
Sevilla, 7/IX/2020
Una perogrullada es según la Real Academia Española una verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza decirla. La primera vez que se recoge en un diccionario de la Real Academia es en 1737, considerándola como una “voz inventada”, citando a una “Autoridad”, Quevedo, haciendo honor a su categoría como diccionario, al ser un escritor el que hizo uso de ese lema con frecuencia. Llama la atención que en el mismo diccionario y en el lema “verdad” aparece la locución “Verdad de Perogrullo” como “una proposición tan notoriamente cierta que ninguno la puede ignorar o poner en duda. Usase siempre para notar al que la dice, como cosa especial”. Llama la atención esta primera acepción, porque cambió sustancialmente con el paso del tiempo, desapareciendo esta noción en la edición de 1791, recuperándose con el mismo detalle de 1737 en la de 1803 y siguientes hasta que en 1884 ya se trata como verdad que viene de Perogrullo, de Pero y Grullo, que se utiliza en la locución coloquial “verdad de Perogrullo”, que se define también en el mismo diccionario y referido al lema “verdad” como una frase proverbial muy curiosa: “Las verdades de Perogrullo, que a la mano cerrada la llamaba puño”, frase “[…] con que se zahiere la mentecatez que consiste en decir perogrulladas”. La mentecatez apareció un siglo después, concretamente en 1837, como sustantivo equivalente a la “mentecatería”, es decir, la cualidad exacta de los mentecatos o “tontos, fatuos, faltos de juicio, privado de razón” que, sin ofender, deriva del latín “mente captus”.
Todo lo anterior viene a colación de lo que combato últimamente con ardor guerrero, la mediocridad y el ejército de personas mediocres que nos rodean, mentecatos o mentecatas, fatuos, faltos de juicio y privados de razón, que se caracterizan por decir «perogrulladas» por mucho que quieran convertir sus palabras en verdades y porque si alguna vez dijeran la verdad mentirían. Viene a reforzar este aserto un gran descubrimiento de crítica al diccionario de la lengua española citado anteriormente, cuando en 1853 se publica un diccionario bastante desconocido, el de Ramón Joaquín Domínguez (Diccionario Nacional o Gran Diccionario Clásico de la Lengua Española (1846-47), Madrid-París, Establecimiento de Mellado) ampliando el lema ”Perogrullo”: “Personaje o ente quimérico, extravagante, ridículo, que se supone haber existido y dejado una preciosa colección de sandeces, apotegmas, axiomas y verdades como estas: cuatro huevos son dos pares, la mano cerrada se puede llamar puño y aun de hecho se llama así; cuando no se tiene frío es que no se ha entrado en calor; al que le quitan la vida, de seguro le matan; el que gasta el último cuarto de su última peseta, regularmente se queda sin ella; casi se puede asegurar, sin temor de ser desmentido, que no ven objeto alguno los ciegos de nacimiento. Lindezas de este jaez, que son simplezas de a folio, pifias de marca mayor, pertenecen al género, al gusto y al estilo del incomparable Perogrullo. Motivos hay, sin embargo fundados en la misma naturaleza de ciertos patanes socarrones, aparentemente bobos y en el fondo nada lerdos, antes muy avisados y advertidos; motivos hay, repetimos, para creer que haya existido un gracioso de este nombre, segunda edición de Bartolo, si, más antiguo quizá, no ha servido de prólogo a la primera. Sentimos que la Academia nada nos diga de tan interesante sujeto, limitándose a nombrarlo una sola vez en la palabra perogrullada, naturalísimo derivado suyo”.
Abundando en la descripción de este autor tan crítico con el lema Perogrullo, aborda también qué significa “perogrullada”, en sentido familiar, expresión que no tiene desperdicio: “Verdad de perogrullo: especie o casa que, por notoriamente sabida y conocida, es necedad y simpleza el decirla; sobre todo si el bobalicón que la suelta, de puro sandio y majadero, cree sorprender con alguna novedad o agudeza de ingeniosa valía”. Hay que aclarar que “sandio” es una palabra que significa loco, necio o simple y que fue utilizada por Cervantes, por ejemplo, en el Quijote, dirigiéndose al hostelero: “Vos sois un sandio y mal hostelero” (El Quijote, tomo I, cap. 17).
Con todo lo expuesto podemos apoyarnos en elementos que definen claramente a las personas mediocres y sus perogrulladas, personas que identificamos fácilmente en política, en programas de televisión, en artículos de prensa y, sobre todo, en las redes. También en nuestros trabajos. Quevedo nos dejó un manual, Los sueños (1622), sobre todo en La visita de los chistes, para recordar frases y reflexiones que son verdades de Pero Grullo, el “gran profeta”: “Yo soy Pedro y no Pero Grullo, que quitándome una “d” en el nombre me hacéis el santo fruta”, que tienen hoy toda su vigencia: Muchas cosas nos dejaron / las antiguas profecías / dijeron que en nuestros días / será lo que Dios quisiere. Aquí plantea Quevedo una reflexión preciosa ante los mediocres que dicen sólo perogrulladas sin sentido alguno, que rescato por su profundidad ética actual: “Pues bribones, adormecidos en maldad, infames; si esta Profecía se cumpliera ¿había más que desear? Si fuera lo que Dios quisiere, fuera siempre lo justo, lo bueno, lo santo y no fuera lo que quiere el diablo, el dinero y la codicia; pues hoy lo menos es lo que Dios quiere; y lo más, lo que queremos nosotros contra su Ley: y ahora el dinero es todos los quereres, porque él es querido y el que quiere, y no se hace sino lo que él quiere; y el dinero es el Narciso, que se quiere a sí mismo, y no tiene amor sino a sí”. Si lloviere hará lodos, / y será cosa de ver / que nadie podrá correr / sin echar atrás los codos. / Las mujeres parirán / si se empreñan y parieren, / y los hijos que nacieren / de cuyos fueren serán. Detrás de las palabras de Quevedo había mucho sentido, pero los que manejaban estas perogrulladas eran solo Chisgarabises en la vida, personas frecuentemente jóvenes, algo arrogantes y de escasa formalidad o sensatez. Al buen entendedor o entendedora, con pocas perogrulladas que se digan hoy, basta.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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