
Sevilla, 23/II/2023
En un día que recuerda en el calendario lo que sucedió en este país tan olvidadizo de la memoria democrática, de lo que personalmente no quiero ahora acordarme, el fallido golpe de estado del 23 de febrero de 1981, creo que tengo la obligación ética y en defensa de la democracia, de escribir sobre algo que ha manifestado recientemente en el Senado el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, que no debería dejar tranquilas a las almas inquietas de la gente de mal, refiriéndose concretamente a la recientemente aprobada y conocida popularmente como ley trans: “Por eso, deje ya de molestar a la gente de bien. Deje ya de meterse en las vidas de los demás”, a lo que el Presidente respondió con firmeza: «Nunca imaginé, señorías, que el reconocer derechos a minorías, en este caso al colectivo trans, fuera molestar a la gente de bien, señor Feijóo«. Si escribo estas palabras es porque me siento aludido, clasificándome como perteneciente a un colectivo denostado por las derechas en general, el llamado por ellos “gente de mal” y que poco les ha faltado para agregarle algo que siempre han creído en ello, “de mal vivir”, porque estoy totalmente de acuerdo con la ley denostada por el Partido Popular y su derecha ultramontana, es más, no me molesta para nada, me parece fantástico que avancemos en el plano de libertad y equidad social y sexual, por ejemplo, por no señalar otras muchas leyes y disposiciones en esta legislatura, auspiciadas por el gobierno de coalición y aprobadas democráticamente en ambas Cámaras, que ya sabíamos que tanto molestan a la gente de bien.
No hay que ser Einstein para adivinar quienes integran el colectivo de “gente de bien”, su patrón definitorio. Ni me molesto en describirlo, porque sabemos quienes son, salvo las excepciones que como en toda regla salvaría siempre. Ahora toca hablar de la gente de mal. Para Feijóo y las personas y territorios a los que representa en el Senado, gente de mal somos los que estamos cerca del estado de bienestar y lo que representa para la sociedad: la defensa a ultranza, democrática, del interés general de la ciudadanía, teniendo en cuenta siempre a los que menos tienen. Gente de mal es la que defiende los derechos fundamentales que figuran en la Constitución y cuida, hasta el extremo que lo permitan las leyes, la educación, la salud y los derechos y deberes sociales, como pilares fundamentales de un estado de derecho. Y aquí aparece la política que da sentido a los poderes del Estado, haciéndose patente que todos los partidos no son iguales y los gobiernos que conforman, tampoco.
Como formo parte de la gente de mal, que somos millones de personas en este país, estoy totalmente de acuerdo con que el gobierno de coalición se “haya metido en las vidas de los demás”, especialmente de todos, sin excepción alguna, como ha sido durante la pandemia, porque las medidas tomadas, democráticas en su desarrollo e implantación, han permitido que las vacunas no caigan del cielo sino de la economía europea y del Estado, que las ha financiado; que los trabajadores, gracias a los ERTE, no hayan perdido su empleo durante mucho meses; que las pensiones se estabilicen respetando el IPC interanual, que cientos de miles de personas y familias completas sobrevivan gracias al Ingreso Mínimo Vital, que el salario mínimo interprofesional alcance ya cifras decentes para las bases laborales, que se haya llevado a cabo una reforma laboral justa y equitativa, dando estabilidad a miles de trabajadores con contratos precarios; que se pueda decidir con libertad y responsabilidad sobre una muerte digna, que se defienda legalmente la memoria democrática en este país, que se pueda dar seguridad jurídica a ofrecer garantías integrales de la libertad sexual, con la conocida ley de sólo el sí es sí y la que ha merecido los calificativos y desprecio hacia la “gente de mal” que ha permitido que se aprobase recientemente la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, siglas que molestan y mucho a la gente de bien a la que defiende Feijóo, el líder de la oposición.
Lo expuesto anteriormente es sólo una muestra de la actividad de disposiciones aprobadas por el gobierno de coalición, que tanto molestan a la “gente de bien”. Hay muchas más, pero para una muestra bastan los botones descritos, que abrochan una actitud política, ideológica por supuesto, porque no hay ideologías inocentes, afortunadamente, porque todos los gobiernos y gobernantes no son iguales, afortunadamente, otra vez. Porque se han llevado a cabo en democracia plena, sin usurpación alguna, legítimamente hasta la saciedad y en defensa siempre de los que menos tienen, de los nadies, a los que definía muy bien Eduardo Galeano, los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos, tantas veces citados en este cuaderno digital, porque no me olvido de ellos, citados por una persona como yo que, según Feijóo, pertenezco al clan de la gente de mal, porque estoy de acuerdo con las leyes y disposiciones aprobadas por el gobierno de coalición.
Si traslado esta reflexión a mi Comunidad Autónoma, Andalucía, sé identificar quienes molestan a la gente de bien y se meten en sus difíciles vidas, cuando se denuncia que uno de cada cuatro habitantes de la Comunidad —en torno a 2,2 millones de personas— se encontraba en 2021 en una situación de exclusión moderada o severa, tal y como reflejaba el Informe territorial sobre exclusión y desarrollo social en Andalucía, 2022, a lo que la gente de bien respondía, hace tan sólo unos meses, con una medida que se descalifica por sí sola, cuando en el otoño pasado se decidió en el Parlamento andaluz prescindir del impuesto de patrimonio de los más ricos de la Comunidad, un total de unos 100 millones de euros al año, aproximadamente, gente de bien, acción no inocente que me va y me viene en una actitud solidaria y de ruptura de los silencios cómplices, al haber contemplado que no hubo acciones contundentes de una oposición timorata en el Parlamento de Andalucía, que no se hizo sentir en las calles de Andalucía. No sólo es el ejemplo, entre otros muchos, de un problema de cantidad económica a perder por los que menos tienen, sino de amparo a quien más tiene.
Otros ejemplos de «molestar» probablemente a la gente de bien en mi tierra, ha sido la publicación por mi parte de dos artículos en este cuaderno digital, en referencia al deterioro imparable de la sanidad pública en Andalucía, Es una realidad la venta controlada del Sistema Sanitario Público de Andalucía, la joya de la corona y La crisis sanitaria pública actual, ¿es de modelo estratégico o de ideología?, en los que defiendo la atención pública de salud de forma determinante, desde la perspectiva de ideología comprometida con los derechos fundamentales de base constitucional y pública a través del Estado de Bienestar, por supuesto, respetando la salvaguarda del interés general y metiéndome en la vida de la ciudadanía andaluza, sabiendo a través de Cernuda, que el andaluz es siempre un enigma al trasluz que lo ilumina, respeta y atiende.
Los nadies y los pobres severos en Andalucía, son los que sufren continuamente los daños colaterales en recursos de salud, educación y servicios sociales, de carácter público. ¡Qué mas da, si son gente de mal! Esa y otras muchas son las razones de por qué hay que seguir “molestando a determinada gente de bien” (todos no son iguales) y metiéndonos, la gente de mal, en la difícil vida de los que menos tienen.
NOTA: la imagen se recuperó el 27/X/2017 de https://cdn.urgente24.com/sites/default/files/notas/2017/08/06/mediocridad-.jpg
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
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