Preguntas de Mayo en un mundo al revés / 2. ¿Y qué importancia tenemos en el tribunal del olvido?

Sevilla, 6/V/2023 (publicado en la serie original el 30/V/2021)

¿Y qué importancia tengo yo
en el tribunal del olvido?
¿Cuál es la representación
del resultado venidero?

[…]

Pablo Neruda, Libro de las preguntas, LX

Leo una y otra vez las preguntas de Neruda, publicadas un año después de su fallecimiento en 1974, como un homenaje a su eterna pregunta vital sobre qué vino él a hacer en este mundo. Están recogidas en 74 capítulos, con un ordenado desorden, cómo si fluyeran a borbotones en su intensa vida. Pero no, hay un hilo conductor reconocido por todas las personas que lo conocieron y amaron: se movió sin querer, aunque él pensó en estar inmóvil, iba del timbo al tambo rodando sin ruedas, volando sin alas ni plumas y le dio por transmigrar -por decirlo de forma eufemística- cuando sus raíces estaban en Chile.

Hoy me he detenido en una pregunta suya dedicada al olvido, ¿Y qué importancia tengo yo en el tribunal del olvido?, sobre todo porque vivo en un país muy dado a propagar con silencios cómplices el delicado pasado que ha llenado páginas tristes de su historia; que no reconoce en vida a los grandes protagonistas del progreso de este país y que no tolera en muchas ocasiones los éxitos de los demás, sea quien sea, condenando al ostracismo a todos los que hablan de cambio y transformación de nuestra sociedad caduca. Siendo esto así, no digamos el triste papel que para estos silenciadores juegan los anónimos en este país, cuando miles de ellos son los que sacan a diario a flote a esta sociedad maltrecha. Los tribunales del olvido en este país abundan por doquier y creo que habría que organizar una operación para descubrirlos y desenmascararlos con urgencia porque hacen mucho daño a todo y a todos. Es una ocasión para reivindicarnos como personas dignas ante esos tribunales el olvido.

Recuerdo una canción de mis años jóvenes, Ausencia, que cantaba María Dolores Pradera extraordinariamente bien, con sentimiento pleno, sobre todo su estribillo final: Ausencia / quiere decir olvido / Decir tinieblas, decir jamás / Las aves pueden volver al nido / Pero las almas no vuelven más. La ausencia de valores está configurando una forma de ser y estar en el mundo muy diferente a cuando están presentes en cada acto humano. Los echamos de menos y es un hilo conductor en la razón ética de las personas dignas. Es lo más parecido a la ausencia de seres queridos, familiares o amigos del alma, cuando se alejan de nosotros por razones físicas, psíquicas o sociales. También, cuando se constata el olvido palmario de las ideologías, de la conciencia de clase, incluso del sentimiento de pertenecer a un grupo social donde nos podemos entender mejor todos los que participan de una ideología que busca sólo el interés general. Es lo que está pasando en nuestra sociedad española, que lo revestimos de palabras y frases eufemísticas tales como desafección, desencanto y desmovilización. Nada se puede ver afectado, encantado o movilizado si no hay ideología o creencias, que José Ferrater Mora, de quien tanto aprendí, resumía en cuatro para entendernos: personas, naturaleza, sociedad o dios o dioses. Todas legítimas, todas accesibles, todas necesarias, todas imprescindibles como horizonte en la vida, atendiendo a la pregunta siguiente de Neruda en este capítulo que tratamos hoy, si somos capaces de dar respuesta digna al indeseable tribunal del olvido: ¿Cuál es la representación del resultado venidero? Porque lo dicho anteriormente vale cuando se trabaja, como el campo, en un frente popular y salvando siempre el interés general.

Como entre canciones y cantores o cantoras también puede andar el juego, he recordado a un cantor de mi juventud, Silvio Rodríguez, que me aportó ideología y compromiso en mi azarosa vida, bastante enfrentada al tribunal del olvido. Se trata de su canción Ausencia, que me compromete a seguir creyendo que “Hay ausencias que son como el olvido / que empolvan madrugadas y semillas / que se fueron perdidas en sus mares / donde nunca podrán hallar la orilla…”. Y sigue su canción de una forma que aclara definitivamente que decir olvido es decir ausencia de casi todo:

Hay ausencias que rozan con el alma,
mariposas celosas del espacio,
austeras prisioneras de las flores,
que te ponen su miel para los labios.

Ausencia, remoto fantasma que violas las puertas
que cantas, que gritas al cielo esa voz
que has llevado contigo
que escribes tú la canción que falta
que siempre nos recuerda la distancia

Hay ausencias gaviotas que te salvan
que desdeñan fronteras y estaciones,
que rondan las paredes, las palabras
dibujando la fe con sus creyones.

Hay ausencias que te hablan de un mañana,
que se tornan de todos los colores,
que te ponen el mundo en la ventana
y de esperanza llenan los balcones.

Ausencia, remoto fantasma
que violas las puertas, que cantas,
que gritas al cielo esa voz
que has llevado contigo,
que escribes tú la canción que falta
que siempre nos recuerdas la distancia

La representación del resultado venidero, si no atacamos de frente el olvido y sus tribunales por doquier, es que volveremos a sufrir mucho si no hacemos un esfuerzo especial por recobrar las ideologías que nos ayuden, de nuevo, a recuperar el sentido de la vida, porque sabemos que el olvido es siempre ausencia de alma, tinieblas, el jamás, sabiendo como sabemos que las aves pueden volver al nido, pero que las almas no vuelven más. Aunque hoy podamos escribir la canción que falta y que siempre nos permitirá recordar la distancia que nos separa de la dignidad.

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

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