Agosto 2020 / 5. Tiempo para leer y cambiar nuestra forma de vivir

CLAUDIA DURASTANTI

Solo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio

Abate Dinouart. Principio 1º, necesario para callar.

Sevilla, 5/VIII/2020

Si algo nos regala el verano es tiempo para leer, sabiendo de antemano que los libros pueden cambiar nuestra vida. Agradezco esta realidad tan próxima al acercarme hoy a una publicación muy reciente, La extranjera, la primera novela de la escritora ítalo-americana Claudia Durastanti, hija de padres mudos, que me ha sorprendido desde la primera línea al leer hoy un excelente artículo que se ha publicado sobre ella, en uno de mis referentes bibliográficos, Librotea, “el recomendador de libros”. Todo lo que se cuenta allí es sobrecogedor, desde la realidad de la mudez extrema de sus padres, hasta cómo la propia vida se convierte a veces en el mejor hilo conductor de una novela que tiene también visos de ensayo sobre una realidad muy desconocida, el mundo mudo, en este caso el de sus padres. También, cómo la lectura puede cambiar nuestra vida. También, cuando escribimos sobre la realidad mágica de vivir.

Es una casualidad, de las que te ofrece la vida a diario, que hace tan sólo unos días pude ver de nuevo una película, La familia Bélier, que en su momento aprecié por su contenido, también relacionado con la dialéctica que se produce en una familia de cuatro miembros en la que tres son mudos, los padres de la protagonista y su hermano, viviendo en un mundo muy cerrado, rural. En esta realidad familiar y social, sobresale una cualidad de la única persona que escucha y habla, Paula, porque tiene habilidades extraordinarias para cantar como los ángeles, creando el problema sempiterno de la separatidad, es decir, la separación de los padres y del micromundo de la sordera individual y colectiva, realidad que a todos hace sufrir, porque la separación física y temporal de la hija, único nexo de unión con el mundo “normal”, se esfuma por segundos.

Soy lector asiduo de ensayos, más que de ficción, pero me gusta mucho la combinación de ensayo y novela como es este caso, porque la vida responde a estas dos formas de expresarse el alma humana: “Si La extranjera es precisamente eso, una novela, es fruto de un proceso que le llevó a combinar la experiencia personal y la reflexión con la narrativa, pero no era el plan inicial. “Al principio pensaba que estaba escribiendo un ensayo sobre el lenguaje, la mudez y las migraciones, aspectos que rodean superficialmente la historia de mis padres”, explica. “Me asustaba que el material autobiográfico fuese demasiado candente, arriesgado, abierto a malinterpretaciones y que no pudiese manejarlo, tanto por razones estilísticas como personales. Pero un día leí un poema de Emily Dickinson: “Después de un gran dolor, la sensación de orden”. De repente, lo tenía delante: el asunto no era distanciarme de mí misma y mi historia personal, sino también sobre la forma artística, la forma de una vida. ¿Cuál es el mejor género para recolectar una vida? Así que comencé a mezclar cosas, la cercanía y la distancia, la novela y el ensayo”.

En tiempos de coronavirus, es una suerte encontrar esta joya autobiográfica sobre la mudez funcional extrema en un mundo de hablantes sin saber a veces lo que decimos y cómo lo decimos. Sobre todo cuando tenemos que aprender a callar, cuando lo nuestro, paradójicamente y como seres humanos, es hablar, siguiendo un manual que aprecio mucho, El arte de callar (1), no de estar mudo, a través de sus 14 principios entre los que hoy resalto el 14º y último: “El silencio es necesario en muchas ocasiones, pero siempre hay que ser sincero; se pueden retener algunos pensamientos, pero no debe disfrazarse ninguno. Hay formas de callar sin cerrar el corazón; de ser discreto, sin ser sombrío y taciturno; de ocultar algunas verdades sin cubrirlas de mentiras”. En definitiva, cuido mi alma leyéndolo de nuevo para animarme en estos días tan difíciles pero que nos brindan una oportunidad preciosa de leer y entrar en las clínicas del alma, las bibliotecas. Es verdad que agosto es un tiempo para leer y cambiar nuestra forma de vivir con los silencios cuando no tenemos algo más valioso que decir sin estar mudos.

