Leyenda en Cantabria / 3. Castro Urdiales, la cuna de Ataúlfo Argenta

Ataúlfo Argenta, en Castro Urdiales (Cantabria) / JA COBEÑA

Sevilla, 2/IX/2022

Ya lo expliqué sucintamente en el artículo de presentación de esta serie: quería estar cerca de Ataúlfo Argenta, excelente pianista y director de orquesta natural de Castro Urdiales y al que admiro desde mi infancia, recordando todavía como si fuera ayer el día que conocí su fallecimiento cerca de Madrid, ciudad en la que yo vivía en aquellos años de mi infancia. Le he seguido de cerca durante muchos años y todavía resuena en mi alma de secreto la Romanza de Salvador Bacarisse, el segundo movimiento de su preciosa obra Concertino en La menor, que tuvo el valor de dirigir el día de su estreno en París, en 1953, en plena dictadura. Se lo agradecí personalmente al pie de su estatua. Cuento como anécdota de aquel día que durante el tiempo que estuve cerca del director de orquesta tan querido por mí, en el que tomé bastantes fotografías de la escultura que figura en la Plaza de los Jardines, una paloma permaneció posada, impertérrita, en su cabeza, sin querer abandonarle, algo que interpreté como una metáfora de su libertad tan ansiada y por la que fue maltratado por la dictadura incluso a la hora de explicar su fallecimiento tan controvertido en las cercanías de Madrid, concretamente en Los Molinos, situación que comenté en 2017, en un artículo que llevaba por título La verdad sobre Ataúlfo Argenta.

Fue la primera visita a aquella ciudad tan representativa de Cantabria. Sentí muy de cerca su obra artística, como compositor y director de orquesta, pero sobre todo su compromiso ideológico hasta la muerte, como republicano por ideología. Otro motivo que me llevó hasta allí era visualizar directamente lo que durante tantos años sólo he podido contemplar en mi casa, en un grabado al aguatinta, sin fecha, de Venancio Arribas, con una vista espléndida de la Iglesia de Santa María de la Asunción y el Castillo, éste último no visitable en la actualidad. La iglesia es un ejemplo excelente de la mejor representación del gótico en Cantabria. En su interior contemplamos en la capilla Carasa el cuadro de Zurbarán, el Cristo de la Agonía, que también cuenta con su vinculación, una vez más, con Andalucía, al haber sido trasladada allí desde su ubicación anterior, la capilla “denominada de los Amoroses, familia de ricos comerciantes castreños que mantuvo relaciones con Andalucía. Estos contactos permitirían la llegada a Castro Urdiales del cuadro y su posterior instalación en la capilla de los Amoroses. No obstante, también existe una leyenda que explica su llegada a Castro Urdiales de forma sobrenatural. Según dicha leyenda, un día estalló una gran tormenta que puso en peligro unas naves castreñas que se encontraban faenando en busca de ballenas. Ante el temor de que la tempestad pudiera hacerles naufragar, los navegantes comenzaron a implorar con sus rezos que ésta cesara. Al poco tiempo amainó el temporal y fue entonces cuando los marineros, sorprendidos, encontraron flotando sobre el mar un lienzo con la imagen de Cristo que se dirigía hacia Castro Urdiales mostrándoles el rumbo a seguir. Tras llegar a puerto, la obra fue recogida y trasladada a la iglesia de Santa María. Este cuadro, aunque carece de firma, ha sido atribuido a Francisco de Zurbarán, quien durante los años en que vivió en Sevilla pintó numerosos crucificados, si bien fueron pocos los que firmó o fechó, tal y como ocurre en el caso que nos ocupa” (1).

En la fuente consultada sobre el Cristo de Zurbarán, se dice textualmente que “Este cuadro, aunque carece de firma, ha sido atribuido a Francisco de Zurbarán, quien durante los años en que vivió en Sevilla pintó numerosos crucificados, si bien fueron pocos los que firmó o fechó, tal y como ocurre en el caso que nos ocupa”. Andalucía y Cantabria volvían a estar unidas en su historia. Continuando con la visita, lo que quizás me sorprendió más fue la imagen de Santa María con el Niño, la Virgen Blanca, que apareció emparedada en febrero de 1955, siendo una obra excelente que data del siglo XIII. Junto a ella estaban también unas tallas de los Reyes Magos, datadas en este caso en el siglo XIV. La visita exterior nos devolvió al Cantábrico y entendimos por qué aquello era el sitio ideal para una fortaleza tanto para el cuerpo como para el espíritu.

