
Sevilla, 1/IX/2022
En este viaje he pasado con frecuencia de lo divino a lo humano, como es el caso de mi visita a Liérganes, lugar que conocía por una historia fascinante sobre su hombre pez, que llegó a interesar incluso al insigne médico Gregorio Marañón. Si tenía más sentido para mí era porque, una vez más, Andalucía y Cantabria se unían en la historia. Verán por qué. Cuentan los más viejos del lugar, que Fray Benito Jerónimo de Feijóo, en su obra “Teatro Crítico Universal”, tomo sexto, discurso octavo, bajo el título “Examen filosófico de un peregrino suceso de estos tiempos”, narró en torno a un Nadante, no hombre pez, “una cabalísima descripción del suceso, remitida por el Señor Marqués de Valbuena, residente en la Villa de Santander, a diligencia del Señor Don José de la Torre, dignísimo Ministro de su Majestad en esta Real Audiencia de Asturias, la cual es como se sigue, copiada al pie de la letra”:
[…] 3. «En el Lugar de Liérganes, de la Junta de Cudeyo, Arzobispado de Burgos, distante dos leguas de la Villa de Santander hacia el Sudeste, vivían Francisco de la Vega, y María del Casar su mujer, vecinos de dicho Lugar, los cuales tuvieron en su matrimonio cuatro hijos, llamados Don Tomás (que fue Sacerdote), Francisco, José, y Juan, que vive todavía, de edad de setenta y cuatro años.
4. Viuda dicha María del Casar, envió al referido hijo Francisco a la Villa de Bilbao a aprender el oficio de Carpintero, de edad de quince años, en cuyo ejercicio estuvo dos años, hasta que el de 1674, habiendo ido a bañarse la Víspera de San Juan con otros mozos a la Ría de dicha Villa, observaron éstos se fue nadando por ella abajo, dejando la ropa con la de los compañeros, y creyendo volvería, le estuvieron esperando, [275] hasta que la tardanza les hizo creer se había ahogado, y así lo participaron al Maestro, y éste a su Madre María del Casar, que lloró por muerto a dicho su hijo Francisco.
5. El año de 1679 se apareció a los Pescadores del mar de Cádiz, nadando sobre las aguas, y sumergiéndose en ellas a su voluntad, una figura de persona racional y que queriendo arrimársele, se les desapareció el primer día; pero dejándose ver de dichos Pescadores el siguiente, y experimentando la misma figura, y fuga, volvieron a tierra contando la novedad, que habiéndose divulgado, se aumentaron los deseos de saber lo que fuese, y fatigaron los discursos en hallar medios para lograrlo; y habiéndose valido de redes que circundasen a lo largo la figura, que se les presentaba, y de arrojarle pedazos de pan en el agua, observaron, que los tomaba, y comía, y que en seguimiento de ellos se fua acercando a uno de los barcos, que con el estrecho del cerco de las redes le pudo tomar, y traer a tierra; en donde habiendo contemplado éste, que se consideraba monstruo, le hallaron hombre racional en su formación, y partes; pero hablándole en diversas lenguas, en ninguna, y a nada respondía, no obstante haberle conjurado, por si le poseía algún espíritu maligno, en el Convento de San Francisco donde paró; pero nada bastó por entonces, y de allí a algunos días pronunció la palabra Liérganes; la que ignorada de los más, explicó un mozo de dicho Lugar, que se hallaba trabajando en la referida Ciudad de Cádiz, diciendo era su Lugar, que estaba situado en la parte arriba mencionada; y Don Domingo de la Cantolla, Secretario de la Suprema Inquisición, era del mismo lugar; con cuya noticia un sujeto, que le conocía, le escribió el caso; y Don Domingo le comunicó a sus parientes de Liérganes, por si acaso había sucedido allí alguna novedad, que se diese la mano con la de Cádiz. Respondiéronle, que nada había más, que haberse desaparecido en la Ría de Bilbao [276] el hijo de María del Casar, viuda de Francisco de la Vega, que se llamaba también Francisco, como su padre; pero que había años le tenían ya por muerto. Todo lo cual participó Don Domingo a su correspondiente de Cádiz, que lo hizo notorio en el referido Convento de San Francisco, donde se mantenía.
6. Estaba a la sazón en el expresado Convento de San Francisco un Religioso de dicha Orden, llamado Fray Juan Rosende, que había venido por aquel tiempo de Jerusalén, y andaba pidiendo por España limosna para aquellos Santos Lugares; y enterado de la parte donde caía Liérganes, y familiarizándose al mozo, que había aparecido en el mar, y discurriendo si acaso fuese de dicho Liérganes, según la relación de Cantolla, resolvió llevarle consigo en su postulación: que habiéndola rematado hacia la Costa de Santander, fue al expresado Lugar de Liérganes el año de 1680; y llegando al monte, que llaman la Dehesa, un cuarto de legua de dicho Pueblo, le dijo al mozo, que fuese delante guiando, quien lo ejecutó puntualmente, y fue derecho a la casa de dicha María del Casar; la que inmediatamente que le vio, le conoció, y abrazó, diciendo: Este es mi hijo Francisco, que perdí en Bilbao, y los hermanos Sacerdote, y seglar, que estaban allí, ejecutaron lo mismo con grande regocijo; pero el expresado Francisco ninguna novedad, ni demostración hizo más que si fuera un tronco.
7. Fr. Juan Rosende dejó este mozo en casa de su madre, en la que estuvo nueve años con el entendimiento turbado, de manera, que nada le inmutaba, ni tampoco hablaba más, que algunas veces las voces de tabaco, pan, vino, pero sin propósito. Si le preguntaban si lo quería, nada respondía; pero si se lo daban, lo tomaba, y comía con exceso por algunos días, más después se le pasaban otros sin tomar alimento.
8. Si alguno le mandaba llevar algún papel de un lugar a otro, de los que sabía antes de irse, lo hacía [277] con gran puntualidad, dándole al sujeto a quien le encargaban, y conocía; y traía la respuesta, si se la daban, con cuidado; de manera, que parece entendía lo que se le decía; pero él por sí nada discurría.
9. En una ocasión, entre otras, que su sujeto de Liérganes le envió a Santander con papel para otro, siendo preciso pasar la Ría, que tiene más de una legua de ancho, y para eso embarcarse en el sitio de Pedreña, no hallándo allí barco, se echó al agua, y salió en el muelle de Santander, donde le vieron muchos mojado, y el papel que traía en la faldriquera, el que entregó puntualmente al sujeto a quien venía dirigido; el cual preguntándole, que cómo le había mojado, nada respondió, y volvió la respuesta a Liérganes con su regular puntualidad.
10. Era de estatura de seis pies, poco más, o menos; corpulencia correspondiente, y bien formado; el pelo rojo, corto; como si le empezara a nacer; el color blanco; las uñas tenía gastadas, como si estuvieran comidas de salitre. Andaba siempre descalzo. Si le daban vestido le ponía; si no, el mismo cuidado tenía de andar desnudo, que descalzo.
11. Si le daban de comer, tomaba, y comía todo lo que fuese; si no, tampoco lo pedía: de suerte, que parecía una cosa inanimada para discurrir, y animada para obedecer, y mudo para hablar, menos las palabras arriba expresadas, que pronunciaba tal vez, pero sin propósito, ni concierto; lo que puedo asegurar, por haberle conocido.
12. Cuando era muchacho tenía gran inclinación a pescar, y estar en el Río, que pasa por dicho Lugar de Liérganes, y era gran nadador. En dicha edad tenía las potencias regulares.
13. Todo lo que viene referido es la verdad del hecho, según relación de sus hermanos, el Sacerdote Don Tomás, y Juan, que vive; y todo lo que separe de este hecho es falso, como lo es el decir que tenía escamas en el cuerpo, y que este prodigio procedió de una maldición que le echó su madre.
14. En esta disposición se mantuvo en casa de su madre, y en este País el expresado mozo Francisco de la Vega por espacio de nueve años, poco más, o menos, y después se desapareció, sin que se haya sabido más de él; aunque dicen, que poco después le vio en un Puerto de Asturias un hombre de la vecindad de Liérganes; pero carece de fundamento.
Sobre este documento, prolijo de datos, don Gregorio Marañón trabajó científicamente para quitar valor a lo comentado por Feijóo, a través de su obra Las ideas biológicas del padre Feijóo, publicada en 1934. El protagonista de esta historia, según él, estaba afectado por una enfermedad, cretinismo, que le hacía aparecer como “imbécil y mudo” y que huyó de su hogar, atribuyendo las escamas de su piel a otra enfermedad llamada “ictiosis”. Estos rasgos patológicos son los que llevaron a los pescadores a atribuirle fuerzas sobrenaturales y comenzar a crear una leyenda imposible: “sin duda el joven nadador, de inteligencia limitada, y de instintos errabundos, desapareció de Bilbao, no nadando, sino por los caminos de Dios o acaso a bordo de algún barco, yendo a parar a Cádiz, donde pudieron encontrarle bañándose los pescadores” […] el raro aspecto de su piel […] le daba cierta apariencia de pez, y su imbecilidad y su mudez, impidiéndole dar detalles de su vida desde que se fue de Bilbao, le cubrieron de misterio y dieron origen a la leyenda de sus proezas acuáticas”. Finalmente, sentencia en su obra que “Francisco Vega – podemos verosímilmente afirmarlo – fue pues, un cretino; por ello fue idiota y casi mudo; por ello erró sin sentido por tierra o quizá por mar, pero no nadando; por eso tuvo escamas; por eso, en fin, nadaba con pericia y resistencia extraordinarias y se sumergía mucho más tiempo que los muchachos sanos de su edad. Lo demás, hasta dejarle convertido en el prodigioso hombre-pez que popularizó Feijoo, lo hicieron los perjuicios y las supersticiones de la época”.
Llama la atención que ocurre otra vez algo prodigioso vinculado con los padres franciscanos de Cádiz, como ocurrió con el Cristo de la Agonía, comentado en el primer artículo de esta serie. Cada uno que interprete esta historia como mejor lo crea, aunque lo mejor que he leído en esta visita a Liérganes, lugar de autos, es la leyenda que figura cerca del río Miera, que atraviesa esta localidad: “Su proeza atravesando el océano del norte al sur de España, si no fue verdad mereció serlo. Hoy, su mayor hazaña es haber atravesado la memoria de los hombres. Verdad o leyenda, Liérganes lo honra aquí y le da así la inmortalidad”. Necesitamos a veces interpretar determinados situaciones de nuestra vida como si fuera verdad lo que está pasando, aunque sólo sean sueños o leyendas, que para este caso es lo mismo. Me quedo con lo mejor de esta historia: dos Comunidades de este país comparten una leyenda después de varios siglos. Sobre todo, la respetan. Lo pude comprobar en un cuaderno que compré en Liérganes, diseñado expresamente para los niños del lugar, para que sigan conociendo algo muy importante que ocurrió hace varios siglos con un vecino suyo, cuyo nombre conocen todos: Francisco de la Vega del Casar, al que después de atravesar a nado el océano atlántico alrededor de España, reconoció en Cádiz un jándalo [emigrante cántabro] como natural de este bonito pueblo, paisanaje que le permitió volver junto a sus padres, aunque por su enfermedad no pudiera articular muchas palabras, ni contar para la posteridad qué es lo que verdaderamente había ocurrido. De ahí este misterio, porque la mayor hazaña de este “nadante” es, hoy día, haber atravesado los mares procelosos de la memoria de personas durante siglos.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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