(1) Dinouart, Joseph Antoine (2003). El arte de callar. Madrid: Siruela, p. 53 (4ª ed.).

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Agosto 2020 / 4. El traje nuevo del rey

ANDERSEN SPIELBERG

Sevilla, 4/VIII/2020

Cuentan que el Rey emérito ya no está en España. Se ha ido después de haberlo consultado con su espejo. Es una noticia de un calado excepcional porque compromete muchas cosas, fundamentalmente la Constitución, al tocar de lleno a la Jefatura del Estado, de la que se debe esperar siempre no heroicidades sino la máxima ejemplaridad en todos los ámbitos de la vida real. Correrán ríos de tinta para analizar todo lo ocurrido, verdaderamente lamentable, pero cada uno tiene una parte en la responsabilidad de analizarlo como es debido.

En este contexto, he vuelto a abrir un libro al que tengo especial aprecio, un cuento de Andersen, El traje nuevo del emperador, pero interpretado y leído por actores que son amigos de Steven Spielberg. Hace ya muchos años conocí una experiencia dirigida por este afamado director, el proyecto Starbright (hoy Starlight), del que aprendí muchas cosas. Pero sobre todo me llamó la atención la publicación de un cuento, El traje nuevo del emperador (1), editado por la Fundación del mismo nombre y con el prólogo de Spielberg, que servía para financiar una parte de los gastos de los diferentes proyectos de la Fundación, que recomiendo leer en su versión al castellano y por sus magníficas ilustraciones. Suelo leerlo a menudo, sobre todo para refrescar siempre una recomendación del reconocido director: ¡Cuidado con los tejedores espabilados!

Hojeándolo con atención, he vuelto a leer la interpretación que del mismo hace la actriz Geena Davis, dedicado especialmente al espejo imperial [o real], que en estos momentos reales creo que ha tenido un papel decisivo:

“Soy PERFECTO

No bromeo, soy perfectísimo. Reflejo las cosas exactamente como son. Soy incapaz de cometer un error.

Es cierto que el emperador y yo hemos discutido a menudo por unos cuantos kilos o por la progresiva extensión de su calva, pero por lo general termina aceptando mi punto de vista. Por esta razón me había divertido tanto con la farsa de los tejedores. Estaba seguro de que una vez que el emperador se contemplara en mi luna el día de la gran prueba final vería la verdad: los ladrones quedarían en evidencia, y al final todos nos desternillaríamos de risa.

Pero no: el emperador se plantó delante de mí y nos miramos el uno al otro. Con los ojos buscaba el reflejo de su persona, pero no podía dejar de mirar los de sus consejeros, que seguían el “ensayo general” desconcertados. Estoy convencido de que Su Majestad vio lo que yo, sin dejar lugar a dudas, reflejaba: un emperador prácticamente desnudo, enmarcado en un espejo; un par de nerviosos “tejedores”; el transparentemente siniestro primer ministro, y todo el cabeceo aprobatorio de la corte imperial de tontos.

Sin embargo, no dijo esta boca es mía. Nadie dijo una palabra. Yo casi me hago añicos por la frustración. Había creído que el emperador era un hombre sensato.

¡Por mi gloria! ¿Es que no se daba cuenta?

Parece ser que no. Muchas veces, los “tejedores” más próximos son los que menos ayudan a ser uno mismo, por muy perfectos que sean. Hasta que un día cualquiera, en un momento especial, un niño o una persona, incluso un juez, da igual que sea mujer u hombre, nos desmontan todos los esquemas de la rutina diaria y salta la posibilidad de ser otros, porque son los que de verdad creen en personas que suelen ir desnudas por el mundo con la obsesión de vivir la perfección apasionadamente, convencidos de que llevan incluso ropa de emperadores, reyes o reinas, cosidos puntada a puntada por modistos o tejedores -supuestamente imparciales- que se refugian en ellos y son incapaces de decir la verdad de lo que está pasando a quienes cosen. Sobre todo, porque son profesionales de la farsa a cualquier precio y de los silencios cómplices.

Así lo leí un día ya lejano y así lo he contado hoy, con un problema serio a diferencia de cómo finalizaban los cuentos en mi infancia: colorín, colorado, este cuento real no se ha acabado.

(1) The Starbright Foundation (1998). El traje nuevo del emperador. Barcelona: Ediciones B.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Agosto 2020 / 3. Consternado y conturbado

Basta poco, apenas unos centímetros, un descuido, una palmadita en la espalda, un saludo más efusivo, una risa inocente, un apretón de manos… Todo se detendrá de nuevo.

Sevilla, 3/VIII/2020

Hubiera preferido, como Bartleby el escribiente, no hacerlo. Escribir hoy de nuevo sobre las últimas noticias de comportamientos de jóvenes en relación con el coronavirus, me han consternado y llenado de turbación. Han sido dos noticias en el fin de semana pasado que reflejan una situación muy preocupante en este país, sobre todo desde la perspectiva de una persona que ha vivido la transición de una dictadura a una democracia y donde el mejor termómetro social es evaluar hoy, con una perspectiva de los cuarenta y cinco años transcurridos, la educación integral de los habitantes de este país.

Son dos botones de muestra, pero suficientes para justificar mi consternación. El primero ha ocurrido en Barcelona, ¡Barcelonavirus!, gritaba uno de sus protagonistas. La noticia destacaba una frase estremecedora en boca de una joven sin ataduras ni complejos: “Sinceramente, los muertos me dan igual”. Decenas de jóvenes se saltan en la playa de Barcelona la prohibición de hacer botellón y alegan desconocimiento o falta de alternativas”. Leer el artículo estremece el alma humana y obliga a una reflexión seria y meditada sobre qué está pasando con los jóvenes en este país, porque se puede generalizar a tenor de las noticias en casi todas las Comunidades Autónomas sobre comportamientos faltos de civismo y respeto a lo sucedido con la pandemia hace tan sólo unos días. Avanzar en la lectura del artículo es significativo de lo que está pasando: “La joven, diseñadora gráfica y a la que acompañaban siete amigos con edades de entre 25 y 40 años, argumentaba que “después de tantos meses encerrados” la responsabilidad no podía volver a recaer sobre ellos. “Que lo asuman los políticos”, insistía. Entre las más de 44.000 vidas que, según los cálculos de EL PAÍS, ha segado la pandemia en España, la joven reconoció que no hay la de ningún familiar suyo. “Ley de vida. Sé que es duro lo que digo. Pero es lo que pienso”. Este julio, 107 personas han muerto por la covid-19 en Cataluña”.

La segunda noticia recoge lo sucedido en Torremolinos (Málaga) hace varias semanas pero que ha saltado a los medios de comunicación social ayer por su difusión en las redes sociales: “La policía investiga a un chiringuito de Torremolinos donde un DJ escupió alcohol a los asistentes. El público bailaba sin mascarillas y sin distancia de seguridad”. No había lugar a dudas sobre lo sucedido allí porque fueron centenares de jóvenes los protagonistas, que se pudo ver de forma viral a través de las redes sociales: “Elevado sobre una tarima, sin camiseta ni mascarilla, un joven bebe a morro de una botella de Jägermeister y, acto seguido, escupe el trago sobre las numerosas personas que bailan a su alrededor. Poco después, les ofrece pequeños tragos pasando la misma botella. Son las imágenes pertenecientes a una sesión de música electrónica de un club de playa de Torremolinos (Málaga) que este sábado se difundieron por redes sociales”. Son 22 segundos inquietantes que causan una profunda consternación, a pesar de que el dúo de DJ que actuaba allí haya pedido disculpas que ya no valen para casi nada.

Son dos botones de muestra nada más, pero a lo largo del fin de semana todos los informativos han recogido múltiples espectáculos de jóvenes saltándose a la torera cualquiera de las indicaciones sobre el comportamiento ciudadano y responsable que se espera de la población en general en estos momentos. La vacuna para atacar frontalmente el coronavirus llegará y todos tan contentos, pero para la falta de educación responsable de miles y miles de jóvenes a lo largo y ancho de este país, es decir, lo que está ocurriendo y que todos estamos viendo casi en tiempo real no se cura con una vacuna de educación en vena, dado que estas manifestaciones son el fruto de varias generaciones que han crecido en la falta de valores en el espectro más amplio de conductas que podamos imaginar. Es verdad que nunca se debe generalizar, pero lo que estamos viendo no es una noticia anecdótica, sino que está llevando al país a un nuevo confinamiento moral que no hay por dónde cogerlo.

