
Sevilla, 16/VII/2021
Ayer se celebró en Madrid un acto de Homenaje de Estado a las víctimas de la pandemia de la covid-19 y de reconocimiento al personal sanitario, que tuvo lugar en la Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid, al que personalmente me sumo hoy desde este cuaderno digital, dedicando unas breves palabras al contenido del acto y a la música que sonó de fondo a lo largo del emotivo encuentro. Hay que recordar que 102 profesionales sanitarios han fallecido en la pandemia y cerca de 130.000 se han contagiado, habiendo mostrado un comportamiento ejemplar y modélico, incluso con la entrega de sus vidas, tal y como he resaltado en muchas ocasiones, durante la pandemia, en este blog.
Hubo un hilo conductor en el homenaje, el principio esperanza, que se expresó en un vídeo conmemorativo, dando paso a la intervención del Rey con tres momentos que resalto ahora especialmente y que así ha hecho también su Casa Real, con unas palabras en las que puso de manifiesto que debemos honrar «…en este día la memoria de quienes no sobrevivieron a este tiempo, conservando intacto lo que toda crisis nos desvela, individual y colectivamente. Sigamos construyendo en su ausencia, pero con su recuerdo, un país mejor para las próximas generaciones…, subrayando que “…hoy regresamos a este lugar porque necesitamos y debemos recordar a todos aquellos que —hasta entonces y desde entonces— no están con nosotros. Y mostrar del modo más solemne nuestro profundo respeto, reconocimiento y admiración al personal sanitario que, desde los inicios de esta crisis, trabajó sin descanso, con determinación y total entrega tratando de contener una enfermedad para la que, en esos momentos, no se disponía de tratamientos ni vacunas…”. Asimismo, resaltó “…el reconocimiento a nuestros sanitarios y a quienes desempeñaron funciones esenciales en los momentos más duros. A todos —mujeres y hombres— que, en los días más sombríos, antepusieron su deber a su seguridad, actuaron de acuerdo con su conciencia cívica y solidaria, y dieron lo mejor de sí mismos, aportando como profesionales todo lo que sabían y, humanamente, todo el coraje y la voluntad que pudieron…”.
La música que acompañó diversas fases del acto oficial fue el “Intermezzo” de Pietro Mascagni, a cargo de la Orquesta de Radio Televisión Española, el “Hallelujah” de Leonard Cohen, a cargo del Orfeón Pamplonés y la canción “Por eso estamos juntos” [original: Por esto cantamos juntos] de Josu Elberdín, a cargo de la ya citada Orquesta de Radio Televisión Española y, de nuevo, el Orfeón Pamplonés. Destaco por ser más desconocida esta última, cuya letra resalto especialmente, porque “merece la pena vivir” y cantar cada mañana a la vida.
Por la luz del amanecer cielo y tierra,
Por el olor a salitre de la brisa que acaricia el mar, que acaricia el mar
Por la luz del cielo y tierra, por el juego de los niños, y reír y saltar contigo, juntos, unidos y disfrutar de ser niños.
Por esto cantamos juntos, unidos hoy aquí
Por esto, por todo esto, merece la pena vivir
Por el tacto de tu mano, un beso,
siempre estás tan cerca de mí
Gracias por tenerte a mi lado
Por esto, por las mañanas cantamos a la vida.
Ahora, no quiero olvidar tampoco a Cohen, ni su Aleluya, cuya letra se desconoce por casi todo el mundo, porque sólo sabemos decir ¡Aleluya!, sin que alcancemos a comprender los momentos anímicos del cantor, de los que sólo recojo una estrofa: Oh, gente, yo ya he estado aquí antes, / he visto esta habitación y he caminado sobre este suelo. / Sabes, solía vivir solo antes de conocerte, / y he visto tu bandera sobre el arco de mármol, / pero escucha amor, / el amor no es ninguna clase de marcha militar victoriosa. / Es un frío y muy solitario «aleluya» / Aleluya, aleluya. / Aleluya, aleluya. Él nos ha acompañado durante muchos años, sobre todo a los que valoramos la belleza de las palabras cantadas, incluso cundo suenan a testamento vital que se declara a los cuatro vientos, llevadas en las alas del pequeño colibrí que tanto amaba, para quien lo quiera leer o contar, porque lo importante es saber disfrutar de los viajes cortos como a veces son los momentos bellos de la vida, en los que disfrutamos tanto. Seguirlo de cerca, volando por encima del coronavirus y sus circunstancias, es otra cosa, porque nos falta su alma, su preciosa vida. La del colibrí, la de Cohen cantando en su último disco, You want it darker (Lo quieres más oscuro), a modo de testamento vital: Escucha al colibrí / Cuyas alas no ves / Escucha al colibrí / No a mí. ¡Qué lección tan bella!, porque el colibrí sigue viviendo con su alma pequeña pero con un corazón que es el más grande del mundo. Como el que intento albergar en mi cuerpo acompañando a las personas que fallecieron durante la pandemia, a los profesionales sanitarios que entregaron todo, a los otros profesionales en general que nunca olvido y que nos prestaron tantos servicios (lo siguen haciendo…), a los que volaron hasta su cielo sin habernos podido decir a veces ni siquiera adiós. A todas sus familias y amigos, a los que se les ofreció un homenaje ayer, pensando siempre que nuestro futuro, ahora, se llama “esperanza” que, siendo fiel a Neruda, debe “regarse todos los días con Rocío”.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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