Ucrania sigue representando hoy el miedo global en el Gran Teatro Dramático del Mundo

Teatro Dramático de Mariúpol (Ucrania), tras el bombardeo de 16 de marzo de 2022

Sevilla, 24/II/2023, en el primer aniversario de la invasión de Ucrania

No sé qué nos quedará por ver todavía con la guerra de Ucrania, en el día que se cumple el primer aniversario de aquella invasión inconcebible en democracia. Lo decía unos días después del comienzo de esta absurda guerra, en este cuaderno digital, con ocasión del bombardeo del Teatro Dramático en Mariúpol concretamente el 16 de marzo de 2022, en el que murieron más de trescientas personas, a pesar de que ya se había advertido que albergaba únicamente población civil, mujeres, ancianos y en su mayoría niños, hecho que se había divulgado pintando en grandes letras de color blanco la palabra “niños” (en ruso дети, como se puede observar en la imagen de cabecera), en la explanada delantera del edificio, para que se pudiera identificar bien en el caso de un bombardeo programado sobre la ciudad.

Un año después, me resisto a ser mero espectador de lo que está pasando y estoy viendo. Me remueve la conciencia todos los días y reconozco que estoy consternado y conturbado. Consternado, en el sentido profundo de la palabra tal y como se recogió por primera vez en el Diccionario de Autoridades publicado en 1729 por la Real Academia de la Lengua: “Atemorizado, asombrado, perturbado y espantado”. Cualquiera de las cuatro acepciones refleja bien mi estado de ánimo. Tanto que hemos luchado por la instauración de la democracia a lo largo de los siglos, como la mejor forma de convivencia humana y con profundo dolor contemplo de nuevo la imagen del Teatro Dramático de Mariúpol, que hace un triste honor a su nombre, hoy más que nunca. También, conturbado, atendiendo las ricas acepciones de las Autoridades citadas, porque estoy inquieto, conmovido, confundido y desasosegado, provocando todo ello una mudanza cerebral muy importante aunque siga escuchando la recomendación piadosa de San Ignacio en estos tiempos de guerras en la aldea global que se ha convertido el mundo al revés. Cada día que pasa estoy más convencido de que soy pesimista en el sentido más profundo del término que aprendí del haiku 123, precioso, escrito por Benedetti en 1999 (1): Un pesimista / Es sólo un optimista / Bien informado.

Por estas razones de la razón y del corazón, como demócrata convencido, vuelvo a publicar mi última reflexión sobre lo que acontece en Ucrania, bajo un título meditado, Ucrania sigue representando hoy el miedo global, porque a pesar del miedo global a la libertad, abro una puerta siguiendo los consejos de Eduardo Galeano, una vez más, a través del llamado «derecho al delirio«, en un mundo loco, con ejemplos rotundos para pensar que son posibles en un mundo nuevo, una invitación a volar sobre la realidad que nos duele, consterna y conturba a diario, del que personalmente he escogido algunos que sanan mi alma: “los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas; los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos; el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda y, como corolario, la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a Dios: amarás a la naturaleza, de la que formas parte; serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma”. Es verdad, estos delirios son una invitación a experimentar el derecho a volar alto, algo que agradezco cuando vivimos tan atados a la dura realidad de la tierra, situación que no nos permite ver mas allá de lo que nos transmiten a diario los agoreros mayores del mundo al revés. Tan lejos, tan cerca.

(1) Benedetti, Mario, Rincón de haikus, 2001. Madrid: Visor Libros.

Ucrania sigue representando hoy el miedo global

Ustedes que nunca hicieron nada / excepto construir para destruir, / ustedes juegan con mi mundo / como si fuera juguetito de ustedes, / ponen un arma en mi mano / y se esconden de mis ojos / y se dan la vuelta y corren alejándose / cuando vuelan rápidas las balas

Bob Dylan, Masters of War

Sevilla, 19/II/2023

El próximo viernes se cumple un año de la guerra invasora de Ucrania. Dos días después de haber comenzado este despropósito humano, escribí el año pasado un artículo que simboliza algo que el mundo oculta en actitud vergonzante, el miedo global, a pesar de seguir viviendo todos como si nada pasara. La verdad es que ha afectado ya a miles de millones de personas y lo sigue haciendo, sin que veamos una solución en el horizonte.