Me siento consternado en el sentido profundo de la palabra tal y como se recogió por primera vez en el Diccionario de Autoridades publicado en 1729: “Atemorizado, asombrado, perturbado y espantado”. Cualquiera de las cuatro acepciones refleja bien mi estado de ánimo. Tanto que hemos luchado por la instauración de la democracia a lo largo de los últimos cuarenta y cinco años para recoger hoy lo mal sembrado. También conturbado, atendiendo las ricas acepciones de las Autoridades citadas, porque estoy inquieto, conmovido, confundido y desasosegado, provocando todo ello una mudanza cerebral muy importante aunque siga escuchando la recomendación piadosa de San Ignacio en estos tiempos de coronavirus. Cada día que pasa estoy más convencido de que soy pesimista en el sentido más profundo del término que aprendí del haiku 123, precioso, escrito por Benedetti en 1999 (1): Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado.

El pasado 26 de julio escribí unas palabras en este cuaderno digital, ¿Por qué los jóvenes ningunean la COVID-19, en un sentido parecido al de hoy, con el agravante de que ya hemos escuchado una frase escalofriante que hiela el corazón: “Sinceramente, los muertos me dan igual” y creo que sobrepasa cualquier posibilidad de comprensión por razón de edad o estado anímico de una juventud muy golpeada en este país por las diferentes crisis que arrastramos hace ya muchos años, básicamente la del paro juvenil.

¿Responsables?, todos, en mayor o menor medida, porque en última instancia el voto depositado en las urnas es lo que permite constituir Gobiernos que, en primera instancia, es responsabilidad personal e intransferible de las personas que los votan y alcanzan la mayoría correspondiente desde 1978. Tenemos lo que votamos y eso nunca hay que olvidarlo. Lo decía en el artículo citado del pasado 26 de julio. “La primera respuesta es una aclaración como punto de partida: no todos los jóvenes actúan así, pero si muchos, me atrevo a decir que miles repartidos por todo el país y a las pruebas de imágenes y datos de contagio me remito. Creo que la principal causa de esta actitud tan generalizada es de base educacional en el amplio espectro de la palabra, es decir, la recibida en sus casas, colegios públicos y privados, institutos y Universidades. También, la que corresponde a la sociedad en general. La educación se considera en muchos ámbitos una inutilidad total, porque de personas educadas no se ha hecho el mundo, dicen algunos, como si la educación fuera solo una actitud formal, que también lo es, sino el fondo en el que se sustentan todos los actos humanos, que llega a ser ética a modo de solería que vamos poniendo en nuestra vida sobre la que pisamos y justificamos todos los actos humanos responsables.

La ausencia de valores, la explosión diaria del consumo en una economía alocada de mercado, el síndrome de la última versión que tantos estragos causa en la juventud porque de todo lo que tengo no tengo lo último de lo último y sin ello no soy nada, las influencias de los “influencers” que casi siempre es consumo puro y duro individual y, además, del caro, así como los estragos del paro juvenil y la corrupción pública y privada, unido todo ello al hastío y a la desafección política generalizada, son una mezcla explosiva de tener o intentar tener y no de ser, lo que justifica que para dos días que vamos a vivir vivamos solo el presente, en un “carpe diem” inverso, porque se entiende al revés de su significado, es decir, vivamos hoy pase lo que pase, porque el mañana no me importa nada. Vivir al día, a la intemperie de la vida, sin preocuparse de nadie y de nada, caiga quien caiga, porque a muchos jóvenes les da absolutamente igual, llámese abuelos, abuelas, personas mayores en general, familia, amigos, compañeros de trabajo, personal sanitario y de servicios que están en alta disponibilidad, incluso cuando esos miles de jóvenes provocadores de contagios se ponen a la cola de los PCR, con mucho miedo dentro del cuerpo, como si ellos no hubieran hecho o provocado nada”. “Sinceramente, los muertos me dan igual”, vuelve a resonar en mi persona de secreto.

