
Sevilla, 28/XI/2022
A pesar de que las ciencias adelantan que es una barbaridad, hay que reconocer que en el mundo mágico del cerebro todavía queda mucho camino científico por recorrer. He dedicado centenares de páginas de este cuaderno digital para divulgar extraordinarios avances científicos sobre las estructuras cerebrales que permiten buscar caminos de prospección sobre la justificación de los actos humanos, porque nuestra identidad más clara reside en el cerebro, lugar donde se procesa cada vida humana a través de cien mil millones de neuronas que interactúan sin descanso alguno a lo largo de nuestra vida para “expresarse” a través de cada inteligencia humana. A pesar del tiempo transcurrido desde que se produjo el gran salto del momento alfa de la humanidad, la aparición de los humanos sobre el planeta, la verdad es que seguimos sabiendo muy poco de cómo funciona la compleja maquinaria estructural del cerebro y, sobre todo, por qué pensamos e interactuamos regidos por órdenes de ese cerebro, un gran desconocido todavía para la ciencia en todas sus proyecciones posibles, en los millones de maniobras de aproximación a su quintaesencia que se producen en el laboratorio de la vida corriente y de las ciencias neurológicas todos los días.
En este contexto, se acaba de publicar un libro extraordinario del profesor Javier DeFelipe, De Laetoli a la Luna. El insólito viaje del cerebro humano, cuya sinopsis oficial nos abre la curiosidad sana de iniciarnos en esta investigación a través de sus páginas: “En este libro el autor se ocupa de ciertos aspectos del origen de nuestras ideas, sobre la estructura del cerebro y su relación entre creatividad artística y cognición, temas que representan un puente muy interesante entre la ciencia y la filosofía. Con una sugerente narración, el autor utiliza numerosas obras y pensamientos de artistas y escritores como metáforas para saltar del mundo del arte al de la ciencia y viceversa, y para que al mismo tiempo sirvan de inspiración al lector para meditar sobre la naturaleza del cerebro, la esencia de nuestra humanidad. El resultado final es un libro híbrido —divulgativo, humanístico y científico— que aúna el rigor científico y el placer intelectual” DeFelipe es en la actualidad profesor de Investigación en el Instituto Cajal (CSIC), especializado en el estudio microanatómico del cerebro.
En el llamado “dossier de prensa” sobre esta publicación, nos podemos aproximar al contenido de la obra, con detalles de sumo interés, en palabras del autor: “En este libro trataré principalmente la evolución, la estructura y la función de la corteza cerebral humana. En concreto, haré hincapié en ciertos aspectos del origen de nuestras ideas sobre la estructura cortical y la relación entre microoorganización cortical, creatividad artística y cognición, temas que representan un puente muy interesante entre la ciencia y la filosofía. […] A lo largo del libro utilizo numerosas obras y pensamientos de artistas y escritores como metáforas para saltar del mundo del arte al de la ciencia y viceversa, y para que al mismo tiempo sirvan de inspiración para meditar sobre la naturaleza del cerebro. Entre los pintores incluyo a Leonardo da Vinci, el Bosco, Vincent van Gogh, Salvador Dalí y Pablo Picasso, entre otros, y a los escritores Gustavo Adolfo Bécquer, Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle-Inclán, Miguel de Unamuno, Antonio Machado, Fernando Pessoa y José Saramago, por mencionar solo a algunos”.
¿Qué significa el título, De Laetoli a la Luna? Según DeFelipe, el rastro humano más antiguo quedó grabado sobre el barro en lo que hoy es el yacimiento de Laetoli (Tanzania), hace tres millones de años, hasta que lo llevó a la luna en 1969 y el viaje del cerebro a lo largo de este tiempo multisecular ha sido muy largo y complejo, algo que la ciencia multidisciplinar sigue intentando descifrar todavía en estos tiempos tan modernos. Queda mucho por hacer pero el profesor DeFelipe es optimista en el estado del arte actual sobre la investigación del cerebro humano: “La neurociencia ha avanzado de un modo espectacular en las últimas décadas, permitiendo el estudio del cerebro desde múltiples ángulos —genético, molecular, morfológico y fisiológico—; sin embargo, tan solo hemos comenzado a desentrañar algunos de los misterios que encierra, ya que el salto de una disciplina a otra es gigantesco y está poco explorado. […] Meditamos poco sobre nuestra humanidad, sobre lo que somos y el porqué de nuestra esencia. Pero esto cambiará en los próximos años y la neurociencia será el motor de una revolución cultural que transformará nuestra sociedad. Estoy convencido de que en un futuro próximo la sociedad y los dirigentes políticos comprenderán que el cerebro es el responsable de nuestra humanidad, y que para tener un cerebro sano y más “humano” o civilizado es fundamental considerarlo como un órgano especial: el cerebro puede ser dañado no solamente por diversos agentes materiales (por ejemplo, las drogas de abuso), sino que otros factores que podríamos llamar agentes psíquicos o mentales, como los inducidos por el medio ambiente familiar durante la infancia o la educación y la cultura, son también piezas fundamentales a las que debemos conceder la máxima atención”.
