La mediocridad asola el mundo, también nuestro país

Sevilla, 3/IX/2020

Hace aproximadamente un año, publiqué un artículo en este cuaderno digital sobre un libro que leo y consulto en varios momentos de dudas existenciales, Mediocracia. Cuando los mediocres toman el poder, una reflexión seria y fundamentada sobre esta plaga del siglo XXI, que se ha hecho fuerte y pretende tomar el gobierno universal de todo lo que se mueve a nuestro alrededor. Su autor es Alain Deneault, filósofo y escritor, profesor de Sociología en la Universidad de Québec y director del programa del Collège international de philosophie de París. El libro es recomendable para almas inquietas y que estén saturadas de la mediocridad que ha instalado sus bases en nuestros entornos más cercanos.

Resaltaba en aquella ocasión una reflexión que recupero hoy por su sentido vigente en estos días difíciles que estamos atravesando y donde es necesario, ahora más que nunca, un liderazgo alejado de la mediocridad galopante que nos rodea: “El término mediocridad designa lo que está en la media, igual que superioridad e inferioridad designan lo que está por encima y por debajo. No existe la medidad. Pero la mediocridad no hace referencia a la media como abstracción, sino que es el estado medio real, y la mediocracia, por lo tanto, es el estado medio cuando se ha garantizado la autoridad. La mediocracia establece un orden en el que la media deja de ser una síntesis abstracta que nos permite entender el estado de las cosas y pasa a ser el estándar impuesto que estamos obligados a acatar. Y si reivindicamos nuestra libertad no servirá más que para demostrar lo eficiente que es el sistema”.

Aunque ya lo he escrito en diversas ocasiones en este cuaderno digital, me sigue preocupando mucho “[…] la situación actual del país y la mediocridad que nos invade en todos los ámbitos posibles, aquí, allá, acullá. He reflexionado en diferentes ocasiones en este cuaderno digital sobre esta lacra social, porque constato que estamos instalados en el reino de la mediocridad. Por esta razón, no hay tiempo que perder y hay que desenmascarar a los mediocres con urgencia vital, dondequiera que estén, porque viven en un carnaval perpetuo. Este país no logra sacar distancia a esta lacra que nos pesa desde hace bastantes años porque ahora, en el país de los tuertos desconcertados, el mediocre es el rey. Es una plaga que se extiende como las de Egipto casi sin darnos cuenta. Los encontramos por doquier, en cualquier sitio: en la política, en las artes, en los medios de comunicación social, en la educación, en los mercados, en las religiones y en las tertulias que proliferan por todas partes en el reino de la opinión. Los mediocres suelen meter la mano en todos los platos de las mesas atómicas y virtuales, en las que a veces nos sentamos, con total desvergüenza. Son personas de “calidad media, de poco mérito, tirando a malo”, como dice el Diccionario de la Real Academia Española. También, tóxicos o tosigosos, que suelen complicar la vida a los demás por su propia incompetencia”.

Lo repito hoy hasta la saciedad: mediocridad de mediocridades, (casi) todo es mediocridad. Casi todo es de calidad media, tirando a malo, como nos enseña nuestro Diccionario de la Lengua, pero está de moda. Lo digo una y mil veces: los mediocres están haciendo de cada día su día, su mes, su año, de forma silenciosa. Al igual que Diógenes de Sínope, tendremos que coger una linterna ética y gritar a los cuatro vientos ¡buscamos personas dignas y honestas, no mediocres! Es probable que los mediocres salgan huyendo porque no soportan dignidad alguna que les puede hacer sombra, si es que alguna vez tuvieron cuerpo presente de altura de miras, que no es el caso. Ni de los que los eligen para puestos claves en la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? Que entre tibios, mediocres y tristes anda el juego mundial de dirigir la vida a todos los niveles, nuestro país incluido, con especial afectación en determinados partidos que nos representan. Cuando los mediocres se instalan en nuestras vidas, en nuestra política o en nuestro trabajo diario, hay que salir corriendo porque no hay nada peor que una persona mediocre con poder equivocado, además triste y tibia, sin dignidad alguna. Pero es necesario estar orientados y correr hacia alguna parte, hacia la dignidad en todas y cada una de sus posibles manifestaciones. Es la mejor forma de luchar contra la lacra social de la mediocridad y sus indignos representantes, porque intentan invadirnos por tierra, mar y aire, sin compasión alguna. Cada vez tenemos menos tiempo para descubrirlos, aunar voluntades para ocupar su sitio y, de forma celular, boca a boca, recuperar tejido crítico social para crear nuevos liderazgos en nuestro país, tan dañado en la actualidad y que tanto los necesita.

