Leyenda en Cantabria / 4. Santillana del Mar, de la Literatura, de la Comunicación y del Arte

Torre de Don Borja, Santillana del Mar (Cantabria) / JA COBEÑA

Sevilla, 3/IX/2022

Fue un descubrimiento total la visita a Santillana del Mar, con su aureola de lugar inolvidable, declarada conjunto histórico-artístico en 1889. Todo el enclave medieval es maravilloso y la Colegiata de Santa Juliana es el ejemplo más claro de su historia y tiene lógica que esté incorporado al reconocimiento social como uno de los pueblos más bonitos de España. La cercana Cueva de Altamira, declarada también Patrimonio de la Humanidad, no era en esta visita un claro objeto de deseo, quizás porque la primigenia no se puede visitar, sólo una copia. Con esta base y estudiado a fondo nuestro recorrido en esta villa, nos dirigimos en primer lugar a la Colegiata, claro ejemplo del románico en Cantabria, que data del siglo XII, aunque su verdadera historia arranca en el siglo IX al albergar allí un antiguo monasterio. Hasta llegar allí por las calles Carrera, Cantón y Río, cualquier mirada a izquierda y derecha nos llevaba a contemplar edificios emblemáticos: la Casa de los Villa, la Torre de los Velarde, el Palacio de Valdivieso y las Casas de los Quevedo y Cossío, hasta la espléndida Plaza del Abad Francisco Navarro, donde pudimos disfrutar de panorámicas excelentes de la Colegiata, entrando en ella por la puerta lateral que después, al salir, nos llevaría a la Plaza de Armas.  

La entrada al claustro me sobrecogió. ¡Cuánta belleza en sus capiteles, desde cualquier ángulo que se contemplen! Entrando en el templo destaca el retablo mayor con escenas evangélicas. Los ábsides semicirculares, las bóvedas de cañón y de horno, así como su cimborrio forman un conjunto armónico de tres naves tipo en el periodo románico. Al salir, visitamos el Museo y la Fundación Jesús Otero Oreña (Santillana del Mar, 1908-1994), un escultor represaliado por la dictadura y que alcanzó su reconocimiento desde la Transición, albergando más de 50 esculturas y objetos donados por el artista en 1993. Su obra me pareció digna de estar representada en su ciudad natal y de figurar en un enclave tan singular como Santillana.

Llegar a la Plaza Mayor por la calle Racial fue un conjunto de sensaciones especiales, sobre todo cuando, en nuestro caso, descubrimos una banderola colgada en la Torre de Don Borja, que supuso para mí un reencuentro con José Saramago, porque recogía una frase suya que desde que la leí por primera vez he guardado en mi alma de secreto: “Siempre acabamos llegando donde nos esperan”, escogida del Libro de los itinerarios, en su obra “El viaje del elefante”. Así fue. La visita a la Torre de Don Borja fue la mejor experiencia que tuvimos en Santillana del Mar, que explico a continuación. Concertamos la hora de la visita guiada, durante una hora y cuarto, en la que la guía Helena, una sevillana de Triana, junto con una visitante francesa y otra pareja también de Sevilla (otra vez la unión de Andalucía y Cantabria), nos mostró lo que en los últimos años ha representado aquel edificio para la cultura en España, al albergar durante muchos años la Fundación Santillana, que tomó el nombre del lugar donde se fijó su sede oficial.

