A quién le puedo preguntar
Qué vine a hacer en este mundo?
Pablo Neruda, Libro de las preguntas (XXXI)
Sevilla, 19/VI/2020
Me estoy preparando para salir del estado de alarma como mandan los cánones legales. Sin prisa, pero sin pausa. Todos acudimos a la conocida frase de “salir del túnel” en el que hemos estado instalados desde el 14 de marzo, porque hemos vivido esta experiencia esperando todos los días ver, a lo lejos, un rayo de luz cada vez más potente, a tenor de las fases del famoso Plan para la Transición hacia una Nueva Normalidad. Hasta aquí, solo hemos necesitado poner al confinamiento amor y poesía, cada día, tal y como lo aprendimos en su día de Juan Ramón Jiménez o la que cada uno, cada una, ha podido incorporar a su leal saber y entender coronavírico.
Para mí, salir del túnel es una pregunta… o varias, según se mire. Lo aprendí de Pablo Neruda, leyendo su precioso Libro de las preguntas, en el que me detengo hoy al llegar a la XXXV, ¿No será nuestra vida un túnel?:
No será nuestra vida un túnel
entre dos vagas claridades?
O no será una claridad
entre dos triángulos oscuros?
O no será la vida un pez
preparado para ser pájaro?
La muerte será de no ser
o de sustancias peligrosas?
El problema radica en comprender qué quiso decir Neruda al escribir estas palabras llenas de misterio. ¿Qué son las claridades? Pienso que nuestros objetivos vitales: dos, tres, muchos, truncados a veces por el llamado principio de realidad, triángulos oscuros en nuestras vidas. Entre peces y pájaros anda el juego de preguntas, aunque sabemos que somos peces o pájaros dependiendo del agua o cielo que probemos o sobrevolemos, si sabemos que son, de acuerdo con la famosa parábola de David Foster Wallace que recogió en un discurso que pronunció en 2005 en la ceremonia de graduación de los alumnos del Kenyon College (Ohio): «Van dos peces nadando por el mar y se encuentran con un pez más viejo que viene nadando en dirección contraria. El pez mayor los saluda y les dice, «Buenos días, chicos. ¿Qué tal está el agua?». Los dos peces jóvenes siguen nadando y al cabo de un rato uno de ellos mira al otro y le pregunta, «¿Qué demonios es el agua?» Yo diría también ¿Qué demonios es el cielo? Al final del túnel, lo peor es no saber quiénes somos o si un virus peligroso puede impedir que nos hagamos estas preguntas.
Quizás encuentro la mejor respuesta a este ramillete de preguntas en la inmediatamente anterior del libro citado, la XXXIV: Con las virtudes que olvidé [en mi vida anterior a la pandemia] ¿me puedo hacer un traje nuevo [para estrenarlo el día después de la finalización del estado de alarma]?
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.