No hay nadie que no sepa que hoy es domingo

ANGEL GONZALEZ

Sevilla, domingo 1/III/2020

Recurro con frecuencia a la poesía de Ángel González para intentar comprender la cotidianidad amable de la vida. Hoy es domingo, primer día de marzo, según el calendario gregoriano que convirtió al romano en homenaje al dios Marte, el dios de la guerra. Veo imágenes de la guerra en Siria y el terrible dolor de los exiliados hacia Turquía para alcanzar un supuesto mundo mejor y sigo sin comprender en este domingo a los dioses de las guerras. Busco un refugio en un poema de Ángel González, Domingo, para dar sentido a este día, con lectura pausada, comprendiendo que sus palabras pueden ayudarme a inaugurar un día y un mes de forma singular, diferente.

Domingo, flor de luz, casi increíble
día. Bajas sobre la tierra
como un ángel inútil y dorado.
Besas
a las muchachas
de turbia cabellera,
vistes de azul marino
a los hombres que te aman, y dejas
en las manos del niño
un aro de madera
o una simple esperanza. Repartes
golondrinas, globos de primavera,
te subes a las torres
y giras las veletas
oxidadas. Tu viento agita faldas
de colores, estremece banderas,
lleva lejos canciones
y sonrisas, llena
las estancias de polvo plateado.

Los árboles esperan
tu llegada
para cubrirse de gorriones. Sabe más fresca
el agua de las fuentes.
Las campanas dispersan
palomas imprevistas
que vuelan
de otro modo.
No hay nadie que no sepa
que es domingo,
domingo.
Tu presencia
de espuma lava,
eleva,
hace flotar las cosas y los seres
en un nítido cielo que no era
—el lunes— de verdad:
apenas desteñido papel, vidrio olvidado,
polvo tedioso sobre las aceras.

Es verdad que no hay nadie en este país, con su huso horario, que no sepa que hoy, 1 de marzo de 2020, es domingo. En las antípodas ya sabían antes que nosotros que hoy era domingo. Otro continente va con cierto retraso, pero lo que es indudable es que todos saben cuándo es domingo, un día increíble. Lo más importante es comprender a Ángel González cuando nos lleva de la mano al lunes, porque descubrimos que vuelve la rutina de la vida, porque no existen los nítidos cielos del ayer imaginario. Nos enfrentamos a páginas y trabajos en blanco, donde tenemos la oportunidad de decir nada o todo sobre desteñidos papeles, vidrios olvidados que ayer estaban limpios, intentado quitar el polvo tedioso sobre las aceras de nuestro caminar diario.

Ítalo Calvino nos indicó antes de morir un camino ante el dilema de la página en blanco, como me ha pasado hoy, domingo 1 de marzo, al escribir estas palabras: “…es un instante crucial, como cuando se empieza a escribir una novela… Es el instante de la elección: se nos ofrece la oportunidad de decirlo todo, de todos los modos posibles; y tenemos que llegar a decir algo, de una manera especial” (1).

(1) Cobeña Fernández, J. A. (2014). ¿Por qué escribo?

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.

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