Cuando el realismo mágico nos entrega esperanza y vida

Sevilla, 16/III/2022

Se inaugura hoy en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, el Museo de Todos, como indica su eslogan publicitario que, en este caso, es una verdad como un templo porque el alquiler de sus fondos se paga con los Presupuestos Generales del Estado, una exposición dedicada al Hiperrealismo, el arte del trampantojo: “Pintar imágenes que no puedan diferenciarse de la realidad ha supuesto un desafío para artistas de todos los tiempos. La habilidad para engañar al espectador haciendo pasar lo pintado por real a través de las leyes de la óptica y de la perspectiva es todo un juego cuyos primeros ejemplos se conocieron a través de textos literarios griegos. Desde entonces, el trampantojo ha tenido en las artes una larga presencia, con periodos de notorio florecimiento, como el Renacimiento o el Barroco, para decaer tras el Romanticismo, pero sin llegar a desaparecer nunca del temario artístico. La exposición Hiperreal. El arte del trampantojo propone una revisión del género a través de un conjunto de obras de alta calidad que pone en evidencia los temas más representativos de la pintura de caballete. El arco cronológico abarca desde el siglo XV hasta el XXI, pero las obras se presentan ordenadas por materias y escenarios, independientemente de su fecha de ejecución, para poder así resaltar la continuidad del género, que se prolonga hasta nuestros días”.

El trampantojo, en su acepción actual, tomada de la expresión francesa, “trompe l’oeil’ -engañar al ojo-, una locución coloquial nacida en 1806, que se entiende como “trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es”. Los primeros vestigios de esta ilusión óptica se retrotraen a Grecia, tal y como nos lo ha transmitido Plinio el Viejo, en su obra Historia Natural,35: “Fueron contemporáneos suyos [de Zeuxis] y rivales Timanthes, Androcides, Eupompo y Parrasio. Se dice que este último concurrió a un certamen con Zeuxis, que pintó unos racimos de uvas con tal perfección que unas aves volaron hacia el dibujo; que él mismo pintó una cortina representada con tal veracidad que Zeuxis,  engolado con el juicio de los pájaros,  reclamó que se retirase la cortina y mostrase la pintura; comprendiendo su error, le concedió la victoria con ingenuo candor, porque él había engañado a los pájaros, pero Parrasio le había engañado a él que era un artista. Se dice que más tarde Zeuxis pintó a un niño llevando unas uvas a las que fueron volando unos pájaros y con la misma ingenuidad se mostró irritado con su obra y dijo: “he pintado mejor las uvas que al muchacho, pues si lo hubiese hecho a la perfección los pájaros habrían tenido miedo de él”. Contemplar uno de los cuadros de la exposición en el Thyssen, en concreto Bodegón con cuatro racimos de uvas (c.a. 1636), una obra maravillosa de Juan Fernández “el Labrador”, nos ayuda a comprender lo que contaba Plinio sobre la disputa citada de los dos grandes pintores hiperrealistas griegos, Zeuxis y Parrasio.

Juan Fernández “el Labrador”, Bodegón con cuatro racimos de uvas (c.a. 1636), Óleo sobre lienzo, 45 x 61 cm. Madrid, Museo Nacional del Prado.

La exposición trata el hiperrealismo a través de los siguientes apartados: “Puesta en escena, dedicado al bodegón; Figuras, encuadres y límites, sobre el engaño a través del marco pintado; Huecos para curiosos, representaciones de hornacinas, vanos o armarios con objetos que engañan al ojo del espectador; Muros fingidos: tablones y paredes, convertidos en escenarios para exhibir objetos que muestran la pericia del artista; Desorden perfecto, dedicado a los rincones de artista y a los quodlibet, subgéneros del trampantojo; Llamada a los sentidos, con composiciones cuyo tema principal son las esculturas y las flores; Renovación americana y su estela, dedicado a los renovadores del género en Estados Unidos y a su influencia, y Trampantojo moderno, con piezas que destacan por mostrar la habilidad y la imaginación de sus autores para sorprender, con especial atención a los siglos XX y XXI. La muestra termina con una obra del escultor Isidro Blasco, encargada exprofeso para cerrar el recorrido”.

