Cuando despertamos, la navidad todavía estaba aquí

Sevilla, 12/XII/2021

Augusto Monterroso nos dejó un tratado de cómo escribir un relato en El Dinosaurio: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Hoy lo he aplicado a la navidad, que escribo siempre con minúscula por el tratamiento laico que tiene hoy día para millones de personas, controlada por el Mercado por tierra, mar y aire, con el poderoso caballero don dinero como sustrato imprescindible para comprarla mejor. Curiosamente, Monterroso dedica unas palabras a la Navidad, en Movimiento perpetuo, con un título que despeja muchas dudas antes de leerlo: Navidad. Año Nuevo. Lo que sea.

En esta ocasión necesita más de siete palabras para interpretarnos la navidad desde una perspectiva de encuentros y regalos forzados que normalmente llevan al olvido (1):

Las tarjetas y regalos que año tras año envías y recibes o enviamos y recibimos con ese sentido más o menos tonto que te o nos domina, pero que paulatinamente a base de una interrelación de recuerdos y olvidos vas o vamos dejando de enviar o recibir, como, comparando, esos trenes que se cruzan a lo largo de la vía sin esperanza de verse nunca más; o mejor, ahora autocriticando, pues la comparación con los trenes no resulta buena ni mucho menos, toda vez que se necesita ser un tren muy estúpido para no esperar volverse a ver con los que se encuentra; entonces más bien como esos automovilistas de clase media que, por el simple hecho de serlo, cuando se desplazan en su automóvil se sienten como liberados de algo que si uno les pregunta no saben qué cosa sea, y que una vez, una sola vez en la vida, coinciden contigo frente a un semáforo en rojo, y con los cuales durante un instante cambias tontas miradas de inteligencia al mismo tiempo que disimulada pero significativamente te arreglas el cabello, o te acomodas el nudo de la corbata, o revisas tus aretes, o te quitas o te pones los anteojos, según creas que te ves mejor, bajo la melancólica sospecha o la optimista certidumbre de que nunca más lo vas a volver a ver, pero no obstante viviendo ese brevísimo momento como si de él dependiera algo importante o no importante, o sea esos encuentros fortuitos, esas conjunciones, cómo calificarlas, en que nada sucede, en que nada requiere explicación ni se comprende o debe comprenderse, en que nada necesita ser aceptado o rechazado, ¡oh!

La brevedad en este caso se centra en los encuentros de navidad, forzados por la ocasión pero que al final se olvidan como en el caso de los trenes cruzados o cuando coincidimos con otro conductor a nuestra altura, ante el semáforo en rojo y, una vez que arrancamos, ya no volvemos a vernos más. Lo que verdaderamente me ha conmovido es la frase final, porque reproduce a la perfección lo que suele ocurrir en la navidad laica, cuando enviamos felicitaciones o regalos de compromiso, envueltos en papel de mimetismo social inducido por el Mercado, con su logo, que no dejan de ser más que encuentros fortuitos, esas conjunciones, cómo calificarlas, en que nada sucede, en que nada requiere explicación ni se comprende o debe comprenderse, en que nada necesita ser aceptado o rechazado, ¡oh!

Lo verdaderamente sorprendente es que a pesar de todo, cuando despertamos a una nueva realidad mutante de la pandemia, la navidad todavía está aquí. De nuevo la Navidad. Año Nuevo. Lo que sea, como si la nuestra fuera el título redivivo del relato comentado de Monterroso.

(1) Monterroso, Augusto. Cuentos, fábulas y Lo demás es silencio, 2003. Madrid: El País, p. 139.

Este libro puede ser un regalo con estela

CIUDADANO JESÚS (2ª edición, revisada y aumentada)

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

A %d blogueros les gusta esto: