
Sevilla, 14/I/2021
Aprendí hace ya muchos años que existen en el libro de Qohélet, al menos, veintisiete momentos cruciales del ciclo vital de cualquier persona y su entorno, tal y como lo he expuesto en bastantes ocasiones en este cuaderno digital: nacer, morir, plantar, arrancar lo plantado, sanar, destruir, edificar, llorar, reír, lamentarse, danzar, lanzar piedras, recogerlas, abrazarse, separarse, buscar, perder, guardar, tirar, rasgar, coser, callar, hablar, amar, odiar, guerra y paz. En este contexto, abrazarse y separarse es una de las modalidades de vivir a la manera de cada uno. Lo que debemos tener muy claro es que en estos momentos es el tiempo de separarse como antes fue de abrazarse y que nos quedan veinticinco posibilidades de encontrar sentido a nuestra vida.
Es muy importante destacar que de las diferentes formas de vivir expuestas anteriormente, junto a la realidad de abrazarse y separarse, existen otras once realidades positivas: plantar, edificar, reír, danzar, buscar, guardar, coser, callar, hablar, amar y vivir en paz. Comprobamos de esta forma que la historia de las experiencias vitales humanas obedece a la búsqueda de un sano equilibrio con los tiempos difíciles de las restantes experiencias que podríamos calificar como negativas (con matices). Quizá sea la ocasión en esta tercera ola de la pandemia, con sus cosas, de primar esta búsqueda de razones positivas para vivir, porque hay que sacar tiempo para disfrutar lo que dice Qohélet (la persona que le gusta vivir en comunidad), que es la experiencia de sus antepasados a lo largo de los siglos, aunque para que no se nos suban los humos a la cabeza (todos podemos ser histéricos, según la palabra griega -hísteris- que explica que los humos se nos suben a la cabeza y así nos va…), él nos dice que seamos prudentes a la hora de valorar las 27 experiencias en su totalidad y entender qué significado tiene vivir, aunque sea apasionadamente.
Me consta, por otra parte, que Eduardo Galeano escribió un libro dedicado a los abrazos (1) y hoy he buscado refugio en sus páginas porque necesito encontrarlos de diferente manera. Creo que estamos viviendo momentos de hambre de abrazos, tal y como lo expresaba él de forma magistral en uno de sus relatos del libro citado, El hambre / 2:
Un sistema de desvínculo: El buey solo bien se lame.
El prójimo no es tu hermano, ni tu amante. El prójimo
es un competidor, un enemigo, un obstáculo a saltar o
una cosa para usar. El sistema, que no da de comer,
tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre
de pan y a muchos más condena al hambre de abrazos.
El hambre de abrazos existe desde que al mundo lo llamamos mundo, pero en este tiempo de coronavirus, hemos comprobado en nuestra propia carne que necesitamos encontrar al verdadero prójimo, que no es un competidor, enemigo, obstáculo a saltar o una cosa para usar y tirar. Lo que sabemos ahora es que el coronavirus nos condena al hambre de los abrazos verdaderos. Dicen que se ha descubierto el verdadero problema de este tiempo de separación: el virus nos desvincula y es la razón de nuestro sufrimiento y de por qué buscamos desesperadamente la vacuna del abrazo en el alma de secreto que todos tenemos, para sentir el calor que la situación actual nos quita sin compasión alguna.
Finalmente, he comprendido muy bien qué significa el abrazo de la razón y el corazón, así como el del alma y el cuerpo, leyendo uno de los abrazos verbales de Galeano cuando me he enfrentado a esta página en blanco: “¿Para qué escribe uno, si no es para juntar sus pedazos? Desde que entramos en la escuela o la iglesia, la educación nos descuartiza: nos enseña a divorciar el alma del cuerpo y la razón del corazón. Sabios doctores de Ética y Moral han de ser los pescadores de la costa colombiana, que inventaron la palabra sentipensante para definir el lenguaje que dice la verdad” Lo que he pretendido es decir la verdad de lo que significan ahora los abrazos en nuestras vidas, como sentipensante de este tiempo tan difícil de interpretar. Nada más.
(1) Galeano, Eduardo (1993). El libro de los abrazos. Madrid: Siglo XXI.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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