Las incertidumbres del Día Después

Mario Benedetti

Sevilla, 25/II/2023

Los que estamos acostumbrados a vivir en un casi permanente carpe diem, nos cuesta aceptar el principio de realidad del Día Después, de los días después, que son muchos. Acostumbrados a que todo fluya y casi nada permanezca, aceptar que el mundo líquido (Bauman), al igual que el tiempo, sigue o huye por donde puede o le dejan las circunstancias, ofrece muchas posibilidades de aprehender lo mejor de lo que nos sucede a diario y que forma parte de nuestra personalidad, fundamentalmente porque es fácil que mediante nuestro esfuerzo nos acostumbremos a ver, cada día, el vaso medio lleno de todo lo que nos ocurre de forma personal e intransferible, no medio vacío, que también es posible, sobre todo a nivel de sentimientos y emociones. Es lo que aprendí de Rafael Alberti en mis años jóvenes, cuando comparaba pensamiento y sentimiento en un poema precioso que no olvido: Sentimiento, pensamiento. / Que se escuche el corazón más fuertemente que el viento. / Libre y solo el corazón más que el viento. / El verso sin él no es nada. / Sólo verso.

Avanzando en el arduo camino de la vida, pienso mucho en el después al que cantó Benedetti, en su Después, tal y como lo explicó espléndidamente en un poema inédito publicado dos años después de su fallecimiento, El Después, formando parte de un conjunto de poemas seleccionados por el autor en los últimos años de su vida: “El Después nos espera / con las brasas y los brazos abiertos / ah pero mientras tanto / vemos pasar con su cadencia/ la muerte meridiana de los otros / los más queridos y los no queridos”. Benedetti me ha ayudado también en este cuaderno a comprender mejor el Buzón de tiempo: decía Cicerón que en algún momento hay que decir las cosas tal y como son, a pesar de que se demuestre siempre que cuando las personas están ausentes se puede escribir mejor, porque las cartas no se ruborizan, las personas sí. Es uno de los tres epígrafes de su libro, Buzón de tiempo: En el buzón del tiempo hay alegrías / que nadie va a exigir / que nadie nunca reclamará / y acabarán marchitas añorando el sabor de la intemperie / y sin embargo del buzón del tiempo / saldrán de pronto cartas volanderas / dispuestas a afincarse en algún sueño / donde aguarden los sustos del azar. Me ha acompañado en mi rincón de tocar el piano, el clave y el violín, un homenaje a las señales que nos da el paso de los años en nuestras manos: En las manos te traigo / viejas señales / son mis manos de ahora / no las de antes / doy lo que puedo / y no tengo vergüenza / del sentimiento. Me vanaglorio de haber entendido con Benedetti qué significa el pesimismo en la vida, tal y como lo aprendí del haiku 123, precioso, escrito en 1999: Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado. He pedido a veces perdón por mi tristeza, retirándome durante horas a leer sus haikus para aprender con uno de ellos (199), que hace unos años me asustaba cambiar a determinadas estaciones del año, porque…, cosas de la vida, equivocado de siglo para algunos, ya soy casi un permanente invierno.

Aprendí en Testigo de uno mismo un soneto del pensamiento, precioso, que leyéndolo de nuevo me ha pre-ocupado (así, con guion), sobre todo por la segunda estrofa: sin pensar uno ahorra desalientos / porque no espera nada en cada espera / si uno no piensa no se desespera / ni pregunta por dónde van los vientos. Cuando preguntamos a nuestro alrededor ¿cómo va la cosa?, sobre todo cuando nos comprometemos en el carpe diem existencial y vemos los resultados en los días de después,  lo habitual es que te respondan siempre ¿no lo ves? ¡fatal! Y la cosa es un constructo universal que tiene nombres y apellidos de casi todo lo que se mueve. De ahí al conformismo más activo solo hay un paso. No hay pensamiento, aliento, espera, ni preguntas para saber por dónde va la cosa de los vientos del Sur, que también existe y… resiste. Gracias, Benedetti.

También aprendí de Benedetti a medir bien las pausas que se viven a flor de piel cada Día Después, a tener siempre sentido de la medida, flor que no suele adornar nuestras relaciones de todo tipo, porque él supo poner hermosura a la vertiente más triste de la vida y nos ofreció una forma de entender las necesarias pausas en el caminar diario personal, familiar, profesional y social: De vez en cuando hay que hacer una pausa / contemplarse a sí mismo / sin la fruición cotidiana / examinar el pasado / rubro por rubro / etapa por etapa / baldosa por baldosa / y no llorarse las mentiras / sino cantarse las verdades. También, a querer siempre sin mirar atrás: Te quiero como para leerte cada noche, como mi libro favorito quiero leerte, línea tras línea, letra por letra, espacio por espacio. 

Llegado ya a una cierta edad y, sobre todo, en cada Día Después, aprendí de él a hacer balance de mi vida,en su poema Balanceos, en A título de inventario: en el sillón tranquilo de balance / en la reminiscente mecedora / qué más puedo emprender que sopesarme / llenar a plenitud los dos platillos / de la vieja balanza sin que sobren / los esplendores ni las cortedades / para evaluar añicos y bosquejos / y sopesar pesar balancearme / en el sillón tranquilo de balance. Cuando en los Días Después de cada pronunciamiento en este cuaderno digital, pienso en qué efectos puede tener en la Noosfera lo que escribo y publico, también acudo a Benedetti para recordar los matices revolucionarios en su intrahistoria, leyendo un texto precioso y lleno de contenido proactivo, Revolución y participación, en su obra Terremoto y después: “La imaginación popular corre junto con los hechos, casi podemos decir que los hechos mismos son imaginativos, porque los hechos, mucho más que las palabras, son los que van abriendo caminos nuevos; los hechos empecinados y tenaces, fueron siempre y son ahora, la vanguardia de una transformación profunda. Las palabras vienen siempre detrás para explicarnos; incluso para explicar por qué se olvidaron de anunciarlos”. Impecable. En roman paladino (Quiero fer una prosa en román paladino en el qual suele el pueblo fablar a su veçino…, Gonzalo de Berceo), hechos son amores en vida y no buenas razones. Avanzando en el arduo camino de la vida, pienso mucho en el después, en su Después, en las incertidumbre diarias que tienen siempre su continuidad en el Día Después, porque sólo esperamos / que alguien nos sueñe sin puñales / de todos modos preparamos / la boca por si vuela un beso / y si no vuela siempre queda / uno que emerge del olvido…

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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