
Sevilla, 7/IX/2021
Hace cuarenta y cuatro años publiqué en prensa un artículo en el que hacía referencia explícita a Martin Buber y su reflexión sobre las relaciones humanas: son “el filo cortante de la existencia” […] porque esencialmente nos abrimos al otro, al tú, dejando abierta la habitación interior, manifestando públicamente la existencia de una persona de secreto. Reconocernos ontológicamente inseguros, nos ofrece unas posibilidades óptimas de realización. La conciencia de privación de lo más o menos elemental, nos sitúa en dimensión de indigencia, lo cual, a través de nudos sucesivos, desembocará en el encuentro con un ser que «ofrece» a nivel humano-trascendente o sobrenatural. Cada persona es un proceso que se desarrolla o se niega”.
Cuando en este país se enseñaba educación para la ciudadanía, escribí en este cuaderno digital una reflexión sobre una idea que tengo grabada en mi persona de secreto y que no he olvidado en mi camino vital: las relaciones humanas son el filo cortante de la existencia. La he rescatado al conocer la publicación inminente de la escritora irlandesa Sally Rooney, Dónde estás, mundo bello (Literatura Random House), a través de una entrevista publicada en El País Semanal, que no debería dejar indiferente a nadie. Tengo que decir a modo de declaración de principios que no me gusta la política editorial de mercado de los best seller, pero me he dejado llevar en esta ocasión por el título de la citada entrevista, “Aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona nos hiera”, porque siempre me han ocupado y pre-ocupado [sic] las relaciones humanas y porque las manifestaciones de esta escritora son de sumo interés.
Es verdad que en la entrevista habla al final de asuntos eternos que conmueven el alma humana: “Los protagonistas de mi último libro se preguntan qué tenemos para reemplazar las antiguas costumbres porque estas están desapareciendo sin que les hayamos encontrado sustitutas. No quisiera caer en la nostalgia. No defiendo las maneras de vivir que dominaron el siglo XX, pero mis personajes se preguntan cómo vivir sin modelos” Y ante la pregunta de si vivimos una orfandad ideológica, ella responde que “No sabemos qué nos sustenta. En el mundo que hemos dejado atrás había sentido de la comunidad. También mucha represión, claro, pero ahora estamos sin modelos. Y eso sucede también en las relaciones. Solía haber normas no escritas sobre cómo prosperaban y eso se está desmoronando”.
Estas han sido las razones de por qué he vuelto a Martin Buber y su filo cortante de la existencia. En aquel artículo de 2007, analizando contenidos esenciales de aquella asignatura fallida, Educación para la ciudadanía, de feliz memoria histórica en nuestro país, profundicé sobre la importancia de las relaciones entre hombres y mujeres, la familia y sus tipos: “Casi sin respirar existencialmente, los autores introducen una reflexión premonitoria de un mundo deshumanizado, a través de un comentario sobre la novela Un mundo feliz de Aldous Huxley, poniendo a trabajar a las alumnas y alumnos con preguntas personales e intransferibles, llevándolos a una constatación aparentemente aséptica pero germen de todas las controversias: existe una gran variedad y una gran pluralidad de seres humanos que habitan en este planeta, pero la identidad de cada hombre y de cada mujer es particular de uno mismo. E inmediatamente se ataca un frente menos moderno en los tiempos que corren, el sexo, pero muy actual por las corrientes contrapuestas en un país de contrarios religiosos, familiares, laborales, deportivos y territoriales”.
A partir de aquí reproduzco parcialmente aquél artículo de 2007, porque aunque han pasado ya catorce años, creo que nos ayuda hoy a despejar esa incógnita sobre las relaciones humanas que tanto nos hacen sufrir a diario:
“Desde el primer momento se ponen las cartas boca arriba: algo que bastaría solo constatarlo por la realidad biológica de cada una, de cada uno, “se convierte, sin embargo, en la mayoría de las sociedades, en la irracional justificación para que las mujeres no sean tratadas en condiciones de igualdad” [sic]. Nace así el primer mensaje educativo de la Unidad, dado que las relaciones entre hombres y mujeres están condicionadas por la dimensión sexual y de género.
Quien siga de cerca la lectura de las páginas de este cuaderno de bitácora, sabe que mi planteamiento respecto de las relaciones de las mujeres y de los hombres es diferente, porque mientras que tradicionalmente se arranca de la dimensión sexual y de género, como es el caso de este libro, yo suelo hacerlo desde la inteligencia personal e intransferible de cada mujer y de cada hombre, de cada cerebro humano, porque ahí está la sede de la inteligencia y sus resultados en términos de resolver problemas, algunos tan importantes como el de la convivencia relacional. Luego las proyecciones sexuales y de género son el resultado de lo que “fabrica” el cerebro, gran olvidado en todos los planteamientos que he leído al respecto.
