Dignitas

ANTES DE TI MOZART

Sevilla, 29/VII/2020

El cine es un medio extraordinario para crear conciencia y tejido crítico social sobre muchos asuntos de la vida ordinaria. Cumple una función cultural y social muy importante. Anoche repusieron una película que se ha presentado siempre como una historia de amor (lo es), Antes de ti, que tiene un hilo conductor muy profundo: la eutanasia en su sentido más exquisito de amor y respeto a la vida digna. Está basada en un best seller de Jojo Moyes, que se ha tratado siempre como un film edulcorado, pero creo que es justo y necesario que se reconozca que aborda también un problema que no acabamos de asumir con normalidad absoluta: la elección de una muerte digna por parte del protagonista, un joven que es atropellado por una moto y queda tetrapléjico por una lesión medular, frustrando plenamente su vida personal y profesional.

En España tenemos una muestra cinematográfica que conmovió a muchos patios de butacas y salas de estar, no sé si de ser, no hace tantos años. Me refiero a la película “Mar adentro”, basada en un hecho real, la muerte asistida de Ramón Sampedro hace ya 22 años, derecho sobre el que ya había reflexionado previamente en su obra Cartas desde el infierno, en 1996, antes de elegir una buena muerte ante tanto sufrimiento personal: “No me guía otro interés que el de mostrar que la intolerancia del Estado y la religión son como una idea fija (…) Dejadme cruzar la línea, dejadme saltar”.

El 11 de febrero pasado sentí una emoción especial al conocer que el Congreso de los Diputados había “tomado en consideración” la proposición de ley para regular la eutanasia, con el siguiente resultado: 201 votos a favor, 140 votos en contra y 2 abstenciones y, por tanto, se comenzaba «a tramitar la ley orgánica de regulación de la eutanasia que presentó el Grupo Parlamentario Socialista [el 24 de enero de 2020]. Este es el primer paso del procedimiento legislativo, que continuará con la apertura del plazo para presentar enmiendas”, según recoge la nota de prensa del Congreso. Creo que ha sido un hecho memorable en este país, después de un recorrido tortuoso de esta proposición de ley, tal y como lo recordaba en mi post anterior dedicado a la eutanasia y publicado en este medio el 6 de abril de 2019. Desgraciadamente, el proceso del coronavirus ha ralentizado de nuevo su tramitación parlamentaria, pero de momento está blindado el procedimiento legal y en la fase de presentación de enmiendas al articulado en el seno de la Comisión de Justicia del Congreso.

Soy especialmente sensible a esta realidad humana que tanto sufrimiento supone a las personas y a sus familias. Tengo presentes hoy a miles de alumnas y alumnos a los que enseñé que la eutanasia era una buena opción humana, la mejor decisión cuando el hecho de vivir en estadios permanentes de sufrimiento y dolor, sin esperanza alguna, deja de tener sentido. Les hablaba de la ética de situación, como resquicio ético para estas situaciones, en un país en el que una gran parte de él tenía helado el corazón, jugándome el tipo porque los comisarios políticos del Régimen también asistían a clase camuflados: “Hago esta mención de mi intrahistoria porque en aquellos años descubrí que era imprescindible abordar la ética de situación como guía y camino para el discernimiento humano más digno, de la que me enamoré para siempre, frente al dogmatismo de la Iglesia Católica que hacía estragos en este país. Aquellas clases del Profesor Häring [del que fui alumno durante un Curso impartido por él] me abrieron los ojos definitivamente sobre la importancia de hacer uso de la libertad en momentos transcendentales de la existencia, tanto en la vida como en la muerte. Me lo explicaba Häring en las clases y en su humilde habitación del Alfonsianum en Roma, porque había prestado servicios en la aviación alemana de Hitler, como capellán y en Rusia, donde aprendió que tenía que atender siempre a cualquier ser humano aplicando la ética de situación, fuera amigo o enemigo, actitud que le acarreó serios disgustos y la separación final de aquellos servicios militares por ser considerado persona non grata para el ejército alemán. El problema radicaba en que había contemplado mucha muerte indigna en directo y había tenido que ayudar a morir alejado del dogma católico que había aprendido y enseñado en su proceso de evolución ética. Häring sufrió mucho por sus actitudes éticas hasta su fallecimiento, sobre todo por el trato recibido por la iglesia oficial, a la que recordó que cuando era citado en Roma para justificar su doctrina de libertades le recordaba algo tan grave como estar presente ante Hitler en un juicio sumarísimo. Häring me enseñó a defender la vida digna, en cualquier circunstancia, sin más limitación que la aplicación de la ética de situación en su defensa plena y con el amparo de la ley correspondiente” (1).

Estas reflexiones ya las he hecho anteriormente en este cuaderno digital, pero he considerado que debía rescatarlas hoy. Más pronto que tarde, ya no hará falta recurrir a la ética de situación vergonzante y oculta, porque la libre elección de morir dignamente estará regulada legalmente en este país, esperemos que a muy corto plazo. Literalmente, lo único que pretende esta ley es “legislar para respetar la autonomía y voluntad de poner fin a la vida de quien está en una situación de enfermedad grave e incurable, o de una enfermedad grave, crónica e invalidante, padeciendo un sufrimiento insoportable que no puede ser aliviado en condiciones que considere aceptables. Con ese fin, la ley regula y despenaliza la eutanasia en determinados supuestos, definidos claramente, y sujetos a garantías suficientes que salvaguarden la absoluta libertad de la decisión, descartando presión externa de cualquier índole» (2).

Ha sido un recorrido largo y lo verdaderamente lamentable es que no se ha llegado a tiempo para ayudar a miles de personas a morir dignamente por una elección personal que permite, como decía Sampedro, cruzar la línea de la intransigencia, saltar…, en un acto de libertad plena para elegir la mejor muerte, sobre todo, la más digna. Anoche, en un plano casi final de la película se podía leer el membrete de la carta que recibe el protagonista, Dignitas, porque había elegido una muerte digna. Dignitas es un grupo suizo “que ayuda y asiste a morir, con la asistencia de médicos y enfermeras calificados, a personas con enfermedad terminal y enfermedades graves físicas y mentales. Además proporciona el suicidio asistido para personas con plenas facultades mentales que deben someterse a un informe médico riguroso preparado por un psiquiatra, que establecerá la condición del paciente, aspectos todos ellos requeridos por la legislación y la Corte Federal de Suiza” (3).

Afortunadamente, cualquier parecido de la película de anoche con la realidad, ya no será en los próximos meses en nuestro país una pura coincidencia. Mientras, escucho con veneración una versión muy premiada del concierto para oboe y orquesta de Mozart (KV 314), bajo la dirección de Claudio Abbado y con la interpretación como solista de oboe del valverdeño Lucas Macías, recogido en su primer movimiento en planos especiales en la película, recordando cómo la pareja protagonista intenta con la música dar un sentido a sus vidas, porque es compañera en la alegría y medicina para el dolor (musica laetitiae comes, medicina dolorum). Una gran lección que no olvido.

(1) https://joseantoniocobena.com/2019/04/06/eutanasia-y-muerte-digna/

(2) Proposición de ley orgánica de regulación de la eutanasia, Exposición de motivos, p. 2.

(3) http://www.dignitas.ch/

 
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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