
Sevilla, 5/IX/2022
Fuimos a Oyambre, atravesando Comillas y Toñanes, un pueblo famoso desde la publicación reciente de Juan Gómez Bárcena, Lo demás es aire (1), obra ciclópea en su desarrollo narrativo respetando el contexto cántabro y su historia, para conocer la playa donde se posó de forma atrevida “El pájaro amarillo”, el mítico avión que pretendía culminar la travesía del Atlántico en París, habiendo despegado veintinueve horas antes de la playa de Old Orchad, en Maine (Massachussets, EEUU), aterrizando a duras penas por un problema de falta de combustible en Oyambre, a las 23:40 horas del 14 de junio de 1929. La aventura de “El Pájaro Amarillo” es digna de ser recordada siempre. Antes de hacer esta visita emocionante, recopilé bastante información fidedigna y objetiva sobre lo ocurrido, habiendo comenzado a leer el libro del protagonista principal, Armand Lotti (1897-1993), L´oiseau canari (El pájaro amarillo), empresario parisino, donde narra de forma pormenorizada esta fantástica aventura, visualizando al mismo tiempo un documental, La aventura del Pájaro Amarillo, producido por el actor Antonio Resines, santanderino de pro.
La sinopsis de este documental nos sitúa perfectamente en torno a lo que ocurrió en esta fantástica aventura: “El 13 de junio de 1929 despega en la playa de Old Orchad, en Maine (EEUU) un avión Bernard 191 GR, llamado L’Oiseau Canary. El vuelo tenía como destino París, pero la falta de combustible forzó un aterrizaje imprevisto en la playa de Oyambre, Comillas, tras 29 horas de vuelo y 5.300 km. recorridos. A bordo viajaba una joven y entusiasta tripulación, Armand Lotti, promotor de la expedición, Jean Assolant, primer piloto, René Lefévre, navegador, y un pasajero clandestino, Arthur Schreiber, el primer polizón aéreo de la Historia. La noticia fue cubierta por numerosos diarios de la época, y hasta Comillas se desplazaron los principales noticieros del momento, como Pathé y Paramount, para ser testigos del acontecimiento. Los pilotos fueron recibidos en Comillas como verdaderos héroes, permaneciendo dos días en la ciudad cántabra, a la espera de que llegara desde Madrid el combustible que necesitaban para continuar su viaje a Paris. En el año 1929 se habían realizado nueve tentativas de atravesar el Atlántico y todas habían terminado en fracaso. La primera que cosechó el éxito fue «La Aventura del Pájaro Amarillo».

La llegada a la playa fue desconcertante porque apenas hay señalización de este acontecimiento. A decir verdad, no había señal alguna que nos indicara dónde había ocurrido este feliz aterrizaje. Con sucesivas paradas y múltiples preguntas, llegamos finalmente a pie a una playa recóndita en la actualidad, aunque es de grandes dimensiones vista desde la altura en la que está situado el nuevo emplazamiento del monumento, que conserva el original, obra del escultor cántabro Jesús Otero, del que ya comenté en el artículo anterior su obra actual en Santillana del Mar, cuya primera piedra fue colocada por “los heroicos aviadores españoles, capitanes Jiménez e Iglesias, el 14 de agosto de 1929”, manteniendo la inscripción original: “Esta es la playa donde aterrizó el primer avión trasatlántico que tocó tierra española. Fue el pájaro amarillo en vuelo directo de Old Orchard EE.UU. y tripulado por Assollant, Lefévre y Lotti. 14 de junio de 1929”. Para salvar las inclemencias del mar sobre la piedra del monumento fue trasladado de sitio, inaugurándose el nuevo emplazamiento el 16 de junio de 2018. Nos sentamos en el pie del monumento para contemplar la belleza y placidez aquel día del mar Cantábrico, imaginándonos por segundos lo que ocurrió en aquella fecha tan señalada de 14 de junio de 1929. El monumento está muy deteriorado y quizá algo abandonado, sin señalización alguna para su acceso desde la carretera que está situada a unos quinientos metros nada más. Junto a él sí hay un cartel con un título suficientemente explicativo: “Monumento al Pájaro Amarillo, Primer vuelo trasatlántico con llegada a España”, donde se explica sucintamente lo ocurrido, aunque fue una sorpresa descubrir un soneto de un poeta comillano, Jesús Cancio, que aún se puede leer y que así hice porque allí, en ese momento y a pesar de su sencillez, tenía su encanto:
Aquí hizo un alto en su glorioso vuelo,
un águila de espíritu romántico
que atravesó el desierto del Atlántico,
entre el asombro del mar y el cielo.
Fue el “Pájaro Amarillo”, cuya hazaña
tuvo al mundo suspenso, conmovido,
hasta que el ave audaz encontró un audaz
en aqueste solar de la Montaña.
Y al posarse magnífica y serena,
al dejarse caer sobre la arena,
después de domeñar tanta distancia,
al besar estas costas españolas,
dijo el mar de Comillas en sus olas:
“Loor a la aviación, honor a Francia”.
