Sevilla, 24/III/2020, Día Décimo
Fragilidad de fragilidades, todo es fragilidad en un mundo acosado por el coronavirus y que se desmembra a pedazos. Este loco mundo no está hecho para las personas de alma frágil, que no tiene que ver nada con la frase hecha de “seres de piel fina” que tanto gusta a los que hacen de la mala educación o baba su bandera de personas hechas y derechas. Lo dijo recientemente Manuel Rivas de forma magistral en una columna suya publicada en El País Semanal, Toda la fragilidad del mundo: “Lo duro es constatar tanto espacio de fragilidad. La fragilidad en que vive gran parte de la infancia, con hambre y enfermedades de la edad de la peste. La fragilidad de tantas personas que viven al día. La fragilidad de los que tienen que alquilar su trabajo por horas y a un precio irrisorio, digamos un dólar por hora, sean las manos en talleres sórdidos o el cerebro para los gigantes tecnológicos. La fragilidad máxima de los inmigrantes y refugiados en ruta, en pateras por mar o siguiendo los osarios que jalonan los desiertos. La fragilidad de las periodistas que apuestan la cabeza por contar la verdad en la geografía del miedo, donde gobierna el neofeudalismo y la economía criminal”. Hoy, la fragilidad que se extiende en el mundo por el coronavirus.
La palabra “fragilidad” es ambigua en el diccionario de la Real Academia Española, tomada como “cualidad de frágil”, entendiendo frágil en sus cuatro acepciones, siempre como adjetivos: “1. Quebradizo, y que con facilidad se hace pedazos; 2. Débil, que puede deteriorarse con facilidad. Tiene una salud frágil; 3. Dicho de una persona: Que cae fácilmente en algún pecado, especialmente contra la castidad; 4. Caduco y perecedero. Tiene una historia, como palabra, muy vinculada a la moral más estricta y caduca que podamos pensar, como lo atestigua su primera aparición en el Diccionario de Autoridades en 1732: “En lo moral se toma por la propensión que la naturaleza humana tiene en caer en lo malo”. Sin comentarios.
Mundo débil, quebradizo, que cae fácilmente en algún pecado, caduco, perecedero, propensión a caer en lo malo y la relación pormenorizada de Manuel Rivas de las diversas fragilidades del ser humano, recogidas en el artículo citado acerca de la realidad que nos rodea. Con este panorama de diccionario o manual de causas perdidas, vuelvo a la lectura de libros útiles para proteger la fragilidad de vivir. Abro las primeras páginas de un libro de Manuel Rivas que tengo como de cabecera, ¿Qué me quieres amor? y me recreo viendo y leyendo la dedicatoria que nos dibujó en una visita a Sevilla en 2016, con una propuesta deslumbrante para tiempos frágiles: puso título a un libro que tengo que escribir sin falta, Por el derecho a soñar, que no olvido a pesar de la fragilidad que me rodea y que, a veces, nos destroza el cuerpo y el alma.
También, abro un libro muy querido y de lugar preferente en mi mesilla de noche: La utilidad de lo inútil (1), de Nuccio Ordine, que me ha refrescado estos conceptos, un libro excelente para tiempos de fragilidad como los que estamos viviendo en estos momentos. Muy útil también para espíritus inquietos que priman el valor del conocimiento y de la admiración por todo lo que se mueve a nuestro alrededor tan aparentemente frágil y que en un momento se hace añicos. Imprescindible para militantes del Club Virtual de las Personas Dignas, al que me honro pertenecer.
Son 172 páginas útiles para comprender el oxímoron (2) “utilidad de lo inútil”, pero se despeja inmediatamente cualquier duda al explicar el autor que la referencia a la utilidad se centra solo en aquellos saberes “cuyo valor esencial es del todo ajeno a cualquier finalidad utilitarista”. Es útil todo aquello que nos ayuda a ser mejores y decir esto en una sociedad de mercado puro y duro es para obtener matrícula de honor en la Universidad de las grandes y abiertas avenidas digitales del mundo actual, a las que se asiste a clases “útiles” en zapatillas (pantuflas), como explicaba muy bien en su momento el profesor libertario Michel Onfray: “Si siguiera trabajando dentro del Ministerio de Educación debería respetar un programa, unos autores, unos conceptos, preparar a los alumnos para superar unos exámenes de acuerdo con unas determinadas fórmulas… todo eso está bien pero hay mucha gente que satisface esa demanda, que se adapta al molde. En el Ministerio te dejan enseñar la filosofía como quieres, pero sólo oficialmente porque hay que hablar de Platón, de Aristóteles, de todos los grandes autores, antiguos y modernos…, pero no queda tiempo para adentrarse en otros terrenos”.
Si a esto agregamos en estos días la realidad de la Universidad digital/global de la Vida que es en sí mismo Internet, a la que por el confinamiento asistimos también con pantuflas desde nuestra casa, podemos atisbar que el gran reto del siglo actual es trabajar al servicio de la inteligencia compartida, del cerebro, gran desconocido desde el punto de vista científico, con objeto de que todos, sin dejar a nadie atrás, podamos proteger la delicada fragilidad de vivir. Cuidémosle, por tanto, de la información falsa y sesgada, de las noticias contaminadas por intereses espurios, porque es lo más frágil que tenemos y porque de forma sabia, lo guarda todo de nuestra persona de todos y la de secreto. Incluso el manual de supervivencia para momentos difíciles, en la edición personal e intransferible que sirve solo para cada uno, cada una, en el mejor de los mundos posibles.
(1) Ordine, Nuccio (2017, 17ª ed.). La utilidad de lo inútil. Barcelona: Acantilado.
(2) Oxímoron (RAE. Diccionario de la lengua española, 23ª ed.): combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador.
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja para ninguna empresa u organización religiosa, política, gubernamental o no gubernamental, que pueda beneficiarse de este artículo, no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de jubilado.
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