Busquemos la nueva linterna de Diógenes, aunque hay que tener claro que no está en los catálogos del mercado, porque no es mercancía, sino en nuestra conciencia individual y social de pertenencia a una ideología, no inocente, que lucha por un mundo en el que merezca la pena vivirlo y compartirlo de la forma más digna posible.

NOTA: la imagen se ha recuperado de https://cdn.urgente24.com/sites/default/files/notas/2017/08/06/mediocridad-.jpg

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

Diego Valor visita hoy la librería Nostromo

Sevilla, 2/IX/2020

Quizás ha pasado bastante desapercibido para muchas personas que viven en Sevilla o que aman el cómic en España. Hoy, quiero hacer un homenaje particular a la librería Nostromo, radicada aquí en Sevilla, donde a través de sus cien metros cuadrados ha sabido escalar el puesto más importante en el universo de las historietas seriadas, al haber obtenido el Eisner un galardón a modo de Óscar a la mejor librería de cómics del mundo, que recuerda al gran genio del cómic Will Eisner y que otorga la prestigiosa Convención Internacional de San Diego (EEUU), la Comic Con, de la que ya hablé también recientemente en este blog con ocasión de la entrega a Paco Roca, ilustrador o “dibujante ambulante” como él mismo se llama, del Premio Eisner 2020 de Estados Unidos “a la mejor edición de material internacional” por “The house”, la versión de su novela gráfica “La casa”, publicada por la editorial Astiberri en 2015 y que la editorial estadounidense Fantagraphics editó en castellano e inglés a finales de 2019. 

Tengo que confesar que como tal género nunca me supo levantar, pero porque no lo identifiqué con las lecturas de mi niñez y adolescencia, cuando la gran mayoría era cómics de la época aunque promocionados y vendidos como “tebeos”. Supermán, que lo recibía desde Rosario (Argentina) en un rollo imposible porque según decían en mi casa era más barato, Roberto Alcázar y Pedrín, que hoy serían héroes difíciles de presentar en sociedad y, sobre todo, Diego Valor, del que me sabía el himno y que cantaba a toda voz, fueron lecturas con la estructura actual de cómic. Las dos acepciones del Diccionario de la RAE son perfectamente válidas para entenderlo hoy: serie o secuencia de viñetas que cuenta una historia y libro o revista que contiene cómics, aunque es importante señalar que es en la edición del Diccionario manual e ilustrado de la lengua española (RAE, 1983), en su tercera edición revisada (Tomo II), cuando se incorpora por primera vez el lema “cómic” con el siguiente detalle: “(Voz inglesa). Serie o secuencia de viñetas o representaciones gráficas de finalidad narrativa que, desarrollando una situación, presentan el mismo personaje en diversas circunstancias”.

Es verdad que me parece glorioso que en el entorno cultural en el que crecí en Madrid pudiera leer estos cómics tan variopintos. Recuerdo especialmente a Diego Valor, que tuvo su carta de presentación a través de la radio, concretamente en la cadena SER, con emisiones diarias de quince minutos cada una que escuché con pasión durante los cinco años que duraron las aventuras de este intrépido aventurero futurista, que tuvo su correlato con la edición de tebeos en los que se dibujaron las aventuras que había escuchado anteriormente en la pequeña radio Philips de mi casa. Durante un año, desde 1953, esta emisión se inspiró en el original inglés de este personaje (Dan Dare), tomando el relevo posteriormente como guionista radiofónico y editorial Enrique Jarnés Bergua, Jarber, con los célebres dibujos de Blanes, Buylla, White y Bayo en las historietas publicadas por la editorial Cid: “La sintonía original no era otra que la suite LOS PLANETAS de G. Holst, más concretamente “Marte el portador de la guerra”, otros movimientos se empleaban en diferentes momentos de la serie, por ejemplo “Júpiter”. Más tarde se utilizaría un himno compuesto exprofeso por Rafael Trabuchelli y música de Prokofiev, El amor de las tres naranjas (supongo que porque, en la España franquista, nadie se molestaba en pagar derechos de autor a un compositor soviético)” (1). Todavía resuena en mi memoria de hipocampo los compases del himno que nos hacía pensar en otro futuro diferente, cantándolo con ardor guerrero, aunque el Régimen lo toleraba porque no era capaz de entrever la existencia de otros mundos posibles más c cercanos:

¡Adelante soldados de la tierra!
¡Volad hacia el espacio misterioso!
No temáis los azares de la guerra.
Mostrad en otros mundos vuestro ardor,
que os guía, valiente y victorioso,
el gran Diego Valor.

¡Diego Valor!
¡El piloto del espacio!
¡El guerrero sin temor!
¡Diego Valor!
¡De los cielos caballero,
de malvados el terror!

Marte y Venus conocen nuestra gloria,
que vibra en el vacío sin fronteras.
Viviréis en el libro de la historia,
escritos vuestros nombres con fulgor
defendiendo con bravura las banderas
del gran Diego Valor.

¡Diego Valor!
¡El piloto del espacio!
¡El guerrero sin temor!
¡DIEGO VALOR!
De los cielos caballero,
de malvados el terror.

Aquellas aventuras de un español nacido en el año 2000, Diego Valor, junto a los intrépidos capitanes Hanks Hogan, alemán, Pierre Laffite, francés y Miguel Portolés, español y una científica también española, Beatriz Fontana, nos permitían pensar en lo manifestado anteriormente: se podía conquistar Venus y vencer al Mekong de los Wiganes, los auténticos enemigos, porque era posible distraer el pensamiento sobre identificación de los verdaderos enemigos de la libertad en el país, que no estaban dentro sino en otros mundos a millones de kilómetros: Viviréis en el libro de la historia, / escritos vuestros nombres con fulgor / defendiendo con bravura las banderas / del gran Diego Valor. De Roberto Alcázar y Pedrín, hablaré otro día porque, sinceramente, hoy no quiero acordarme de ellos.

Muchos años después, Paco Roca, a través del cómic citado, La casa, baja al mundo real tratando con respeto a las personas mayores en su vida artística, habiéndolo demostrado de forma sobrada en su obra “Arrugas”, donde abordó temas delicados, hasta ahora escasamente tratados en cómics, como son el Alzheimer y la demencia senil. Me llamó la atención, en su momento, la sinopsis en relación con “La casa”, la obra galardonada con el premio Eisner, porque ilustra también el comportamiento familiar que se produce en muchas familias cuando mueren los progenitores, a través de los tres hermanos protagonistas, cuando vuelven un año después de la muerte de su padre a la casa familiar donde crecieron: “A lo largo de los años el dueño llena de recuerdos su casa, testigo mudo de su vida. Y aquél es también la fiel imagen de ella. Como las parejas que han convivido siempre juntas. Así, cuando su ocupante desaparece para siempre, el contenido de la casa se paraliza por el polvo esperando que alguna vez su dueño regrese. Los tres hermanos protagonistas de esta historia volverán un año después de la muerte de su padre a la casa familiar donde crecieron. Su intención es venderla, pero con cada trasto que tiran se enfrentan a los recuerdos. Temen estar deshaciéndose del pasado, del recuerdo de su padre, pero también del suyo propio. Se perciben en esta obra de Paco Roca ecos autobiográficos que surgen de una necesidad de contar una situación que ha tocado de cerca al autor”.

Nostromo tiene en su fondo estos libros de Paco Roca y visitar esta librería es un homenaje obligado a su esfuerzo tan digno de aportar cultura en tiempos difíciles, con un género que sigue siendo un gran desconocido a nivel popular. Prefiero recomendar hoy entrar en Nostromo, visitar su página web y quedarse prendados en historias tan ejemplares como las que cuenta y dibuja Paco Roca, que suceden muy cerca de nosotros, en nuestras casas y con protagonistas de primera línea, nuestros mayores. Valoraremos de forma diferente, a partir de ahora, el impresionante y mágico mundo del cómic.

He soñado por unos momentos que Diego Valor entraba hoy en Nostromo, la nave comercial de la clase Juggernaut, propiedad de la corporación Weyland-Yutani, que conocí hace ya muchos años a través de Alien y que ahora llevaba en sus dependencias miles de cómics para interpretar y dibujar el mundo de forma diferente. Se ha quedado asombrado, porque todo es posible en Nostromo, incluso su obra social verdaderamente ejemplar y admirable.

(1) https://www.ciencia-ficcion.com/series/sdiegovalor.htm

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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