Una vez más reitero lo ya expuesto en artículos anteriores: “¿Qué hacer ante el ninguneo de los jóvenes al coronavirus? No hay bálsamos de Fierabrás para una cura de urgencia, sino la urgente necesidad de que los Gobiernos responsables, es decir, el Estado y las Comunidades Autónomas, en sus respectivos ámbitos de actuación, elaboren un Plan Urgente de Actuación, que pasa inexcusablemente por establecer unas pautas de actuación claras, concisas y contundentes para contener no al virus sino estas actitudes irresponsables de jóvenes de muy mala educación en su sentido más profundo, no en cuanto a las formas, que también, sino sobre todo a su fondo. Urgen campañas publicitarias de educación para la salud en tiempos de coronavirus, vigilancia epidemiológica visible, así como información pública diaria de evaluación y resultados fiables que refuercen las actitudes de los jóvenes que actúan adecuadamente y de forma responsable”.

NOTA: el vídeo formó parte de una campaña publicitaria de carácter público, Happy Hour?, que se inició en el mes de mayo en la Región del Véneto, en Italia. Las echo de menos en este país.

(1) Benedetti, Mario (2001). Rincón de haikus. Madrid: Visor Libros.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Agosto 2020 / 2. La guía Cavafis

GUIA CAVAFIS

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca 
pide que el camino sea largo, 
lleno de aventuras, lleno de experiencias. 
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón, 
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta 
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Constantino Cavafis, Ítaca 

Sevilla, 2/VIII/2020

Antes de la pandemia, en este país se viajaba mucho durante este mes, en idas y venidas impensables. Los que hemos optado por iniciar otro tipo de viajes a islas desconocidas, a lo largo del año y utilizando sólo la imaginación, sabemos que la recomendación a Ulises del viaje a Ítaca, según Constantino Cavafis, era una extraordinaria guía de viaje: Ten siempre a Ítaca en tu mente. / Llegar allí es tu destino. / Mas no apresures nunca el viaje. / Mejor que dure muchos años / y atracar, viejo ya, en la isla, / enriquecido de cuanto ganaste en el camino / sin esperar a que Ítaca te enriquezca.

Lo que pasa es que en los momentos actuales de desconcierto viral, sólo sabemos que no sabemos lo que nos pasa y a la vuelta de cualquier viaje de norte a sur y de este a oeste en nuestro hemisferio particular e inquietante en esta etapa tan larga, protagonizado por el Ulises que casi todos llevamos dentro, puede que nos ocurra como al protagonista de un poema de Ángel González, Los ilusos de Ulises, que tampoco olvido: Siempre, después de un viaje, / una mirada terca se aferra a lo que busca, / y es un hueco sombrío, una luz pavorosa / tan sólo lo que tocan los ojos del que vuelve. // Fidelidad, afán inútil. / ¿Quién tuvo la arrogancia de intentarte? / Nadie ha sido capaz / -ni aun los que han muerto- / de destejer la trama / de los días.

En agosto sigue existiendo el misterio de las trama de cada día, difícil de destejer. Yo he buscado entre las páginas de los poemas de Ángel González alguna solución a este dilema existencial y lo único que he encontrado en sus notas de viajero son unas referencias en su primera página de estas notas que también son inquietantes, referidas contextualmente a una visión de su estancia en Washington: Siempre es igual aquí el verano: / sofocante y violento. / Pero, / hace muy pocos años todavía / este paisaje no era así. Era / más limpio y apacible -me cuentan, / más apacible, más sereno. Así creíamos vivir antes de la pandemia, pero no era verdad, como no lo era la realidad de Washington que experimentó Ángel González: Desde sus pedestales, / los Padres de la Patria contemplan desdeñosos / el corruptor efecto de los días / sobre la gloria que ellos acuñaron. / Ya no son más que piedra o bronce, efigies, / perfiles en monedas, tiempo ido / igual que sus vibrantes palabras, convertidas / en letra muerta que decora / los mármoles solemnes en su honor erigidos. Cambiando lo que haya que cambiar, el misterio sigue estando en destejer la trama de cada día, de cada viaje hacia alguna parte.