Pere Borrell y del Caso, Huyendo de la crítica (1874)

He tratado en este cuaderno digital, en varias ocasiones, esta forma de expresión artística y de su correlato en la percepción humana de admiración y sorpresa. La primera vez fue en 2016, bajo el título Cuando nos salimos del cuadro de la vida, en el que analizaba el contenido de una obra de Pere Borrell y del Caso, Huyendo de la crítica (1874), que también figura en la exposición que se inaugura hoy en Madrid. En aquella ocasión lo hice en el contexto de otra exposición que se celebraba en el Museo Nacional del Prado, Metapintura. Un viaje a la idea del arte, escogiendo esta obra de Borrell y del caso porque estaba convencido y lo sigo estando de que la representación de lo que nos sucede en determinados momentos de la vida, tan próximos en estos días por el macrocosmos político y social que nos rodea, se puede expresar muy bien examinando con detenimiento esta pintura. Todos, sin excepción, vivimos en el cuadro que nos pinta la vida a diario. Así nos ven y así lo cuentan a los demás. Así nos vemos y así figuramos ante los otros, con dificultades notorias para salirnos del marco familiar, laboral y social establecido. Agregaba en aquella ocasión que “Groucho Marx, a quien acudo tantas veces para comprender la vida, como su famoso niño de cuatro años, me lo recuerda muchas veces: que se pare el mundo que me bajo. Ahora, contemplando este cuadro tan extraordinario, podría decir sin sonrojo alguno: que pare la exposición permanente de mi vida, que me salgo del cuadro que me imponen. Es verdad. Alguna vez hay que tomar esta decisión para no seguir “exponiéndonos” sin sentido alguno en este mundo diseñado por el enemigo. Es una imagen preciosa, en la que este niño quiere acabar con una ceremonia de confusión que no tiene sentido alguno, en un mundo con una falta clamorosa de valores, donde agradecemos cualquier detalle de calidad humana porque nos parece extraordinario cuando debería ser una experiencia cotidiana”. Actualizando aquel contenido, hoy puedo afirmar que basta recordar las últimas imágenes de los niños ucranianos víctimas de una guerra cruel y sin sentido alguno, para comprender la huida del marco impresentable que a veces nos rodea la vida de cada uno.

Antonio López, La ventana por la tarde (1974-1982)

También quiero dedicar unas palabras a Antonio López, mi admirado pintor hiperrealista, presente en la exposición del Thyssen a través de una obra suya, La ventana por la tarde (1974-1982), donde se puede apreciar su arte para transmitir la realidad viva de lo que estás viendo a través de una ventana de la vida: “Algo pasa cuando miras el exterior desde el interior, no es un gesto más, tiene resonancias muy hondas, profundas, misteriosas.  La forma de la ventana delimitando el campo visual , la anatomía de esa forma, ya son interesantes en sí mismas, y jugar con ideas como la lejanía me parece muy estimulante como punto de partida. Supongo que también tendrá algo psicológico , como mirar por   un agujero, o el animal que se asoma desde su madriguera». En mi publicación La ventana discreta, escogí para la portada una ventana pintada en 1970 por Isabel Quintanilla, una obra adquirida por la Galería Brockstedt, en Berlín, una pintora contemporánea del movimiento hiperrealista en nuestro país junto a Antonio López, fundamentalmente porque acercarme a ella lo hacía en la salida del túnel de la pandemia “a modo de perspectiva esperanzadora sobre la situación que estamos viviendo en cada “carpe diem” particular. Necesitamos abrir ventanas metafóricas que permitan contemplar la vida de otra forma, porque es una oportunidad única de recuperar diálogo interior con nuestra persona de todos y, sobre todo, con la de secreto. Durante estos días es probable que nos sintamos a veces solos ante el peligro, en silencio, pero permitiéndonos algo muy importante: reflexionar, reflexionar y reflexionar, pasar a la acción, porque las ventanas de la vida ofrecen siempre oportunidades. Parando un momento. Las ventanas nos invitan a contemplar de forma diferente lo que antes pasaba desapercibido: la ciudad tranquila, la llegada de la primavera, más pájaros, más vida, aunque sintamos muchas veces el vértigo existencial legítimo. Necesitamos fijar la mirada en lo que auténticamente merece la pena, es decir, levantarnos desde nuestra perspectiva ética e iniciar un camino de compromiso personal y social para cambiar ese horizonte cerrado, clásico, que en el tiempo anterior, al que llamamos pasado, no nos ha llevado a veces a ninguna parte”.

Antonio López e Isabel Quintanilla me han ayudado siempre a aprehender mejor la vida, de ahí mi deuda con el hiperrealismo en este país, que se muestra en todo su esplendor junto a obras internacionales en la exposición que se inaugura hoy en el Museo de Todos, el Thyssen-Bornemisza, en Madrid. Y contemplando de nuevo las ventanas de ambos artistas, a los que tanto debo, que me permiten soñar con un mundo diferente: la ciudad tranquila, la llegada de la primavera, más pájaros, más vida, aunque sintamos muchas veces el vértigo existencial legítimo que me lleva a salirme del cuadro que la sociedad impone, imitando al niño de Borrell y del Caso.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

A %d blogueros les gusta esto: