Sevilla, 21/V/2023
Interrumpo la publicación de artículos de la serie que estoy dedicando estos días a las elecciones municipales del próximo 28 de mayo, en este país, aunque el motivo de fondo está presente siempre en mi ideología “política” como ciudadano de base. Me refiero a un artículo que publicó ayer el diario El País, El avance de la extrema derecha en Chile: ¿qué nos queda a los que no veremos las anchas alamedas?, de cuya lectura todavía no me he recuperado en mi persona de secreto. Tengo que reconocer que me ha conmocionado y conturbado, porque en la medida que he podido he estado cerca siempre del pueblo chileno, víctima de un golpe de estado cruento, injusto, infame y despiadado, que cada año recuerdo con inmenso dolor cuando llega el día fatídico en el calendario, cada 11 de septiembre, como si fuese el real de 1973.
La entradilla del artículo resume a la perfección el hilo conductor del artículo, transido de dolor por la realidad que preside estos días en Chile, simbolizado por el triunfo de la derecha pura y dura de Pinochet el pasado 7 de mayo, en la elección del Consejo Constitucional, con un 56,5% de los votos, mientras que la izquierda solo obtuvo el 37.5%, en la que se eligieron las 51 personas encargadas de redactar la propuesta de nueva Constitución que deberá ser aprobada el próximo 17 de diciembre, debiéndose señalar que el voto fue obligatorio y que la participación alcanzó el 84%: “No pudimos hacer más y los jóvenes que fuimos nos dan vuelta la cara, alzan por última vez sus banderas hechas jirones y se van perdiendo en el humo blanco de la noche incancelable”. Es un aviso para navegantes en la desesperación de la izquierda chilena, cuando contempla el avance de la ultraderecha que tanto hizo sufrir al país durante la dictadura y, al cabo de los años, vuelve con una fuerza inaudita. Creo que es una razón también para preocuparnos en este país, por los avances de la ultraderecha, políticos y grupos afines.
Raúl Zurita, poeta chileno, premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2020, muestra a través de sus palabras el dolor de una parte del pueblo chileno, con palabras que llegan a lo más profundo de las almas libres: “No se nos dio la aurora, solo defender todo lo vivo y todo lo muerto que nació cuando nacimos, cuando abrazados unos a otros cruzamos como otra noche la noche, porque sabíamos que solo así podríamos guarecernos, guardarnos un poco de las jaurías que nos aullaban. No miraremos las estrellas deslumbradas de las nuevas mañanas, no conquistaremos las espléndidas ciudades, no fue para nosotros esa ardiente paciencia y las briznas incendiadas del futuro se nos clavan en los ojos chirriando. No vimos abrirse las anchas alamedas, no se nos dio esa vida en esta vida. Pero estuvimos allí y es nuestro el pasado, ese pasado insobornable en que se nos rompieron las piernas y los brazos y la boca y nos quedamos postrados, caídos, incrédulos mirando las ruinas de los sueños y de los sueños de los sueños”.
Recomiendo leerlo varias veces porque repito que es un aviso para navegantes democráticos en este país, cuando asistimos a la voladura controlada de los logros democráticos durante estos 45 años de libertades, a la deslegitimación continua del Gobierno y las dentelladas a la democracia auténtica en una operación de acoso y derribo que no sé si somos conscientes de cómo se está fraguando y desarrollando en esta campaña electoral, a la que estoy dedicando mi pequeño esfuerzo de contribuir a reforzarla en su sentido democrático más profundo, sobre todo porque todos los partidos políticos no son iguales, sus representantes tampoco y sus programas no son lo mismo, aunque así se vocee en determinados medios de comunicación y redes sociales.
Por estos motivos, deseo acompañar hoy a Raúl Zurita en su dolor democrático, recordando aquellas palabras de Salvador Allende en momentos terribles para su país, pronunciadas en la sede del Palacio de la Moneda y transmitidas al pueblo chileno por la Radio Magallanes, a las 9:10 a.m., aquel fatídico 11 de septiembre de 1973, que no olvido, como se puede comprobar en la lectura de artículos que he dedicado a este luctuoso acontecimiento a lo largo de los casi dieciocho años de existencia de este cuaderno digital: ¡Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor!
En estos tiempos tan modernos, vuelvo siempre a mi rincón de pensar y de escuchar la banda sonora de mi vida, con una fuerte carga ideológica porque la música tampoco es inocente al igual que las ideologías, según Lukács. Aprendí de Víctor Jara, por ejemplo, chileno del alma y cuna, que “hoy es el tiempo que puede ser mañana”, en su Plegaria a un labrador, fundamentalmente porque estoy avisado de algo grave: la democracia peligra y los autoritarismos acechan en forma de partidos políticos de ultraderecha y hombres de negro que manejan el mundo desde un portátil o un teléfono móvil. La mejor forma de no olvidarlo es atender esta reflexión sobre la democracia en peligro en su hoy, que ahora es el nuestro, porque no ha perdido valor alguno al recordarla en estos momentos electorales y cruciales para este país. Sería una forma de salir del silencio cómplice en el que a veces estamos instalados para complicarnos la vida en el pleno sentido de la palabra. Merece la pena porque en la izquierda digna se sabe que mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas por donde pasen las personas libres para construir una sociedad mejor para todos. Nos quedan las palabras de Allende y ¿por qué no?, las nuestras. Para quien las quiera seguir escuchando y practicando a pesar del autoritarismo que sobrevuela sobre nuestras vidas, en un ocaso de la democracia, no inocente, que se extiende por el mundo casi sin darnos cuenta. De ahí mi dolor profundo, en mi persona de secreto, por las palabras de Raúl Zurita, cuando finaliza el artículo afirmando algo que me conmueve, en referencia a lo que ahora hay que hacer: “Defender entonces el pasado, defenderlo ahora, aquí, frente al escarchado país en el que moriremos. No pudimos hacer más, amor mío, palomo mío, palomita, no pudimos hacer más y los jóvenes que fuimos nos dan vuelta la cara, alzan por última vez sus banderas hechas jirones y se van perdiendo en el humo blanco de la noche incancelable”.
(1) La imagen se recuperó el 11 de septiembre de 2016 de http://allendemiabueloallende.cl/
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!