La música vence a la guerra

La Orquesta Sinfónica de Kiev, dirigida por Luigi Gaggero, en la 35ª Cumbre de la OTAN en Madrid, celebrada el 29 de junio de 2022

Sevilla, 2/II/2023

Conocí la situación que atraviesa en la actualidad la Orquesta Sinfónica de Kiev, durante la Cumbre de la OTAN en Madrid, en el pasado mes de junio de 2022, en la que interpretaron, en un escenario artístico por excelencia, el Museo del Prado, la Sinfonía número uno, de Maksym Berezovsky (1770-1772), un compositor desconocido en nuestro acervo musical pero que fue discípulo del mismo maestro que tuvo Mozart, el padre Martini. Hoy he leído una reflexión magnífica de Jesús Ruíz Mantilla, El sonido de la esperanza, a quien sigo de cerca en el diario El País desde hace ya muchos años, para aprender de su maestría literaria, en la que afirma lo siguiente: “varios de los músicos acabaron llorando. Aparte del efecto que pudieran tener sobre ellos Goya, Velázquez, Murillo, Rubens, El Bosco o Tiziano, sintieron que toda la pesadilla que habían experimentado desde que en febrero Rusia invadió Ucrania revertía su sentido en un fin. Su propia lucha, su frente de instrumentos en vez de armas”. Fue una ocasión para descubrir, una vez más a lo largo de los siglos, que la música vence a la guerra. Hay que tener en cuenta algo importante que ha manifestado el responsable artístico de la orquesta: “Aunque los hombres no pueden abandonar el territorio, el Ministerio de Cultura ha entendido que el papel simbólico que juega la orquesta resulta fundamental. Es mejor que los músicos empuñen instrumentos en vez de armas y lo han comprendido perfectamente”.

En los próximos días, 9 a 11 de febrero, la Orquesta va a participar en el 39 Festival Internacional de Música de Canarias, en el que interpretarán obras que representan la identidad cultural de su país, según se puede leer en el programa oficial del evento. Han programado, junto con la obra anteriormente citada, la Sinfonía número uno, de Maksym Berezovsky, la presentación del Concierto para arpa y orquesta de Reinhold Glière, compuesto en 1938 por quien fuera maestro de Prokófiev y como tercera y última obra la Sinfonía número tres de Borís Liatoshinski (Yitomir, 1895-Kiev, 1968), que da sentido a su razón de ser y estar en el mundo en este momento por el título que el compositor dio a su obra: La paz vence a la guerra, de la que se conoce también algo que persigue a Ucrania desde hace tiempo, la sombra de Stalin porque obligó al compositor a cambiar el final de su Sinfonía, aunque la que van a interpretar en Canarias es la original, para dejar cada obra en su sitio. Es un pequeño detalle, pero muy significativo en relación con el momento actual que están viviendo estos músicos y sus familias y amigos.

El director actual de la orquesta, Luigi Gaggero, ha manifestado algo sobrecogedor: “Las circunstancias, con toda lógica, podrían llevar a pensar que tienen la cabeza en otro sitio. Todos los días reciben malas noticias por parte de sus familias y amigos, viven una pesadilla lejos de sus hogares; sin embargo, el grado de concentración en cada ensayo me resulta asombroso. Una auténtica lección, lo dan todo y llevan la música a su sentido más profundo, no el del simple entretenimiento, como muchas veces vemos en Occidente, sino al de aquel que nos hace ahondar en los secretos de la vida y la muerte”.

En la sinopsis oficial de la orquesta que ofrece la organización del Festival, se dice algo que resulta conmovedor en estos momentos de invasión de Ucrania: “Otra parte del trabajo de la Orquesta Sinfónica de Kiev son los proyectos para niños y jóvenes, que incluyen eventos interactivos, ensayos generales de libre acceso, espectáculos sinfónicos con animación audiovisual de arena. Además, el equipo de la orquesta involucra a los estudiantes para que se unan al ensemble, por lo que la Orquesta Sinfónica de Kiev se conoce como una orquesta «joven».

Cuando estamos asistiendo a un dolor mundial que se amplifica por días a través de las imágenes que recibimos a diario de la invasión de Ucrania, de los que huyen de guerras y luchas encarnizadas sin sentido alguno en otros lugares del mundo, he recordado los testimonios de músicos que están cerca de la alegría y del compromiso social activo, como era el caso de Mozart, al que tanto debo, o el de esta Orquesta Sinfónica de Kiev, pero también del dolor, como demostró el pianista salzburgués a lo largo de sus treinta y cinco años de vida, estrenando su ópera magna, La flauta mágica, en un teatro de barrio y no en los auspiciados por la Corte o la Iglesia, con quienes se enfrentó por su falta de sintonía con la vida real del pueblo austriaco o lo que sienten a diario estos músicos ucranianos al recordar a sus familias en un país devastado por la invasión. Abro imaginariamente mi clave y busco la inscripción pintada por Vermeer: Musica laetitiae comes, medicina dolorum, comprendiendo mejor que nunca que la música es compañera en la alegría, pero también medicina para el dolor. Ahora, escuchando a la Orquesta Sinfónica de Kiev, creyendo que la música puede vencer a la guerra. Compruébenlo en la segunda obra interpretada por la orquesta en el Museo del Prado, en el vídeo oficial que encabeza estas palabras, la Melodía en La menor de Myroslav Skoryk’s, a partir del minuto 9 y 14 segundos. Han pasado días desde que la interpretaron en aquél lugar mágico del Prado y no la olvido.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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