Probablemente, habría que editar urgentemente una nueva guía de viajes, la guía Cavafis, para aprender la clave de todo viaje que, en muchas ocasiones, es una mudanza al interior de nosotros mismos. Así lo aprendí hace ya muchos años en un viaje que inicié en el velero “La isla desconocida”, que me mostró José Saramago a modo también de guía para navegantes inquietos, que recomiendo como cita encontrada en la guía de Cavafis, guía imprescindible para personas aventureras que necesitan encontrar islas desconocidas, siguiendo el cuaderno de bitácora del propio Saramago y escuchando la voz protagonista de una mujer admirable que aplica siempre el principio de realidad en su vida: “Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres, El filósofo del rey, cuando no tenía nada que hacer, se sentaba junto a mí, para verme zurcir las medias de los pajes, y a veces le daba por filosofar, decía que todo hombre es una isla, yo, como aquello no iba conmigo, visto que soy mujer, no le daba importancia, tú qué crees, Que es necesario salir de la isla para ver la isla, que no nos vemos si no nos salimos de nosotros, Si no salimos de nosotros mismos, quieres decir, No es igual…”.

Tenemos una oportunidad de viajar de forma diferente en este agosto 2020 tan especial, porque hay que tener claro un destino sorprendente en la nueva normalidad, cada uno la suya, pero necesitamos tiempo y no apresurar este viaje que debe ser siempre hacia alguna parte, cada uno la suya. La guía Cavafis nos da claves importantes en sus versos finales para no equivocarnos al preparar en estos primeros días de agosto los avíos en tierra, antes de iniciar una singladura que no deberíamos olvidar nunca: Ítaca te brindó tan hermoso viaje. / Sin ella no habrías emprendido el camino. / Pero no tiene ya nada que darte. / Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado. / Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, / entenderás ya qué significan las Ítacas. Las de hoy, que también existen, las de siempre, abriendo una página de esta guía imaginaria que no olvido: Que muchas sean las mañanas de verano / en que llegues -¡con qué placer y alegría!- / a puertos nunca vistos antes.

NOTA: la imagen de cabecera es un fotomontaje que he realizado sobre la portada de El cuento de la isla desconocida de José Saramago, en la versión en tailandés (เรื่องของเกาะที่ไม่รู้จัก), que pude tener en mis manos y hojear durante la visita a la biblioteca del premio Nobel en Tías (Lanzarote), en el mes de agosto de 2010.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Agosto 2020 / 1. Beñesmer

ALBERTI NURIA ESPERT 1979

Sevilla, 1/VIII/2020

En la cultura guanche el mes de agosto se conocía como Beñesmer (Luna de Agosto). Dejamos por un momento la romanización del calendario, al haber dedicado este mes al emperador Octavio Augusto, que hizo lo indecible para que agosto no tuviera menos días que su antecesor, Julio, dedicado al emperador Julio César, porque entre emperadores estaba el juego, mejor dicho, el prestigio. Soy una persona enamorada de aquella tierra, Canarias, especialmente de Lanzarote, donde muchos veranos he recuperado su belleza lunar, su mar y su malpaís, algo tan contradictorio pero que César Manrique lo convirtió en algo muy bello. Recuerdo cómo Rafael Alberti expresó su impresión personal al describir aquella isla en una intervención inolvidable que hizo en 1979, en un acto cultural junto a Nuria Espert, en Los Jameos del Agua. Allí leyó un poema dedicado a César Manrique, que reproduzco íntegro por su belleza:

Lanzarote. Primera estrofa (31 de mayo de 1979) 

A César Manrique,
pastor de vientos y volcanes

Vuelvo a encontrar mi azul,
mi azul y el viento,
mi resplandor,
la luz indestructible
que yo siempre soñé para mi vida.

Aquí están mis rumores,
mis músicas dejadas,
mis palabras primeras mecidas de la espuma,
mi corazón naciendo antes de sus historias,
tranquilo mar, mar pura sin abismos.

Yo quisiera tal vez morir, morirme,
que es vivir más, en andas de este viento,
fortificar su azul, errante, con el hálito
de mi canción no dicha todavía.