El encuentro con Ataúlfo Argenta fue muy especial. Recordé allí todas las vivencias que desde pequeño tengo sobre este gran director de orquesta. Llegué a la Plaza de los Jardines y allí pude contemplarlo en 360 grados, con la sempiterna paloma sobre su cabeza. Es una estatua de pie, en bronce, obra de Rafael Huerta Celaya, que se inauguró en 1961. A sus pies figura una placa con un poema de Gerardo Diego, Argenta, Castro Urdiales, aunque probablemente a Argenta no le gustaran estas palabras de un autor muy cercano a la dictadura.

Una y mil veces resuena en mi persona de secreto la Romanza del Concertino en La menor, de Salvador Bacarisse, que dirigió por primera vez Ataúlfo Argenta en su estreno en París, en 1953, interpretado por la orquesta de la Radiotelevisión francesa y tocando Narciso Yepes como solista a la guitarra. Lo he vuelto a escuchar con profundo respeto y admiración gracias al fondo que figura en la Fundación Juan March, como legado que su hijo cedió a la citada Fundación y al que se puede acceder para conocer en profundidad la vida en el exilio y la obra de Bacarisse. En concreto, en la página dedicada al fondo radiofónico en su etapa como productor en numerosos programas en lengua española de la RTF (Radiodiffusion-Télévision Française).

También recordé el inmenso legado de su hijo Fernando, al que califiqué como “un clásico muy popular” en un artículo que le dediqué en este cuaderno digital el día después de su fallecimiento, ocurrido en Madrid el 3 de diciembre de 2013, que tanto hizo para que los niños y niñas de este país descubrieran y amaran la música clásica. He admirado siempre a Fernando Argenta, por el trabajo encomiable que ha desarrollado a lo largo de su vida y de la forma tan didáctica que lo presentó en sociedad, para que este país saliera de su penumbra extrema y comenzara a conocer y sentir la música clásica a través de programas memorables en radio y televisión, Clásicos populares y El conciertazo, aunque él amaba sobre todo su radio, la nacional de España, llegando a afirmar con cierta sorna que «A los que trabajamos en radio no nos deberían poner cara jamás». Aprendí mucho de Fernando en mi vida nómada, escuchándolo siempre con enorme respeto en la radio del coche, en viajes siempre hacia alguna parte. Delante del monumento a su padre, sentí que hay tiempo de vivir y tiempo de morir. Tiempo de agradecer, sobre todo, por la forma alegre de vivir la vida que mostró siempre Fernando, con una música muy especial, por la forma de contar los despistes existenciales de su padre, el gran Ataúlfo Argenta, demostrando que le seguía de cerca cuando dijo, con su gracejo habitual, cómo sería un posible epitafio al final de su vida: «No tengo el ingenio de Groucho Marx, pero sería algo así como “Vaya un despiste que tuve cuando morí”. Así era Fernando Argenta, maestro para muchos clásicos populares.

Hice varias instantáneas de Argenta en aquel momento mágico, rodado curiosamente de muchos niños y niñas a los que tanto amaba su hijo, tomando conciencia de que el encuentro con él fue una excelente ocasión para agradecer siempre su presencia en mi vida. Después, quisimos completar la visita a Castro Urdiales con un reconocimiento a su enclave histórico romano, llamado Flaviógriva, pero como nos ha pasado con numerosos centros culturales de especial relevancia en Cantabria, estaba cerrado por obras de rehabilitación. De todas formas, desde el castillo pudimos comprender perfectamente el eslogan que ha caracterizado a esta Comunidad desde hace bastantes años, cuando contemplamos el mar Cantábrico que nos rodeaba con el vuelo incesante de gaviotas: allí estaba la Cantabria infinita, hermanada con Andalucía. También, el Argenta infinito.

(1) Cristo de la Agonía. Iglesia de Santa María de Castro Urdiales,  Aula de patrimonio cultural. Universidad de Cantabria, 2010.

UCRANIA, ¡Paz y Libertad!

CLÁUSULA ÉTICA DE DIVULGACIÓNJosé Antonio Cobeña Fernández no trabaja en la actualidad para empresas u organizaciones religiosas, políticas, gubernamentales o no gubernamentales, que puedan beneficiarse de este artículo; no las asesora, no posee acciones en ellas ni recibe financiación o prebenda alguna de ellas. Tampoco declara otras vinculaciones relevantes aparte de su situación actual de persona jubilada.

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