[…] Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar. Miedo a la soledad y miedo a la multitud. Miedo a lo que fue. Miedo a lo que será. Miedo de morir. Miedo de vivir.
Eduardo Galeano, El miedo global
Sevilla, 28/III/2023
¿Quién no ha visto alguna vez en su vida el cuadro de Munch más robado en la historia de la cleptomanía pictórica, El grito, en cualquiera de sus versiones? Me ha impresionado siempre esta expresión del grito que, según el artista, surgió como reflejo plástico de lo que escribió en su diario personal hacia 1892: Paseaba por un sendero con dos amigos – el sol se puso – de repente el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio – sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad – mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad, sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza.
En este contexto de un loco mundo al revés en el que estamos viviendo día a día, donde apenas podemos gritar nuestro dolor interno, nuestra angustia vital, es una realidad incuestionable que la gran damnificada, en millones de personas de todo el planeta, es la salud mental, la hija pobre del Estado de Bienestar, a tenor de la atención pública que se le presta en la actualidad. Ayer se publicó en PNAS un artículo muy interesante, Global trends in emotional distress (Tendencias mundiales en la angustia emocional), en el que se demuestra científicamente que la angustia vital se ha incrementado en todo el mundo durante la última década, concretamente desde la gran crisis económica de 2009 hasta 2021, dando lugar a que las personas con pocos recursos sufren más un empeoramiento de esta vivencia, atribuible obviamente a las sucesivas crisis económicas, la pandemia última de la COVID-19 y el aislamiento que ha generado soledad no deseada.
El resumen de lo analizado en esta publicación expone lo siguiente: “En este estudio, examinamos la angustia emocional utilizando datos de encuestas representativas anuales de 1,53 millones de personas encuestadas en 113 países entre 2009 y 2021. Los participantes informaron si habían experimentado preocupación, tristeza, estrés o ira durante gran parte del día anterior. Las estimaciones dentro del país mostraron que la prevalencia de sentimientos de angustia emocional aumentó del 25 al 31 % entre 2009 y 2021, y aquellos con bajos niveles de educación e ingresos experimentaron los mayores aumentos de angustia. A nivel mundial, el período pandémico se caracterizó por un aumento inicial de la angustia en 2020 seguido de una recuperación en 2021”.
Lo que interesa resaltar fundamentalmente en este estudio, es conocer con detalle qué ha significado el estrés emocional, la angustia vital, en los encuestados: “La angustia se evaluó utilizando cuatro ítems que preguntaban si los participantes experimentaron diferentes sentimientos negativos el día anterior: estrés, preocupación, tristeza e ira. Estos elementos se alinean con los componentes más destacados de la angustia emocional que se evalúan típicamente, que incluyen ansiedad, depresión e ira. Primero se pidió a los participantes que “piensen en el día de ayer, desde la mañana hasta el final del día. Piensa dónde estabas, qué estabas haciendo, con quién estabas y cómo te sentías”. Luego se les preguntó a los participantes: «¿Experimentó los siguientes sentimientos durante GRAN PARTE DEL DÍA, ayer?» e indicaron si experimentaron cada emoción (codificados como 1 = sí y 0 = no). Las puntuaciones se escalaron como porcentaje de las puntuaciones máximas posibles (POMP) para obtener una puntuación que indica el porcentaje de sentimientos angustiantes experimentados (que van de 0 a 100%)”.
Igualmente, se expone el alcance de la muestra del estudio en relación con los participantes en el mismo: “Gallup encuestó a 1,76 millones de personas de 165 países entre 2009 y 2021. La población objetivo de la Encuesta mundial de Gallup (GWP) es la población civil no institucionalizada del mundo, de 15 años o más. Se utilizó la marcación aleatoria de dígitos de una lista de números de teléfono representativos a nivel nacional para realizar encuestas telefónicas en países donde la cobertura telefónica representa al menos el 80% de la población. Las encuestas se administraron en persona en regiones con cobertura telefónica menos extensa, incluida la mayor parte de Asia, Medio Oriente y África. Durante la pandemia, se realizaron entrevistas telefónicas en la mayoría de las naciones. En todos los países, los hogares se seleccionaron al azar y se encuestaron aproximadamente 1.000 personas cada año. Las naciones se incluyeron en nuestros análisis si los datos estaban disponibles para más de la mitad de las oleadas de encuestas entre 2009 y 2021, incluso durante la pandemia. Esto produjo un tamaño de muestra de 1.527.616 personas de 113 países”. Asimismo, el estudio ofrece información detallada de cada uno de estos pasos dados para la obtención de los resultados.
