
Sevilla, 26/VIII/2020
Las palabras que siguen van dirigidas desde una persona mayor, bloguero por más señas desde hace ya muchos años, a los más jóvenes de este país y, sobre todo, a sus líderes en redes sociales, los llamados “influencers”, influentes o influyentes, es decir, los que influyen en las decisiones de parte de la sociedad que los ve y escucha, sobre todo de los más jóvenes, atendiendo al uso correcto del lenguaje en nuestro idioma evitando el anglicismo: ¡Influyentes de España, uníos! Estoy convencido de que si hubiera una acción digital y coordinada de todos los influyentes con mensajes claros sobre la realidad del coronavirus, a modo de un nuevo Manifiesto Digital, esta acción se convertiría en tendencia y llegaría a millones de jóvenes de este país de una forma mucho más rápida y eficaz que las campañas oficiales del Gobierno central y de los autonómicos que, obviamente, se deberían cuidar en sus mensajes coordinados, número, fondo y forma, como complementarios, así como en la transparencia de la inversión pública en ellas.
Lo señalaba recientemente el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón: «Creo que hay muchos influencers [influyentes] en España con una visibilidad muy grande que pueden ayudar a controlar la epidemia». Estoy plenamente convencido de que es así por la realidad digital en nuestro país y en el mundo que nos rodea. Además, reforzó esta idea en relación con el uso controvertido de las mascarillas: “Creo que hay mucha gente en España que tienen una población que les sigue que pueden ayudar a que las medidas de prevención se implementen correctamente”.
La transformación digital en nuestro país no escapa en este momento a la pandemia en todas sus vertientes. Se ha demostrado cómo la revolución digital ha sido la artífice de la cohesión personal, familiar, laboral y social en nuestro país durante el estado de alarma. Me parece, por tanto, muy adecuado que se refuerce su capacidad transformadora en la creación de tendencias de opinión y conductas en todos los segmentos de población, obviamente entre los más jóvenes, durante la mal llamada nueva normalidad. Acudir a la inteligencia digital creo que es el camino más adecuado en estos momentos.
En el libro que publiqué en 2007, Inteligencia Digital. Introducción a la Noosfera digital, ya alertaba de esta oportunidad histórica en la vida de las personas que pueblan la Noosfera. En esa ocasión, definí la inteligencia digital a través de cinco acepciones que rescato hoy de nuevo para aplicarlas a la situación que estamos viendo en relación con el coronavirus:
1. Destreza, habilidad y experiencia práctica de las cosas que se manejan y tratan, con la ayuda de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación, nacida de haberse hecho muy capaz de ella.
2. Capacidad que tienen las personas de recibir información, elaborarla y producir respuestas eficaces, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.
3. Capacidad para resolver problemas o para elaborar productos que son de gran valor para un determinado contexto comunitario o cultural, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.
4. Factor determinante de la habilidad social, del arte social de cada ser humano en su relación consigo mismo y con los demás, a través de los sistemas y tecnologías de la información y comunicación.
5. Capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, es decir, cuando ha superado la dialéctica infernal del doble uso.
Estoy convencido de que los teléfonos móviles, las tabletas, televisores, consolas y ordenadores en general, el software y el hardware inventados por el cerebro humano, es decir, el conjunto global de tecnologías informáticas y de telecomunicaciones que son el corazón de las máquinas (chips) que preocupan y mucho a investigadores, historiadores y filósofos, de forma legítima y bien fundamentada, permiten hoy creer que llegará un día en este “siglo del cerebro” en el que sabremos cómo funciona la caja mágica personal e intransferible de cada uno en cada milésima de segundo. Descubriremos que somos más listos que los propios programas informáticos que usamos a diario en las máquinas que nos rodean, porque la inteligencia digital desarrolla la capacidad y habilidad de las personas para resolver problemas utilizando los sistemas y tecnologías de la información y comunicación cuando están al servicio de la ciudadanía, sobre todo cuando somos capaces de superar y vencer la dialéctica infernal del doble uso de la transformación digital de la sociedad, es decir, la utilización correcta de los descubrimientos electrónicos para tiempos de paz y no de guerra o para solucionar los daños que está ocasionando la pandemia actual, siendo conscientes de que la investigación digital avanza a veces de forma desconcertante tanto en el caso de los drones de última generación como en la fabricación de los chips que paradójicamente se usan lo mismo para la consola Play Station como para los misiles mortíferos Tomahawk.
Ese es el principal reto de la maravillosa inteligencia, digital por supuesto, porque vivimos en la sociedad red y creo que los jóvenes tienen un papel muy destacado en contener esta pandemia, porque formamos parte de una gran malla de cerebros pensantes o Noosfera y porque somos capaces de transformar el mundo con la ayuda de las herramientas que nos proporciona en la actualidad la revolución digital. Por tanto, desde mi modesta opinión y en clave revolucionaria, ¡Influyentes de España, uníos también contra la pandemia! Ha llegado vuestro momento estelar y os pasamos el testigo para contener también la pandemia. Palabra de persona mayor que siempre ha esperado mucho de vosotros, influyentes de España.
NOTA: la imagen se ha recuperado hoy de https://knowledge.wharton.upenn.edu/article/new-marketing-royalty-rise-digital-influencers/
CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓN: José Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.
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