Vuelvo a publicarlo, sin cambiar nada, porque como decía mi admirado Eduardo Galeano en un poema que no olvido, las armas tienen miedo a la falta de guerra. Es el tiempo del miedo. Tengo que confesar que yo también lo tengo y sigo soñando en la paz y libertad que merece el pueblo ucraniano y, por extensión, la Humanidad.

Ucrania representa hoy el miedo global

Sevilla, 26/II/2022

Lo que está ocurriendo en Ucrania es un aviso para navegantes. Es tan grande el despropósito de Putin, porque tiene nombre y apellidos, que en este contexto he acudido de nuevo a un consultor de cabecera, Eduardo Galeano, a través de un poema dirigido a almas inquietas, El miedo global (1), fundamentalmente porque en él se dice algo verdaderamente sobrecogedor y porque reconozco que lo que está pasando y estamos viendo en Ucrania da miedo, sintetizado en uno de sus versos: Las armas tienen miedo a la falta de guerra, porque la realidad es que estamos viviendo en un mundo al revés:

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.

El año pasado escribí en una serie dedicada al futuro imperfecto sobre lo que vendría después de la pandemia, que necesitamos ahora más que nunca: seríamos capaces de superar el miedo. Cuando estamos saliendo poco a poco y con mucho sufrimiento de esta cruzada pandémica, decía algo también que hoy rescato en su fondo y forma, cambiando lo que hay que cambiar en referencia a la guerra en Ucrania, porque en este tiempo de miedo existencial, a lo que fue, a lo que será, a lo que ahora mismo está pasando y estamos viendo, creo que Galeano lo resume todo en un futuro imperfecto que supone tomar conciencia del miedo a la libertad de asumir o no lo que será después de esta guerra y a lo que será de y en nuestras vidas, si el espíritu imperialista de Rusia sigue por estos derroteros. En el fondo, es el miedo legítimo a la libertad del día después de un acontecimiento de la magnitud que nos está tocando vivir. He vuelto a buscar razones de la razón humana en la clínica del alma cercana a mí y he leído palabras que tengo grabadas en mi persona de secreto, que también rescato ahora junto a las de Galeano, en un esfuerzo por encontrar sentido a la vida. Cuando leí por primera vez El miedo a la libertad, de Erich Fromm, recuerdo que lo que más me impactó fue su página de presentación anterior al prefacio, que me ha acompañado a lo largo de mi vida, siendo uno de los libros que llevo siempre en mi búsqueda permanente de islas desconocidas viajando en patera, en mar abierto, como tantas veces he descrito en este cuaderno de derrota, en el lenguaje del mar:

No te di, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que —casi libre y soberano artífice de ti mismo— te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás —de acuerdo con la decisión de tu voluntad— regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas”.

Este texto, presentado bajo el epígrafe de “El discurso de Dios al hombre”, corresponde a la Oratio de hominis dignitate, un texto introductorio de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) a las 900 Tesis (Conclusiones Filosóficas Cabalistas y Teológicas) que presentó a la Iglesia de Roma en 1486, en las que buscaba una confluencia sincrética entre diversas creencias y postulados religiosos de la época, con una trazabilidad importante de filósofos y teólogos latinos y árabes. Es importante conocer este contexto histórico, que le costó finalmente la excomunión al poner al hombre (como ser humano primigenio) en un puesto muy importante en la vida humana gracias a su libertad. Tras este breve análisis, comprendo mucho mejor por qué Fromm lo eligió como texto introductorio de su libro, de su miedo personal a la libertad y por qué ha pasado a la posteridad como el Manifiesto del Renacimiento.

Repasar palabra a palabra el texto expuesto nos puede dar una idea de lo que se llegó a pensar de la libertad humana en tiempos en los que lo más importante que había que hacer, visto cómo estaba la sociedad en general, era reforzar al ser humano por encima de todas las cosas: Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que —casi libre y soberano artífice de ti mismo— te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Se comprende perfectamente que el miedo a la libertad estriba en la decisión de abordar el futuro imperfecto actual como brutos (no hacen falta muchas explicaciones) o hacer “cosas superiores” que nos devuelvan la alegría de vivir despiertos y libres en el nuevo Renacimiento del Mundo, que algunos llaman ahora “Reconstrucción Mundial”, que nadie entiende ahora con guerras como la de Ucrania. Ese es el gran reto para saber qué significa tener miedo a la libertad de querer vivir con dignidad en un mundo que las guerras ponen otra vez al revés, como si no supiéramos lo que son.

(1) Eduardo Galeano (1998). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Madrid: Siglo XXI Editores de España.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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