El libro me recuerda el trabajo que he desarrollado en este cuaderno digital y en las publicaciones que he puesto a disposición de la Noosfera sobre el cerebro y la inteligencia humana y digital desde el inicio de esta singladura digital a través del blog en 1995. Como curiosidad tengo que decir que la Introducción del libro de DeFelipe comienza también con un texto de Hipócrates de Cos (c. 460 a. C.-c. 370 a. C.), en su obra Sobre la enfermedad sagrada, que incluí a modo de portadilla en mi libro Inteligencia digital. Introducción a la Noosfera Digital, publicado en 2007: “Los hombres deben saber que los placeres, las alegrías, la risa y las diversiones, así como también las penas, las aflicciones y las in[1]quietudes no se localizan en ningún otro órgano sino en el cerebro. Gracias especialmente a él, pensamos, vemos, oímos y distinguimos lo feo de lo hermoso, lo malo de lo bueno, lo agradable de lo desagradable […]. También por obra suya deliramos, enloquecemos, sufrimos la presencia de pesadillas, terrores, unas veces de noche, otras incluso durante el día, insomnios, extravíos injustificados, preocupaciones infundadas, desconocemos cosas habituales y realizamos actos insólitos. […] Por estas razones yo opino que el cerebro es un órgano de capital importancia en el hombre, pues es él quien nos interpreta los fenómenos procedentes del aire […]. Los ojos, las orejas, la lengua, las manos y los pies actúan en relación acorde con el conocimiento cerebral […]. El cerebro es el mensajero de la inteligencia”. Maravilloso.
Junto al texto anterior, publiqué también unas palabras de Howard Gardner, el precursor de la teoría de las inteligencias múltiples, sobre el que me especialicé con el paso de los años y durante mi etapa de investigación de la conducta humana y sus habilidades sociales, porque siempre me preocupó intentar descifrar el cerebro como el gran laboratorio personal e intransferible de cada inteligencia humana y porque en este largo viaje del cerebro humano, enunciado por el profesor DeFelipe, siempre se buscó su obstinación legítima, su auténtico sentido, resolver los problemas del día a día para poder ser felices: “Es de la máxima importancia que reconozcamos y alimentemos toda la variedad de inteligencias humanas y todas las combinaciones de inteligencias. Somos tan diferentes entre nosotros, en gran parte, porque todos tenemos diferentes combinaciones de inteligencias. Si llegamos a reconocer esto, pienso que, como mínimo, tendremos una oportunidad mejor de enfrentarnos adecuadamente a los muchos problemas que se nos presentan en el mundo. Si podemos movilizar toda la gama de habilidades humanas, no sólo las personas se sentirán más competentes y mejor consigo mismas, sino que incluso es posible que también se sientan más comprometidas y más capaces de colaborar con el resto de la comunidad mundial en la consecución del bien general. Tal vez, si podemos movilizar todas las inteligencias humanas y aliarlas a un sentido ético, podamos ayudar a incrementar la posibilidad de supervivencia en este planeta, e incluso contribuir a nuestro bienestar”.
Comienzo a leer el libro a través de las veintisiete páginas de su Introducción que facilita la editorial, hasta que pueda comprarlo con carácter inmediato. Me permitirá seguir avanzando en el conocimiento de este maravilloso viaje que describe el profesor DeFelipe, recordando también algo que me asombró hace ya muchos años al iniciar el proceso de divulgación en este cuaderno digital sobre mi investigación sobre la inteligencia digital, cuando escribí que hace doscientos mil años que la inteligencia humana comenzó su andadura por el mundo. Los últimos estudios científicos nos han aportado datos reveladores y concluyentes sobre el momento histórico en que los primeros humanos modernos decidieron abandonar África y expandirse por lo que hoy conocemos como Europa y Asia. Hoy comienza a saberse que a través del ADN de determinados pueblos distribuidos por los cinco continentes, el rastro de los humanos inteligentes está cada vez más cerca de ser descifrado. Los africanos, que brillaban por ser magníficos cazadores-recolectores, decidieron hace 50.000 años, aproximadamente, salir de su territorio y comenzar la aventura jamás contada. Aprovechando, además, un salto cualitativo, neuronal, que permitía articular palabras y expresar sentimientos y emociones. Había nacido la corteza cerebral de los humanos modernos, de la que cada vez tenemos indicios más objetivos de su salto genético, a la luz de los últimos descubrimientos de genes diferenciadores de los primates, a través de una curiosa proteína denominada “reelin”. Empezó la aventura de una mente maravillosa que sigue siéndolo en nuestros días y que ya alcanza la cima de ocho mil millones de mentes pensantes. El profesor DeFelipe lo demuestra de forma fehaciente y con autoridad científica en esta publicación, necesaria e imprescindible. Bienvenida sea.
UCRANIA, ¡Paz y Libertad!
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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