Desde mis años jóvenes, la llamada angustia vital ha sido claro objeto de estudio en la filosofía existencial y en la psicología y psiquiatría humanista y también existencial. He estudiado en profundidad esta realidad humana en mis años de investigación profesional, porque he creído que era algo que ocurría a diario en la vida ordinaria de las personas, marcando una hoja de ruta preocupante en el acontecer diario de cada persona. Desde aquellas incursiones universitarias hasta el análisis de esta realidad existencial que detalla el estudio citado, han pasado muchos años y la realidad es que el estrés emocional, en sus variadas manifestaciones, se ha recrudecido a nivel mundial. Con independencia de la influencia que tuvo la pandemia en su primer año de presencia efectiva en la vida de millones de personas, ha sido curioso constatar que no ha sido la principal causa de ese estrés emocional progresivo en la población mundial, porque se supo reaccionar adecuadamente y de forma generalizada. Lo que ha resultado importante constatar en la correlación de causas en la década analizada, expresado en los siguientes términos: “Sobre los motivos de la tendencia negativa de la salud mental en todo el planeta, Daly [uno de los firmantes del estudio] cree que “pueden influir muchos factores que varían por países y periodos”. Entre otras cosas, el investigador apunta a las consecuencias de la crisis financiera de 2008, que provocó “inseguridad laboral y problemas de deuda en mucha gente”, y a la inestabilidad política en muchos lugares del mundo. Daly menciona también la “preocupación por el declive de la cohesión social en algunas naciones, reflejada en aislamiento y soledad que pueden contribuir a la sensación de angustia”. Por último, el investigador señala al posible papel del “entorno tecnológico, con el incremento asociado de información, demandas de productividad o comparación con los demás” como otra fuente de malestar, y reconoce que la mayor conciencia de los problemas de salud mental puede estar visibilizando problemas que antes ya existían aunque no se midiesen”.
Ante lo expuesto con crudeza en este estudio panorámico mundial, surge la gran pregunta: ¿preocupa a las autoridades mundiales directamente involucradas en las políticas sociales del planeta, la angustia vital mundial que se está viviendo en la actualidad? Una vez más, estamos avisados, aunque con una mirada cercana a nuestra realidad más próxima en nuestro país, sabemos, objetivamente, que la salud mental sigue siendo la pariente pobre del Sistema Nacional de Salud y, por extensión, de los Sistemas Sanitarios Públicos de las Comunidades Autónomas. El miedo a vivir sobrevuela sobre nuestras cabezas con resultados muy preocupantes para la sociedad, de ahí la urgencia para que se tomen las medidas adecuadas de Estado de Bienestar ante el Estado de Malestar que impera a nuestro alrededor.
En este contexto, quiero hacer hoy una reflexión especial sobre esta angustia de vivir, que no es inocente porque se propaga a diario en el ocaso de la democracia, auspiciada por los personajes siniestros que difunden continuamente miedo y desesperanza sobre todo lo que se mueve en nuestro país, a través de noticias manipuladas, redes sociales mentirosas, políticos y partidos impresentables. Muchos de sus protagonistas son mediocres de profesión y lo repito hoy de nuevo hasta la saciedad: lo que representan sólo es mediocridad de mediocridades, porque (casi) todo es mediocridad. Lo que proclaman estos agoreros mayores de su reino, es de calidad media, tirando a malo, como nos enseña nuestro Diccionario de la Lengua, pero está de moda y hacen sufrir a muchas personas de buena fe y voluntad. Lo digo una y mil veces: los mediocres que operan el miedo están haciendo de cada día su día, su mes, su año, de forma silenciosa. Al igual que Diógenes de Sínope, tendremos que coger una linterna ética y gritar a los cuatro vientos ¡buscamos personas dignas y honestas, no mediocres!, porque no quiero seguir con angustia vital, además de pandemias, guerras incomprensibles y bancarrotas en cadena por la eterna avaricia de los más poderosos. Es probable que los mediocres y profesionales del miedo salgan huyendo para esconderse en paraísos sin ética alguna, no sólo fiscales, porque no soportan dignidad alguna que les pueda hacer sombra, si es que alguna vez tuvieron cuerpo presente de altura de miras, que no es el caso. Ni de los que los eligen para puestos claves en la sociedad. ¿Qué quiere decir esto? Que entre tibios, hacedores de miedo, mediocres y tristes anda el juego mundial de dirigir la vida a todos los niveles, nuestro país incluido, con especial afectación en determinados partidos que nos representan. Cuando los mediocres se instalan en nuestras vidas, en nuestra política o en nuestro trabajo diario, hay que salir corriendo porque no hay nada peor que una persona mediocre con poder equivocado, además triste y tibia, sin dignidad alguna, que azuza el miedo continuamente, el efecto halo que rodea a la angustia vital. Pero es necesario estar orientados y correr hacia alguna parte, hacia la dignidad en todas y cada una de sus posibles manifestaciones. Es la mejor forma de luchar contra la lacra social del miedo instaurado por mediocres y la mediocridad que los acompaña siempre, convirtiéndose casi sin darnos cuenta en sus indignos representantes, porque intentan invadirnos por tierra, mar y aire, sin compasión alguna. Cada vez tenemos menos tiempo para descubrirlos, aunar voluntades para ocupar su sitio y, de forma celular, boca a boca, recuperar tejido crítico social para crear nuevos liderazgos de esperanza en nuestro país, tan dañado en la actualidad y que tanto los necesita.
