Sevilla, 7/III/2020
Las personas sabiondas son las que presumen de ser sabias sin serlo o quieren introducirse en la resolución de cualquier dificultad, “con arrojo y poco conocimiento” (según el Diccionario de Autoridades de la RAE), lo que equivale a que se las califique como muy sabias. Estamos viviendo momentos transcendentales para la humanidad y afloran los sabiondos y sabiondas por doquier, en cualquier plano de la vida. Normalmente son mediocres integrales de los que hay que huir como de la peste. Suelen acudir a programas de televisión como tertulianos de pro o como colaboradores de opinión, permitiéndose hablar de lo divino y de lo humano como si sus proclamas fueran oráculos de Delfos.
Estamos instalados en el reino de la mediocridad. Por esta razón, no hay tiempo que perder y hay que desenmascarar a los sabiondos mediocres con urgencia vital, dondequiera que estén, porque viven en un carnaval perpetuo. Este país no logra sacar distancia a esta lacra que nos pesa desde hace bastantes años porque ahora, en el país de los tuertos desconcertados, el mediocre es el rey. Es una plaga que se extiende como las de Egipto casi sin darnos cuenta. Los encontramos por doquier, en cualquier sitio: en la política, en las artes, en los medios de comunicación social, en la educación, en los mercados, en las religiones y en las tertulias que proliferan por todas partes en el reino de la opinión. Los mediocres suelen meter la mano en todos los platos de las mesas atómicas y virtuales, en las que a veces nos sentamos, con total desvergüenza. Son personas de “calidad media, de poco mérito, tirando a malo”, como dice el Diccionario de la Real Academia Española. También, tóxicos o tosigosos, que suelen complicar la vida a los demás por su propia incompetencia.
Augusto Monterroso, publicó en 1969 una fábula, Los otros seis, que no he olvidado en momentos de mudanzas del alma con necesidad de llegar a conocer la verdad verdadera de lo que pasa, porque una vez identificado un Sabio del País (el que quiera entender que entienda), todavía andan buscando en el mundo para completar la lista, también en este país, a seis sabios mediocres de no sabemos qué, porque no aparecen por ningún sitio:
Dice la tradición que en un lejano país existió hace algunos años un Búho que a fuerza de meditar y quemarse las pestañas estudiando, pensando, traduciendo, dando conferencias, escribiendo poemas, cuentos, biografías, crónicas de cine, discursos, ensayos literarios y algunas cosas más, llegó a saberlo y a tratarlo prácticamente todo en cualquier género de los conocimientos humanos, en forma tan notoria que sus entusiastas contemporáneos pronto lo declararon uno de los Siete Sabios del País, sin que hasta la fecha se haya podido averiguar quiénes eran los otros seis.
Así me lo enseñó Monterroso y así lo he contado. Al buen fabulador con pocas palabras basta, porque lo breve, si bueno, dos veces bueno.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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