Sevilla, 17/VI/2021
Tenía razón Steve Jobs cuando dijo en cierta ocasión que el mundo era mejor gracias a las películas que hacía Pixar y que por muy brillantes que fueran los productos de Apple, todos terminarían en el vertedero, pero que no pasaría así con las películas de Pixar porque vivirían para siempre en la mente de millones de niños y niñas del mundo y en su tránsito a personas adultas y mayores. Hoy he recordado esta reflexión ya recogida en este cuaderno digital con ocasión de la lectura de un libro que me entusiasmó el año pasado, Creatividad, S.A. (1), escrito por Ed Catmull, Presidente de Pixar Animation y Disney Animation, que supone siempre un incentivo especial en este tiempo de crisis mundial por la pandemia y en el que la creatividad es necesaria en todos los órdenes de la vida. El libro expone el sueño de su autor cuando era niño, consistente en hacer, un día no lejano, la primera película de dibujos animados por ordenador. Dicho y hecho, porque junto a Steve Job y John Lasseter, fundó Pixar en 1986, obteniendo al cabo de pocos años los éxitos que casi todo el mundo conoce y han podido interiorizar en sus vidas. Ahora, veintiséis años después, he sentido con emoción, en los títulos de crédito, la presencia de Steve Jobs como productor ejecutivo de Toy Story junto a Ed Catmull.
Creo que todo lo anterior lo ha vivido en vivo y en directo el oscarizado director italiano Enrico Casarosa («La Luna»), miembro de Pixar, ganador de un Oscar por un corto, Luna, producido por Andrea Warren («Lava», «Cars 3»), director también de esta nueva entrega de Pixar-Disney, Luca. La película, que se estrena mañana, está ambientada en un bonito pueblo costero de la Riviera italiana, «Luca» y narra el paso a la madurez de un muchacho durante un verano inolvidable en el que abundan el helado, la pasta e interminables excursiones en escúter. Luca comparte esas aventuras con su nuevo mejor amigo, Alberto, pero “la diversión se ve amenazada por un gran secreto: son monstruos marinos originarios de un mundo que se oculta bajo el agua” (1).
El guion responde a un hecho real en la vida del director porque narra, salvando lo que haya que salvar, la amistad que ha mantenido desde la infancia con su amigo Alberto, en una localidad italiana, Luca, que da nombre a la película, poniendo especial énfasis en los veranos de su infancia. Todo lo que he leído sobre la producción de la misma me parece excelente y será así porque Italia tiene una tradición artística y literaria excelente para ensalzar la amistad, desde la niñez hasta la vida adulta. Sirvan como ejemplos, Corazón (Enrique y Garrone, Crossi y Precossi), Novecento (Olmo y Alfredo), Cinema Paradiso (Totó y Alfredo) e incluso la amistad de Orefice y Ferruccio en La vida es bella. Son amistades que nuca he olvidado aunque tengo que reconocer que la de Novecento pesa mucho en mi alma política por el deseo permanente en mi vida de la amistad auténtica y la reconciliación aun cuando pensemos los amigos de forma diferente.
Me di cuenta, leyendo el libro de Ed Catmull, citado anteriormente, que tenía un amigo en él que se llamaba Steve Jobs. Es su mejor homenaje en las últimas páginas, con un título paradigmático: El Steve que nosotros conocimos. Les aseguro que al igual que ocurre con el mensaje tradicional en los títulos de crédito de las películas de mi infancia y juventud, cualquier parecido con la realidad que nos han contado de él, como personaje huraño y tiránico, es sólo una amarga interpretación de su vida, porque Jobs era una persona instalada en la creatividad, calidad e innovación personal y profesional permanente. Su esfuerzo por retratar al auténtico Steve Jobs es un esfuerzo encomiable de una persona que lo mantiene como a un amigo en él, cantando sottovoce la canción de Toy Story, que sigue muy presente en la banda sonora de nuestras vidas: “La montaña rusa se había parado y un buen amigo se había apeado de ella, pero el viaje que habíamos hecho juntos estaba ahí. Y había sido un viaje fabuloso”. Es la última frase del libro.
Todo lo que conocí a través de las palabras sentidas y escritas en el libro de Catmull, es para mí una garantía de lo que pasa en el interior de la factoría Pixar-Disney. Creo en la rigurosidad de lo que allí se hace y estaré muy pendiente para poder visualizar Luca, sobre todo, escuchar atentamente el guion, leerlo si es posible, porque nunca son inocentes. Hoy, me quedo con una idea preciosa: siempre hay un verano en nosotros, junto a un amigo, que no olvidamos nunca. Es lo que le ha pasado a su director, Enrico Casarosa, con su amigo Alfredo, porque sabe que la amistad es como una cuerda de tres hilos, que jamás se puede romper. Es lo que los abuelos que viven en la ribera del Tigris y del Éufrates le siguen contando hoy a sus nietos y lo que muy pronto le contaré a Adrián, nuestro nieto querido cuando le hable de la amistad de Luca y Alberto, para que no lo olvide.
(1) Catmull, Ed (2016, 3ª ed.). Creatividad, S.A. Cómo llevar la inspiración hasta el infinito y más allá. Barcelona: Penguin Random House.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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