechos”, son locuciones verbales coloquiales, que significan “darse por contento cuando lo que ocurre es más favorable o menos adverso de lo que podía esperarse”, expresión que se ha mantenido a lo largo de los siglos, comenzando por darse con un canto “en los pechos”, con el significado de “con mucho gusto y complacencia”, siguiendo “en la frente” y acabando “en los nudillos y los dientes”, con citas de la literatura que muestran sus usos y costumbres en el lenguaje culto y usual, comenzando por Calderón de la Barca en 1852, en el Gran Diccionario de la Lengua Española (Tomo I), de Adolfo Castro y Rossi, donde la locución “con un canto en los pechos”, que se utiliza con los verbos darse, tomar o recibir, “denota satisfacción o el contento”: Y no tiene / que cuidar del hospedaje; / que es tan cortesano huésped, / que con un canto en los pechos / tomará lo que le dieren”(Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), El sacro Parnaso).

Donde he encontrado una de las mejores explicaciones de la expresión que ocupa hoy este artículo, es en la edición del Diccionario histórico de la Lengua Española. Tomo II.- B-Cevilla (Real Academia Española, 1936): “darse por contento, cuando lo que ocurre es más favorable o menos adverso de lo que podía esperarse”, por la profusión de citas de la literatura que recoge para comprender mejor su significado como frase figurada y familiar: “¿Mamarracho?… Ya te dieras / en el pecho / con un canto / si te mirara” (Duque de Rivas, 1854); “pasaba por un guapo mozo, y la menos puesta se daría con un canto en la frente por llevarlo a la iglesia” (Selgas, Nov. 1887, t. 3, p. 227). En el proceso de búsqueda de sentido a esta frase, creo que he localizado la mejor contextualización de esta locución verbal coloquial, en  un texto del reformador de los trinitarios descalzos, Juan Bautista de la Concepción (1561-1613), canonizado por Pablo VI en 1975: “Algunas veces se ha hecho en nuestro refectorio y fuera de él una mortificación de darse con un canto en los pechos, y ésta me parece muy justo que no se consienta más, por el daño que puede hacer a la tal persona; y los que lo ven no se edifican, sino reciben pena y notable disgusto”.

Quizá sea el cuadro de Caravaggio, San Jerónimo escribiendo, el que mejor represente el símbolo de la piedra cerca para golpearse el pecho como símbolo de arrepentimiento y penitencia. Dejando al canto de lado, la Iglesia Católica siempre tuvo en su canon de perfección este símbolo de golpearse el pecho (con canto, antiguamente, o con el puño cerrado ahora) y así lo mantiene en la actualidad cuando se refiere a la culpa, “a nuestra grandísima culpa” que, siendo sincero, siempre me ha costado mucho entender como irresponsabilidad personal a secas. Casi siempre he mirado de reojo la incomprensión de la soledad humana, la miseri-cordia ([sic] el corazón cerca de los nadies, que también somos cualquiera de nosotros) y el perdón hacia los otros, porque aprendí hace muchos años que perdonar es comprender y, a veces, comprendemos tanto a los demás que, finalmente, no hay nada que perdonar.

Sea cual fuere el origen de esta frase tan desconcertante, me ha quedado claro que tengo que darme por satisfecho con lo que soy y tengo en la actualidad, que puedo calificar como bueno, aunque pensemos muchas veces a priori que no es así, según lo escuchado del galeno de mi amigo en esta semana santa, que de todo hay en la viña del Señor. Incluso el dolor que supone hipotéticamente y en sentido figurado “darse con un canto en los dientes, en los nudillos o en la frente”, sería infinitamente inferior al beneficio que obtenemos ante situaciones difíciles. Me agrada mucho más que el sentido dado en el siglo XVI citado anteriormente, porque los demás, los que nos rodean, lo que pueden recibir ahora es alegría y satisfacción ante algo que a priori a todos nos podía preocupar mucho, empezando por nosotros mismos. En plena pandemia lo entendemos mejor. Hace tan sólo tres meses, nos hubiéramos dado todos con un canto en los dientes, aun soportando ese hipotético dolor, sabiendo que estando en la tercera ola, también teníamos derecho a soñar que se podía encontrar un gran beneficio en la vacunación masiva. Creo que, al final, es la mejor interpretación actual, porque no estamos hablando de suerte, sino de obstinación, en el sentido que siempre aprecié de Herman Hesse cuando afirmaba que hay una virtud, a la que quería mucho, una sola, que se llama “obstinación”, es decir, obediencia a una sola ley que lleva a encontrar el auténtico “sentido” de la vida. A pesar de los tropiezos con los cantos que encontramos, a veces, haciendo camino al andar.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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