Yo fui, yo fui el cantor de tanta transparencia,
y puedo serlo aún, aunque sangrando,
profundamente, vivamente herido,
lleno de tantos muertos que quisieran
revivir en mi voz, acompañándome.

Más no quiero morir, morir aunque lo diga,
porque no muere el mar, aunque se muera.
Mi voz, mi canto, debe acompañaros
más allá de las edades.

He venido a vosotros para hablaros y veros,
arenales y costas sin fin que no conozco,
dunas de lavas negras,
palmares combatidos, hombres solos,
abrazados de mar y de volcanes.

Subterráneo temblor, irrumpiré hacia el cielo.
Siento que va a habitarme el fuego que os habita.

En 2014 publiqué un libro en este cuaderno digital,  La Tegala de Saramago, dedicado al premio Nobel portugués, que vivió hasta su fallecimiento en Tías (Lanzarote), en un lugar que visité días después de su ausencia definitiva de esa tierra volcánica en 2010. Saramago, desde su tegala particular, nos ha dejado un legado de compromiso literario inolvidable. ¿Por qué la tegala de Saramago? Sencillamente, porque a él le gustaba incardinarse en la tierra que le acogió en 1993, en cualquier tierra que le respetara, y la tegala es un lugar de referencia para la población canaria, un lugar en altura suficiente para que los guanches pudieran comunicarse con señales de humo. Señales que desde Tías, desde la calle donde habitó y habitará por muchos años, La Tegala, Saramago hizo y hace al mundo entero para que nos comprometamos con la esencia de la vida, dejándonos llevar por el niño o la niña, ¿inocentes?, que todos llevamos dentro.

MESA DE TRABAJO SARAMAGO 2010

Mesa de trabajo de José Saramago, Tías (Lanzarote), agosto de 2010 / JA COBEÑA

Recuerdo como si fuera ayer la estancia en su biblioteca personal, que amablemente nos dejaron visitar. Su sencilla mesa de trabajo, unos libros con páginas marcadas por Pilar del Río, la manta roja de Ikea reposando en el brazo izquierdo del sillón que tantas veces lo acogió, diccionarios, bolígrafos, mapas, las mesas con correspondencia pendiente de responder, las estanterías llenas de escritura impresa facilitada por Saramago, traducida por Pilar del Río, en ese esfuerzo por entregarnos sus palabras a todas horas, para que todos lo comprendiéramos muy bien, levantándonos de cada suelo particular, en la interpretación de la ética que hizo en su momento López Aranguren, entendiendo la ética como el suelo firme en que se basan todas nuestras actitudes, la “solería” que vamos poniendo en nuestras personas de secreto a lo largo de la vida. Elefantes, libros, revistas, ediciones maravillosas de uno de mis libros preferidos: El cuento de la isla desconocida, que tantas veces regalo, incluso como ideario para familiares, amigos y funcionarios que compartieron responsabilidades públicas en mi vida profesional.

En este beñesmer recuerdo los que he vivido durante bastantes años en aquella tierra tan acogedora que no olvido. Hoy he unido dos mensajes esclarecedores de Alberti y Saramago en referencia a la cultura guanche respetada hasta nuestros días. También, la obra ciclópea de César Manrique que siempre respetó la trazabilidad histórica del pueblo guanche que le permitió hacer su beñesmer tan particular. He leído muchos cuadernos de Saramago, en formato atómico y digital. Mi aprecio por la isla de Lanzarote me ha llevado siempre a buscar en cada página escrita en ellos, lugares y menciones específicas a una isla que tanto respeto por la vida y obra de César Manrique, pastor de vientos y volcanes, omnipresente en cada paso que das por sus dunas de lava negra, en la acertada expresión que le regaló Rafael Alberti, en una visita que hizo a Manrique en su casa, hoy Museo, de Taro de Tahiche: He venido a vosotros para hablaros y veros, / arenales y costas sin fin que no conozco, / dunas de lavas negras, / palmares combatidos, hombres solos, / abrazados de mar y de volcanes.

NOTA: la imagen de Rafael Alberti y Nuria Espert se ha recuperado hoy de https://biosferadigital.com/noticia/pastor-de-vientos-y-volcanes-el-rastro-de-alberti

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