Ya lo comentaba en el post Cerebro y género: ¿diferentes inteligencias?: “Hoy voy a analizar con base científica, al menos así lo pretendo, la realidad de la llamada “inteligencia femenina y masculina”. ¿Existen, realmente? Creo que no. Existe una inteligencia concreta de un ser humano, comprensiva de otras muchas formas de ser inteligentes, que ha sido concebido como hembra, como varón, y que obedece a un patrón genético personal e intransferible, con un programa de vida desconocido que lo va a modelar a lo largo de su existencia. Es verdad que existen unas diferencias anatómicas evidentes, indiscutibles. Pero las capacidades derivadas del carné genético todavía no se conocen, es decir, se desconocen las auténticas posibilidades de ser de cada una, de cada uno, como una limitación de base existencial que nos debería hacer reflexionar hacia la sencillez y humildad del “todavía no sabemos por qué ocurren estas cosas” en el cerebro, en la corteza cerebral sobre todo. Y esta realidad nos afecta a todos, por igual. Somos iguales en el desconocimiento del porqué de nuestras comprensiones, de nuestro desarrollo cognitivo, de nuestra consciencia y, sobre todo, de nuestro devenir particular. No nos engañemos, podemos predecir, pero no sabemos con exactitud de reloj suizo qué es lo que va a suceder en nuestros cerebros en el segundo siguiente. Aquí se parte de la principal igualdad de género. Y esta aventura la contrataron nuestros padres. Así, hasta el infinito”. Verdaderamente apasionante, desde el punto de vista científico.
Sentadas estas bases y en aras de la brevedad que exige este análisis (por cierto, sé que siempre me recuerdan que en un blog los post tienen que ser muy breves…), he elegido la dialéctica de levedad frente a la pesadez y ahí marco las diferencias. Asuntos tan importantes para la vida de cada una y de cada uno, no se pueden tratar de forma frívola y despacharlos con cuatro palabras u opiniones de última hora. Para eso ya tenemos cadenas de televisión donde hay cola para declararse tertuliano o estrella invitada, y cobrar lo indecible por contar a lo largo de dos horas su striptease personal, que a juzgar por las audiencias no son timoratos con los tiempos privados, vicios privados y públicas virtudes de determinada audiencia que arrastra la publicidad que mantiene el programa en cuestión. Por ello, asuntos trascendentales como la interacción de hombres y mujeres, tienen que cuidarse hasta la saciedad. De nuevo, los autores del libro introducen una didáctica pormenorizada sobre la condición sexual de cada persona, para que una vez aprendidas estas cuestiones básicas (reitero las carencias de tratamiento del cerebro sexuado), “descubramos finalmente cuáles son las ideas erróneas que sobre el sexo y la sexualidad se suelen sostener en la sociedad para justificar un trato discriminatorio hacia las mujeres”.
En este sentido vuelvo a insistir en que el enfoque se podría ampliar hacia el análisis de cómo nacen los estereotipos sexistas y machistas, de los que he publicado también algunas versiones que pueden ser de interés. De cara a la información y formación de las mujeres, siento especial predilección por el que dediqué a la mujer lectora, a aquella que se informa y que con esta información puede ser más libre y educarse mejor para la ciudadanía, con gran escándalo de muchos hombres, más cerca de nosotros de lo que algunos [sic] creen. A partir de este abordaje sexual, se introduce a las alumnas y alumnos en el análisis de la condición sexual, la dimensión humana de la misma, sus funciones, tratando por igual el factor de reproducción con el de comunicación, con el desarrollo emocional y afectivo, y como base para la construcción de identidades. También con la mera búsqueda de placer, aunque me ha llamado la atención la “restricción” que plantea al aclarar “pero entendido como sensación general y saludable de bienestar”, olvidando el cerebro reptiliano que todavía trastea en el sistema límbico de las alumnas y alumnos en pleno fragor de la batalla adolescente. Y como aquí no se escapa nadie, de la batalla diaria –ya adulta quizás- de su cerebro, querida lectora, querido lector. Del mío, también.