La Torre de Don Borja es una representación excelsa de la Santillana medieval, junto a la Torre del Merino, situadas ambas en la antigua plaza del Mercado, hoy Mayor, donde está situado ahora el Ayuntamiento de la localidad. Data como enclave fortificado del siglo XV y debe su nombre actual a Don Borja Barreda, titular del Mayorazgo en 1844: “Históricamente ha recibido los sobrenombres de Torre de don Borja-Bracho, la Torrona y de la Infanta, ya que fue propiedad de la Infanta Paz de Borbón. A finales de los años setenta el edificio, en estado de ruina, fue comprado por Jesús Polanco y Pancho Pérez González para ubicar en él la sede de la Fundación Santillana. La rehabilitación, a cargo de los arquitectos Luis Castillo y Eduardo Fernández Abascal, mereció el prestigioso premio Europa Nostra. En 2019 el edificio, de nuevo bajo la dirección de Luis Castillo, ha vuelto a ser rehabilitado” (1). La vinculación de Jesús Polanco y Pancho Pérez, con orígenes familiares el primero en Santillana del Mar, con el edificio a través de la Fundación Santillana, a quien debemos tanto en la Transición española por la creación también de un periódico excelso, El País, con la aparición de su primer número en 1976, supuso poner la moviola de mi vida desde aquellos años y esta visita garantizaba mi respeto a sus figuras por todo lo que hicieron para salvaguardar las libertades en este país y la protección de la educación y cultura a través de sus publicaciones llevadas a cabo en editoras de gran renombre. En este sentido, creo que la página web de este sitio “medieval”, pero tan actual, resume muy bien lo anteriormente expuesto: “La Torre de Don Borja es un proyecto que rinde homenaje, en un edificio del siglo XV, a Jesús Polanco y Pancho Pérez González a través de las que fueron sus principales pasiones: el arte, los libros y la comunicación”. Con este hilo conductor iniciamos la visita guiada, extraordinariamente presentada y narrada por Helena, de cuyo nombre quiero acordarme ahora como expresión de agradecimiento a su buen hacer profesional.

Efectivamente, pudimos recorrer estas áreas de interés de sus patronos, comenzando por los libros, mundo en el que se desenvolvieron muy bien ambos amigos, concretamente en el espacio dedicado al proyecto de Biblioteca Iberoamericana, sueño de Pancho Pérez: “Su amor a los libros le llevó a comprarlos, encargarlos y coleccionarlos durante toda su vida. Su biblioteca estuvo ubicada, primero, en el pueblo cántabro de Barcenillas, hasta que en 2019 se trasladó a la Torre de Don Borja, rehabilitada con este fin. Los casi veinte mil ejemplares que la conforman son el reflejo de la pasión de Pancho Pérez González por los libros y el conocimiento”. Pasamos inmediatamente al espacio dedicado a la editorial Santillana, que nació en 1960, que impulsada por ellos “se convirtió en una gran empresa que hoy edita en 21 países, prácticamente en todo el área iberoamericana”. Donde sentí sensaciones especiales fue en el espacio dedicado a la educación, piedra angular de esta editorial, porque desde hace muchos años ha estado centrada “en la educación que se encuentra fuertemente arraigada en la memoria colectiva y sentimental de varias generaciones que estudiaron con el apoyo de los libros de texto de Santillana”. En este contexto, nos permitieron hojear los primeros cuadernos de instrucción pública para adultos, entrañables y de feliz memoria, con los que comenzaron su carrera editorial.

Como un paso más en su aventura editorial, nos enseñó Helena la proyección internacional que se alcanzó entre los años 70 y 80, al convertirse Santillana en un grupo editorial, con la creación o incorporación de varias editoriales. Con ellas abordó campos distintos al educativo, como la literatura, el ensayo, la actualidad y los libros infantiles y juveniles. El éxito definitivo se alcanzó en los años 90, porque “ya operaban en la mayor parte de Iberoamérica desarrollando también ediciones locales”. Tuve la oportunidad de visualizar primeras ediciones emblemáticas de autores, publicadas por editoriales del grupo, Alfaguara, Taurus, Aguilar y Altea, entre ellos dieciocho premios Nobel y doce premios Cervantes. Como era obvio, identifiqué inmediatamente a José Saramago, que ya me había dicho en la puerta que “Siempre acabamos llegando donde nos esperan”, porque allí estaba, en una estantería junto a compañeros y compañeras de renombre.

Pasamos a continuación a la Biblioteca Histórica de la Infanta Paz de Borbón, propietaria de la Torre a comienzos del siglo XX, figurando en los antiguos salones, de corte isabelino, “la biblioteca que ella y sus herederos conformaron: un millar de ejemplares, perfectamente restaurados, de entre los siglos XVI y XX”. Helena contó numerosas anécdotas de sabor histórico que rodearon la vida y obra de la Infanta. Finalmente, en esta área dedicado a los libros y al conocimiento, vimos la biblioteca de arte, con obras de pequeño formato de Elvira Amor, Joan Hernández Pijuan, Ángel Alonso o Jorge Asensio, entre otros.