La inscripción que figura rotulada en el monumento, me ha llevado a descubrir de nuevo la unión entre Cantabria y Andalucía, porque los “heroicos capitanes” que pusieron la primera piedra en el monumento a El Pájaro Amarillo en Oyambre eran Ignacio Jiménez Martín y Francisco Iglesias Brage, que habían volado en el “Jesús del Gran Poder”, en 1928, por su empeño en efectuar un vuelo que batiese el récord de distancia que estaba entonces en 6.290 Km. Un avión Breguet XIX Gran Raid que se fabricaba por Construcciones Aeronáuticas, S.A. (C.A.S.A.), en su factoría de Getafe, con los permisos correspondientes y bajo licencia, para la Aviación Militar, era el que permitía un radio de acción de 7.000 Km. o más y transportar 4.100 litros de carburante. En concreto, se fabricó un avión del tipo Breguet XIX TR Bidón, con el número de servicio 72 y llamado “Jesús del Gran Poder”, nombre que recibió en un acto oficial de bendición en la base de Tablada, en Sevilla, celebrado el 30 de Marzo de 1928 y en el que actuó de madrina la Reina Doña Victoria Eugenia. Una vez más, he podido comprobar la relación de Cantabria con Andalucía, por esta referencia de los capitanes Jiménez e Iglesias. El 10 de mayo despegaron finalmente, pero por la bruma existente chocaron en la pista con un carro, resultando dañado el avión y teniendo que abortar el vuelo. A pesar de que ellos pensaron que en pleno vuelo podían cambiar el rumbo de Este a Oeste (Cuba), sin comunicarlo oficialmente a nadie, se descubrió antes de despegar este plan y fueron amonestados. A pesar de estas incidencias, lo hicieron finalmente el 29 de mayo hacia Oriente, pero dificultades meteorológicas obligaron a ambos pilotos a desviarse de su ruta inicial, aterrizando por avería del motor en Basora (Irak), lo que no les permitió batir el récord de distancia que habían planificado con detalle. Creo que de esta experiencia nació el reconocimiento a la aventura de El pájaro Amarillo en Oyambre.

Estoy leyendo el libro escrito por Armand Lotti sobre El pájaro Amarillo (2), en compañía de Jean Assolant, primer piloto, a quien dedica el libro: “mi hermano, que fue valiente y leal hasta la muerte”, René Lefévre, navegador, y un pasajero clandestino, Arthur Schreiber, en el que narra con detalle esta sorprendente aventura. Es verdad que sorprende la fecha de publicación de “su” historia, cuarenta años después, pero él lo justifica plenamente en el Prefacio de su obra: “Porque en los años posteriores al vuelo, no quise -por nada del mundo- publicar ni decir nada que, incluso con una mínima sospecha, pudiera empañar el éxito de mis dos camaradas. Me parecía y me imaginaba que mi reacción fue la del público: un éxito de este orden sólo podía resultar de una larga y meticulosa preparación, siendo la meta alcanzada sólo la justa recompensa a esfuerzos continuos y ordenados. Exponer ciertas cuitas internas a la luz del día me parecía menospreciar la hazaña misma, especialmente porque yo formaba parte de nuestra alocada empresa. Ciertamente, mis compañeros tenían bastante sentido común para juzgar los riesgos de la aventura, pero ¿cómo podrían haber resistido esta maravillosa tentación, ellos, para quienes la Aviación era el principal fin de sus vidas?”.
Surgen muchas preguntas en torno a esta aventura que terminó felizmente en París, aunque la trayectoria reconocida fue exactamente el trayecto en veintinueve horas entre Old Orchad, en Maine (Massachussets, EEUU) y Oyambre (Santander, España), una distancia de 5.300 km. El documental que aporto expresa muchos detalles bien tratados de esta apasionante aventura. Regresamos andando desde el monumento actual hasta donde habíamos aparcado el coche, casi a pie de carretera, con la sensación del deber cumplido, el reconocimiento de unos andaluces a esta gesta que aportó tanto conocimiento a la aviación comercial de su presente y futuro, recordando la primera piedra que pusieron allí los “heroicos capitanes” Ignacio Jiménez Martín y Francisco Iglesias Brage, que habían volado en el “Jesús del Gran Poder”, desde Tablada, en Sevilla, para gloria de este país ante el mundo. Recordé personalmente, en ese momento de reconocimiento de la gesta, una pregunta de Pablo Neruda que citaba al pájaro amarillo anónimo y preocupado de otras cuestiones: ¿Por qué los inmensos aviones no se pasean con sus hijos? / ¿Cuál es el pájaro amarillo / Que llena el nido de limones? / ¿Por qué no enseñan a sacar miel del sol a los helicópteros? / ¿Dónde dejó la luna llena su saco nocturno de harina? A día de hoy, sigo sin despejar estas preguntas, las primeras de un libro suyo que leo siempre con ilusión renovada, Libro de las preguntas (3), en búsqueda de respuestas que muchas veces sé que no existen, quedándose sin resolver en el alma humana.
Ante la fantasía de volar a pesar de todo, como fue la alocada aventura de Lotti junto a sus compañeros de viaje, que es de lo que trata este pájaro amarillo, avanzo páginas del libro de Neruda y llego al conjunto de preguntas bajo el número de 44, porque allí me reconozco como niño que siempre quiso volar, a pesar de todo: ¿Dónde está el niño que yo fui, / sigue adentro de mí o se fue? / ¿Sabe que no lo quise nunca / y tampoco me quería? / ¿Por qué anduvimos tanto tiempo / creciendo para separarnos? / ¿Por qué no morimos los dos / cuando mi infancia se murió? / ¿Y si el alma se me cayó / por qué me sigue el esqueleto? Al igual que Armand Lotti con su obra, escribo estas líneas muchos años después de mis sueños de niño, porque nunca he querido “publicar ni decir nada que, incluso con una mínima sospecha”, pudiera empañar el éxito de las personas que me han acompañado y acompañan todavía en el vuelo bajo de la vida.
(1) Gómez Bárcena, Juan, Lo demás es aire, 2022, Barcelona: Seix Barral.
(2) Lotti, Armand, L´oiseau canari, 1968, París: Calmann-Lévy.
(3) Neruda, Pablo, Libro de las preguntas, 2018. Barcelona: Seix Barral.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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