Jean-Louis Trintignant cumplió el sueño de los años más bellos de su vida

Jean-Louis Trintignant (1939-2022) / RTVE, Noticias

Sevilla, 29/VI/2022

El pasado 17 de junio falleció el actor francés Jean-Louis Trintignant, al que he dedicado artículos de elogio en este cuaderno digital en los últimos años, fundamentalmente por películas que me impactaron mucho en mi juventud y en la actualidad, como persona mayor, a través de Il sorpasso ( 1962) y Los años más bellos de una vida (2019). El cine es una isla conocida en mi vida, que siempre me lleva a otras por conocer, por su inagotable misión de acompañarme en singladuras continuas, viajando siempre hacia alguna parte diferente, frecuentando el futuro, en una búsqueda permanente de sentido a la vida.

Cuando escribí sobre Il sorpasso, dije que esta palabra había calado popularmente en nuestro país, sobre todo en el ámbito político, desde que Julio Anguita, el líder carismático del Partido Comunista de España y de Izquierda Unida en los años ochenta y noventa, la cooptó del partido comunista italiano. Su acepción más clara es “adelantamiento” y junto a “ferragosto” tuvimos la oportunidad en España de asociarlas siempre a través de una película de culto, Il sorpasso (1962), que en este país se tradujo, creo que de forma equivocada, por La escapada, quitándole la fuerza de la palabra en su país de origen. Esta película, una road movie en estado puro, la dirigió Dino Risi y sus dos protagonistas inolvidables fueron Vittorio Gassman y Jean-Louis Trintignant. Un auténtico «capolavoro», como resumen de la mism a en una bellísima palabra italiana, es decir, una obra maestra. Inolvidable el comentario de Bruno (Gassman) al comienzo de la película y recorriendo Roma con su vehículo en pleno mes de agosto: «Está todo cerrado, Roma parece un cementerio”. Más o menos, el tedio de la vida corriente que ahora nos ha llevado al sorpasso más auténtico y real en la vida de Trintignant.

El hilo conductor de aquella película de mi adolescencia en Madrid, es un exponente de la misma vida, de una huida hacia adelante que muchas veces llevamos a cabo cuando estamos desorientados, situación en la que, por cierto, estamos inmersos desde hace bastante tiempo, intentando salir día a día del túnel actual por el impacto permanente de la guerra de Ucrania y los daños colaterales, económicos sobre todo, de la pandemia. Es verdad que, imitando a Vittorio Gassman, podemos salir una tarde cualquiera de nuestra vida en busca de algo trivial para seguir viviendo y encontrar almas cándidas que nos ofrecen una solución inmediata a nuestra necesidad. Llamada telefónica, WhatsApp, redes sociales, cualquier oportunidad de salir fuera de nosotros una vez y volver a la ansiada normalidad existencial sin mezcla de prudencia alguna. Después, podemos acompañar a los dos protagonistas, Bruno Cortona (Vittorio Gassman) y Roberto Mariani (Jean-Louis Trintignant), ocupando una plaza en su Lancia Aurelia B24 Spider, como testigos de cargo de sus aventuras hacia ninguna parte y hasta el fatal sorpasso, al igual que nos puede ocurrir en la vida ordinaria, porque la huida hacia adelante no suele traer nada bueno. En el fondo, es el escapismo que vimos tantas veces practicar a Anthony Blake, un profesional de esta suerte de magia.

Un diálogo de la película, escogido por mí, resume bien el sentido metafórico del sorpasso italiano: “Parece que estamos en Inglaterra”, dice Bruno (Trintignant), a lo que contesta Roberto (Gassman): “¿por la campiña? “No, es que viajamos siempre por la izquierda…”, responde finalmente Bruno. Los sorpassi permanentes e imposibles de la película, con el trato vejatorio a las personas y vehículos a los que adelantan los protagonistas, son el reflejo de los adelantamientos innecesarios, peligrosos y suicidas de la vida, en una alocada huida hacia adelante. El principio de realidad debe ser aplicado siempre y Bruno, a pesar de su juventud, lo sabe: “Cada uno de nosotros tiene un recuerdo fallido de la infancia. ¿Sabes por qué siempre decimos que fue la época más hermosa? Porque en realidad ya no la recordamos como era”. Una de las razones para la huida del tedio de la vida con adelantamientos (sorpassi) arriesgados y peligrosos en el caminar diario que, al igual que en esta película de Gassman y Trintignant, pueden tener un final muy triste.

Hoy, al recordar de nuevo a Trintignant, quiero compartir con él un momento mágico de la película de Claude Lelouch, Los años más bellos de una vida (2019), rodada cincuenta y dos años después de su antecesora, Un hombre y una mujer (1966), con el trío de ases, Trintignant, Aimée y Lelouch, en el que los protagonistas resumen qué ha pasado en sus vidas e intentan detener el tiempo con una autofoto (selfi), palabra que no existía cuando tenían cincuenta años menos, en el marco tan querido de la playa de Dauville de fondo, donde habían transcurrido momentos para no olvidar hace ya mucho tiempo. Vi en su momento la película que motiva este estreno en España y la recuerdo casi plano a plano. Era muy joven, pero el amor me parecía posible incluso en experiencias extramatrimoniales como la de la película, en una España que helaba el corazón de quienes las vivían, porque no eran confesables. Comprendí bien el hilo conductor de la película, aunque casi no podía comentarla en su lado positivo porque el régimen estaba en todas partes. Es una mujer la que cincuenta años atrás había dicho “Te quiero”, un amor prohibido que asusta al hombre al que va destinado ese escueto mensaje. Era una mujer la que había tomado la iniciativa en un mundo tan cicatero, plagado de prohibiciones y controles del alma.

Cincuenta y dos años después, comprobé cómo ha avanzado el país en libertades. Hoy está integrado el argumento de fondo y todos comprendemos que dos personas mantengan en su persona de secreto el amor de juventud, sobre todo si fue verdadero. Quizá se deba a que Lelouch quiso dejar claro, plano a plano, el hilo conductor de la película resumido en una frase de Víctor Hugo: los mejores años de la vida son aquellos que aún no se han vivido. La película nos transmite realidades muy duras en la vida de las personas mayores: la enfermedad del olvido selectivo o Alzhéimer, la vida en común obligada cuando se vive en una residencia de mayores, la ausencia de movilidad en el sentido pleno de la palabra, las ausencias, las fiestas organizadas para alegrarnos la vida incluso cuando lo que se requiere es silencio interior, la soledad acompañada y sonora, los horizonte lejanos, la moviola de la vida disponible en los momentos que determinadas neuronas lo permiten, el amor alojado en neuronas que no se borran, los flashback que circundan la memoria de hipocampo, las sorpresas de quienes nos quieren de verdad. Escuché aquel año, atentamente, a Claude Lelouch en una entrevista cuando habla de la realidad de la mirada, porque los ojos nunca mienten, porque siempre nos queda la mirada de alguien a quien queremos. Ahora, recuerdo como si fuera ayer los silencios de las miradas de Jean-Louis Trintignant y Anouk Aimée en su reencuentro.

Por todas las razones expuestas echo de menos hoy a Lean-Louis Trintignant. Il sorpasso y Los años más bellos de una vida, me permiten soñar de nuevo, hacer viajes casi imposibles, utilizar la tecnología para perpetuar los reencuentros a través de un selfi (autofoto), porque da igual casi todo, excepto el amor verdadero: la autoridad, las prohibiciones, la cicatería en el amor. Los adelantamientos (sorpassi) éticos. Porque siempre quedará París, recorrida de punta a punta gracias a la cámara de Lelouch en un plano secuencia memorable, que utiliza un corto suyo de ocho minutos (Era una cita) para transmitirnos que el mundo solo tiene interés hacia adelante cuando respetamos el amor de cada presente. Incluso en las tinieblas del Alzhéimer, con una banda sonora de fondo gracias a Francis Lai. Incluso con los semáforos en rojo de la vida, sin necesidad de saltárselos o de entrar en calles con dirección prohibida, como vemos en los primeros planos de Il sorpasso. Sobre todo, si alguien nos espera al final de un largo camino y en una cita inolvidable para ser más felices. ¿O no se trata de eso en la vida?

Gracias, Jean-Louis Trintignant, porque al igual que hiciste tú siendo joven y, después, una persona mayor, aprendí de ti a cumplir los sueños de los años más bellos de mi vida. Lo sigo intentando todos los días porque, en este caso y en ambas películas, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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