Quedaba todavía un plato fuerte, el espacio dedicado a la comunicación. Allí nos sumergimos en recuerdos entrañables procedentes de El País, la Cadena Ser y Canal Plus, proyectos impulsados por Jesús Polanco, presidente de la empresa editora, PRISA y en los que también participó Pancho Pérez González, su socio y amigo. Es verdad lo que se indica en la página oficial de la Torre: “A través de una cuidada selección de imágenes, sonidos y antiguos aparatos de radio y televisión, el visitante se asomará a las primeras décadas de existencia de El País y la conformación de PRISA como uno de los grupos de comunicación más importantes del mundo. El recorrido es, al tiempo, un itinerario por los treinta primeros años de democracia en España a través de las informaciones y los protagonistas de la prensa, la radio y la televisión de entonces”. Allí sentí de cerca lo que supuso para mí comprar en Roma el primer número del diario El País, el 4 de mayo de 1976, al visualizar en aquella Torre la plancha de la portada, preparada para la rotativa. Sentí un escalofrío especial, porque tuve en mis manos aquel número que significaba tanto para la democracia y la información libre en este país. Recuerdo como si fuera ayer el día que compré este número en el quiosco que hacía esquina entre el corso Vittorio Emanuele II y la via del Corso. Han pasado cuarenta y ocho años y hoy, El País, con mayúscula, no es lo que era, tampoco lo es con minúscula, por contextualizarlo todo, pero tengo que reconocer lo mucho que ha aportado a este Estado tan dual y cainita.

Por último, contemplamos los espacios dedicados al arte, que también me sobrecogió en determinados momentos. Tal y como cuenta la institución, allí se expone la Colección Rucandio, “una iniciativa privada promovida, desde comienzos de los años 60, por Jesús Polanco e Isabel Moreno. Con un conjunto de más de 300 obras, pretende reconstruir los momentos más importantes del arte español desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. El afán de la Colección es establecer un relato imparcial de este periodo de nuestra historia del arte más reciente, con obras representativas de todos aquellos artistas fundamentales que han trabajado en este espacio de tiempo. De ahora en adelante una selección de piezas destacadas de la Colección se irá mostrando periódicamente y de forma sucesiva, en forma de exhibición temporal, en los diversos espacios de la Torre de Don Borja”. Sus herederos siguen esta senda marcada de la Colección y pudimos ver obras de Jaume Plensa, Carlos Alcolea, el grupo Costus, Eduardo Martín del Pozo y María, Daniel Canogar, Juan Genovés, Gregory Crewdson, Robert Filliou, Alicia Framis y Nuno Nunes-Ferreira, entre otros autores de reconocido renombre.

Fue una visita excepcional, algo más que una experiencia cultural. Fue una oportunidad para valorar qué ha supuesto la democracia en nuestro país. Arte, libros y comunicación forman un conjunto armónico que la Torre de Don Borja nos transmitió de forma especial. Tenía razón Saramago cuando nos invitó a entrar desde la banderola al viento en la Torre: “Siempre acabamos llegando donde nos esperan”. Helena se despidió de nosotros entregándonos una biografía no oficial, pero autorizada, de Jesús de Polanco, escrita por Mercedes Cabrera, Jesús de Polanco (1929-2007). Capitán de empresas (2). Andalucía se encontró de nuevo con Cantabria en Santillana del Mar. Escribí unas notas en el libro de visitas de la Torre, de agradecimiento por lo que habían entregado. Era importante hacerlo, porque quería dejar por escrito el agradecimiento por el regalo que habíamos recibido durante casi una hora y media, con la atención impecable de Helena. Lo hice porque en Santillana del Mar no olvidé algo que aprendí de Antonio Porchia, hace ya bastante años: Sé lo que te he dado; no sé lo que has recibido. Pretendí que la duda quedara así despejada, con la palabra que, afortunadamente, aún nos queda.

(1) Torre de Don Borja – Santillana del Mar

(2) Cabrera, Mercedes, Jesús de Polanco (1929-2007). Capitán de empresas, 2015. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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