
Sevilla, 12/IX/2020
En el gran teatro del mundo hemos pasado, a lo largo de la historia de la humanidad, de la utilización de máscaras exclusivamente en el teatro o en carnavales y fiestas asociadas, a los setecientos millones de mascarillas al año, solo en España, con motivo del coronavirus. La palabra “máscara” viene de dos raíces distintas, del árabe masẖarah “objeto de risa” y del italiano maschera, con un significado original digno de comprenderse en su contexto histórico y social: “Figura que representa un rostro humano, de animal o puramente imaginario, con la que una persona puede cubrirse la cara para no ser reconocida, tomar el aspecto de otra o practicar ciertas actividades escénicas o rituales”. Mascarilla, se define en la segunda acepción del diccionario de la lengua española como “Máscara que cubre la boca y la nariz para proteger al que respira, o a quien está en su proximidad, de posibles agentes patógenos o tóxicos”, que es la realidad que estamos viviendo a diario, aunque la primera acepción es la que parece que comprenden mejor los jóvenes y muchas personas desaprensivas por la mala o nula colocación de la misma: “máscara que solo cubre el rostro desde la frente hasta el labio superior” o, según mi valoración actual, lo que quiera cada uno dejada la decisión al libre albedrío de su orden y concierto.
La realidad es que el diccionario nos ofrece una locución derivada de las palabras máscara y mascarilla, quitarse la máscara o la mascarilla, centrándome sobre todo en la segunda, de actualidad y preocupación social plenas al referirse a “dejar el disimulo y decir lo que siente, o mostrarse tal como es”, es decir, la proliferación de personas que desoyendo lo que las autoridades sanitarias indican y obligan por ley, dejan el disimulo de cómo actúan diariamente en sus vidas, importándoles nada de casi todo lo que les rodea, diciéndonos al quitarse la mascarilla, no llevarla o colgándola en el cuello o en el codo, lo que verdaderamente sienten y mostrándose como son. La mercadotecnia hace el resto, porque la convierte en un accesorio a consumir más allá de su fin saludable, donde el dilema ética-estética está servido de forma manifiesta.
Más de dos mil años de su larga historia no sirven a miles de personas para comprender el sentido actual de protección de algo tan maravilloso como es la vida. El gran teatro del mundo es cambiante y ahora nos toca ser protagonistas de la vida a millones de personas cada día, a cubrirnos el rostro, excepto los ojos, en cada representación vital diaria, donde a veces nos cuesta reconocernos y que forma parte de un ritual saludable para nuestras vidas, siguiendo al pie de la letra la definición de máscara. Además, hay que tomar conciencia del problema asociado al uso intensivo de las mismas, porque es dual: económico, por su impacto social para los que menos tienen y también, medioambiental, según los datos que se manejan en España en los últimos días: se usan en estos momentos 23 millones de mascarillas al día, 700 millones al año y así, exponencialmente hasta cifras inabarcables, con un impacto ambiental de proporciones ciclópeas, porque una vez convertidas en residuos, bastantes millones acabarán en el mar, donde pueden tardar entre 300 y 400 años en degradarse.
Sería importante que los jóvenes y los adultos descreídos sobre el uso de las mascarillas, trascendieran la raíz árabe de su etimología, “objeto de risa” y se lo tomaran muy en serio en beneficio de todos o tal y como definía el Diccionario de Autoridades de 1734 la locución “quitarse la mascarilla”, dejaran de “deponer su empacho y vergüenza, y decir con resolución su sentimiento claramente y su rebozo”. Se lo agradeceríamos millones de personas que compartimos con ellos la posibilidad que nos ofrece hoy día el simple gesto de ponernos la mascarilla y por la dignidad intrínseca que encierra de poder ser protagonistas enmascarados, pero dignos, en el gran teatro del mundo en el que cada persona vive en su aquí y ahora.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://elsolweb.tv/ya-son-6-los-fallecidos-en-italia-por-el-coronavirus-y-el-numero-de-afectados-asciende-a-219/
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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