Lo que de verdad temo en este contexto de angustia vital generalizada es tener miedo a perder la libertad, no el que aprendí de Erich Fromm, en su precioso libreo El miedo a la libertad, que guardo en mi clínica del alma, sobre todo en un texto introductorio de este libro, presentado bajo el epígrafe de “El discurso de Dios al hombre”, que corresponde a la Oratio de hominis dignitate, un texto de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494) que recoge en las 900 Tesis (Conclusiones Filosóficas Cabalistas y Teológicas) que presentó a la Iglesia de Roma en 1486, en las que buscaba una confluencia sincrética entre diversas creencias y postulados religiosos de la época, con una trazabilidad importante de filósofos y teólogos latinos y árabes. Es importante conocer este contexto histórico, que le costó finalmente la excomunión al poner al hombre (como ser humano primigenio) en un puesto muy importante en la vida humana gracias a su libertad. Tras este breve análisis, comprendo mucho mejor por qué Fromm lo eligió como texto introductorio de su libro, de su miedo personal a la libertad y por qué ha pasado a la posteridad como el Manifiesto del Renacimiento:
“No te di, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado. Te puse en el centro del mundo con el fin de que pudieras observar desde allí todo lo que existe en el mundo. No te hice ni celestial ni terrenal, ni mortal ni inmortal, con el fin de que —casi libre y soberano artífice de ti mismo— te plasmaras y te esculpieras en la forma que te hubieras elegido. Podrás degenerar hacia las cosas inferiores que son los brutos; podrás —de acuerdo con la decisión de tu voluntad— regenerarte hacia las cosas superiores que son divinas”.
Igualmente, tengo miedo a no comprender bien qué quiso exponer Eduardo Galeano en su declaración del miedo global (1), fundamentalmente porque en él se dice algo verdaderamente sobrecogedor y porque reconozco que lo que está pasando y estamos viendo, por ejemplo en Ucrania, da miedo, sintetizado en uno de sus versos: Las armas tienen miedo a la falta de guerra y un corolario anterior: Los militares tienen miedo a la falta de armas, porque la realidad es que estamos viviendo en un mundo al revés presidido por el miedo interesado que muchos meten en nuestras vidas:
Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.
Y los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.
Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.
Los automovilistas tienen miedo a caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.
La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.
Los civiles tienen miedo a los militares. Los militares tienen miedo a la falta de armas.
Las armas tienen miedo a la falta de guerra.
Es el tiempo del miedo.
Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.
Miedo a los ladrones y miedo a la policía.
Miedo a la puerta sin cerradura.
Al tiempo sin relojes.
Al niño sin televisión.
Miedo a la noche sin pastillas para dormir y a la mañana sin pastillas para despertar.
Miedo a la soledad y miedo a la multitud.
Miedo a lo que fue.
Miedo a lo que será.
Miedo de morir.
Miedo de vivir.
Lo más trágico que dice Galeano es tener “miedo de vivir”, la auténtica angustia vital. Es verdad que en su ocaso actual, la democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir que estamos muy preocupados por la angustia vital mundial y que en España es una realidad que debemos atender de forma urgente. Estamos avisados y el estudio analizado hoy lo corrobora.
(1) Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, 1998. Madrid: Siglo XXI Editores de España.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
Debe estar conectado para enviar un comentario.