[…] Si controvertidos son los planeamientos anteriores, el tratamiento de la familia en la sociedad actual no lo es menos, ante la desestructuración (no por ello siempre “mala”) que se produce con amparo legal y que tan frustrante es para parte de la población española, quizá la más reticente para la implantación de esta asignatura. El abordaje que se hace es positivista, claramente posicionados en su defensa de la familia como derecho que “todos los seres humanos poseemos”, en el marco establecido por el artículo 16 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: la familia es “el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado”. Pasa de puntillas sobre el análisis de la controversia actual, resaltando los valores tradicionales con la entradilla: “Históricamente, en nuestras sociedades, predomina el modelo de familia heterosexual y monógama, basada en la fidelidad y el amor entre un hombre y una mujer que tienen el propósito de procrear”. Prudentes como serpientes y sencillos como palomas, en términos del evangelista Mateo.
Se desarrolla el estudio de la pluralidad de modelos o tipos de familia, sus funciones y el reconocimiento constitucional español a la familia, tratado de forma extensa en la Unidad 7. Se desemboca en el matrimonio, como modo específico de entender y construir la familia. Aplaudo que recojan, a título informativo, la referencia a la ley que permite a las personas del mismo sexo contraer matrimonio. Y se aprovecha la ocasión -la pintan calva- para aclarar de forma detallada cuál es la posición de la Iglesia al respecto. Sin comentarios. Acaba la exposición de contenidos de la Unidad con las relaciones intergeneracionales. Se trata con mucho candor este asunto e intentan enfocarlo con prudencia benedictina: “tanto tu padre como tú podéis tener una opinión diferente de las cosas” o “piensa que tú puedes interpretar sus normas como un intento de dominación y control, mientras que ellos pueden verlas como una forma de amor y protección. Debes tener claro que ellos se preocupan mucho por ti”. Finaliza la Unidad con la estructura que ya expliqué en el post anterior. Se inician numerosas actividades, con una referencia magnífica a Billy Elliot, el choque de identidades de género en la infancia, la enseñanza de la historia y cómo es la familia de cada una, de cada uno. Se sacan conclusiones generales y se cierra la Unidad con una Anécdota Final escalofriante: las reglas que Albert Einstein estableció para que su esposa Maric las obedeciera cuando vivieran juntos. He seleccionado una de ellas para la reflexión: “Renunciarás a tus relaciones personales conmigo, excepto cuando estas se requieran por apariencias sociales”.
Me he marchado al saloncito donde tengo el video y me he puesto a curiosear el estuche de la película Billy Elliot. Y a recordar la huella que me dejó en el cerebro su identidad como persona. ¿Saben una cosa?: estoy muy contento con asistir a estas “clases”. Por lo que aprendo, por lo que siento”.
Así finalicé aquellas palabras y el estudio de la asignatura fallida, que desapareció tristemente del sistema educativo público de este país. Vuelvo al libro de Sally Rooney, Dónde estás, mundo bello, que se publica hoy a nivel mundial y me quedo con su sinopsis oficial por ahora: “Dos amigas se acercan a la treintena en ciudades distintas y tras mucho tiempo sin verse. Alice, novelista, conoce a Félix, que trabaja en un almacén, y le pide que la acompañe a Roma para promocionar su último libro. En Dublín, su mejor amiga, Eileen, está superando una ruptura y empieza a flirtear con Simón, un chico al que conoce desde que eran niños. Mientras el verano se acerca, las dos chicas se envían correos electrónicos en los que se ponen al día. Hablan de su amistad, de sus relaciones, de arte, literatura y de un futuro cada vez más incierto. Dicen que quieren verse pronto, pero ¿qué pasará cuando lo hagan? Alice, Félix, Eileen y Simón todavía son jóvenes, pero pronto dejarán de serlo. Se juntan y se separan, se desean y se mienten. Tienen sexo, sufren por amor, por sus amistades y por el mundo en el que viven. ¿Están en la última sala iluminada antes de la oscuridad? ¿Encontrarán una manera de creer en un mundo bello?”.
Por lo que conozco de la autora, la ficción se puede confundir a veces con la realidad y lo que permanece, a pesar de que la vida fluye, es que las relaciones humanas son el filo cortante de la existencia, tal y como lo demuestra la autora con una reflexión preocupante: aceptar la intimidad es aceptar la posibilidad de que otra persona nos hiera. Las respuestas al título del libro, ¿Dónde estás, mundo bello?, están en el viento, como si la vida fuera esa canción protesta de Bob Dylan jamás cantada, a pesar de lo aprendido sobre el amor a través del tiempo.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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